Libro: A una milla de Huesca
“A una milla de Huesca. Diario de una enfermera australiana en la Guerra Civil Española”. Agnes Hodgson. Edición de Judith Keene y Víctor Pardo Lancina. Prólogo de Gabriel Jackson. Traducción de Isabel Pahissa. Zaragoza: Rolde de Estudios Aragoneses, 2005. 438 páginas
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La primera edición del diario de la enfermera australiana Agnes Hodgson en la Guerra Civil española, data de 1988. La responsable de la misma fue la profesora de Historia Moderna de Europa en la Universidad de Sydney: Judith Keene. En este libro que acabo de leer, además de la traducción de aquella primera edición, se ha añadido un amplio estudio, a cargo de Víctor Pardo, en el que documenta los acontecimientos que tuvieron lugar en la comarca de los Monegros, donde trabajó fundamentalmente Agnes: la llegada de milicianos, las colectivizaciones, la represión, los movimientos del frente… y los nombres de quienes vivieron y murieron aquellos días, como protagonistas de una desgraciada historia que aún marca la convivencia en el país. De modo que la estructura del libro tiene las siguientes partes:
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.. Prólogo de Gabriel Jackson.
.. Prefacio de Judith Keene.
.. Introducción a la nueva edición de “The last mille to Huesca”, de la citada Judith Keene.
.. Primera parte: La Guerra Civil Española (LGCE), de Judith Keene, con los siguientes capítulos: Agnes Hodgson y LGCE. La Segunda República y LGCE. Australia y LGCE (La reacción oficial del Gobierno. Los católicos australianos y LGCE. España y el movimiento obrero australiano. El movimiento de ayuda a España).
.. Segunda parte: Algunas notas sobre la Guerra Civil en los Monegros, de Víctor Pardo Lancina: La sublevación. Una semana de julio / Las columnas de milicianos llegan a Aragón / El aeródromo “Alas Rojas” en Sariñena / Objetivos: Tardienta, Leciñena y Alcubierre / Conferencia de Sariñena y reorganización del frente / George Orwell en la Sierra de Alcubierre / Bombardeos, fusilamientos…, la violencia / Agnes Hodgson y los hospitales de guerra.
.. Tercera parte: Diario de Agnes Hodgson. Índice onomástico y Álbum fotográfico.
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En la nueva introducción al libro, Judith Keene escribe, refiriéndose a la protagonista, Agnes: “Los meses que estuvo en Aragón fueron agotadores pero, como me dijo cuando la conocí ya muy mayor, poco antes de su muerte, nunca volvió a sentirse tan implicada en la vida y el trabajo como cuando estuvo en Aragón, y nada de lo que hizo después valió tanto la pena”.
También nos cuenta Judith en esa introducción que en 1993 se erigió en Canberra (capital de Australia) un monumento a los voluntarios australianos que defendieron a la República española, consistente en un muro de arenisca australiana con un gran mapa de España en bronce, en el cual están grabados los lugares y los nombres de las batallas más famosas de la Guerra Civil.
Keene relata en el primer apartado de su colaboración, las peripecias que vivieron en Australia quienes deseaban ayudar a la República española en aquel combate contra el fascismo. A pesar de estar tan lejos, algunas personas sintieron la necesidad de apoyar a los republicanos españoles y realizaron verdaderos esfuerzos para explicar su posición, recaudar fondos y construir una mínima base logística para enviar a España toda la ayuda de que pudieran disponer, incluido personal especializado. El análisis que hace Judith Keene, en los siguientes aparatados de su colaboración, es original e interesante, tanto en los datos que aporta sobre España (muchos de ellos conocidos desde otras perspectivas), como los que aporta de Australia, bastante desconocidos; por lo que –globalmente- dota al libro de una mirada necesaria sobre el conflicto español y su repercusión en las antípodas, en base también a las relaciones comerciales que había entre los dos países.
