Mis montañas. Toda una vida al filo de lo imposible
Mis montañas. Toda una vida al filo de lo imposible
Sebastián Álvaro. Anaya Touring. Primera edición. Octubre de 2024 – 240 páginas
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He leído con mucha curiosidad este libro de Sebastián Álvaro, el artífice de innumerables documentales, bajo el título general de “Al filo de lo imposible”, que tanta repercusión tuvieron entre los seguidores de las aventuras en las cadenas montañosas más exigentes del plantea. También debo decir que he terminado exhausto, de tanto subir y bajar montañas; he pasado frío, me he asomado a los abismos, he sentido el vértigo de las paredes verticales; me he alegrado de las conquistas y entristecido con las avalanchas mortales que se han llevado la vida de algunos (muchos) escaladores, alpinistas, montañeros o como se les quiera denominar... Es difícil ponerse en la piel curtida por el viento, el frío o el sol de quienes desafían a esos gigantes que esconden grietas profundas, glaciares milenarios, desprendimientos inesperados, paredes resbaladizas y que son azotados por vientos brutales, que sufren descensos térmicos rápidos y tremendos que llevan a quienes aceptan el desafío al límite. El autor señala, una y otra vez, la necesidad de entender la montaña, de ir con una preparación adecuada, de crear equipos consistentes y solidarios...
Álvaro no se limita a describir, ayudado de sus diarios, algunas expediciones de las muchas en las que participó, sino que también se extiende en consideraciones sobre hazañas de alpinistas legendarios que abrieron vías de escalada imposibles, que demostraron una ética y una nobleza que hoy parece que ha desaparecido (en una actividad que responde a negocio y a intereses comerciales) y que son una referencia constante para quienes se acercan a ese mundo exigente y peligroso de conquistar montañas. Horace Bénedict de Saussure, Albert Mummery, Luis Amadeo de Saboya duque de los Abruzos, Walter Bonatti, George Mallory, Andrew Irvine, Hermann Buhl, Kurt Diemberger, Reinhold Messner, Jerzy Kukuczka, M.Herzog, Wanda Rutkiewicz, Henri Russell, Pedro Pidal y Gregorio Perez “El Cainejo”... son algunos de los nombres que se citan profusamente en algunas de las ascensiones que narra Sebastián, sin olvidar la gesta de Ernest Shackleton, a la que le dedica varias páginas como ejemplo de capacidad de supervivencia y de una aventura al límite (obligado por las circunstancias) que nadie ha repetido, aunque no tuviera que ver con el mundo de la escalada.
Para dar consistencia y emociones a sus relatos, elige el autor unas cuantas ascensiones y aventuras que, como ya he dicho, colocan al lector al filo de las emociones contenidas. Son 15 capítulos y una larga introducción. Los capítulos tienen títulos que podrían disimular, con sus sesgos poéticos, los dramas inherentes a la aventura montañera: “La pasión romántica”; “El lugar donde has sido feliz”; “Bájame una estrella”; “El velo de la novia”; “En el aire leve”; “Las montañas de la luna” ... De hecho, leídos así no parece que se refieran a esfuerzos y dramas de altísima montaña; parecen títulos de narraciones amables o de cuentos inventados... Luego, cuando vas leyendo, vas escalando con los protagonistas: el Mont Blanc en los Alpes, el Hidden Peak, el Chogolisa o el terrible K-2, en el Karakórum; el Everest en el Himalaya; el Cerro Ladrillero en la Patagonia chilena o el Cerro Torre en los Andes; el Monte Uweinat en el Gran Mar de Arena (entre Egipto, Libia y Sudán); el pico Margarita en la cordillera del Ruwenzori; varios picos en la Antártida y otros en el Archipiélago de Georgias del Sur... Y Sebastián Álvaro recuerda su relación con tres espacios geográficos peninsulares, de los que guarda recuerdos especiales y a los que dedica tres capítulos del libro: Peñalara en la Sierra de Guadarrama; el Naranjo de Bulnes en Picos de Europa y Monte Perdido en los Pirineos.
El último capítulo del libro se titula “El jardín de las ausencias”. Vuelve el autor a los Alpes, con la ascensión a “La Aguja Verde” y hace un recorrido de homenaje por el cementerio de Chamonix, en el que se encuentran enterrados algunos alpinistas y algunos amigos del autor que dejaron su vida escalando en esas montañas. Aquí no es posible ningún “spoiler”. El libro hay que leerlo, disfrutarlo y “sufrirlo” para que deje huella profunda en el lector, como me ha pasado a mí. Así que ya no doy más pistas. Merece la pena dedicar unas horas a su lectura.
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Curiosamente, coincidiendo con los días en los que lo he estado leyendo, se ha inaugurado en Huesca capital una exposición titulada: “Espíritu de equipo, una generación irrepetible”, comisariada por Lorenzo Ortas y Peri Azar sobre la historia del himalayismo oscense, que también tuvo logros de altura y catástrofes humanas inolvidables.
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