CIUDAD SORPRENDENTE, CIUDAD EDUCADORA
Dos días en Barcelona dan para mucho; sobre todo si se está de vacaciones y con todo el tiempo para poder “ir a ver”. Ahí van cuatro propuestas, de las múltiples posibles, en dos días de este mes de abril.
1. Lo primero, un paseíto por un espacio que, después de un inicio de obras relativamente rápido, sufrió una larga paralización y, hace poco culminó en un centro comercial y de ocio bastante interesante. Me refiero a la antigua Plaza de Toros de Las Arenas (construida en el año 1900, de estilo neomudéjar). En el exterior, se ha conservado la misma estructura (elevada, eso sí, por medio de ingeniosos e imagino que costosos medios, para salvaguardar su supuesto valor arquitectónico) y en el interior, un hall enormemente alto y amplio hacia el que abren todas las alturas en las que se ubican los espacios comerciales y museísticos o cinematográficos... El antiguo ruedo o coso taurino es una especie de plaza circular, desde la que se puede acceder a tramos de escaleras que te van subiendo, piso a piso a zonas de tiendas, cines, museo del rock, etc. Y en la parte inferior del viejo ruedo, encontramos el inicio de una larga escalera que te lleva directamente hasta la azotea de la plaza. Puedes caminar a lo largo del anillo completo y tener unas vistas de la ciudad realmente magníficas, puesto que desde ese punto dispones de 360 grados de panorámicas.
Especialmente bonita es la vista de la Plaza de España, de la calle a la que dan los pabellones de la Feria de Barcelona y la subida hasta Montjuitch… La verdad es que nos impresionó la transformación de una Plaza de toros en moderno centro comercial y de ocio, pero también los detalles espectaculares que uno va descubriendo a medida que va “inspeccionando” sus entrañas. Y no hace falta comprar absolutamente nada –si no quieres- para sentir la grandiosidad interior y la exterior desde la terraza mencionada.
2. De esa curiosa combinación, de arriesgada arquitectura y extrema modernidad, puedes pasar –y pasamos- a la Barcelona que no parece una ciudad grande, sino una más pequeña, familiar y recóndita… ¡Cambio de tercio! (utilizando un símil taurino). Paseo por el Barrio Gótico, la Plaza del Pi y más tarde el Borne; calles estrechas; arquitectura tradicional; grandes y vetustas portaladas con ostentosos llamadores (“trucadors”); tiendas pequeñas y curiosas; pequeñas y abundantes galerías de arte; bares y restaurantes de nuevo cuño anunciando platos o tapas de esa cocina vanguardista de presencia y escasa de cantidad; zonas peatonales donde caminar con pausa, mientras se mira y se charla; frecuentes locales en reconstrucción o remodelación; catedral en obras; espectáculos callejeros; interior sorprendente de la iglesia de Santa Mª del Mar (protagonista del libro “La catedral del mar” de Ildefonso Falcones), como nos recuerda Mercè una vez dentro, mientras observamos la enorme altura de las columnas que van directamente hasta el inicio de los arcos, la luz que ilumina el interior, dejando zonas en penumbra y el comportamiento de la gente que entra y sale del templo y que, como nosotros, toma un rato asiento para descansar del paseo, mientras suena un órgano en los aledaños del altar mayor.
Las sensaciones que uno experimenta, sumergido en ese paisaje, nada tiene que ver con las que se le despiertan cuando camina por las Ramblas, se sienta y observa la “fauna y la flora” que atraviesa la Plaza de Cataluña; asciende por el Paseo de Gracia; baja hasta la zona del Puerto, recorre plazas y calles de la antigua Villa Olímpica, etc, etc. Aquellas callejas tienen el sabor, todavía, de un pueblo viejo, con casas de piedra, algunos escudos en las fachadas, pocos o ningún coche, niveles increíbles de silencio… lejos, muy lejos del esplendor, de la luminosidad y de las muchedumbres de las nuevas avenidas, de las plazas diáfanas y grandes, jalonadas de edificios altos, acristalados, imponentes en su modernidad.
3. Al día siguiente acudimos con Daniel al Caixa Forum; un recinto grandioso y nuevo, ubicado en la Avenida Marqués de Comillas, en una antigua fábrica textil, edificio modernista diseñado por el arquitecto Joseph Puig i Cadafalch, a principios del siglo XX. Del amplio menú que se nos ofrece, elegimos en primer lugar la exposición titulada “TEOTIHUACAN. Ciudad de los dioses”. La ciudad de Teotihuacan está situada a unos 45 kilómetros de Ciudad de México y es una de las maravillas arquitectónicas del mundo. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO, en 1987. Sus principales monumentos –la pirámide del Sol y la pirámide de la Luna, unidas por la calzada de los Muertos, el palacio del Jaguar de Xalla o el templo de Quetzalcóalt- son referentes de la cultura universal. No están mal estos datos para empezar o para abrir boca, ¿verdad?
Durante casi ochocientos años, Teotihuacan fue el centro cultural, político y religioso de una potente civilización; la mayor ciudad construida en el continente americano en época prehispánica, que alcanzó su apogeo entre los siglos II y VII d.C. Teotihuacan significa en la lengua náhualt “el lugar de los dioses o el lugar donde se hacen dioses”.
