Revista El Gurrión. Cumplimos 34 años
Cada tres meses, rompemos un huevo y nace un “gurrión”. Nada más ponerlo en sobres y echarlo a volar, comienza la incubación del siguiente y así sigo, seguimos, desde hace 34 años.
Cada año para estas fechas, cumplimos años. Yo, ahora mismo, tengo 60 años y 137 “gurriones” que es una medida de tiempo tan válida como cualquier otra, (especialmente en el mundo de los hobbits o de los elfos). Y digo que cumplimos años porque fue en noviembre-diciembre de 1980 cuando nació el primer “gurrión”, aunque acabáramos por llamarlo “número 0”. Como la “maternidad” utilizada era una multicopista, la cosa salió un poco chunga. Por cierto, alguno o alguna, al leer esto se preguntará qué coño es una multicopista o máquina ciclostil... Sólo tiene que escribir ese nombre en google y podrá disfrutar de una extensa galería de imágenes que le aclararán el concepto.
La edición de una publicación periódica (revista, periódico...) es un compromiso –en este caso, voluntario- con la sociedad. Tendrá mayor o menos repercusión, pero básicamente, quienes configuramos ese documento cada “X” tiempo, hemos decidido poner por escrito algunas reflexiones, ideas, investigaciones, sucesos, etc.; les hemos dado un formato manejable para que pueda ser leído con comodidad y, a la vez, hemos puesto al servicio de algunas personas una pequeña plataforma de expresión de sus inquietudes, ideas, aficiones... Es, por tanto, una obra colectiva que se dirige también a una colectividad de ciudadanos que la esperan y la reciben en ese plazo periódico definido. En el caso de El Gurrión, un trimestre.
Quiero hacer notar, como coordinador de El Gurrión, la importancia que tiene ir creciendo... Me refiero a la posibilidad de que la nómina de personas colaboradoras vaya en aumento y se diversifique con frecuencia. Eso le da a la publicación un notable dinamismo y la vuelve mucho más poliédrica porque cada cual aporta puntos vista, miradas, reflexiones... originales y nuevas que enriquecen cada documento, indudablemente. Es necesario o, al menos muy conveniente, disponer de un equipo base de colaboradores que han definido secciones duraderas y que, puntualmente, las cubren con nuevas aportaciones, pero hay que trabajar para ir localizando otro grupo de personas que se incorporen a la tarea de escribir de manera esporádica, ocasional o definitiva. Y esa es una labor que hay que hacer continuamente.
Si entramos en la página web de la revista y nos metemos en los índices de la misma, podremos elegir alguno de los documentos que allí hay contenidos y ver cuantas personas han escrito, a lo largo de los años en la revista y también ir viendo el peso que cada una tiene en la confección de estos –hasta el momento- 137 números. Una vez más, y a propósito de estas notas, tendría que rendir homenaje a Anny Anselin (y a Luc Vanhercke, como colaborador suyo) por el inmenso trabajo que hizo y que va haciendo de indizar la colección completa de “gurriones”. Faena que permite disponer de datos relacionados con El Gurrión que, de otro modo, sería farragoso y complicado tenerlos a mano.
Como decía al principio, estos días de noviembre se ha publicado el número 137 de la revista. Un número que sale con 48 páginas, impresas en blanco y negro, como siempre y en un papel satinado que suele causar admiración entre quienes conocen la revista por primera vez (“un papel de calidad”, suelen apuntar). Quiero en esta ocasión nombrar a los colaboradores de este número porque sin ellos, la revista no sería posible, evidentemente. Y, voy a hacerlo, siguiendo el orden de las páginas.
