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CENTENARIO DE MIGUEL HERNÁNDEZ

1.  El día 30 de octubre de 1910 nacía en Orihuela, Miguel Hernández y

fallecía el día 28 de marzo de 1942, en la enfermería de la prisión de Alicante. Pastor y Poeta fueron sus ocupaciones preferentes. Murió, tres años después de terminar la guerra, en una cárcel. ¡Inadmisible que un hombre que luchó con las palabras como única arma, fuese encarcelado y dejado morir en una lóbrega prisión, enfermo de tuberculosis! Fue aquel un acto de crueldad,  que condena a todos los que intervinieron en el proceso que llevó a ese desenlace y también  acusa a quienes pusieron las condiciones para que tal suceso ocurriese. Miguel nos dejó poemas de fuerza imperecedera, impresos en algunos libros de títulos ya conocido: Perito en lunas; El rayo que no cesa; Viento del pueblo; Cancionero y romancero de ausencias; el hombre acecha… o seleccionados en diversas antologías.

 A lo largo de todo este año, se han realizado multitud de actos, organizados por las más variadas instituciones y colectivos, honrando su memoria. Hoy, cuando se cumple ese Centenario de su nacimiento, aquí en esta página nos ocupamos también de este hombre que perdió su vida por luchar con las palabras para denunciar la injusticia y dignificar al ser humano.

 Es éste, un pequeño homenaje a Miguel, con este acróstico formado con versos de sus poemas, tomados al azar; un juego que, en ocasiones, puede ofrecernos resultados sorprendentes:

Me duele este niño hambriento.

Igual que un clamor inmenso.

Gentes de la hierba mala.

Unidos al agua pura y a los planetas unidos.

En un rincón enmudecen cartas viejas, sobres viejos.

Lanzados de sangre a sangre y de deseo a deseo.

 

He poblado tu vientre de amor y sementera.

Encima de los fusiles y en medio de las batallas.

Rival del sol, porvenir de mis huesos y de mi amor.

No soy de un pueblo de bueyes.

Alegrarás la sombra de mis cejas.

No hay extensión más grande que mi herida.

Desde las trémulas mesas donde se apoya el recuerdo.

Escríbeme a la tierra que yo te escribiré.

Como un Zapato sin pie, como un traje sin hombre.

Y en esta dirección de mi página web, una posibilidad de trabajo en relación con la vida y la obra de Miguel Hernández, en forma de Repertorio Alfabético Documental (RAD): http://macoca.org/repertorios-alfabeticos-1-miguel

  

2. Para completar este post, tomo prestadas unas hermosas y hondas palabras de mi amigo Julián Olivera Martín. Es un texto de evocación y recuerdo y una suerte de homenaje a un poeta que el considera grande, porque grande es Miguel; una grandeza que se acrecienta con el paso del tiempo. Van a continuación las palabras de Julián, escritas con la sensibilidad y la emoción de alguien que las posee a raudales:                                                                                          

RECUERDO DE MIGUEL EN SU CENTENARIO

 Hace muchos años que fui a Orihuela; era un gozo pasear por aquellas callecitas en torno a la catedral. La ciudad desgranaba su ritmo cotidiano, su agitada rutina de cada día; la calle principal vibraba de animación, con el casino, con los bares y comercios, con el puente sobre el Segura. En uno de esos bares, inesperadamente, un verso de oro “compañero del alma, compañero” rompió el murmullo atolondrado del local; busqué emocionado a los paisanos del poeta que así lo recordaban: eran unos jóvenes que tomaban café en el mostrador; quise acercarme, no lo hice y me limité a mirarles con gratitud.

