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CRÓNICA DE DOS ZAMBULLIDAS EN LA NATURALEZA

Hace un tiempo, se popularizó un slogan cardiosaludable que venía a decir que “quien mueve las piernas, mueve el corazón“. Yo creo, además, que quien mueve las piernas, puede también estimular los sentidos y, probablemente, los sentimientos. Sobre todo, si transforma un rutinario paseo, en una excursión. Una excursión que se desarrolle por bosques, por caminos poco transitados; que bordee cursos de ríos, que permita contemplar variedades de flores, plantas, arbustos y árboles; que nos llene de sol y de brisa fresca; que posibilite caminar en soledad, en silencio o con una conversación pausada… Hoy hablaré de dos recorridos circulares (aquellos que nacen en un punto para regresar de nuevo a él).

 

1.- Hay un recorrido circular que empieza en Labuerda y, pasando por San Vicente, te lleva de nuevo a Labuerda. Es una incursión directa en el monte, a través de una pista forestal. Un camino con zonas soleadas y zonas sombrías, jalonado por muestras interesantes de los árboles habituales de esta zona de Sobrarbe: pinos, enebros, sabinas, encinas y robles, sobre todo. Comenzamos la caminata a una hora temprana para eliminar el factor más desagradable que no es otro que el calor excesivo del mes de julio.

La primera parte del recorrido (la pista que nace en la carretera, muy cerca del pueblo, y asciende hasta el término de la Plana) es una suave subida que te coloca directamente en un sorprendente bosquete de robles jóvenes “pintados”. Los troncos de estos “caixigos” están cubiertos por grandes “manchas” de líquenes blanquecinos que les proporcionan una imagen curiosa (hace ya un tiempo, escribí en El Gurrión un breve artículo sobre ello, comparándolos con los trabajos de pintura que hacía el artista vasco Agustín Ibárrola en los troncos de algunos árboles en un paraje de Euskadi que, en más de una ocasión, habían recibido la visita de un comando anónimo de vándalos con el único objeto de destruir el perfil artístico que Agustín les había querido dar). Seguimos ascendiendo hasta la divisoria de aguas del monte Solano, lugar de extracción de piedras para la construcción y lugar interesante para coger robellones en otoño. Aquí termina la subida más fuerte. En la parte final de la ladera, podemos observar muestras satisfactorias de la limpieza del monte: tarea que se ha llevado a cabo estos último años y que presenta un bosque transitable y plagado de árboles de porte erecto y derecho, con el suelo limpio.

Luego, la pista circula en el mismo sentido longitudinal de la estructura del monte y va salvando un suave desnivel que se torna en bajada hasta encontrarse con la pista general que se toma, también en la carretera, pero a medio camino entre Labuerda y L´Aínsa. En esa bifurcación (y como hemos bajado) hay que volver a subir y nos esperan dos fuertes repechos que nos dejan casi sin aliento. Acabamos de pasar por una zona de bosque tupido, con ejemplares de viejas encinas (“carrascas”) medio escondidas entre la espesa vegetación. Una vez salvado ese fuerte desnivel, llaneamos hasta una cruz de término (una columna de base cuadrada de dos metros de altura, coronada con una cruz de hierro artísticamente decorada, de las que aún es posible hallar algunos ejemplares en los límites de los términos municipales de nuestra comarca). Nuestro objetivo es llegar  a la ermita de San Miguel, donde pensamos almorzar.

Desde donde nos hallamos, sólo nos separa una suave bajada. Después de hora y media, con las paradas y los descansos, nos aposentamos delante de la puerta de la ermita y sacamos de la mochila el salchichón, el pan y el queso, para reponer parte de las energías consumidas. La ermita tiene una fecha inscrita en el dintel de una ventana frontal que nos habla de 1779 (¡210 años nos contemplan!). La mañana es muy agradable y tenemos el objetivo cumplido en un 75%, casi. Descansamos y con tranquilidad reanudamos el camino. La siguiente parada breve la hacemos debajo de la iglesia románica de San Vicente, pues nos encontramos con otra pareja de Labuerda que va a hacer el mismo recorrido, pero en sentido contrario y cambiamos impresiones. Yo me acerco un momento hasta las inmediaciones de la iglesia para seguir haciendo fotos (como llevo haciendo toda la mañana).

