SEMANA BLANCA. Una crónica festiva y natural
Termina el mes de febrero y disfrutamos de una inusual “semana blanca”. Inusual porque no es una semana y porque es inusualmente larga este año. No sé quién acuñó el término, pero ya hace años que la tal semana quedó reducida a dos días lectivos más el “finde”. Este año, en Fraga, al coincidir una de las fiestas locales de los días del Pilar con que ya era fiesta autonómica, pedimos recuperar esa fecha y se colocó en esta “semana blanca” para alargarla un poco y así pasó de tener dos días a tener tres días lectivos de fiesta. Una ganancia festiva que, a estas alturas de trimestre (y con lo que queda todavía este año), se agradece; en realidad, se ha agradecido, porque cuando escribo esto, el “festivo acueducto” está ya casi finiquitado.
Subimos el miércoles por la tarde a Figols de Tremp, esa isla rural que nos acerca a la tierra y nos aleja de cualquier veleidad. En el portamaletas del coche, al margen de ropas y comida, tres cajas con la producción completa de “gurriones”. Ese mismo día, antes de comer, habíamos pasado por la imprenta a recoger la edición completa del número 122 (http://macoca.org/IMG/pdf/El_Gurrion-122.pdf) y cargábamos con ella en un viaje que debía desembocar en Sobrarbe.
Viajar entre semana por las carreteras de montaña suele ser bastante tranquilo porque no hay demasiado tráfico y así transcurrió el recorrido hasta nuestra primera parada. Nos detuvimos en Pont de Montañana a comprar algunos dulces de panadería y afrontamos desde allí el tramo más duro del viaje: los 17 kilómetros de curvas hasta llegar a Figols. Menos mal que arreglaron hace poco el firme de la carretera y, al menos, por ese lado la cosa está aceptable, pero las curvas… Me cuenta Mercè que cuando ella era pequeña, todos los lunes había mercado en Tremp y que el “coche de línea” bajaba desde Arén hasta Tremp, cargado de personas, con cestas y fardos, que iban a vender y a comprar… Calculábamos cuánto tiempo debía de emplear el autobús en el viaje, pensando en cómo estaría la carretera en aquellos tiempos y la velocidad a la que podría ir uno de aquellos viejos “coches de línea”… Comentábamos también cómo vivirían aquellos viajeros y viajeras la experiencia semanal de salir de sus pequeños pueblos y llegar al más gran de la comarca a reencontrarse con conocidos, comprar lo necesario, comer con lo traído en la cesta o la alforja; con suerte hacerlo en casa de algún conocido o familiar y regresar en el día… Va bien rememorar esas vivencias y evocar épocas pasadas, así uno se siente afortunado y las curvas parecen menos curvas y la distancia se hace más corta y la vida, desde luego –al menos por estos pagos- resulta muchísimo menos esclava y más confortable.
Aunque el tiempo era agradable, lo más urgente, nada más llegar a Figols y entrar en casa, era encender el fuego. Tarea que resultó muy fácil porque disponíamos de leña a mano y además leña muy seca. Recuerdo algunas imágenes de películas en las que llegan los protagonistas a una casa solitaria en el monte y encienden el fuego al instante (se lo encuentran todo misteriosamente preparado); bueno, pues con buena leña hasta se hace creíble esa imagen de efectividad y rapidez en el encendido del “fogaril”. Abrimos los porticotes, miramos en las cuatro direcciones a las que está orientada la casa y vimos que en las montañas del norte había bastante nieve y un asomo de ventisca.
El atardecer salpicaba de nubes el cielo y pude hacer algunas fotografías aceptables, jugando con las formas y los colores de las nubes y con la iluminación –extraña luz, mezclada con neblina- que se vislumbraba en el horizonte norte. La noche acudió temprana y dejó la casa en la más completa oscuridad. Si durante el día, el silencio sólo lo rompen los cantos de los pájaros y algún lejano ruido de motor, por la noche, aquél se hace impenetrable; sólo algunas ráfagas intermitentes de viento se dejan oír, como fantasmas que abrazasen la casa y cuidasen de ella hasta la llegada de la luz del alba.
