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EL CONDADO DE CERRO ALTO

Acabo de recibir un cuento medieval, escrito por Agapito Gómez Tellerías. Es el regalo de este amigo que sabe escribir con ponderación todo lo que, según dice, ocurrió. No obstante, aclara, cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia. A mí me ha ido de perillas, porque me tocaba escribir un nuevo texto estos días y no tenía las ideas muy claras, de modo que con esta colaboración doy por cerrado el mes de junio. Va muy bien esto de abrir el blog e invitar a escribir a los amigos. Buenas vacaciones para todos los que tengáis la posibilidad de vivirlas.

 “Había una vez un condado, de nombre Cerro Alto, en el lejano país de Letrilandia que sufrió una fuerte conmoción. Varios de los notables del mismo decidieron cambiar de aires y pidieron asilo en otro territorio que prometía nuevas y mejores prebendas.

 Huérfano como iba a quedar el condado de autoridad, el caballero protagonista decidió que había llegado su momento y tras pactar su subida al trono con otro caballero aspirante, presentó su candidatura para dirigir Cerro Alto. Se rodeó, para empezar, de dos doncellas de reconocida solvencia, capacidad de trabajo y autoridad moral. Juntos hicieron llegar sus pretensiones y planes a las instancias reales y éstas las aceptaron; de modo que los componentes del triunvirato fueron elevados a la categoría de dirigentes del condado. El caballero pasó a ser Corregidor(1) y las doncellas a ocuparse de la administración y el buen gobierno. En el condado comenzó una nueva vida.

 Los villanos y villanas se alinearon con los nuevos gobernantes con diferentes grados de compromiso. Algunos pusieron sin reservas, al servicio del triunvirato y de la nueva empresa, su caballo y sus pertrechos personales, mientras otros y otras, mantenían una prudente y expectante distancia a la espera de ver cómo evolucionaba la nueva era. Por último, un pequeño grupo, otrora acompañantes fieles en justas y banquetes, tomaba distancias incomprensibles y no podía disimular sus iracundos recelos.

 Durante más de tres años, el Condado recibió un profundo lavado de cara. Se aprobaron nuevas normas, reglamentos internos y externos, se instauraron celebraciones que mejoraron las relaciones con la villanía y, poco a poco, fueron desapareciendo los recelos y frenos a participar en asuntos de gobierno y a sentir como suyos los avances colectivos. Cada día salía y se escondía el sol en sus dominios, sin que hubiera sobresaltos. En las asambleas mensuales se escuchaban varias voces y eso ayudaba a crear un clima de confianza y participación: se renovaban las armaduras, se repartía el mobiliario de las estancias, se estimulaba la participación de una manera desconocida hasta entonces y la villanía sentía que era tenida en cuenta y que podía trabajar en la dirección que marcaba el triunvirato. Incluso, para que se cumpliera un viejo dicho del condado, que decía: “Quien labra bien, siembra adecuadamente y cultiva con esmero, recogerá cosecha con gracia y salero”, se iniciaba a las mesnadas más menudas en la participación y la representación; de modo que a medida que fueran creciendo incorporasen esos valores a sus nuevas vidas.

 El corregidor vivía bastante plácidamente, hasta que fue observando que una de las doncellas empezó a gozar de mayor reconocimiento (sobre todo, por lo de la autoridad moral, que se tiene o no se tiene) y de amplia confianza dentro y fuera del condado. Su proceder eficiente y su talante personal la hicieron merecedora de la confianza de los súbditos que recurrían a ella para contarle sus cuitas y exponerle sus problemas.

Debido a esa situación, el corregidor se consumía con frecuentes ataques de celos, hasta que su comportamiento empezó a preocupar por taciturno, solitario y amargado, haciendo la vida imposible, tanto a una doncella como a la otra y despreocupándose del gobierno del condado (un poco más, porque a él, más que el trabajo le gustaba la representación).

