Sensaciones y faenas vacacionales de agosto (II)
Día 5. Me he levantado a las ocho menos cuarto y he subido a la biblioteca. Tenía que dejar diez libros que había registrado últimamente (en mi faena de bibliotecario voluntario y a distancia de Labuerda) y quería usar el ordenador con conexión a Internet. He abierto el correo electrónico y me he encontrado con algunas sorpresas: Daniel –mi hijo- me manda una foto con cuatro chapas de Islandia que compró el pasado domingo en la Plaza Mayor de Madrid. Víctor Juan (el Director del Museo Pedagógico de Aragón) se “lamenta” de que me haya jubilado (je, je) y manifiesta el deseo de publicar mis diarios de maestro… (Para contestarle, he optado por la carta manuscrita; precisamente, el medio de comunicación menos utilizado en la actualidad para comunicarnos, pero el que más agradece el personal). Desde Uruguay tengo correo de Mercedes Calvo (escritora, poeta, animadora de libros y lecturas…). Su carta es emocionada y llena de elogios… A mí también me gusta recibirlas así, je, je. Hace unas fechas (concretamente, el pasado 12 de julio) le mandé un sobre-paquete a su domicilio en Montevideo con algunas de las últimas publicaciones: “gurriones”, “bibliotelandias”, ABcdarios, desplegables… y Mercedes celebra la recepción inesperada de ese regalo, añadiendo algunos comentarios que no me resisto a reproducir: “… Me encantaron los desplegables, especialmente uno con opiniones de los lectores de la Biblioteca. No pude menos de pensar en Michèle Petit y en sus investigaciones con adolescentes lectores cuando leí la opinión de Bitu Simaka: “Para mí la biblioteca es un mundo donde hay libertad. No hay guerras dentro de la biblioteca, no hay tristezas dentro de la biblioteca, sólo hay libertad"… También tengo carta de Luis Pallaruelo, en la que muestra su total disponibilidad para participar en la muestra de coleccionismo de este año (el próximo 17 de agosto). Lo llamaré al móvil para concretar su aportación…
A continuación, he entrado en Facebook, un territorio en el que acampé hace tiempo y en el que estoy instalado con mucha comodidad. Como desde el viernes pasado no he puesto nada, tampoco pensaba que hubiera nada especial; pero sí me he encontrado con un texto sorpresa de mi amiga Rosa Serdio que, después de un año, ha retomado el blog de su antigua aula y ha escrito un texto alegórico a un tiempo compartido. Me refiero a nuestra estancia en el aula de Don Antonio Machado, en Baeza. Ilustra el texto poético con una foto en la que nos vemos, sentados en tres pupitres de dicha aula: Antonio G. Teijeiro, la citada Rosa y un servidor. Me ha hecho gracia encontrarme con una foto que no veía hacía años y con esas líneas de Rosa.
Y ya que estaba en la biblioteca, he aprovechado para bajarme unos libros (de los que subí hace un tiempo, je, je). Pasaré parte de lo que queda de agosto, entre los textos, los versos y la música de Juan Carlos Mestre y “La bicicleta del panadero”, uno de sus últimos libros. En su poema “la sinagoga de la espiga”, dice: “… Da igual que vayas hacia el cerro melancolía a contemplar las ovejas que beben en el mar o camino del pueblo donde el lechero se ha quedado boquiabierto al sorprender al zorro que sale de la iglesia con un niño jesús entre los dientes”…
Empiezo la lectura de “La pena máxima” de Santiago Roncagliolo, rememorando el Campeonato Mundial de fútbol de 1978, en Argentina, desarrollado mientras la Junta Militar de Videla y compañía detenía, torturaba y eliminaba demócratas…
Por la tarde-noche nos encontramos un rato con los hermanos Miguel Ángel y Pilar Buil, suscriptores y colaborador de El Gurrión que han venido a visitar a su familia en Labuerda: los Fumanal Vispe. Conversación espontánea y animada, pues tenemos aficiones comunes; por ejemplo, la fotografía. Miguel Ángel vive en Madrid y Pilar en Barcelona. Ha sido un rato muy agradable. Volveremos a vernos.
