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Dos estrategias de escritura

Estrategias de escritura – Máster de Cuenca. Taller de Mariano Coronas - Julio de 2018

 

Sugiero a las personas presentes, escribir un poco para poder hacer un desplegable como los que he llevado, les he mostrado y les he regalado. En todo caso, como el taller duraba cuatro horas y el máster terminaba al día siguiente, era complicado pasarlo a papel y entregarlo. Mi compromiso (me llevé deberes) era pasar al ordenador todos los escritos y publicarlos en uno o varios de mis blogs para que los participantes pudieran leerlos desde su casa, una vez hubieran regresado a su lugar de origen. Invité a escribir de manera voluntaria y anónima. Primero, siete “meacuerdos” de la infancia de cada cual y luego diez parejas nombre-adjetivo calificativo sobre el Máster que estaban a punto de acabar.

Si hay alguna palabra que no se entiende es porque no he conseguido interpretarla correctamente. Pido disculpas. La invitación a escribir fue para todas las personas asistentes, pero debido a problemas de horario, la segunda estrategia se medio empezó en el aula y se terminó o no para entregarla por la tarde. En todo caso, están las respuestas que están, que darían para un análisis curioso de las mismas. Pero ese es un asunto para otra ocasión…

 

1.- “Meacuerdos” de infancia…

 Me acuerdo de que no me gustaba nada ir al colegio. Me acuerdo de que lo que más me interesaba era observar lo que pasaba en el patio desde la ventana de mi clase. Me acuerdo de que me gustaba ir a la biblioteca para hacer rabiar a la bibliotecaria. Me acuerdo de hacer las tareas, justo antes de entrar a clase. Me acuerdo de que me caía muy bien el conserje del colegio. Me acuerdo de que me gustaba cuando el cole empezaba antes de que fuese mi cumple para compartir las golosinas con los compañeros.

Me acuerdo de cuando escribía mi diario. Me acuerdo de cuando vi una camada de perros recién nacidos por primera vez. Me acuerdo de cuando mi hermano me enseñó a montar en bicicleta. Me acuerdo de cuando me caí y me hice una brecha en la cara. Me acuerdo de mi madre al verme con la herida ensangrentada en la cara. Me acuerdo de cuando escuchaba “Wonderful Life”, con mi padre, una y otra vez,

Me acuerdo del olor de mi colegio, a lápiz, a goma…, a colegio de entonces. Me acuerdo de las canciones de comba y del sonido que se producía al saltar sobre las piedrecitas del patio del colegio. Me acuerdo de las manos de mi abuelo. Me acuerdo cuando jugaba con mi hermano a construir una cabaña y el juego terminaba y el juego terminaba cuando se acababa de construir. Me acuerdo de la “agrumaera” que mi abuelo colgó de la rama más fuerte de la higuera de su patio para que sus nietos se columpiaran.

Me acuerdo cuando jugaba con las muñecas recortables en la sala de estar. Me acuerdo de cuando mi madre me enseñó a hacer pompas con el chicle, un día de verano. Me acuerdo de jugar con mis hermanas y mis primas en las dunas de Guardamar del Segura, en Alicante. Me acuerdo del accidente de coche que tuvo mi padre, con un SEAT 124, marrón caca. Me acuerdo de engañar a la gente diciendo que sabía completar el cubo de Rubik. Me acuerdo de jugar a la goma en el patio de la escuela. Me acuerdo de saltar las zanjas de la obra del Parque Lineal, para ir a la escuela.

Me acuerdo de jugar en la calle con los amigos hasta el Anochecer. Me acuerdo de las tardes en las que veíamos en la tele, mis hermanos y yo, a Fofó, Miliki y Gabi. Me acuerdo de jugar con mis hermanos a juegos de mesa durante muchas tardes. Me acuerdo de mi abuela contándonos historias de cuando ella era joven. Me acuerdo de ir con mi abuela a ver títeres al parque. Me acuerdo de ir los domingos al campo, a pasar el día con toda la familia. Me acuerdo de jugar con mi hermana pequeña a ser maestras.

