TORTURAS
Cada año, los informes de Amnistía Internacional nos recuerdan que en muchos rincones lóbregos del mundo hay seres humanos que son torturados por otros semejantes. Reconozco que referirme como semejantes a individuos capaces de provocar en otras personas su degradación física y moral en medio de atrocidades sin nombre no es un término muy afortunado. No sé si es posible responder a la pregunta de qué puede provocar conductas humanas tan bárbaras y salvajes como las que muestran toda una legión de torturadores escondidos o protegidos, según las épocas, en la mayoría de los países del mundo. Eso mismo se pregunta Ricardo Lagos, actual presidente de Chile, al conocer el informe sobre las torturas practicadas durante la época del infame Pinochet (quien asistía regularmente a misa, junto con sus colegas militares y era bendecido y acompañado por los jerarcas de la iglesia chilena). La lectura de algunos de esos testimonios no sólo pone los pelos de punta y llena de espanto al lector; siembra la duda de si será posible de verdad un mundo donde las personas seamos capaces de respetarnos de un modo natural y se erradique para siempre este tipo de conductas para las que no hay adjetivos suficientes que las puedan calificar.
Cuenta Sabrina del Rosario, detenida cuando iba al instituto: me quitaron el uniforme escolar, quedé desnuda, me violaron, quedé con quemaduras y lesiones en la vagina y perdí la capacidad de soñar. La adolescencia de Jorge Flores terminó a los 16 años: detenido, desnudo, aterrado, le dieron culatazos, lo colgaron de los pies hasta que se desmayó del dolor. Dice que ya pasó el dolor físico después de tantos años, pero que todavía se despierta sobresaltado pensando que algo malo le ocurrirá a él o a alguien de su familia. Ando todavía tratando de sobreponerme a este infierno. Ricardo Aguilera soportó las mayores atrocidades imaginadas: yo gritaba con todos mis pulmones, en un alarido interminable, para que el dolor saliera de mi cuerpo.
No es mi intención reproducir aquí la interminable lista de barbaridades, ahora conocidas en Chile, pero ya sabidas de otras tantas dictaduras como han asolado este planeta. El mapa de la tortura a lo largo de los siglos coincide perfectamente con el mapa mundi que manejamos en las escuelas.
Hoy domingo, mientras me sentía aliviado por el calor que el sol filtraba a través de los cristales, he leído en el periódico dos páginas de testimonios sobre la tortura y sobre cómo se organiza una vida después de sufrir tantas vejaciones y de soportar tanto dolor físico y psicológico y no he podido evitar sentirme indefenso, pequeño, mientras las lágrimas acudían a mis ojos Y me he preguntado qué anida en algunas conciencias para favorecer, permitir y perpetrar semejante brutalidad y dónde se esconden todo ese ejército de canallas torturadores y si sus mujeres o maridos, sus padres, sus hijos e hijas saben que ese ser con quien comparten su vida dedicó muchos días de la suya a hacer imposible la vida de tantas personas a las que no conocía, que no le habían hecho nada personal, pero a las que practicó toda suerte de acciones tendentes a arruinar su dignidad, a convertir el resto de sus vidas en un infierno en el que él y tantos como él debieran pudrirse por los siglos de los siglos.
Y uno se siente desolado ante esos testimonios y recuerda otros leídos de Argentina, de Guatemala, de El Salvador, de Irak, de Bosnia, de Palestina y de tantos países donde desaparecieron personas que fueron violentadas atrozmente y a las que se les negó la vida por obra y gracia de un oficial o de una pandilla o de un carnicero que se erigió en dueño de sus destinos.
Cuenta Sabrina del Rosario, detenida cuando iba al instituto: me quitaron el uniforme escolar, quedé desnuda, me violaron, quedé con quemaduras y lesiones en la vagina y perdí la capacidad de soñar. La adolescencia de Jorge Flores terminó a los 16 años: detenido, desnudo, aterrado, le dieron culatazos, lo colgaron de los pies hasta que se desmayó del dolor. Dice que ya pasó el dolor físico después de tantos años, pero que todavía se despierta sobresaltado pensando que algo malo le ocurrirá a él o a alguien de su familia. Ando todavía tratando de sobreponerme a este infierno. Ricardo Aguilera soportó las mayores atrocidades imaginadas: yo gritaba con todos mis pulmones, en un alarido interminable, para que el dolor saliera de mi cuerpo.
No es mi intención reproducir aquí la interminable lista de barbaridades, ahora conocidas en Chile, pero ya sabidas de otras tantas dictaduras como han asolado este planeta. El mapa de la tortura a lo largo de los siglos coincide perfectamente con el mapa mundi que manejamos en las escuelas.
Hoy domingo, mientras me sentía aliviado por el calor que el sol filtraba a través de los cristales, he leído en el periódico dos páginas de testimonios sobre la tortura y sobre cómo se organiza una vida después de sufrir tantas vejaciones y de soportar tanto dolor físico y psicológico y no he podido evitar sentirme indefenso, pequeño, mientras las lágrimas acudían a mis ojos Y me he preguntado qué anida en algunas conciencias para favorecer, permitir y perpetrar semejante brutalidad y dónde se esconden todo ese ejército de canallas torturadores y si sus mujeres o maridos, sus padres, sus hijos e hijas saben que ese ser con quien comparten su vida dedicó muchos días de la suya a hacer imposible la vida de tantas personas a las que no conocía, que no le habían hecho nada personal, pero a las que practicó toda suerte de acciones tendentes a arruinar su dignidad, a convertir el resto de sus vidas en un infierno en el que él y tantos como él debieran pudrirse por los siglos de los siglos.
Y uno se siente desolado ante esos testimonios y recuerda otros leídos de Argentina, de Guatemala, de El Salvador, de Irak, de Bosnia, de Palestina y de tantos países donde desaparecieron personas que fueron violentadas atrozmente y a las que se les negó la vida por obra y gracia de un oficial o de una pandilla o de un carnicero que se erigió en dueño de sus destinos.
1 comentario
javier simòn puch -
Habrà torturado a sus antepasados.
Ese hombre lo tendrian que poner en la carcel por criminal.
Si se llama Pinochet es porque era un mentiroso.
Si existe ese dios porquè habra permitido los maltratos y esas cosas.
me despido, adios .