 Estaba en la cuna de un porta único, dulce y áspero, jubiloso y triste: Miguel Hernández. Miguel pastoreaba un rebaño de cabras por estos campos fecundos. Después, recorría la ciudad como repartidor de leche. Era un zagal predestinado. Con sólo estudios primarios, hizo gala muy pronto de una increíble riqueza lingüística, de un prodigioso caudal ideológico. Miguel tenía una capacidad de asimilación fabulosa. Leía con avidez libros y más libros: Gracilazo, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Góngora… Dio enseguida, por ventura, con el único núcleo juvenil oriolano batido por la inquietud y la espiritualidad: el que se reunía en la tahona de los Fenolls, los hermanos Efrén y Carlos.

 Allí iba también quién pronto se convertiría en el primer mentor de Miguel: Ramón Sijé, un muchacho cultivado, universitario, que tuvo con nuestro poeta amistad entrañable. Murió Ramón Sijé muy joven, a los 22 años, y la elegía que Miguel le dedicó en esta triste ocasión es, sin disputa, una de las más bellas y conmovedoras que se hayan escrito en cualquier idioma:

 “Yo quiero ser, llorando, el hortelano

de la tierra que ocupas y estercolas,

compañero del alma, tan temprano. 

 

A las aladas almas de las rosas

Del almendro de nata te requiero,

Que tenemos que hablar de muchas cosas,

Compañero del alma, compañero.”

 La sombra de Miguel me ha perseguido sin descanso, por esquinas y plazas, en el pretil del puente sobre el Segura, absorto frente al monte que alberga al Seminario. Veo a Miguel en los campos inmediatos, detrás del rebaño de cabras, tocando la siringa pastoril, durmiendo a la intemperie para sentir mejor la voz misteriosa del viento, soñando bajo el limonero, el almendro y la higuera; buscando en el cielo su estrella ensangrentada.

  

 3. Y ya para terminar, he seleccionado el poema “Canción del esposo soldado” para compartirla desde esta página y terminar esta sencilla celebración, este recordatorio, leyendo:

Canción del esposo soldado

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hasta mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano.
Y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos,
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

 

6 comentarios

Víctor M. -

Es un texto muy bueno porque habla de Miguel Hernández, de cuando nació, de cuando murió, qué hizo durante su vida… También habla de que se cumple el centenario de su nacimiento y me han gustado los versos con las letras de su nombre.

Inés P. -

Me ha gustado el acróstico de los versos de algunos poemas de Miguel Hernández porque esta muy bien hecho. También me ha gustado el poema que hizo Miguel Hernández cuando su mejor amigo murió, porque allí pone sus sentimientos.

Mariano -

Hola, Silvia:
Siempre me gustó Miguel Hernández y me impresionó su voz, hecha palabra. Y estoy muy de acuerdo con lo que dices. Quienes pusieron música a las palabras, a los poemas, hicieron una gran labor en la divulgación de los mismos. A mí no me molesta; más bien al contrario, que cuando leo algunos poemas de Miguel, de Federico, de Rafael, de Antonio…, a la vez que leo, canto; no lo puedo evitar… Bueno, hay tantos sucesos negativos y tristes cada día, que estos recordatorios que enaltecen el valor de las palabras y nos acercan algunas vidas llenas de sensibilidad, son como una pequeña fiesta. No nos privemos de ella. Un abrazo.

Silvialuz -

Hola Mariano! me pareció hermoso tu homenaje, creativo, cariñoso y respetuoso.
Yo conocí a Miguel Hernández a través de Joan Manuel Serrat, después leí algunos poemas más. Me parece que los cantores hacen un bien enorme a los poetas popularizando sus obras. Un abrazo

Camila Q. -

Miguel Hernández murió de una forma muy cruel y eso me parece muy mal pero por otra parte el hizo muchas cosas antes de morir. Los familiares de Miguel seguro que están muy orgullosos de él porque escribió poemas y libros muy interesantes y a los niños y adultos le gustan sus poema y libros. A mí lo que mas me gustan son los libros porque hablan de la vida real y son muy buenos.

Lucía M. -

Es muy bonito lo que has puesto en el blog,recordando la injusticia de por qué murió y la injusticia de encarcelarlo sin haber hecho nada.