Me acuerdo de los panes con fríjoles que me daba mi abuela, cuando la visitaba cada año. Me acuerdo de los paseos en familia por el campo; el olor y los colores de las flores para hacer coronas. Me acuerdo cuando jugaba en ese árbol de duraznos y era mi casa, mi columpio, mi sombra. Me acuerdo de salir a jugar y correr por la calle con libertad, sin temor a la violencia. Me acuerdo del sabor dulce del maíz recién cortado.

Me acuerdo cuando me peinaba mi mamá. Me acuerdo de cuando comía las tortillas hechas por mi abuela. Me acuerdo de cuando murió mi abuelo. Me acuerdo de los juguetes que nos hacía mi papá con madera. Me acuerdo de cuando aprendí a leer con mi papá. Me acuerdo de cuando jugaba en el árbol de mi casa. Me acuerdo de las amigas de mi infancia.

Me acuerdo de cuando jugaba con mis primos en el cortijo. Me acuerdo de cuando mis amigas del colegio venían a casa a jugar. Me acuerdo de los viajes en coche con mis padres. Me acuerdo de la visita a la Universidad de Salamanca. Me acuerdo de jugar a los clics con mi hermano. Me acuerdo de cuando visitaba a mis abuelas todos los domingos. Me acuerdo de aquellas tardes leyendo y releyendo la colección de Los cinco y de Puck.

Me acuerdo de las calles de mi barrio. Me acuerdo del sonido del piano tocado por mi abuela en las madrugadas. Me acuerdo de la muerte de mi madre. Me acuerdo de mi profesor de matemáticas. Me acuerdo de mis clases de ballet. Me acuerdo de las salidas al campo con el grupo scout. Me acuerdo del mar y su rumor.

Me acuerdo del rostro de mi madre leyendo cada noche. Me acuerdo de las olas del mar jugueteando con mis pies. Me acuerdo de la mirada tierna de mi hermano. Me acuerdo de la pesca maravillosa en el río Magdalena. Me acuerdo de mi primer “paseo” en tren. Me acuerdo de mi primer perrito Tony y su alegría. Me acuerdo del arroz con leche y su olor.

Me acuerdo de cuándo inventaba coreografías de canciones infantiles, con mi hermana, para presentárselas a mi papá. Me acuerdo del chocolate caliente con pan remojado, en las mañanas. Me acuerdo de las maldades de mi hermano Diego. Me acuerdo del cuarto de juegos y la alfombra café. Me acuerdo de todos los peluches sobre la cama. Me acuerdo de los mimos de mi papá. Me acuerdo del café con pan de las tardes.

Me acuerdo de aquella mañana, cuando me levanté temprano y papi me daba su matecito al lado de la cocina de leña. Me acuerdo de ir cantando la canción de San Martín, al paso de los granaderos en la entrada de la escuela. Me acuerdo de la alegría al salir de la escuela y ver, entre todos los autos, la camioneta de papá. Me acuerdo de mi pasión por leer Mujercitas, escondida bajo la mesa. Me acuerdo de aquel día en que me armé un bolsito y agarré mi muñeca para irme de casa enojada. Me acuerdo de aquellas noches en que mamá decía que no cenábamos y nos comíamos dulce de batata. Me acuerdo de aquella tarde que estudiaba feliz, frente a la pared.

Me acuerdo de mi primer beso; tenía cuatro años. Me acuerdo de las noches que me quedaba a dormir en casa de mi abuela y jugábamos a las carretas de vaqueros con los colchones. Me acuerdo cuando me caí, haciendo un salto de altura. Me acuerdo de un melón “playero”, que era gigante y nos lo comíamos en la playa. Me acuerdo de cómo recortaba las ilustraciones de Rin Tin Tin. Me acuerdo de que corría mucho. Me acuerdo de ki primer viaje al pueblo de mi padre.

Me acuerdo de cuando mi mamá me cantaba todas las noches, antes de dormir. Me acuerdo de cuando aprendí a manejar bicicleta. Me acuerdo del árbol de peras rojas del patio de mi jardín de niños. Me acuerdo de mi padre, llevándome al doctor por el dolor de barriga que me dio comerme cien ciruelas. Me acuerdo del error de mis padres al hacerme leer “El príncipe” de Maquiavelo, en lugar de “El Principito”. Me acuerdo cuando jugaba a la oficina, con el portafolios de mamá. Me acuerdo de los paseos por la playa con papá y mamá.

