{(Vuelvo después de un paréntesis. He buscado en Internet información sobre dicha palabra pero sólo he encontrado la relacionada con su uso en lenguaje, en expresiones matemáticas… Yo quería hablar de otro tipo de paréntesis. He pasado una semana en el hospital, aquejado de un problema que se ha resuelto, con cirugía laparoscópica, extirpando la vesícula biliar. Esa inmovilidad física y esa geografía reducida y repetida, a la que te obliga la habitación de un centro hospitalario, te colocan en una situación especial que en nada se parece al ritmo de relación, trabajo, entretenimiento, creación, etc. en la que uno vive cuando está bien de salud y realizando aquellas actividades laborales o de ocio que tiene que hacer o que le gustan. En ese sentido quería utilizar yo el término paréntesis… Una hospitalización abre o constituye un paréntesis en tu vida. Te has ido del contexto cotidiano en el que sueles vivir inmerso y regresas de nuevo a él tras un tiempo determinado… No sin olvidar que, dependiendo de la gravedad del asunto, el listado de prioridades en tu vida ha sufrido notables cambios: algunas cosas que parecían muy importantes han descendido en el ranking y otras que tenías menos en cuenta, ocupan los primeros lugares…) Por otra parte, el hecho de estar de baja laboral un tiempo, privado de la asistencia diaria al puesto de trabajo, porque la recuperación total requiere de otros ritmos, más pausa, cuidados y alimentación especiales, etc. abre un nuevo paréntesis, una vez que has cerrado el “paréntesis hospitalario”. Por eso he comenzado este texto abriendo un corchete que ahora mismo cierro para seguir con otra cuestión}.
Estando precisamente en la clínica me entero que el suplemento dominical del diario El País, conocido como “PEQUEÑO PAÍS” abre también un paréntesis y deja de publicarse porque la crisis económica se lleva por delante hasta lo más impensable… Concretamente en la edición del día 19 de abril de 2009, en la página 33, sección “opinión”, Milagros Pérez Oliva, Defensora del Lector, aborda esta cuestión y se hace eco de las protestas y lamentos que muchos lectores y lectoras le han hecho llegar durante la última semana por esa decisión de la Dirección del periódico. No me enteré de esa circunstancia el domingo 5 de abril que fue el primero que ya no encartó el suplemento y por eso no escribí mi particular nota de protesta o de lamento; tampoco lo eché a faltar el día 12. (La razón es evidente y la pongo entre paréntesis: ninguno de esos dos domingos adquirí el diario, por coincidir con el comienzo y el final de las vacaciones escolares de semana santa y por cambio de rutinas y de lugar de residencia).
Particularmente lamento esa desaparición porque he utilizado mucho y desde un principio ese suplemento en mis clases. En tiempos en los que no había precisamente muchos materiales de prensa para escolares, “Pequeño País” era una manera de acercarles al periódico, aprovechando de paso el potencial que aquel suplemento en color ofrecía para leer cómics o pequeños relatos, para resolver pasatiempos curiosos, pequeñas noticias relacionadas con los más variados temas… La publicación fue cambiando a lo largo del tiempo de formato, de tamaño, de contenidos… Mientras trato de escribir algo sobre el “Pequeño País” tengo al lado de mi teclado cinco pequeños tomos con los 300 primeros números encuadernados (aunque me faltan algunos). En la portada del número 1, con fondo azul, nos encontramos con Astérix en plena carrera y el título de “LA ODISEA DE ASTÉRIX”, al que sigue este texto:
“Este domingo festejamos un doble estreno: el de este suplemento pequeño y el de las aventuras de Astérix, el galo invencible, cuyo último libro publicaremos íntegro a partir de hoy, en estas páginas de PEQUEÑO PAIS, que también son para mayores”. Ese número 1 se publicó el día 6 de diciembre de 1981, formato revista (21,5 X 28 cm). En la página 8 y última del suplemento se reseñan dos libros infantiles: “El gnomóvil” de Upton Sinclair y “Yo también”, con textos de Lolo Rico, Lola Salvador y Juan Tebar. En la portada del número 2 aparece una propuesta de recortar prendas y vestir a un personaje. En el número 3, además de las páginas que reproducen el libro de Astérix, se publica un cuento a dos páginas escrito por Lolo Rico y Gerardo R. Amechazurra y ya la página 8 se dedica enteramente a la publicidad (en este caso de juguetes Lego).
