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gurrion

HIROSHIMA

Hay toda una geografía de ciudades devastadas (creo que ya lo comentaba en otro texto): Hiroshima, Nagasaki, Sarajevo, Guernica, Bagdad… (sólo por poner unos ejemplos).
Mañana es 6 de agosto y se conmemorará (triste celebración) el 60 aniversario de la destrucción de Hiroshima, como consecuencia del lanzamiento de la primera bomba atómica. Al final de aquel año (1945) entre 140.000 y 150.000 personas habían muerto en Hiroshima, debido a los efectos de la bomba lanzada por el Enola Gay, un avión B-29 estadounidense.
Se calcula que todavía viven 267.000 afectados, entre Hiroshima y Nagasaki, por las bombas atómicas. Miles de ellos son los denominados hibakusha (supervivientes de aquella tragedia).
Millones de grullas de papel (orizuru) cuelgan de los distintos monumentos que alberga la explanada del parque de la Paz de Hiroshima. Colegiales de todo Japón participan en los actos conmemorativos. Todos llegan con orizuru para colgar en el monumento a Sadako Sasaki, la niña que enfermó de leucemia a los 10 años tras su exposición a la radiación de la bomba. Sadako creía que si construía 1.000 orizuru, símbolo de felicidad y longevidad, recuperaría su salud, pero murió antes de cumplir su objetivo.
Como en tantas otras cosas, si de verdad sirviera de algo aquella frase que dice: “Es necesario conocer nuestra historia para no repetir los errores cometidos”, la esperanza de dar pasos de gigante para prevenir y erradicar desastres sería lógica, pero viendo cómo se repiten los mismos errores, la situación no invita al optimismo. Tras sesenta años de aquel horror, hay varios países con bombas nucleares y amenazas de que esa fabulosa energía pueda utilizarse como arma de destrucción masiva. Mañana, no obstante, pensemos un poco en Hiroshima y Nagasaki, y en otras ciudades destruidas por la irracionalidad de la guerra, y en los millones de personas que fueron privados brutalmente de futuro por una explosión, un disparo o cualquier otra arma empuñada por un congénere.

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