Me acuerdo de llegar a casa, después del cole, y mi madre me recibía con un tazón de fruta para merendar. Me acuerdo de ir con mi padre a pescar y yo jugaba con los peces del cubo. Me acuerdo de las visitas de mi abuela Ceci los fines de semana; siempre venía acompañada por Doña Juana. ¡Qué mujeres! Me acuerdo de las clases de piano. Me acuerdo de dar clase a todos los muñecos. Me acuerdo de que, muchas mañanas, mi hermano se acurrucaba en mi cama y juntos  nos poníamos a ver los dibujos.

Me acuerdo que descubrí que podía cambiar mi nombre legalmente. Me acuerdo de estar en Cuenca, en un camping, con dos o tres años. Me acuerdo de pasar las tardes leyendo cómics (sin saber leer). Me acuerdo que mi abuela me hacía caramelo líquido. Me acuerdo que una vez vomité; mi abuela lo pisó y cayó. Me acuerdo que todos los lunes vestía la camiseta de mi equipo de fútbol. Me acuerdo que jugaba al fútbol en los bancos del parque.

Me acuerdo de mi tía Marcela, inocente hasta el fin, hablando con los perros en el jardín. Me acuerdo de un libro con portada roja que me deslumbró. Me acuerdo de los domingos en el jardín secreto de mi padre. Me acuerdo, por encima de todo, de mi abuela: la Sultana.. Me acuerdo de las tormentas en Cuernavaca. Me acuerdo de las ilustraciones de un libro que no he vuelto a encontrar.

Me acuerdo del olor a guayaba, camino a la escuela. Me acuerdo del baile de los monos. Me acuerdo cuando mi padre llegaba a casa, después de su trabajo, y salía corriendo a pasarle sus chanclas. Me acuerdo de las clases de canto y las puestas de escena musical. Me acuerdo cuando dormía con mis hermanos en una sola cama. Me acuerdo de las salidas al pueblo con el canasto vendiendo tamales. Me acuerdo de acariciar la oreja de mi madre para quedarme dormida.

Me acuerdo de ver planchar a mi abuela materna en la cocina. Me acuerdo de cómo mi padre intentó enseñarme a silbar como un cabrero, en la terraza, en una noche de verano. Me acuerdo de los besos de esquimal de mi mamá. Me acuerdo de los cumpleaños familiares cuando no faltaba nadie y estaban todos los primos y los abuelos. Me acuerdo de las peleas de peluches con mi hermano y las partidas de “hundir el barco” en el salón de casa. Me acuerdo de los churros que hacía mi abuelo paterno y de ver pintar a mi abuelo materno. Me acuerdo de jugar en el patio del colegio.

Me acuerdo de cuando mi abuelo iba al río a recoger manzanilla. Me acuerdo de la piscina hinchable, en la que me bañaba de pequeña, con una sirena dibujada en el fondo. Me acuerdo de una vez que mi madre cortaba rosas rojas en el patio de la casa en la que vivíamos. Me acuerdo de mis vecinos: el señor Antonio y la señora Alicia. Me acuerdo de cómo mi amiga Olguita y yo intentábamos colarnos a escondidas en el cuarto del conserje, para coger las maracas que guardaba en un cajón. Me acuerdo que cogíamos barro para dejar la huella de nuestra mano en la pared, jugando a la “mano negra”.

Me acuerdo de ser muy pequeña e ir con mi mamá y mi hermana a ver a mi papá jugar fútbol. Me acuerdo de que como familia en las fotografías familiares, de cámaras con rollos que verías mucho después, siempre sonreíamos mostrando todos los dientes. Me acuerdo de ser pequeña y tener miedo a la muerte. Me acuerdo que a mi hermana no le gustaban las muñecas y a mí, sí. Me acuerdo que aprendí a manejar bicicleta yo sola. Me acuerdo que siempre manejaba la bici a toda velocidad, sin miedo a estrellarme, aunque varias veces, eso me pasó. Me acuerdo de querer ser grande (y todo era una trampa).

 

2.- Hablamos del máster utilizando solo parejas nombre-adjetivo calificativo:

 Residencia ruidosa – Ponente interminable – aula agobiante – Biblioteca interesante – Docentes generosos – Contenidos completos – Jueves triste – Compañeros diversos – Proyecto estresante – Préstamos productivos – Trabajo ilusionante – Cena abundante.

