Reseña del libro: Salambó. La princesa de Cartago, de Gustave Flaubert
“Salambó. La princesa de Cartago”. Gustave Flaubert. Barcelona: Comunicación y Publicaciones, S.A. – 2006. 278 páginas
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(‘Salambó’ de Gustave Flaubert es una novela épica con prolija documentación histórica sobre ritos, dioses, ciudades y eventos del siglo III antes de Cristo; relacionados a la guerra de Cartago contra mercenarios y romanos. El líder de los mercenarios peleará por el pago a su tropa y por la posesión de la bella Salambó.
Compré este libro en una tienda de segunda mano (“Re-Read”). Y lo compré porque el título coincide con el nombre de un restaurante de Barcelona en el que he comido una vez con dos amigos y del que es copropietario, un ciudadano de Huesca, amigo de estos dos amigos míos y al que uno de ellos entrevistó para un número de El Gurrión... Lógicamente, el título de la novela es muy anterior al del restaurante...No tenía referencia de esta novela de Flaubert, universalmente conocido por ser el autor de la que lleva por título: “Madame Bovary”. Creo que está bien aclarar estos puntos.
El libro tiene quince capítulos, con título cada uno de ellos y ocho páginas finales con 179 notas explicativas. Y como tengo tiempo, voy a copiar los títulos de los quince capítulos, en orden, naturalmente: El festín – En Sicca – Salambó – Bajo las murallas de Cartago – Tanit – Hannón – Amílcar Barca – La batalla del Macar – En campaña – La serpiente – En la tienda – El acueducto – Moloch – El desfiladero del hacha – Matho. Aunque, puestos así, no aclaren nada o casi nada, no está mal considerarlos...
Ha terminado la Primera Guerra Púnica y los mercenarios contratados por Cartago sitian ahora la ciudad africana porque han regresado a cobrar los salarios prometidos... La novela comienza con un banquete que celebran los mercenarios, en ausencia de Amílcar Barca, que no ha regresado todavía de Sicilia. Los soldados contratados acaban con muchas de las provisiones, gritan su descontento y exigen que los cartagineses cumplan lo acordado por haber defendido sus dominios... La novela es, en realidad, una descripción de algunos personajes importantes en la pequeña historia: Salambó Hanón, Amílcar, Matho y de los enfrentamientos entre el ejército cartaginés, mandado de nuevo (tras su regreso) por Amílcar Barca y los “bárbaros” mercenarios, mandados finalmente por Matho.
Salambó hace su aparición ya en el primer capítulo: se pasea entre la muchedumbre de bárbaros participantes en el festín; que han agotado las provisiones, han destrozado mobiliario y han dado muerte a los esclavos de Amílcar. Reprueba su comportamiento paseándose entre ellos con una aureola de sacerdotisa importante... y estará presente en toda la novela, pretendida por el caudillo Matho (finalmente, jefe de los bárbaros).
Salambó es conocedora de la profanación del templo de Tanit y del robo del velo sagrado “zaimph” de la diosa, por parte de Matho, con la colaboración del antiguo esclavo Spendius (un agitador y manipulador de conciencias, usando todas las argucias habidas y por haber). Cuando se hace pública esa desaparición, la moral de los cartagineses se resiente y será la propia Salambó la que acudirá hasta el campamento de los bárbaros para intentar recuperarlo.
Flaubert describe con crudeza los terribles enfrentamientos a vida o muerte de las tropas, en distintos escenarios; los tormentos infligidos por los vencedores a los rehenes o prisioneros; las privaciones a que se ven sometidos unos y otros cuando las cosas llegan al límite... En algunos momentos uno se siente saturado de tanta barbarie y, en otros, asombrado de que el autor encuentre palabras para describir las carnicerías sin repetirse...
En el penúltimo capítulo, asistimos a secuencias de un exterminio total de los bárbaros por parte de Amílcar Barca, que se comporta con toda la crueldad imaginable y que engaña sucesivamente a sus enemigos con el objetivo de exterminarlos, contraviniendo algunos comportamientos (incluso en tiempos de guerra) como cumplir la palabra dada, respetar a quienes se aproximaban para parlamentar en nombre del resto, etc. No olvidemos que esos bárbaros a los que quiere aniquilar eran sus aliados y lucharon junto a él porque él los contrató..., pero ha pasado el tiempo y no ve otra salida al descontento que engañarlos, prepararles trampas y emboscadas y exterminarlos...
Algunos mercenarios, haciendo honor a su nombre, cambiaron de bando, cuando las circunstancias se volvían en su contra, como hizo el rey de los númidas: Narr-Havas que pasó de estar con los bárbaros a ponerse a las órdenes de Amílcar. El general cartaginés, padre de Aníbal, al que salva en el último instante de ser entregado a la ceremonia de los sacrificios humanos, cuando contaba unos diez años de edad, concederá la mano de su hija Salambó al nombrado Narr-Havas para que la ceremonia de boda se celebre cuando acabe la guerra. Y acabada ésta, el último capítulo describe los preparativos de la misma, los asistentes que se van colocando en sus lugares de honor y el desenlace inesperado que acontece.
(La ciudad teme la maldición de los dioses por el robo del velo de Tania, incluso los sacerdotes de dioses como Baal o Moloch, Kamón, Melkart y Tanit piden un sacrificio de 100 niños para aplacar a las divinidades terribles, de los cuales uno tenía que ser el hijo menor de Amílcar, pero este lo esconde y lo cambia por el hijo de un esclavo.)
Es un libro denso, que no da tregua a la violencia... Uno se alegra de no haber nacido en aquella época donde nadie podía sustraerse a los conflictos organizados por quienes estaban permanentemente declarando guerras o participando en las mismas... Uno, aunque sabe que está leyendo una novela, se siente apesadumbrado, y frecuentemente desbordado, por tanta destrucción, tanta barbarie: pueblos arrasados, bosques quemados, animales cazados y muertos en cantidades enormes y hombres troceados con saña en los enfrentamientos: torturas, mutilaciones... Flaubert no ahorra vocabulario ni descripciones para contar –no sabemos con qué fiabilidad- las secuencias de aquella guerra de los mercenarios, que fue un hecho real. También son ricas y precisas las descripciones que el autor hace de los aposentos, del vestuario, de las comidas. Flaubert debió hacer un enorme esfuerzo de documentación para escribir esta novela...
Quien quiera leerla, que la lea, no se verá defraudado... Y yo, después de lo leído, me alegro de no estar allí en aquel tiempo y de que no me tocara hacer la mili en Cartago (si se me permite un toque de humor).
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