 Los enviados reales detectaron ese bajón y comprobaron que se había llegado al final del cuatrienio pactado raspando las coordenadas medievales. A pesar de ello y, desde luego sin merecerlo, renovaron su confianza en el corregidor quien se vio beneficiado de esa decisión a pesar de su cobarde actitud. El corregidor cambió entonces a las doncellas por dos lugartenientes, que se prestaron muy amablemente a sustituir a quienes habían aportado a la gobernabilidad del condado, sensatez, trabajo y participación. Los elegidos fueron una hembra y un varón. Para ese cambio, ya no hizo falta ni planes, ni proyectos, al corregidor le bastaba con rodearse de dos personas obedientes que no le iban a  hacer sombra

 Con rapidez se dieron cuenta los súbditos que las cosas iban a dar un giro considerable. Pero, como suele ocurrir en todos los condados, hubo algunos villanos y algunas villanas que celebraron la defenestración de las dos doncellas y la llegada de los nuevos lugartenientes. En las reuniones de gobierno, a partir de ese hecho, dejó de haber voces diferentes. Ya sólo iba a escucharse la voz engolada del corregidor, rodeado de dos títeres que le iban a reír las gracias. El corregidor que ya se creía conde, se autonombró “condísimo” y ya sólo se escuchó su voz hablando de todas sus hazañas: que si había celebrado justas y encuentros con otros notables como él; que si había estado reunido con representantes de territorios superiores para adecuar algunas normas a las leyes generales del reino; que si había sido llamado por otro conde superior a la capital del reino para hablar de esto y de aquello… Los súbditos asistían a las asambleas perplejos, porque nunca se hablaba de la vida cotidiana, de lo que afectaba a cada uno y a cada una, en el desempeño de los arduos trabajos necesarios para mantener en pie aquel viejo condado que, claramente, comenzaba a desmoronarse; tareas cada vez más complicadas en la educación de las jóvenes mesnadas.

 Era bien visible una tiranización gradual del corregidor-conde; de modo que comenzó a rodearse de secuaces que le daban apoyo, a cambio de algunas prebendas. Ya no importaba el condado, ni la mayoría de los súbditos, sus problemas, sus anhelos… Donde dije, digo y digo Diego; ahora lo importante era la manipulación de la información para conseguir soterradamente lo que el corregidor-conde y sus secuaces anhelaban: ejercer el poco poder y repartirse algunos pírricos beneficios.

 La vida en Cerro Alto se estancó y se fueron ralentizando, desmontando o perdiendo efectividad algunas medidas y actuaciones que habían dado prestigio y esplendor en otro tiempo a aquel viejo condado. Los más ancianos decían y repetían con frecuencia: “jamás los tontos aportaron soluciones, si acaso, problemas a montones” y comenzó un distanciamiento de las personas que no se dejaban doblegar por la voluntad del tiranuelo. Hubo un grupo reducido que se refugió en un ala del castillo y se hizo fuerte porque contaba con crédito y autoridad moral entre un grupo amplio de villanas y villanos. La fama de su valiosa experiencia, su buen hacer y sus cualidades habían llegado a otros condados próximos y alejados de Cerro Alto y gozaban de predicamento y reconocimiento… Situación que los mantenía a salvo de las ocurrencias del –ya en ese tiempo- tirano conde.

 El miedo se instaló en las asambleas y algunos súbditos contaban por corredores y descampados  que no se atrevían a levantar la voz y a criticar al conde porque tenían miedo de las represalias. Todos y todas habían visto y escuchado, con sus propios ojos y con sus propios oídos, algunas respuestas airadas a algunos súbditos que reclamaban atención para poder realizar mejor sus funciones en el condado. Y muchos habitantes del mismo se habían percatado hacía tiempo de las influencias negativas que ejercían un par de chamanes de la tribu que realizaban ensalmos y cataplasmas, servían como oráculos y conseguían enfrentar a la villanía…

 Ante el progresivo abandono que ésta iba haciendo del conde, éste, descaradamente, se iba uniendo, contra natura, con todo aquel que le prestase apoyo para poder disfrazar su poder autoritario y déspota (en claro aumento) en un supuesto gobierno participativo: ocultaba información, la tergiversaba, se hacía el tonto para no hacerse responsable, se le veía cuchicheando con sus afines por corredores y almenas y había criado una profunda ojeriza hacia quienes no secundaban ciegamente sus ocurrencias y podían discutirle algo que nunca tuvo: la autoridad moral.