Calor sofocante – Libros amados – Personas interesantes – Verano cuenquino – Maleta viajera – Trabajo creativo – Gente amable – Lectura entretenida – Trabajo monstruoso – Contenido increíble – Personas perfectas – Fascinante literatura

Garabato amistoso – Greñas líquidas – Temor puntiagudo – Región bailable - Influencer sinfónico – Añoranza redonda – Instante atigrado – Alcurnias andrajosas – Youtuberlandia ignota – Diccionario fugitivo

Maletas contentas – Voces habladoras – Ideas geniales – Buenos modales – Risas variadas – Palabras creadoras – CEPLI maravilloso – Mundo literario – Riqueza plena – Mediadores tenaces – Maestros eficaces - Momentos divertidos – Herencia roja

Mosca asquerosa – Clase caliente – Profesor interesante – Máster productivo – Cuentos hermosos – Alumnos comprometidos – Libros encantadores – Ventanas grandes – Sillas cómodas – Información completa

Gente apasionada – Colombia hermosa – Profe sabihondo – Booktuber arropado – LIJ saludable – Editorial dirigida – México lindo – Sevilla especial – Adaptación versionada – Teatro molón

Ilustrador expansivo – Apasionado maestro – Vivencia transformadora – Experiencia integradora – Madre malvada – Cotidiano poético – Ardilla mágica – Palabras pulsoras – Lecturas rupturistas – Maestro generoso – Hombrecillo vividor

Actividades interesantes – Jerga diversa – Países felices – Libros libres – Personas innovadoras – Conferencistas generosos – Nuevo ciclo – Profesionales motivados – Niños escuchados – Amigos vitales

Abuelas adorables – Niños hermosos – Maestras entusiastas – Colegios agradables – Libros fantásticos – Lapiceros mágicos – Mochilas sorprendentes

Gente buena – Profesores maravillosos – Aulas calurosas – Tiempo asfixiante – Lugar encantador – Pérdida irreparable – Ilustradores coloridos – Talleres movidos – Familia acompañante – Poesía silenciosa

Amor perfecto – Trabajo estancado – Vida mágica – Escuela apasionante – Amigas increíbles – Descubrimiento conquense – Días alegres – Noches encantadas – CEPLI revelador – Máster acompañado

Parque aromático – Comida local – Paisaje espectacular – Perros consentidos – Niños ausentes – Vino rico – Máster positivo – CEPLI increíble – Café necesario – Maestros indispensables

Experiencias divertidas – Bellas personas – Ponentes expertos – Personas interesantes – Experiencias innovadoras – Profesores cercanos – Biblioteca espectacular – Nuevos amigos – Teatro divertido – Lecturas recomendadas

Actividad intensa – Paréntesis fantástico – Ilusión infantil – Calor sofocante – Ideas ilusionantes – Jornadas agotadoras – Opiniones diferentes

Y, una especial, para terminar:

Olga, susurradora de bostezos – Daniel, el escritor infiel – CEPLI, universo de la imaginación – Cuenca, veraneo literario – Iberoamérica, apasionada por la LIJ – cOROnas, librero inspirador – TFM, calvario futurista – Pedro Cerrillo, coleccionista de mi capa roja


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Personalmente, como cada dos años, desde hace unos cuantos, regreso totalmente “encuencado” de haber podido mostrar una parte del trabajo realizado en mi tiempo de trabajo, tanto en el aula como en la biblioteca escolar, solo o en compañía y de la amable recepción que hace el alumnado del máster de las propuestas que voy mostrando y ejemplificando con diversos materiales. Espero que quienes se acuerden de lo que les dije, entren en este blog, lean este post y si se animan, comenten lo que les apetezca. Yo ya he cumplido con mi compromiso. Un afectuoso saludo a todas las mujeres y hombres que han participaron en esta novena edición del Máster de la UCLM y suerte en el futuro.

16/07/2018 22:20 gurrion #. sin tema No hay comentarios. Comentar.

libro: España en el corazón

“España en el corazón. La historia de los brigadistas americanos en la Guerra Civil Española”. Adam Hochschild.