El jueves dedicamos la mañana a podar las parras, limpiar la era de brotes de arbustos que nadie plantó, pero que cada año crecen con fuerza (de ahí lo de “mala hierba nunca muere”, que luego también se aplica a algunos seres humanos, aunque en el caso de éstos casi siempre se conoce a los responsables, je, je) y reparar un poco los vallados, asegurando estacas o atando de nuevo la tela metálica… Los almendros, por su parte, están viviendo una situación difícil. Debido a problemas de tiempo, no pudimos recoger todas las almendras en su momento y ahora se encuentran en un conflicto bipolar: por un lado, la bonanza de tiempo de este mes de febrero los ha hecho florecer y, por otro, aún conservan almendras del año anterior… Es decir que en varios árboles, coinciden a la vez las flores que anuncian futuros frutos y los frutos procedentes de antiguas flores… ¡Si los árboles hablaran, preguntarían si no tienen motivos para quejarse de esta especie de esquizofrenia vegetal, por no recoger el fruto a tiempo! Pasamos la tarde, expuestos a un sol delicioso, recogiendo almendras que siguen teniendo muy buena pinta y que, cascándolas, salen muy sanas y buenas.
La bandada de palomas que tiene el tejado de nuestra casa como campo de aterrizaje o como atalaya de observación y lanzamiento, no han parado de ir y venir a lo largo del día; los cuervos solitarios o en pareja nos sobrevuelan con frecuencia dejando oír sus sonoros graznidos; los buitres, silenciosos, vuelan en círculo sobre el pueblo, en el que también resultan familiares los vuelos de los milanos, muy cercanos al basurero comarcal… Jilgueros, carboneros, pinzones, mirlos, gorriones, lavanderas… van y vienen, se posan aquí y allí cantan de nuevo y empiezan a emparejarse. Especialmente llamativas son las cabriolas y picados de una pareja de lavanderas comunes (“engañapastores”, en mi pueblo) que, suponemos andarán en celo.
Y una noche más desciende sobre Figols. El fuego encendido llena la cocina-comedor de un ambiente acogedor, en el que apetece leer, charlar pausadamente, mirar cómo crepitan las llamas… es momento también para preparar el envío de los “gurriones”. Hoy toca preparar los sobres con los cuños correspondientes y las direcciones. En medio centenar de sobres hay que colocar también ejemplares del número 63 de Bibliotelandia (http://macoca.org/IMG/pdf/BIBLIOTELANDIA_63.pdf), pues sus receptores o receptoras son amigos y amigas que recibirán ese boletín con ilusión; personas que también están dedicadas a labores escolares, bibliotecarias o literarias. Además, me gusta escribir una breve nota para acompañar esas publicaciones y saludar a las amistades y eso requiere tiempo. Entre los dos, un rato antes de cenar, dejamos preparados más de trescientos sobres que llenaremos mañana de revistas… ¡Tiempo de “gurriones”, en voz baja!
El viernes bajamos a Tremp a desayunar y a hacer unas compras. Nos damos un paseo por el centro del pueblo-ciudad, con muy poca gente debido seguramente a lo temprano de la hora y a que estamos en febrero. Aprovecho para hacer alguna foto curiosa: hay rótulos en algunas tiendas que son muy atractivos, que ya tienen años y conservan un diseño que el neón y la modernidad se llevó por delante: “Casa Roure”, “Confecció i moda Llobet”, “L´Estrella”… Fotografío una pancarta que proclama con claridad: “¿Autopista eléctrica?, no”, manifestando claramente la oposición a la conexión eléctrica resucitada que uniría España y Francia para intercambios eléctricos…O un anuncio relacionado con “L´hora del conte”, previsto en la Biblioteca Pública María Barbal de la ciudad, en la que se contarán “Contes del bosc”; una iniciativa interesante en el Año Internacional de los Bosques. Encuentro también recios “trucadors” en puertas también recias y viejas y contemplamos, como contrapunto, los edificios públicos nuevos con los que se ha dotado la ciudad que son varios, llamativos, nobles y ampulosos.
