Hablando con mis zapatillas
Ya sé que no es algo que ocurra con frecuencia...
Esta mañana he estado hablando con mis últimas zapatillas. Las iba a colocar dentro del armario de mi mesilla de noche, después de haber pasado por la lavadora anteayer... Son unas “Columbia” que compré en una tienda outlet de Escalona, antes de viajar a París el pasado otoño... Tienen un nombre curioso. Me recuerdan, por un lado, las fiestas de Labuerda de mi niñez, cuando venían a tocar los músicos de la orquesta estadillana “Jaz Columbia” y, por otra parte, los viajes del transbordador Columbia que empezaron en 1981 y cuya vida útil terminó llevándose por delante a siete astronautas que lo tripulaban el 1 de febrero de 2003 al desintegrarse pocos segundos después del despegue. También he oído hablar de la Universidad de Columbia, sita en Nueva York, en la que se graduaron gentes como Paul Auster y Barack Obama, además de otros presidentes gringos y demás personalidades. Ya veis que esto daría para un monólogo largo...
Les digo que llevan el nombre de la empresa que las diseñó y las fabrica (aunque es muy probable que hayan sido fabricadas en algún país alejado de aquel en el que se fundó la compañía, debido a la deslocalización empresarial tan de moda). La empresa en cuestión es la Columbia Sportswear Company, radicada en Estados Unidos que fabrica y distribuye ropa deportiva y que se fundó en 1938.
Sentado en la cama, con las zapatillas a mi lado y mirándolas fijamente, hago un repaso por su currículum, que también es una parte del mío. El caso es que tengo un asomo de pena en esa situación, al verlas paradas desde hace ya muchos días. Les digo que estuvieron en París (a donde llegaron en un TGV); que pisaron el asfalto de la República francesa, que entraron en el Louvre, cruzaron varios puentes del Sena, caminaron por la Plaza del Ayuntamiento y soportaron mi plantón mientras contemplaba cómo había quedado Notre Dame. Subieron a ritmo cansino por las escaleras de caracol del Arco de Triunfo y más tarde, recorrieron la distancia hasta el Arco de la Defense. Descansaron en el barco que navegaba por el Sena, pero antes habían caminado rodeando la Torre Eiffel y habían subido las cuestas de Le Sacre Coeur. Les digo que estuvieron en el Centro Pompidou y en el Museo de Orsay, en contacto con arte de vanguardia y con obras maestras de muchas épocas diferentes... No me alargo más con la experiencia parisina, aunque quedan muchos lugares por citar, para no cansarlas ni cansaros...
Mis zapatillas Columbia siguieron sumando kilómetros, unas veces por asfalto, otras por tierra y piedras; por caminos y montes o por suelo encementado. Les recuerdo los paseos diarios por diferentes enclaves de Labuerda: escollera del Cinca, carretera de San Vicente, caminos de la huerta, montes mirando setas... De tanto pasar por los mismos sitios, seguro que reconocen los caminos “sin mirar”, incluso han tropezado más de una vez en la misma piedra, en la misma raíz levantada de un viejo caixigo o en un tocón demasiado alto... Les recuerdo que, en ocasiones, han viajado cómodamente en coche hasta el lugar donde íbamos a comenzar la caminata, en distintos lugares de Sobrarbe... Viajaron a Zaragoza y pisaron la orilla izquierda del Ebro, entre tierra y hierba; cruzaron puentes e incluso llegaron a algunos centros de la cultura como el CaixaForum o el Paraninfo universitario para asistir, silenciosamente, a la visita de varias exposiciones...
Han paseado por Figols de Tremp y algunos otros enclaves del Pallars Jussá. Me acompañaron hasta la Vall Fosca y caminamos juntos hasta el campamento Flamisell donde estuve yo en 1972 a lo largo de quince días. Fue un momento de intimidad, compartiendo recuerdos... Ese día, visitamos otros lugares del valle que ha excavado el río del mismo nombre... También estuvieron conmigo en la Terreta, una subcomarca del Pallars, y llegaron y llegamos juntos al pueblo de Sapeira, de donde proceden algunos de los ancestros de Mercè... Reconoceríais, les digo, sin problemas, las calles de Fraga, incluido el itinerario seguido para llegar al casco viejo. Me acompañasteis a la inauguración de una exposición fotográfica en el Palacio Montcada. Antes también os llevé conmigo cuando vimos la que habían montado en el espacio FotoEnric sobre “Chamineras de Sobrarbe”, con fotos que fui haciendo a lo largo del tiempo...
Vuestro último servicio, antes del parón, fue acompañarme a la ciudad portuguesa de Oporto y, por tanto, viajar en avión. Vuestro primer viaje en avión, por cierto, je, je., les digo. Caminamos kilómetros y kilómetros cada día y cuando llegaba al hotel, ¡cómo agradecíais que os liberara de mis pies y os dejara tomar aliento un buen rato! En ocasiones, zapatillas y pies estabais tan exhaustas que hacíamos algún trayecto en los viejos y encantadores tranvías porteños. Así y todo, recorrimos ambas orillas del Duero y respirabais descansando cuando hacíamos el recorrido por medio del río en barca. Ya tenéis dos ríos navegados en vuestro CV: el Sena parisino y el Douro portugués. Me acompañasteis a la librería Lello e Irmao, al café Majestic o a la Casa Portuguesa del Pastel de Bacalhau... En los tres casos, fueron momentos de descanso para vosotras -zapatillas que ahora miro- y para mis pies, pues permanecimos sentados recuperando energías o realizando mínimos desplazamientos... Cruzamos uno de los puentes de hierro, el de Luiz I, por las dos pasarelas para peatones, de ida y de vuelta, asomándonos al río y al espectacular atardecer que nos regaló el horizonte...
Y ahora, un momento antes de cerraros dentro del armario de mi mesilla de noche, siento algo de tristeza porque ya llevamos más de una semana sin que ni vosotras ni yo hayamos pisado la calle. Además, las noticias que nos llegan no son muy alentadoras, por lo que va a pasar mucho tiempo hasta que podamos andar las calles y los caminos juntos, descubriendo rincones y geografías. ¡Zapatillas Columbia, no os olvidaré nunca! Y en cuanto abran la veda de caminar, saldremos juntos y recuperaremos viejas sensaciones... Y, diciendo esto, cierro el pestillo de la mesita y sumerjo a mis zapatillas en la más completa oscuridad... Así es la vida de las cosas y las relaciones de cariño que establecemos con algunas de ellas...
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