La bajada desde San Vicente la hacemos por la carretera y, una vez más se pone de manifiesto que es “peor” bajar que subir. Yo, al menos, noto dolores y rozaduras en los pies y algo de dolor en las rodillas, debido al efecto de frenado continuo al que nos obliga la diferencia de altitud y el caminar por asfalto. Ya en casa, valoramos la excursión con nota alta; lástima que Daniel se ha tenido que dar la vuelta, al poco de empezar, por problemas en un talón. Otro día será...

 

 

2.- Hay otro recorrido circular que empieza y termina en San Nicolás de Bujaruelo, pasando por el Valle de Otal. En Bujaruelo hemos estado muchas veces y solemos hacer un recorrido llano y corto, subiendo por la margen derecha del Ara y, tras cruzarlo por un puente sin barandilla, bajar por la margen izquierda hasta el puente medieval.  Es un territorio que nos carga de energía, que diluye algunas de nuestras preocupaciones y elimina la acumulación de estrés, regalo de la vida moderna. En esta ocasión, nuestro objetivo era más ambicioso e íbamos tres viajeros: Mercè, Daniel y un servidor.

 

Salimos bien pertrechados de Labuerda a las siete de la mañana y, tras una hora cumplida de viaje en coche, llegamos a San Nicolás de Bujaruelo. Sin más dilación, nos pusimos las botas (literalmente), cogimos las mochilas y comenzamos a caminar. Tomamos la pista que sube por la orilla derecha del río Ara, siempre espectacular por estos parajes verdes, jalonado por bosquecillos de bojes y praderillas llenas de flores. Llaneamos sin problemas hasta la fuente que encontramos en el lado izquierdo del camino. Allí llenamos las cantimploras y empezamos la subida hacia el collado de Otal. Nos desplazamos por la pista que serpentea y asciende y, en algún momento, tomamos algunos caminillos, levemente sugeridos, que nos ahorraban metros recorridos, pagando un peaje en esfuerzo y sudor. En la montaña, nada es gratis, salvo el aire que respiras y las vistas que tienes delante. Ya desde el mismo momento de comenzar el ascenso, nos sorprendieron los hermosos ejemplares de lirio de montaña, en su momento álgido de floración, que íbamos encontrando a nuestro paso (una vez en el Valle serían praderas llenas de lirios, tiñendo con ese color liláceo algunas suaves laderas).

 

Cuando, tras un mediano esfuerzo, coronamos el collado, la vista que teníamos delante nuestro era un auténtico regalo para los sentidos. Estábamos ante un valle de origen claramente glaciar, totalmente tapizado de hierba, salpicada de multitud de flores de variados colores y recorrido por un generoso riachuelo que formaba, en algún tramo, sugerentes meandros.

 

Y así, con esa impresión espectacular y favorable, nos introdujimos en el corazón del valle de Otal. Todavía no habían llegado las vacas de montaña(que aquí deben sentirse unas privilegiadas), pero, en seguida nos dimos de bruces con las primeras marmotas. Descubrimos, tanto al ir como al volver, numerosos ejemplares (alguna, incluso, se dejó fotografiar repetidas veces, a cinco metros de distancia); una pareja correteaba por una placa de nieve helada, sobre la que se recortaban sus figuras en movimiento, mientras eran observadas por nosotros con ayuda de los prismáticos. Descubrimos múltiples madrigueras al lado mismo del camino y las vimos moverse por entre la hierba o asomar furtivas por encima de alguna roca.

 

Seguimos avanzando y aproximándonos a un refugio de sólida construcción, utilizado por senderistas y montañeros, pero también por ganaderos que cuentan con una instalación aneja para poder cerrar y contar el ganado e incluso atenderlo cuando tiene problemas de salud. Más adelante, divisábamos una ruidosa cascada, así que hacia allí nos dirigimos y bajo una acacia (la única accesible) nos acomodamos para almorzar con fundamento. Y a fe que lo hicimos porque el esfuerzo había sido considerable y hacía ya varias horas que no habíamos ingerido nada sólido. Almorzamos como señores, a la sombra, a la orilla del río, escuchando su ruidoso ronroneo continuo y contemplando un cielo de nubes cambiantes que escondían el sol intermitentemente y que tan buen decorado resultaron ofrecer a nuestras fotografías; especialmente, las panorámicas, porque, eso sí, al finalizar el recorrido el marcador de la máquina de fotos indicaba que habíamos hecho la nada despreciable cifra de 210 instantáneas. Daniel recordaba haber pasado por estos parajes en cuarto de la ESO, con sus compañeros y compañeras de instituto; además de actividades de rappel, escalada, etc. hicieron también una larga caminata. La misma que hemos hecho hoy, pero estirada hasta el collado de Ordiso.