Por cierto, tal día como hoy, de 1962, fallecía Marilyn Monroe. Pocas personas, en el siglo XX, llenaron tantas páginas impresas y dejaron un reguero de admiración y recuerdos tan grande, que llega hasta nuestros días..
Día 6. Madrugón relativo. Mañana fresca. Caminamos por la carretera de San Vicente y nos introducimos en el barranco que pasa por debajo de la antigua finca familiar conocida con el nombre de “Los Barrancos”. Pensando en ella, vienen a mi mente muchas imágenes de faenas desarrolladas en ella; aún recuerdo cuando había cepas y vendimiábamos todos los años… Percibimos con rapidez el olor a huevos podridos del manantial sulfuroso que aflora “en o culo d´o barranco”. Muy visibles también las huellas de jabalí; no solo sus pezuñas marcadas en el barro o en la grava, también los lugares donde se han revolcado y han bebido, la noche pasada; las huellas son frescas. Cuando decidimos parar unos minutos y darnos la vuelta, nos quedamos asombrados de “escuchar el silencio total”; solo oímos nuestra respiración: ni viento, ni ramas de árboles, ni pájaros… Ausencia total de cualquier ruido, ni pequeño ni grande. Es una sensación extraña, pero increíble…
Después de almorzar con gana, en la terracita y a la sombra, nos ponemos manos a la obra con el segundo capítulo de nuestra empresa M&M&M (Mermelada de Manzana, con un poco de Melón). La de ayer quedó buenísima y hoy vamos a repetir cantidades y mezcla.
Llamada telefónica de Enrique Satué. Esto es lo que se dice una buena noticia. Hablar con Enrique es siempre reconfortante y sorprendente. Entre otras muchas cosas, me dice que está ocupado en revisar archivadores con documentos personales para ir deshaciéndose de lo que ya no sirve o ha quedado anticuado o sin sentido… Y dice que le cuesta porque al revisar te vuelves a encontrar con trabajos, anotaciones, materiales con los que te implicaste a tope y duele tirarlos… Nos reímos porque a mí me pasa lo mismo, con mis archivos y archivadores… No encuentro la fórmula para desprenderme de algunas cosas, sin dolor. Le comento que ayer estuve viendo un documental dedicado a Ricardo Compairé (el gran fotógrafo oscense de las primeras décadas del siglo XX) y que lo vi y lo escuché, porque él –Enrique- también participa. Me anuncia el envío de algunos enlaces con un proyecto de paseos ecuestres, a lomos de mula, recorriendo rutas literarias o naturales por diversas comarcas y valles oscenses, con acampadas de varios días, en algunos casos. Aquí tenéis más información: http://trekkingmule.com
Hoy se cumplen 69 años de la explosión de la primera bomba atómica en Hiroshima; sin duda, uno de los episodios más brutales de la historia de la humanidad. ¡Cuántas vueltas ha dado la vida y cuántos episodios de matanzas salvajes ha padecido la humanidad, desde entonces! Como especie, no tenemos remedio…
Y como nos recuerda, en Facebook, Ánchel Conte, el 6 de agosto de 1936, era fusilado por los fascistas, en Huesca, Ramón Acín Aquilué; uno de los pedagogos y artista global más potentes que hubo en Aragón en todo el siglo XX. Su único delito, ser anarquista, republicano y defensor de la libertad. Ni olvido ni perdón para sus asesinos.
Día 7. Esta mañana, nada más comenzar la caminata matinal, he descubierto en el suelo, boca arriba, una cigarra (desconozco si el masculino se llama “cigarro”). Parecía muerta. Le he hecho una foto y la he tocado suavemente con el pie; entonces me he percatado que estaba viva. La he cogido de un ala para hacernos un selfie, pero como no paraba de moverse, he decidido fotografiarla sola, unida a mis dedos. Cuando éramos pequeños y algo perversos con los animales, uno de los entretenimientos veraniegos, en épocas de siega, era capturar una cigarra (que no era fácil) de las que escuchábamos cantar en los troncos y ramas de las almendreras, meterle una pajita por el culo y soltarla a volar para que describiera por el aire trayectorias erráticas… Hoy me he acordado de ese cruel proceder infantil.