 La noche se cernía sobre el otrora floreciente condado y una niebla se había instalado en el territorio, impidiendo la visión de sus confines. Los años pasaban y las telarañas y el polvo cubrían algunos principios fundacionales. Como pasa en estos casos, los villanos y villanas con más años habían cavado trincheras defensivas y efectivas para estar a salvo de las iras del conde que, como un loco peligroso, daba bandazos, hablaba solo y pasaba más tiempo fuera del condado que dentro (al menos con la cabeza).

 Entonces, una fuerza extraña vino a salvar a las gentes de Cerro Alto. Las autoridades reales habían determinado hacía unos años que los corregidores debían cesar en sus funciones al llegar a una edad determinada y el corregidor-conde del que estamos hablando ya la había cumplido. De modo que se pregonó por todo el condado que el corregidor abandonaba el cargo y pasaba a la reserva, y él mismo anunció que haría todo lo posible para que sus lugartenientes se retirasen con él (porque así se lo habían pedido) y no fueran nombrados por los representantes del Rey para el siguiente triunvirato. Más, como había hecho otras veces, no tuvo ningún problema en romper su palabra y apuntarse a lo contrario, a pedir con todas sus fuerzas que sus lugartenientes siguiesen en el poder para garantizar la continuidad de sus intrigas o para evitar que otros recién llegados mirasen la gestión del corregidor con ojos algo más críticos y pudiesen alterar, con sus descubrimientos, lo que él siempre creyó que hizo: una gran obra… Con su marcha terminó en el condado la Edad Media y empezó un tiempo nuevo. Muchos villanos y villanas esperan que sea un tiempo mejor.

Hay quienes dicen que, de vez en cuando, ven al ex corregidor andar por caminos y veredas, con las manos atrás, menos pelo y pensativo, con aquella cara de amargado que tantas veces mostró en el condado. Lugar en el que, por cierto, no ha vuelto a pronunciarse su nombre, señal evidente de que ha dejado una profunda huella… Y colorín, colorado, aquí termina la historia negra, de aquel condado”.

……………………………….

(1) Un Corregidor era un funcionario real, instituido en Castilla por Enrique III en torno a 1393, cuya misión era representar a la Corona.  Desaparecieron en 1833.

2 comentarios

Mariano -

Hola, Mercè B.:

Pero no sólo el poder a gran escala (y que conste que no es publicidad para ese montaje fantasma monegrino de casinos y p…clubs). Es lamentable comprobar como pequeños jefecillos de minúsculas “islas baratarias” hacen lo mismo que los que atesoran grandes cuotas de poder: dejar de leer la realidad para instalarse en un mundo autocontemplativo; desconfiar de cualquiera que no sea un lameculos; poner mala cara ante quienes tienen criterio independiente; mostrar una gran capacidad para juntar apoyos, de manera antinatural, con la única finalidad de perpetuarse; se les ve corroídos por la envidia ante los éxitos de los demás; padecen una crónica insuficiencia moral (no sé si también renal o cardiaca…) … ¡No sigo porque me estoy poniendo de mala leche! ¡Es que alguno de esos lo visualizo delante de mis narices, cuando me pongo a hablar del tema! ¡Qué razón tiene mi amigo Agapito…!

Mercè -

Espero que pase pronto el tiempo que le queda a nuestro corregidor particular de estar en la poltrona y así podamos salir de esta oscuridad en la que nos han sumido más propia de la Edad Media.
Lo cierto es que no creo que la gente haya cambiado sustancialmente desde esa época; el poder sigue volviendo imbécil a la gente y ¡cualquiera se resiste a dejarlo! De todas maneras, muchas esperanzas tenemos de que otros lo hagan mejor pero yo, ante semejante alternativa, dejadme que tenga mis dudas. A estos ya se les ve la imbecilidad antes incluso de tomar el relevo.