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TRABAJOS DE OTOÑO, FLORES DE PRIMAVERA

Hay cierta similitud entre la siembra y la escritura, la floración y la edición. De mi infancia y mi juventud recuerdo el trajín de algunas temporadas de otoño, preparando la tierra y enterrando las semillas. Faenas ésas, que hacía mi padre, y en las que yo ayudaba con distintos niveles de entusiasmo (algunos días, muy poco, porque lo que me apetecía era echar un partidillo de fútbol con los amigos, claro). Si no se malograban las labores agrícolas realizadas y acompañaban las lluvias, al despuntar la primavera del año siguiente, los campos verdeaban intensamente, ofreciendo una imagen muy esperanzadora que satisfacía al esforzado labrador y que premiaba su tesón y su trabajo, aunque aún faltaran algunos sobresaltos hasta poder recoger la cosecha…

 

Con la escritura, en estos días, he tenido la misma o parecida sensación. Me explicaré. En distintas fechas del primer trimestre de este curso escolar, recibí varias propuestas e invitaciones a escribir algunos textos que más adelante formarían parte de publicaciones de autoría colectiva. Uno se afana en hacerlo lo mejor que sabe o, en tratar de ofrecer algo diferente de lo escrito hasta la fecha, para contribuir a que aquella publicación futura tenga un contenido sorprendente y llame la atención a sus potenciales lectores. Y, ahora, recién estrenada la primavera, estoy disfrutando de algunos alumbramientos que quedaron “embrionados” hace unos meses.

 

Marta Martínez, directora de la revista Educación y Biblioteca (revista bimestral que se edita en Madrid) me invita con frecuencia a realizar la reseña de alguno de los libros que llegan hasta la redacción de la misma. Siempre le digo que sí porque es una manera de autoexigirme disciplina en la lectura de un documento que no tenía pensado leer y de escribir de una manera determinada. Suelen ser, en la mayoría de las ocasiones, libros de autoría colectiva y por tanto, libros que requieren reseñas amplias para poder hablar mínimamente de todas las aportaciones. En el último número de la revista, el 175, correspondiente a los meses de enero-febrero participo con una de esas contribuciones: una reseña sobre el libro “Guía para bibliotecas escolares”, editado por la Universidad de A Coruña (páginas 30-33). Así termina mi reseña:

Resulta complicado reseñar un libro de estas características y mucho más hacer una lectura crítica para verterla en las páginas de una revista que debe administrarlas con mesura. Por tanto, dejo aquí esta especie de radiografía de contenidos para que si alguien está interesado, a la vista de las temáticas desarrolladas, pueda consultarlo de vez en cuando. Este volumen de 376 páginas, publicado por “a Universidade da Coruña”, creo que es una obra completa e interesante, aunque es de justicia reconocer que muchos de sus contenidos podemos encontrarlos en otros documentos ya publicados y que estas obras podrían perfectamente “habitar” uno de esos mundos virtuales de los que el mismo libro habla, como obra de consulta.”

Para el próximo número de la revista, el 176, que saldrá a finales de abril, ya le mandé la reseña de otro libro colectivo, el que recoge las ponencias, talleres, conferencias, etc. de las XVII Jornadas de Bibliotecas Infantiles, Juveniles y Escolares que organiza la Fundación Germán Sánchez Ruipérez de Salamanca: más “floraciones primaverales”, por tanto, aunque en este caso la siembra se realizara (como el cereal de ciclo corto) a mediados de febrero.

 

José Luis Polanco, también en ese tiempo otoñal, nos invitó a escribir una aportación para la revista PEONZA. Ahora, a mediados de marzo hemos recibido el número 91 de la revista, con el título genérico de “Mundo rural y universo urbano”. Su sugerencia era que nos ocupáramos de leer y reseñar dos libros de LIJ, en el que los protagonistas fueran niños y niñas; en un caso, niños de pueblo y en otro, de ciudad. Compartí con mucho gusto el encargo con Mercè, de modo que tras una introducción general, ella leería “Manolito Gafotas” y haría la reseña de ese libro y yo iba a leer “La guerra de los botones”, haciendo luego la reseña correspondiente. Intentamos ponernos de acuerdo en unos cuantos puntos de desarrollo común para que resultase más didáctica la realización de las reseñas y la lectura de las mismas. Y ésta es la introducción del artículo, que lleva por título: “Niños de pueblo y  niños de ciudad”:

 

La literatura y el cine parecen las artes más apropiadas para testimoniar o recrear la vida de una época determina. Escritores y cineastas suelen ofrecernos retratos bastante precisos de épocas pasadas que, de ese modo, podemos conocer con más detalle o bien dibujan perfectamente los rasgos característicos de las sociedades en las que les tocó vivir. También se ocupan de prospectar el futuro. En realidad, la Literatura y el Cine son las dos grandes “máquinas del tiempo”, a través de las que podemos viajar hacia el pasado, recrear el presente y mirar hacia el futuro.

 

 La sociedad rural y la sociedad urbana coexisten desde hace siglos, pero parece evidente que en la misma proporción que disminuye la influencia de la primera, crece la preponderancia de la segunda. Es más, hoy día, el progreso y el triunfo se miden por la insultante presencia de la segunda respecto de la primera. De hecho, suele considerarse que un país es avanzado y moderno si la mayor parte de su población vive en ciudades y trabaja en el sector servicios; mientras que si trabaja en el sector primario y vive en zonas rurales, se considera que el país en cuestión está en vías de desarrollo…

¿Y la infancia? ¿Es lo mismo vivirla en una ciudad que en un pueblo? ¿Son los niños de los pueblos muy distintos a los de las ciudades?

 

 Centrándonos en la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ), podríamos preguntarnos si sería posible encontrar obras que reflejen esa evolución o esos cambios, y si podríamos rastrear, merced a algunos libros, las diferencias entre lo rural y lo urbano y, especialmente, entre los niños y niñas nacidos y crecidos en un pueblo y los que viven su infancia en una ciudad. A modo de aproximación, hemos elegido dos libros, publicados en distintos países y en distintas épocas. Ochenta años separan las vivencias contadas; uno en la Francia de las vísperas de la Primera Guerra Mundial y el otro en un barrio de Madrid, en la última década del siglo XX.

 

Los longevernos y los velranos, protagonistas de “La guerra de los botones” y los chicos de Carabanchel Alto, protagonistas de “Manolito Gafotas”, tienen algunos parecidos y algunas diferencias, como no podía ser de otra manera. Son diferentes las condiciones que dibujan uno y otro entorno (lo que permite un tipo de actividades naturales, propias de la infancia, u otras) y el tiempo en el que se sitúan las historias. Por el contrario, la vitalidad y la despreocupación de la que hacen gala; el uso de un lenguaje límite en muchas ocasiones; la agresividad física y verbal; el uso de motes para llamarse entre ellos; el poco aprecio por la escuela; el equilibrio entre obediencia debida y la desobediencia practicada al padre y a la madre…son características que definen a todos ellos, rurales o urbanos, aunque podríamos matizarlas. Quizás, hoy día, la TV, los juegos electrónicos, Internet, etc. están limando las diferencias y globalizando los comportamientos, los juegos, el lenguaje, los gustos, los mitos y los héroes y heroínas…dando como resultado unos niveles preocupantes de uniformidad…”

 

Enrique Satué, Director del CPR de Huesca, me invitó, junto con otras personas, a escribir una colaboración para un libro que iba a llamarse “La voz de la experiencia”. En él íbamos a participar, maestros y maestras que íbamos a ofrecer unas charlas, testimonios o ponencias en un curso de igual nombre que se ofrecía a las maestras y maestros que habían aprobado las oposiciones el pasado año. El curso se desarrolló a lo largo del primer trimestre y el libro ha visto la luz, con el comienzo de la primavera. Cada una de las 15 personas que fuimos invitadas a escribir respondimos a cuatro puntos: “Algo sobre mí”; “Carta para noveles”; “Uno de mis fuertes” y “A modo de deberes”. Sin duda, un esquema muy sugerente que, por lo que he visto hasta donde he leído, puede ser una buena fuente de sugerencias y de sostenimiento del ánimo para quienes empiezan, porque hay una gran variedad de testimonios personas, una larga lista de sugerencias, una aportación concreta y explicada del aspecto que cada cual ha ido relatando y algunos consejos que pueden orientar a quienes comienzan esta andadura. Coincido en el libro, como ya he dicho, con otras catorce personas, pero me hace especial ilusión encontrarme en él con Miguel Calvo y con Alfredo Larraz, por las coincidencias que hemos ido teniendo desde hace muchos años. El libro, además del título que ya he nombrado tiene un subtítulo expresivo: “Sentimiento y ciencia para el profesorado novel” (ISBN: 978-84-8127-219-2).