La presentación que hace el director-coordinador de la revista, se titula esta vez: “¿Perdón...? ¡Venga, hombre!” y vuelve a incidir en los comportamientos amorales de tanta gente en este país. La sección “Historia de vida” cuenta con tres colaboraciones: Mamen Villanueva, José María Salas y Pepe López han elegido un recuerdo y han escrito sobre él. Mamen y Pepe, dos amigos, debutan en la revista, pero los dos escriben muy bien y podréis comprobarlo leyendo sus aportaciones; yo espero que escriban con frecuencia. Las siguientes seis páginas están ocupadas por una sección que ya empieza a ser veterana: “A la búsqueda de molinos”, en la que Luc Vanhercke y Anny Anselin muestran un trabajo ejemplar recuperando información sobre esas instalaciones que fueron tan importantes en el desarrollo de pueblos y comarcas hasta mediados del pasado siglo; en esat ocasión se ocupan de “Dos molinos en el valle del río Sarrón” y del molino de Sarvisé. Sacra Rodríguez, desde Los Santos de Maimona, manda una carta y nos das cuenta de una iniciativa emotiva: ha llevado ejemplares de la revista a la Biblioteca Pública Municipal y nos regala un cuento de Miguel Hernández. Luis Buisán escribe sobre “barzales” y moras y, por sugerencia de Miguel Ángel Pueyo, publicamos un curioso documento de 1921, aparecido en el periódico madrileño “El Sol”, firmado por José Llampayas: “Crónicas montañesas. Síntomas de evolución”. Dos páginas y media están dedicadas a la sección denominada “Noticias de amigos y suscriptores”, redactadas por el que esto suscribe; mientras, Elisa Sánchez vuelve con el tema de las fuentes y se ocupa, en esta ocasión, de la Fuensanta de Laspuña. A través de Jesús Cardiel, recuperamos un documento curioso: los recuerdos que escribió una maestra que estuvo en el pueblo de Olsón en 1949 y 1950. Unos catorce años después, escribió ese texto: “La escuela como centro espiritual de sus habitantes”. La maestra se llamaba Teresa Sanmartí. Carmen I. García escribe la segunda entrega de “Días de aldea” y se centra en rememorar su infancia. Otra debutante en la revista es Gabriela Medina quien estuvo en la celebración de la Virgen del Monte en Escanilla y nos regala una crónica y unas fotos de ese día de septiembre. Javier Milla escribe un capítulo más de su larga serie: “El fotógrafo y los pajaricos”, ocupándose del verderón común. La sección “Los libros que me cambiaron la vida”, de José Luis Capilla, trae en esta ocasión el titulado “¿Está usted de broma, Sr. Feynman?” y en la sección “Y tú..., ¿qué coleccionas?”, de nuevo Jesús Cardiel cuenta su relación con los fósiles que hizo posible la construcción y fundación del Museo de Fósiles de Sobrarbe. Pablo Capilla acude puntual a una nueva cita con “Historias que cuenta la naturaleza”; en esta ocasión con “un mundo que cambia” y José Boyra trae un nuevo listado de mazadas. Julián Olivera se ocupa de hacer referencia y escribir unas líneas sobre Albert Einstein, con un artículo de una página titulado “Párrafos de un libro autobiográfico” y quien esto suscribe, reseña dos eventos de coleccionismo: la “VI Muestra de coleccionismo de Labuerda” y la edición número XI de Replega, la feria del coleccionismo que se celebra cada primer fin de semana de septiembre en Monzón. Nuestro amigo Jesús Castiella nos hace llegar unas “Curiosidades meteorológicas y sus consecuencias trágicas de finales del siglo XIX, en Labuerda”, noticias de varios viejos periódicos. Ánchel Conte nos regala dos poemas en aragonés / castellano, en su sección “El aragonés, lengua literaria” y, de nuevo Jesús Castiella. Ofrece su dibujo y un texto complementario, en Viajando por la provincia de Huesca: “Puentes de Santa Fe, en Barbastro”. De las noticias del Ayuntamiento se ocupa de nuevo Emilio Lanau. Rosa Pardina nos cuenta el mito de Ulises en Viejos mitos que están entre nosotros y, en este número de la revista, el “Libro de Sobrarbe” comentado es el titulado “Sobrarbe. A tiempo parcial” de Fernando Biarge, del que se ocupa un servidor. El romance de Jesús Castiella se titula “Réquiem del sentido común” y con las secciones “Correos electrónicos recibidos” y “Galería de lectoras y lectores”, damos por finalizado este último número, con el que cumplimos 34 años “gurrioneando”.
Cuando escribo estas líneas quedan minutos del domingo y despunta un nuevo lunes. A lo largo de esta semana (la última de noviembre), todas las personas suscriptoras de la revista, más aquellos colectivos con quienes intercambiamos publicaciones y una larga lista de amigos y amigas, deberán recibirla en sus domicilios y confiaremos que el encuentro sea amable y que los textos y fotografías que forman este ejemplar sean del agrado de la mayoría.
Lo mejor de esta aventura –que se repite cada tres meses- es que nunca sabes qué contendrá en un porcentaje alto de páginas el próximo número. Y tampoco resulta baladí el hecho de que cada tres meses haya suficientes artículos para completar una revista de tantas páginas... Por cierto, si sumamos los cuatro ejemplares anuales, resulta que ya llevamos varios años haciendo un libro de 200 páginas cada año, lo que tampoco es ninguna tontería... En todo caso, El Gurrión seguirá volando mientras quienes ahora estamos comprometidos con su existencia sigamos estándolo, pero si algún día aterriza y no vuelve a despegar, tampoco pasará nada. Quedará un trabajo hecho y un ejemplo de constancia y cooperación; de ilusión y compromiso..., aunque esperamos que viva y vuele muchos años. Feliz lectura.
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