En la salida de hoy, he fotografiado paredes –seguro que centenarias, de largo- que se hallan en perfecto estado de salud. Paredes que se construyeron para aterrazar laderas y hacer cultivables terrenos imposibles. Me quedo admirado ante tanto trabajo (siempre bien hecho) como tuvieron que desarrollar generaciones anteriores para no salir de la miseria o, al menos, de una tremenda precariedad. También he tomado varias instantáneas de una caseta de monte, aún en pie, a pesar de los años. Toda ella construida de piedra, incluido el cabezal de una de las entradas y, por supuesto la cubierta del tejado, de losas. La construcción es un modelo de armonía, de equilibrio y de mimetización con el entorno. Todo lo contrario de lo que podemos ver muy cerca: construcciones actuales descuidadas y sin terminar, somieres como vallas; vallas que se van cayendo… Es lo que podríamos llamar una evolución negativa o una desevolución…
En el Heraldo de Aragón de estos días puede leerse una serie de artículos, titulada “Europa en guerras”, cuyo autor es el periodista, corresponsal de guerra, fotógrafo, escritor… Gervasio Sánchez. Como testigo que fue y como hombre comprometido con la denuncia de la barbarie desde siempre, sus relatos sobre las guerras de la antigua Yugoslavia estremecen. Lo que allí sigue ocurriendo y los comportamientos de muchos de los que participaron en matanzas terribles revuelven el estómago a quien lee estos textos de Gervasio. Me han llamado la atención “los relatos-lápida” de Velibor Colic, publicados en su libro “Los bosnios” (libro que vio la luz en 1994, en Francia y que no había sido traducido hasta ahora al español; está en la Editorial Periférica), de los que se hace eco Gervasio: “El 17 de mayo de 1992, cuando el ejército serbio entró definitivamente en Modrica, el gitano Ibro se negó a huir, pese a ser musulmán. No mostraron piedad alguna con él. Los soldados serbios le cortaron el cuello, como a su mujer y a su hijo, y como en tiempo de los turcos plantaron las cabezas sobre las estacas de la empalizada que rodeaba la casa. Según nos contaron los testigos, en el patio había, sobre la mesa, una botella de rakia y café recién hecho. Para dar la bienvenida a los militares, si venían”. Es solo uno de los telegramáticos sucesos, de unos niveles de salvajismo desconocidos que se dieron en ese territorio al que nadie miró durante un tiempo para permitir que se cometieran los actos más atroces imaginables. La lectura de estos testimonios pone los pelos de punta y descomponen el corazón y el ánimo.
Al final de la tarde, tras una jornada de varios ratos de lectura, finalizo la del libro que comencé anteayer: “La pena máxima” de Roncagliolo. Es una novela que se puede leer. El entrelazado de los personajes es ingenioso y el principal de todos, el asistente de archivo, Félix Chacaltana, va creciendo a lo largo de la novela y tomando un protagonismo definitivo en una labor, la investigadora, que en principio no era la suya; también cambia ostensiblemente en su relación filial y amorosa… Rescato una frase que me ha llamado la atención; sobre todo, porque podríamos aplicarla a nuestro país y a este tiempo. Un grupo de manifestantes, en Lima, capital de Perú, pide democracia y entorpece la circulación. Un conductor que se siente perjudicado con el corte de tráfico, grita: “-¡Yo no quiero democracia, carajo! ¡Yo quiero ver el mundial!” Ese día jugaban Perú y Brasil, en el mundial de Argentina-78. No hace mucho, en Zaragoza, miles de personas pedían salvar al equipo de fútbol de la ciudad; mientras, a la misma hora, solo unas decenas de personas se manifestaban pidiendo el cese de los bombardeos en Gaza…
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