LECTURAS VERANIEGAS (I)
“El sueño del celta”, de Mario Vargas Llosa. Alfaguara, diciembre de 2010
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Hoy quiero resumir o, al menos, hacer algunos comentarios relacionados con el último libro que he leído. Roger Casement, irlandés de nacimiento, es el protagonista del mismo: la última novela publicada por Vargas Llosa.
Roger realizó un esfuerzo titánico en el Congo. Al servicio del Foreing Office inglés se encargó de verificar cómo se estaba desarrollando el avance y colonización de aquel territorio, cedido por las naciones europeas (Conferencia de Berlín de 1885) al rey de los belgas Leopoldo II, que lo convirtió casi en su finca particular. Comprobó la extrema dureza de la vida en la selva y tuvo que soportar largos periodos de enfermedad y convalecencia y una merma progresiva e intermitente de sus fuerzas. Y comprobó la inhumanidad con la que eran tratados los indígenas; el salvajismo de todos los blancos que estaban al frente de las explotaciones caucheras y el creciente exterminio de unos nativos para quienes el encuentro con el hombre blanco fue la mayor desgracia que les podía ocurrir: obligados a realizar trabajos extenuantes, a no ser retribuidos por ello, a sufrir castigos atroces y vejaciones innombrables si no cumplían con las exigencias de sus verdugos… Su Informe sobre el Congo levantó ampollas y puso de manifiesto atrocidades no imaginadas: aldeas quemadas y saqueadas, fusilamiento de nativos, castigos físicos brutales con los chicotes de jirones de piel de hipopótamo que dejaron miles de cicatrices en los cuerpos de ébano de toda la geografía africana… La supuesta colonización civilizadora se había convertido en una espantosa caza, captura y destrucción de aldeas y nativos que eran exprimidos hasta la inanición, con el solo objeto de conseguir más bolas de caucho… Roger, enviado oficial, tuvo que sobreponerse a ocultaciones, falsedades, recelos, veladas amenazas (al margen de los daños físicos que le producía la vida en unas condiciones de elevada insalubridad) para sobrevivir a su experiencia africana y poder cumplir con su cometido: realizar una denuncia global de las prácticas brutales y de la indefensión nativa que sufría lo indecible sin la menor justificación… Los blancos que controlaban todo aquel brutal negocio no tenían hacia las tribus la menor consideración, puesto que los trataban como si fueran animales…
Después de esa experiencia al límite, en su condición de “diplomático” y tras el reconocimiento que recibió por su decidida posición de denuncia de los abusos coloniales, plasmada en su Informe, recibió el encargo de viajar hasta la Amazonía peruana para verificar si las denuncias realizadas por el periodista Benjamín Saldaña y el ingeniero Walter Hardenburg sobre las brutalidades soportadas por las tribus del Putumayo (región amazónica del Perú) con los caucheros de una compañía inglesa: la Peruvian Amazon Company eran exageraciones gratuitas o se ajustaban a la realidad. De nuevo, tenemos a Roger Casement “reencontrándose” con lo que había vivido en su estancia en el Medio y Alto Congo. Y de nuevo, vuelta a soportar bajones en la salud y desánimo severo al comprobar los niveles de barbarie de los responsables de aquella “misión” antinatural que obligaba a los indígenas a dejar su vida y pasar todas las atrocidades y vilezas imaginadas por decisión de unos colonizadoras sin escrúpulos que solo pensaban en enriquecerse y que en ningún momento se pararon a pensar en los métodos que utilizaban… Un nuevo informe final de ese viaje, denunciando ante la sociedad inglesa y norteamericana lo que estaba pasando en una región de América del Sur, por las actuaciones llevadas a cabo por una compañía inglesa, volvió a colocar a Roger Casement en el centro de los elogios, por su esforzado y documentado trabajo. No obstante, tanto por su actividad en el Congo como en el Putumayo y sus posteriores informes de denuncia, hubo campañas mediáticas que trataron de desacreditarle pero recibió el nombramiento de “sir” y el reconocimiento social.