Barcelona: Malpaso, 2018. 514 páginas


Ésta es la historia…, no solo la de aquellos jóvenes, afiliados al Partido Comunista de EEUU que sintieron en su interior que debían acudir al rescate de la República española para frenar el avance del fascismo, enrolados en el Batallón Lincoln; también aparecen los periodistas, hombres y mujeres que cubrieron desde los dos bandos la guerra y que trataron de influir con sus crónicas en la toma de algunas decisiones por parte de gobiernos extranjeros… Por ejemplo intentando convencer al Presidente Franklin Roosevelt para que levantara la prohibición de vender armas a la República, teniendo en cuenta que el bando nacional tenía abastecedores generosos (la Alemania nazi, la Italia de Mussolini y la multinacional Texaco…) en hombres, aviones, vehículos rodados, armamento, y combustible para todos ellos. Al fin y a la postre, esa ayuda fue la que determinó el final y el resultado de aquella guerra. Sin esa ayuda (especialmente la aviación), la victoria nacional no se hubiera producido. El mismo Roosevelt declaro más tarde que el embargo de armas a la república había sido “un grave error”.

Es un libro sobre la Guerra Civil, algo diferente. Como su subtítulo sugiere, se centra en la contribución y los sufrimientos de los voluntarios norteamericanos; los brigadistas que llegaron a un país lejano con deseos de contribuir a la derrota del fascismo emergente, sabedores de que en España se jugaba la partida definitiva para frenarlo porque, de lo contrario, Europa se vería cautiva a sus pies, como así ocurrió. Hombres y mujeres procedentes de diferentes estratos sociales, con distintos niveles de estudios y con las ocupaciones más variadas, lo dejaron todo y asumieron el riesgo y la incertidumbre de participar activamente en una guerra extremadamente cruel. Fruto de ello, fue que un tercio aproximadamente de los que vinieron, no regresaron nunca: muertos en combate o fusilados, tras su captura; al margen de quienes sufrieron heridas de guerra que los dejaron señalados para siempre. En las trincheras y en los frentes de guerra, sufrieron la falta de agua y comida, un armamento obsoleto que funcionaba mal, algunos mandos incompetentes, el barro, el frío, el miedo… Las páginas del libro conmocionan al lector con algunas descripciones del sufrimiento de los voluntarios en jornadas continuadas de estados de alerta y carencias básicas por falta de refuerzos que los sustituyeran, sucios, mojados…

Varios de los voluntarios escribieron diarios y se conservan también muchas cartas que transmiten, por un lado, estados de ánimo ante las condiciones durísimas del día a día y, por otro, el convencimiento de que están donde las circunstancias y su ética les condujeron y sienten que derrotarán a la bestia fascista que avanza por Europa y, por tanto, por España. También hay mucha correspondencia llegada desde los Estados Unidos en la que los familiares de algunos de los brigadistas no cesan de escribir preguntando por sus hijos o hijas, novios, etc. ya que en muchos casos, no se enteraron de que habían viajado a España hasta que los mismos estaban ya en territorio peninsular.

El libro pone de manifiesto la tibieza con la que las democracias occidentales, especialmente Francia e Inglaterra miraban lo que estaba pasando en España y su escasa intención de ayudar a la República. El hecho es que su negativa a vender armas a los republicanos, choca con la facilidad con la que las obtienen los nacionales, procedentes de Alemania e Italia. Esa circunstancia  acercó definitivamente a la República al único suministrador que aceptó venderlas: la URSS de Stalin… En el mercado internacional, la república tuvo que desembolsar grandes sumas de dinero y divisas para comprar a comerciantes sin escrúpulos que aumentaban los precios de manera escandalosa, sabedores de la precariedad y las dificultades con las que las obtenía el gobierno republicano… Y lo mismo pasó con el combustible de aviones, tanques, camiones, etc. El bando nacional encontró un suministrador generoso, en el presidente de Texaco que les vendió a crédito enormes cantidades de combustible.

Algunos de los personajes americanos protagonistas del libro son Bob Merriman, Marion Merriman, Milly Bennett, Sefton Delmer, Louis Fischer, Virginia Cowles, James Neugass, Alvah Bessie, Ernest Hemingway, Herbert Matthews, Martha Gellhorn, Lois y Charles Orr, Georges Orwell, Eileen Blair, William P. Carney, el doctor Edward Barsky, Sándor Voros, Toby Jensky, Pat Gurney, Hans Amlie … Son algunos nombres que aparecen en el libro. En unos casos, como periodistas, hicieron lo posible por inclinar el favor de gobiernos europeos y del norteamericano hacia la República; en otros, escribieron a favor del triunfo franquista y un tercer grupo, combatieron o dirigieron a sus hombres en el combate con la esperanza de derrotar al fascismo.