 

La presentación del mismo tuvo lugar el pasado 26 de marzo: Día de la Educación Aragonesa, en un acto celebrado en la sede de la Diputación Provincial de Huesca. El acto estuvo presentado por Enrique Satué y presidido por la Consejera Mariví Broto, con asistencia de un centenar largo de personas. A lo largo del mismo también se presentó y proyectó un DVD de 62 minutos de duración, sobre “el Plan 67”. Una tarde del pasado otoño, Enrique y Ramón, urdidores del plan, bajaron a Fraga y estuvieron filmando en mi casa materiales, recuerdos, opiniones, documentos… relacionados con mi época de estudiante de magisterio, con la época social que vivíamos, con mis primeros destinos,… Nunca supe qué iban a hacer con aquel material, en qué convertirían aquellas aportaciones y con quienes las cotejarían... Lo descubrí el pasado viernes, cuando contemplaba atónito el documental. Compartiendo “cartel”, con Elena Ruiz (maestra y amiga) y Gloria Medrano (profesora de psicología de entonces), con aportaciones musicales y documentos audiovisuales de aquellos años, fuimos desglosando recuerdos de una época importante para nosotros porque fue cuando nos formamos e iniciamos nuestro recorrido profesional… : http://vimeo.com/10390383

Una jornada llena de sorpresas, de encuentros y reencuentros, de saludos y felicitaciones, de agradecimientos… que finalizó con una cena, mucha conversación y algunas canciones (que es como terminaban todas las cenas de mis tiempos de estudiante). Por el momento, la última “flor primaveral”, unos minutos después de iniciar las vacaciones de semana santa.

Ayer tarde, sentados con Mercè, a las orillas del Cinca, ya en Labuerda, saboreábamos esa jornada del viernes, mientras la música de fondo la ponía un río esplendorosamente primaveral que, con las últimas lluvias y las últimas nieves augura una hermosa primavera de mayencos, un deshielo que ayudará a fertilizar las tierras bajas.

2 comentarios

Mariano -

Estimada Silvia:
Me alegra que te haya gustado ese post.A veces se dan, como ya hemos dicho otras veces, entrañables coincidencias. Me vi sorprendido por el protagonismo en el vídeo. Por ello, pasé por unos momentos de zozobra,pero acabé contento y agradecido. Y me alegro también que haya ido bien esa complicada operación que seguro mejora la salud de tu hermano.
Por aquí estamos en plenas vacaciones de semana santa, con tiempo para el paseo, la lectura y el cultivo de las relaciones personales, entre otras cosas. Un abrazo

Silvia Luz -

Hola Mariano! Qué buen post! envidio tu memoria. Al ver el video vinieron a mi memoria todos esos planes que acá se copiaron con 10 ó 15 años de retraso, o sea, cuando ustedes los dejan, los tomamos nostros como novedad y experimentamos con los niños para ver si realmente no dan el resultado esperado, es tremendo. Pero qué lindos recuerdos te quedaron de aquellos tiempos.
Es verdad eso de las faenas de primavera u otoño, son estaciones fructíferas, en las que uno se siente bien anímicamente, estimulado y con ganas de hacer cosas nuevas.
Estuve unos días en Buenos Aires acompañando a mi hermano porque le hicieron tres by pass y no me quedaron muchas ganas de escribir, por suerte todo salió bien, de manera que de a poco participaré en los blogs, me falta un poco de "envión". Un abrazo enorme y felicitaciones por los reconocimientos.