Roger, servidor notable del imperio británico, alabado y condecorado por sus eficaces y altos servicios, fue desarrollando un sentimiento nuevo hacia su tierra: Irlanda que, a comienzos del siglo XX era una colonia del Reino Unido. De modo que, después de denunciar los colonialismos brutales y maléficos en el Congo y en el Putumayo, empezó a darse cuenta que eso mismo (salvando las distancias) era lo que le ocurría a su pequeño país, que sufría también la colonización de su poderoso vecino. Entró en contacto con los movimientos internos que proclamaban salidas a esa situación y se convirtió en uno de los propulsores de la independencia de Irlanda… Este libro comienza con Roger preso en un penal, donde espera que le llegue un indulto para librarlo de la horca a la que ha sido condenado por sus actividades secesionistas…
Aunque hablamos de una novela (es una biografía novelada), está montada sobre un personaje real y unos hechos que pueden comprobarse; hechos ocurridos a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX. Imagino un amplio trabajo de documentación del autor (y así debió ser, a la vista de la larga lista de reconocimientos que realiza al final del libro) para un gran resultado. No es una experiencia nada agradable sumergirse en historias que nos recuerdan las atrocidades sobre las que se ha ido construyendo la vida humana, desde los primeros tiempos. No es un libro nada amable en ese sentido, pero también conforta saber que hace cien años había personas que realizaron ímprobos esfuerzos para luchar por la dignidad y el respeto a las personas, independientemente de sus orígenes y de su estado. La literatura también nos hace sufrir y leyendo este “sueño del celta”, hay muchos momentos que se le revuelven a uno las tripas y ve en aquellos caucheros a desgraciados representantes de lo peor de la especie inhumana; seres sin escrúpulos que consideraban a los nativos como animales salvajes y así los trataban.
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Descubrimos en la novela el pensamiento de algunos personajes como Henry Morton Stanley (explorador a quien Roger Casement adoraba y que ahora empieza a aborrecer). Roger cuestiona que se les haga firmar a los nativos documentos que no entienden y que los comprometen de manera severa, a lo que responde Stanley: “Todo esto es por su bien. Vendrán misioneros que los sacarán del paganismo y les enseñarán que un cristiano no debe comerse al prójimo. Médicos que los vacunarán contra las epidemias y los curarán mejor que sus hechiceros. Compañías que les darán trabajo. Escuelas donde aprenderán los idiomas civilizados. Donde les enseñarán a vestirse, a rezar al verdadero Dios, a hablar en cristiano y no en esos dialectos de monos que hablan. Poco a poco reemplazarán sus costumbres bárbaras por las de los seres modernos e instruidos. Si supieran lo que hacemos por ellos, nos besarían los pies. Pero su estado mental está más cerca del cocodrilo y el hipopótamo que de usted o de mí. Por eso, nosotros decidimos por ellos lo que les conviene y les hacemos firmar esos contratos. Sus hijos y sus nietos nos darán las gracias. Y no será raro que, de aquí a un tiempo, empiecen a adorar a Leopoldo II como adoran ahora a sus fetiches y espantajos” (página 43). Si este era el pensamiento de un “preclaro miembro de la sociedad británica”, ¿qué podemos pensar de vigilantes, guardianes, rufianes de todo tipo que se sumaron a aquella misión de esquilmar las riquezas naturales usando como mano de obra obligada y gratuita a los propios indígenas?
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CITAS:
- “La plaga que había volatilizado a buena parte de los congoleses del Medio y Alto Congo eran la codicia, la crueldad, el caucho, la inhumanidad de un sistema, la implacable explotación de los africanos por los colonos europeos” (página 82).
- Reflexión de Casement en un momento del libo: “¿Sería así el infierno que Dante describió en su Divina Comedia? No había leído el libro y en esos días se juró leerlo apenas pudiera echar mano de un ejemplar” (página 92)
- “Si algo he aprendido en el Congo, es que no hay peor fiera sanguinaria que el ser humano” (página 98).