 

Regresamos con excelentes sensaciones, relajados, habiéndonos encontrado solamente con media docena de personas y disfrutando de nuevo del camino de vuelta que nos ofrecía una panorámica nueva del valle; volvíamos en dirección contraria, había más nubes, el sol tenía más dificultades para alumbrar y los colores que proyectaban los “abrizones” florecidos de un intenso color amarillo, los tonos verdes y marrones de los bosquecillos de ambas laderas del valle (en cotas altas) y el verde de la hierba del suelo mezclado con las tonalidades que ofrecían margaritas, lirios, rosales silvestres, orégano, líquenes... componían un marco natural espectacular. El Valle de Otal es realmente un rincón hermosísimo de este Pirineo de Sobrarbe, un auténtico “rincón con magia”.

 

Abandonamos el valle y continuamos el descenso hacia Bujaruelo. De bajada, utilizamos más los caminos que acortaban la distancia, con respecto a los tramos más largos y sinuosos de la pista; eran más visibles y menos costosos de andar que de subida, aunque rodillas y tobillos acabasen resintiéndose. Cinco horas empleamos en el recorrido circular descrito; nada más llegar a nuestro destino, nos acercamos a las orillas del Ara, debajo del precioso puente medieval de Bujaruelo y colocamos los pies en el agua (que bien merecido se lo tenían), aunque estaba fría de verdad y había que sacarlos y meterlos alternativamente. Tras tomarnos ese refrescante respiro, nos subimos al coche y terminamos comiendo en el camping de Fenés; lugar en el que hemos comido ya muchas veces y que sigue cumpliendo siempre nuestras expectativas: recinto agradable, tranquilo y con comida casera.

 

Y de este modo quedan contadas estas dos excursiones por distintos rincones de Sobrarbe; excursiones que suelen dejar siempre un estupendo sabor de boca, que ayudan a mantener al cuerpo en forma y que hemos hecho en estos primeros días de julio.

 

4 comentarios

Mariano -

Hola, Alba:

Pues sí, ese día que dices, era mi cumpleaños. Gracias por la felicitación y, como somos del mismo mes, te mando la mía para cuando los cumplas tú. Y lo mismo que le digo a Judit, te digo a ti… Si te apetece, claro… que aproveches los comentarios que haces en el blog, para ir contándonos cosas con detalle de lo que vas haciendo este verano; de ese modo la comunicación es más amplia y más rica, ¿te parece? Bueno, que siga el verano y que podamos contarlo. Saludos.

Mariano -

Hola, Judit:

Leí tu comentario hace unos días, desde un ordenador de un hotel, pero he esperado a contestarte una vez de regreso a casa.
El verano sigue bien, con tranquilidad, buscando las sombras y el fresco y con tiempo para dedicar a las aficiones favoritas.
Me preguntas por el año que viene y, ahora mismo, no puedo contestarte con seguridad. Es posible que esté ocupado en otros asuntos, pero nada es seguro del todo. Y ya que eres una fiel “lectora” del blog, te invito a que te conviertas en escritora del mismo y que aproveches tus comentarios para extenderte contando lo que te apetezca de lo que sucede a tu alrededor en estas vacaciones. Lo que ya vienes haciendo, pero con más amplitud y detalle (si tú quieres, claro…) Saludos

Alba Buisán Navas -

Hola Mariano, ¿hoy es tu cumpleaños? creo que si porque nos llevamos una semana y unos cuantos días. Yo también voy a caminar por la huerta, o con bicicleta,
Bueno espero que pases un buen día
Un abrazo
Alba.

Judit Ainoza Codina -

Hola, Mariano:

¿Cómo estas?
Yo estoy muy bien, sobretodo porque esta mi prima pequeña de Lérida.
¿Este año vas a seguir en el colegio?
Te lo pregunto porque me han dicho que lo vas a dejar un año, pero no se si fiarme.
Bueno que siga el verano así de bien y feliz.