A través de unos 400 objetos, la exposición trata de arrojar luz sobre algunos interrogantes aún no resueltos: ¿Cómo era la vida en Teotihuacan?, ¿cómo eran los hombres y mujeres que lo habitaban?, ¿cómo se organizaba su sociedad?, ¿cuáles eran sus creencias?, ¿cuáles fueron las causas de su declive?... Y lo hace a través de un recorrido estructurado en seis ámbitos para tratar temas como: la arquitectura y el urbanismo; la política, la guerra y la economía; las creencias y rituales; la vida en los palacios y en las calles de la ciudad. Hay también referencias a las relacionales que sus moradores establecieron con las culturas de su entorno. Hay explicaciones precisas en algunos casos y en otros es posible que falte alguna aclaración sobre el objeto expuesto (aunque también es posible que se desconozca su origen o finalidad, en ocasiones).
En nuestra visita, podemos contemplar utensilios de cocina, finas joyas elaboradas con piedras preciosas, trabajos en madera, cerámica, hueso, piedra y conchas marinas; esculturas y pinturas murales… Vemos ollas antropomorfas, vasos silbadores, vasos trípodes, braseros con tapas extraordinariamente trabajadas; figurillas sedentes o de pie policromadas con tocados y adornos vistosos… en muchos casos con representaciones del pájaro quetzal o del mítico jaguar; máscaras antropomorfas con tocados; pendientes y orejeras realizados en piedra verde; cuchillos y navajillas de obsidiana; representaciones de distintos dioses: Huehuetéotl (dios del fuego), dios de la muerte, Tláloc (dios de la lluvia y la fertilidad), Quetzalcóatl (dios creador y civilizado. Dios de la sabiduría), Chalchiuhtlicue (diosa de ríos y mares); esculturas diversas en alabastro, mármol, roca volcánica, andesita, piedra, basalto, arenisca; fragmentos de elaboradas pinturas murales policromadas… Muchas obras, en definitiva, con un grado depurado de construcción que hablan de una civilización refinada y estructurada,; una civilización que, como ya hemos sugerido, dejó un montón de incógnitas, tanto con sus inicios y espectacular florecimiento posterior, como con su súbita desaparición. Al salir, nos acercamos a la tienda de la entidad y nos hacemos con un catálogo de la exposición (23,5 X 31 cm) y 265 páginas. Hemos pasado más de una hora recorriendo pacientemente las salas y los materiales expuestos y hemos salido satisfechos.
4. Y sin solución de continuidad, viajamos del pasado al presente, de la arqueología a la realidad… De una civilización que desapareció misteriosamente hacia el año 650 d.C. a un país, también de América Central, que estuvo a punto de desaparecer por efecto de un tremendo terremoto, el día 12 de enero de 2010, en tan solo 34 segundos que fue lo que duró aquel fatídico seísmo: HAITÍ. Otra de las salas del Caixa Forum acoge una exposición de fotografías de Emilio Morenatti y Marta Ramoneda, con el título: “Haití, 34 segundos después”
La admiración y sorpresa agradables, ante las refinadas muestras de la cultura teotihuacana, dan paso de golpe a una mirada sorprendida y a un corazón encogido, mientras contemplamos imágenes que no habíamos visto todavía. Algunas dan fe, de forma directa y tremenda, del nivel de destrucción de algunas zonas del país centroamericano; otras muestran claros ejemplos de la pobreza extrema en la que han quedado sumidos muchos haitianos; las hay que arrancan una leve sonrisa en quien las mira (generalmente protagonizadas por niñas y niños que siguen con sus juegos, como si no pasara nada: jugando al fútbol en campos imposibles o construyendo fugaces pompas de jabón); otras muestran un mar de plásticos: campamentos de acogida de larguísima provisionalidad… El audiovisual que podemos ver abunda en ejemplos, cuasi heroicos, de gentes que a pesar de la enorme precariedad, encuentran razones y fuerzas para seguir luchando por la vida –la propia y la de otras personas de su entorno-. Los fotógrafos experimentados tienen esa rara habilidad, la de ofrecernos imágenes nuevas, a pesar de haber visto muchas sobre el tema; imágenes que suelen dejarnos, en ocasiones como ésta, conmocionados por una tragedia de una magnitud difícil de cuantificar desde nuestras confortables casas. Aportan miradas nuevas que trasladan al público para lograr, precisamente, sorpresa y emoción en quienes las miramos. Imágenes que invitan a la reflexión y que nos plantean muchos interrogantes sobre nuestra vida y la de los demás; sobre el mundo y sus desigualdades; sobre la confortabilidad de occidente y la miseria de tantas otras geografías…
La ciudad, esa creación humana tan imperfecta, pero tan necesaria, suele ofrecernos múltiples posibilidades para descubrir y aprender cosas nuevas cada vez que la visitamos; siempre es un territorio abierto a la sorpresa y a la educación, como en estos casos aquí relatados, vividos en Barcelona. Que tengan unas buenas vacaciones de primavera.
3 comentarios
Coach Outlet -
Mariano -
Silvia Luz -
Yo estuve otra vez por la cordillera, mientras Osvaldo trabajaba, yo paseaba. Nos alojamos esta vez en una cabaña, un lugar precioso, los dueños cultivan verduras en una tierra increíblemente negra, (estoy subiendo unas fotos al face)por suerte nos tocaron dos días hermosos. El otoño se empieza a notar en los álamos y en los pocos robles que encontramos, el resto todavía resiste. Un abrazote muy otoñal ya.