En el número 15 (publicado el 14 de marzo de 1982) comienza la publicación de una serie que escribe y dibuja Romeu a lo largo de cuatro páginas. Se titula “Historia de los mundiales de fútbol” y cada domingo se dedica a repasar la historia de un campeonato por orden cronológico. Este primer capítulo está dedicado a Uruguay, 1930.
En el número 25 (publicado el 23 de mayo de 1982), una sección que se hizo legendaria y que se titulaba “Los cuentos de la abuelita”, con viñetas con bocadillos y pareados para guiar la historia nos recuerda que estamos ya cerca del Campeonato Mundial de Fútbol que se celebró en España en 1982 (¿alguien se acuerda de la mascota “naranjito” y del decepcionante papel de nuestra selección?):
“Ya se acercan los mundiales y habrá fútbol a raudales. / La abuelita se prepara dispuesta a dar la cara. / Durante horas se entrena, olvidándose la cena. / La pelota está cansada de que la den de patadas./ Y la pelota rebota, y salta y cae en la sopa. / Y más sola que la una solo cena una aceituna”. En este número finaliza la serie de Historias de los campeonatos de fútbol con el de Argentina 1978.
Tengo especialmente marcado el número 68 (20 de marzo de 1983) porque la portada y casi toda la página 6 están dedicadas al huerto escolar que venían experimentando en el colegio nacional Meseta de Orcasitas, provincia de Madrid. Yo en aquellos tiempos ya andaba metido en esas faenas y que apareciese en ese suplemento una pequeña información sobre el tema me reafirmaba y legitimaba ante los detractores de todo lo nuevo (que los había y muchos en mi entorno laboral).
Otra de “Los cuentos de la abuelita”: “La abuelita al mediodía, / hizo una poesía…/ Habla en ella de animales /acuáticos y terrenales. / Por ejemplo un elefante / que nunca bebe bastante. / O el conejo estudioso / que lee cuentos famosos. / La sardina congelada / ha salido descarada. / Al cerdo la inspiración / se le ha ido… al Japón!! / Las noticias a este oso / han dejado temeroso. / Y al pobre Manolín / le dan de comer serrín… / Moraleja: ante el próximo poema / ¡tápate las orejas!”. (aparecido en la portada del número 19).
Bueno, mi intención no era hacer un vaciado de la publicación (por otra parte, muy interesante para algunos temas) sino dejar constancia, al hilo de la noticia de mi relación con ese suplemento dominical. En los primeros años ochenta, cuando la denominada “biblioteca de aula” concitaba todas mis ilusiones de que el alumnado tuviese cerca una referencia documental y de lectura, allí estaban, entre libros, publicaciones de embajadas, materiales de prensa, folletos turísticos, etc. los dominicales y coloridos suplementos de El País. Nunca faltó, en los últimos años, en “La maleta familiar”, cada vez que esa estrategia (nacida, como he dicho algunas veces, de un error de lectura) viajaba semanalmente a un domicilio diferente de un niño o una niña.
Durante este curso, “Pequeño País” ha estado siempre en mi clase, junto con otros suplementos del mismo periódico o de otros diarios, dispuesto a ser tomado en préstamo y llevado a casa para ser leído con tranquilidad por los niños y niñas de sexto… Además, con frecuencia, era un material de lectura para momentos tras la finalización de alguna actividad o en días que se proponía lectura libre de cualesquiera documentos que guardamos en el aula.
No me extiendo más, pero sí quiero terminar diciendo que espero que esta ausencia sea también un paréntesis y que, cuando toda esta situación económica se reasiente y retorne la cordura, la dirección del periódico se acuerde de ese compromiso que adquirió con sus lectores, en la nota que anunciaba su suspensión: decían que tenían la voluntad de reanudar su publicación “cuando mejore la situación económica y el mercado publicitario”. Yo estoy muy contento de esa manía mía de “guardarlo todo” y de poder ojear con tranquilidad ejemplares del “Pequeño País” viendo cómo han ido cambiando los contenidos, la estética, el formato, las colaboraciones… a lo largo de estos (casi) 28 años de existencia, los mismos que llevo yo trabajando en el CEIP Miguel Servet de Fraga. ¡Casualidades de la vida; casi a la vez también, los dos nos hemos tomado un paréntesis en nuestras vidas...!
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