Algunas páginas del libro, narran episodios de hondo dramatismo, porque lax circunstancias eran dramáticas, sin duda; acorralados, desorientados, ametrallados por tierra y desde el aire, donde la Legión Cóndor, especialmente, iba probando nuevos aviones en diferentes misiones: ametrallamiento de unidades terrestres, bombardeos de población civil, destrucción de infraestructuras, apoyo directo en las ofensivas… Un estupendo campo de pruebas para lo que iba a venir en el seno de la “Europa nazi” con la que soñaban… La Guerra Civil española fue un campo de pruebas para el nuevo armamento construido en Alemania y también en Italia y que se iba a utilizar profusamente en la Segunda Guerra Mundial, que estaba a punto de empezar…

Se calcula que fueron 2.800 los voluntarios estadounidenses que combatieron en España a favor de la República. En 2016 falleció el último de ellos.

“El 28 de octubre de 1938 en Barcelona. 2,500 hombres, lo que quedaba de las Brigadas Internacionales, desfilaban por la Diagonal en su despedida oficial. A lo largo de la avenida había carteles con los nombres de las batallas en las que habían participado. Las brigadas habían llevado el peso de tantos combates que sus soldados habían sufrido tres veces más bajas mortales que el resto del ejército republicano”.

“La despedida de las Brigadas Internacionales marcó el fin de un momento histórico sin precedentes. Nunca antes, tantos hombres, de tantos países distintos, contradiciendo el deseo de sus propios gobiernos, han ido a un país extranjero a luchar, codo con codo por lo que creían”.

“Dos semanas después de la despedida de la Pasionaria a las Brigadas Internacionales, los aliados alemanes de Franco dieron una muestra de lo que le esperaba a Europa bajo el domino nazi. La noche del 9 de noviembre, en Alemania, Austria y la parte de Checoslovaquia ahora controlada por Hitler, fuerzas de asalto nazis atacaron más de 1.000 sinagogas y  7.000 negocios de propiedad judía, prendiéndoles fuego, rompiendo los escaparates con hachas y mazas, y matando a más de 90 judíos. Casas, escuelas y hospitales fueron destruidos y las tumbas de cementerios judíos, destruidas y profanadas. Entre carcajadas, los nazis lanzaron al fuego libros de rezos y rollos de la Torá. (…) Unos días más tarde, se prohibió a todos los niños judíos asistir a escuelas alemanas y unos 30.000 varones judíos fueron trasladados a Dachau, Buchenwald y otros campos de concentración”.

España en el corazón” es un libro que algunos lectores y lectoras leeremos –como tantos otros que hablan de aquella época- con la tristeza de saber desde el principio que los acontecimientos que narra acabaron mal. Se lee con la congoja de revivir una vez más algunas atrocidades despiadadas, ya leídas en otros libros. Se lee con el lamento de comprobar la ceguera política de algunos dirigentes de países vecinos que miraron para otro lado, antes de que la bestia fascista se ocupara de sus territorios. Se lee con la admiración hacia quienes, siendo fieles a sus ideales internacionalistas y solidarios, acudieron en defensa de la democracia y contra los ataques fascistas. Se lee con el agradecimiento a quienes lucharon por un mundo más justo desde las tierras de una España desangrada…

Al final de la lectura, compartes las dudas del autor sobre qué hubiera pasado si hubiera triunfado la República. Incluso un joven brigadista, como Willy Brandt llegó a afirmar que “Un resultado diferente de la Guerra Civil española ciertamente habría debilitado la posición de Hitler y Mussolini y tal vez incluso habría evitado la Segunda Guerra Mundial”. Una conjetura más, no muy descabellada, pero que nunca podrá ser respondida… El libro es difícil de resumir, pero merece que lo acunes un tiempo en tus manos.

 

30/07/2018 13:04 gurrion #. sin tema No hay comentarios. Comentar.


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