- “Tengo material de sobra para mostrar en mi informe las cosas que aquí ocurren. Temo que de continuar escudriñando los extremos a que puede llegar la maldad y la ignominia de los seres humanos, no seré siquiera capaz de escribir mi report. Estoy en las orillas de la locura. Un ser humano normal no puede sumergirse por tantos meses en este infierno sin perder la sanidad, sin sucumbir a algún trastorno mental” (páginas 108-109)
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.. Invito a leer la reseña sobre este libro realizada por mi amiga Anny Anselin en este blog del grupo de lectura
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Curiosidad final:
- “…La Prefectura de Iquitos estaba en la Plaza de Armas, un gran canchón de tierra sin árboles ni flores, donde, le indicó el cónsul señalándole una curiosa estructura de hierro que parecía un mecano a medio hacer, se estaba armando una casa de Eiffel (“Sí, el mismo Eiffel de la Torre de París”). Un cauchero próspero se la había comprado en Europa, la trajo desarmada a Iquitos y ahora la estaba rehaciendo para que fuera el mejor club social de la ciudad…” (página 147). Hay otras referencias más adelante, por ejemplo en la página 170 o en la 175: “… Ya le habrán contado de esta casa de hierro que se compró un cauchero medio loco en Europa y que están armando en esa esquina. Se exhibió en París, en la Gran Exposición de 1889, parece. Dicen que será un club social. ¿Se imagina ese horno, una casa de metal en el clima de Iquitos?...”
Cuando leí estas citas, recordé el artículo que escribió José Antonio de Juan, en el número 106 de la revista El Gurrión (febrero de 2007), titulado “La casa de Fierro de Iquitos (Perú)” (pp. 23-25), en donde da detalles precisos de los orígenes de la misma y desvela algo emotivo y personal que podrás descifrar tú también, leyendo el artículo referido en este enlace con la web de la revista: http://www.elgurrion.com/numeros/106.pdf
Una vez más, una curiosa coincidencia; en este caso, entre una novela de Vargas Llosa y El Gurrión.
4 comentarios
Mariano -
Anny -
Me alegra que por fin hayas encontrado el tiempo para leer este libro interesante pero con un contenido muy duro y que además te lo regalaron tus alumnos del sexto. Un recuerdo precioso para siempre! Me acuerdo que ha sido durante tu visita con Mercé a finales de diciembre en Puyarruego que me hablaste de este libro, entonces recién publicado, y me lo compré muy poco tiempo después. Que disfrutes tus vacaciones
un abrazo
Mariano -
Creo que tu reflexión es muy acertada y la comparto plenamente. Yo también viví en directo todo el cambio que experimentó el trabajo agrícola con la mecanización.. Y, como bien dices, aunque el trabajo ha cambiado totalmente, hay problemas nuevos que producen parecida inseguridad, total dependencia de terceros y pocas motivaciones para seguir... Y eso que no se puede comparar el esfuerzo tremendo, las privaciones, el efecto de la intemperie y la precariedad de medios con las que lidiaron nuestros padres para sacar adelante a la familia...
Los seres humanos tenemos una facilidad asombrosa para complicarnos la vida.
La literatura, como en este caso, nos acerca realidades de otro tiempo, teñidas de una dureza espantosa, pero hoy día encontraríamos ejemplos por doquier de situaciones que nos recordarían, al menos en parte, a las que se describen en esta novela.
Un abrazo, Silvia.
Silvialuz -
No creas que te tengo olvidado, últimamente leí tus post pero no encontré las palabras originales (para no repetir)que expresaran el hermoso trabajo que realizas con tus niños y con los textos.
Esta reseña me hizo pensar en las diferencias temporales del trabajo.Estuve unos días en el campo de mis tíos en Santa Fe y los escuché, como escucho a diario a los horticultores de Río Negro, quejándose de lo injusto que es el gobierno con ellos, del sacrificio cotidiano, de los innumerables problemas y sobre todo de esa sociedad de consumo que los obliga a endeudarse para estar en competencia, comprando cada vez más tecnología cara porque las máquinas viejas ya no sirven. Le comentaba a uno de ellos sobre el trabajo que realizaban hace unos 50 años atrás, cuando yo era chica, los recuerdo sobre un arado y caballos, a plenos sol y calor o con viento y frío, sacando apenas unas dos cosechas al año, y veía el hermoso tractor enorme, con aire acondicionado y computadoras o la máquina que con sus brazos pulveriza los campos como una araña gigante que tienen ahora para trabajar muchos más campos y obtener muchas más cosechas. Entonces me di cuenta que ahora ahorramos trabajo físico pero agotamos el mental.¿El resultado es mejor?
Tenemos más, pero es mejor así?
La fiera sanguinaria de la que habla el libro sigue igual, sólo que con distintas armas.
Un abrazo Mariano, que disfrutes tus vacaciones.