La aportación de Víctor Pardo, añadida a la edición original del libro en inglés, es un gran acierto porque su lectura, antes de pasar a la del diario de la enfermera Agnes, crea o recrea el contexto bélico que se vivió en aquellos tiempos violentos donde apretar el gatillo ante el pecho o en la nuca de una persona estaba, desgraciadamente, a la orden del día. Víctor recorre los frentes, recorre los pueblos de los Monegros y pone nombre a los muertos y a los verdugos y también ofrece testimonios de personas que no se dejaron llevar por algunas orgías de sangre, que protegieron a personas ante la amenaza de los más violentos. De todos modos, sus testimonios de venganzas y crueldad en muchos de los episodios que ofrece en su texto, ponen los pelos de punta y certifican la barbarie que se instala en tiempos de guerra contra las personas y el provecho que hacen de ese tiempo de confusión, aquellos que tienen instintos criminales o que encuentran en las torturas y en el asesinato, su razón de existir. Al final de su aportación, como dando entrada al diario propiamente dicho, Víctor dedica unas páginas a hablar de “Agnes Hodgson y los hospitales de guerra” y nombra también a algunas de las personas que anduvieron por la comarca, en aquellos fatídicos días, como es el caso del médico epidemiólogo británico, Archie Cochrane que regresó en 1978 a Grañén, en busca del llamado “hospital inglés” y en el que había trabajado casi cuatro meses en 1936. Conversó con muchos vecinos de Grañén que recordaban el citado hospital, convertido en una granja con vivienda… O de la militante comunista, traductora y enfermera, Aileen Palmer que después de organizar el hospital de Grañén, fue trasladada a Madrid y que salió de España en mayo de 1938, exhausta y confusa ante las luchas políticas que se vivían en el Frente Popular, pero que, como dice Víctor: “nunca dejó de trabajar por la República y por los españoles”. Y, añade: “Otras enfermeras australianas como Una Wilson, Mary Lowson o May MacFarlane, mantuvieron a lo largo de toda su vida, como Agnes Hodgson, la inequívoca convicción de haber luchado por la más justa de las causas, la de la Libertad”.
En la tercera parte del libro, encontramos ya la transcripción del Diario de A.Hodgson (pp. 245-377), en el que escribe desde el 24 de octubre de 1936: “Hemos salido de Sydney en el vapor Oronsay…”, hasta el 21 de octubre de 1937, en que llega a Croidon (Inglaterra), desde el aeródromo de Le Bourget (Francia), rematando la anotación de ese día, con un “Y así termina mi largo viaje”. El diario se lee con interés y en él, Agnes va desvelando las dificultades que encuentra al principio; la difícil convivencia con otra de las enfermeras australianas; su estancia inicial en Barcelona hasta conseguir que la trasladen al frente; el aburrimiento de la inacción; las jornadas extenuantes después de los ataques; el cansancio y los bajones de salud; las condiciones difíciles de los establecimientos hospitalarios donde le tocó trabajar; la carencia de condiciones higiénicas, de instrumental o de medicamentos; las falsas informaciones que generaban alerta o momentos de pánico; las muertes continuas de pacientes que no superaban las terribles heridas de la metralla;… Pero, a la vez, también como contrapeso emocional, los encuentros con otros brigadistas para charlar o tomar unas cervezas; los paseos por el campo, por las carreteras próximas, al hospital de destino; los baños en el río; los bailes en el mismo hospital o en casas particulares; los encuentros con compañeros o compañeras para tomar una copita, un vermut o enhebrar una conversación que les animara, los descansos para recuperar fuerzas; la correspondencia recibida y enviada; algunos viajes o algunas visitas de conocidos; los ratos de lectura; el estudio para aprender español… Aunque el conflicto era gordo y en los frentes llovían obuses, bombas y balas, también había treguas que permitían cierto relax. Agnes escribe comentarios con sentido del humor o narra anécdotas refrescantes: “6.1.37. Durante una batalla, los artilleros se dieron cuenta de que se estaban quedando sin municiones y enviaron un mensaje al pueblo más cercano: <Mandadnos tan pronto como podáis un camión de granadas>. Poco después llegó al pueblo un camión en el que iban varios campesinos radiantes de satisfacción. Ante el asombro de todos, empezaron a sacar del camión un cargamento de los frutos llamados granadas…” En otra entrada del diario, se refiere a la enfermera Margot Miller, calificándola de neurótica y anotando: “… Nadie le hizo caso y ella saltó por la ventana al piso de abajo, pero resultó ilesa. Dos hombres –uno de los cuales le había gritado que cerrara la ventana después de saltar- bajaron corriendo, cogieron una camilla y la encontraron de pie lloriqueando…”. En ocasiones, anota sorprendentes noticias: “7.7.37. He leído un artículo en la prensa que hablaba de las bibliotecas y de las clases que hay en las trincheras para los chicos que quieren aprender a leer…” o “25.9.37… Ayer dijeron que habíamos avanzado 12 kilómetros. Aquí el optimismo está a la orden del día. Nuestro quirófano está situado en lo que antes era el matadero, un lugar muy apropiado”. Agnes, en su diario, deja constancia de su paso por los distintos hospitales de guerra en los que estuvo: Grañén, Poleñino, Sariñena y algunas semanas en Fraga o en Boltaña.
El libro contiene, a continuación, un amplio índice onomástico y, finalmente, un álbum fotográfico de 43 páginas, con una selección muy ilustrativa de fotos de algunas de las gentes y los lugares por donde transcurren las historias del libro.
Como dice J. Keene, en la presentación para esta edición: “Agnes se sentiría muy orgullosa, no me cabe duda, de que su diario se pueda leer por fin en español, y estaría aún más contenta por el hecho de publicarse en Aragón”.
Ojalá te anime, con estas líneas, a leer este documento curioso y potente sobre algunos episodios de la pasada Guerra Civil.
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