Cuando llegamos a Figols, el día se ha asentado con una calma ambiental y un sol que invitan a permanecer en el exterior de la casa; de modo, que armados de sendos cubos, nos acercamos a ordeñar “almendreras”hasta la hora de comer. Por la tarde, penúltimo acto relacionado con los “gurriones”. Los embolsamos y los dejamos colocados de nuevo en las cajas en los que han subido. Luego damos un largo paseo pisando fósiles y disparando fotos, por los alrededores de la casa. Verdean los sembrados, hay agua en los torrentes, vuelan aves de distintas especies en todas direcciones, abundantes bellotas alfombran todavía algunos bosquetes de encinas, algunas oliveras, muertas hace tiempo, desprovistas de su piel, se mantienen erguidas como queriendo conservar una suerte de dignidad vegetal, ofreciéndose a la vista como mudas, originales, atractivas y sorprendentes esculturas y algunos troncos del mismo árbol se hallan perforados con el percutir increíble de algún pájaro carpintero que tal vez, en algún momento construyó en ellos su morada… Los paseos por la naturaleza original están siempre llenos de sorpresas y más llenos de preguntas que de respuestas…
El sábado nos levantamos, recogemos, cerramos la casa y seguimos viaje hasta Labuerda. Nos sorprende que en el trayecto desde Figols hasta Pont de Montañana no nos cruzamos ni nos adelanta ningún coche; no recordamos que tal cosa nos hubiera pasado nunca. No paramos hasta L´Aínsa, directos a descargar en correos. Por fin, los “gurriones” llegan a su destino: la oficina de correos desde la que partirán a cada uno de los domicilios consignados en los respectivos sobres. Y, una vez más, El Gurrión verá la luz en el mes que le corresponde; en este caso, el mes de febrero. Yo creo que entre el día 28, lunes, y el día 1 de marzo, martes, la revista estará en las manos del 80% de suscriptores y suscriptoras. Como responsable voluntario de la publicación de la revista, cumplir ese reto también me satisface.
En Correos, me encuentro con Antonio O. (trabajador de la oficina y antiguo alumno de mi primer año de maestro, en la escuela de Boltaña) y me recuerda algo que me hace mucha gracia, pero que hacía decenas de años que no me había pasado por la cabeza. Dice: “¿Aún juegas a fútbol con los alumnos?” Yo le contesto que ni en broma, que ya no tengo edad y, añade, “aún me acuerdo cuando venías a Boltaña y hacíamos partidos; tú jugabas con unas botas chirucas y siempre ganaban los que iban contigo…” Nos echamos unas risas y compruebo el efecto que tiene que alguien recuerde algo que compartió contigo, pero que tú tenías totalmente olvidado. Desde esa conversación con Antonio, no he dejado de darle vueltas a ese puntual recuerdo y me veo –ahora sí- compartiendo esos partidillos con chavales de 11 años, yo que andaba con veinte tacos encima. Sus palabras activaron alguna zona oscura de mi memoria.
En Labuerda hemos terminado de pasar este bonito puente; a orillas del Cinca contemplando y pisando la irregular alfombra de cantos rodados multicolores que jalonan las orillas, viendo deslizarse el agua (azul intenso) y escuchando el ronroneo producido por ese discurrir ininterrumpido. Hoy, domingo, también hace sol, aunque el viento que sopla del puerto es bastante frío; no en vano, en lo alto de las montañas se asoma una intensa ventisca que seguro traerá más frío todavía, como anuncian estas “mujeres del tiempo” que pueblan ahora todos los telediarios. Al final, es posible que en más de un sitio, la “semana blanca” acabe blanca de verdad. No estaría mal que cayera más nieve; eso aseguraría una mejor primavera.
5 comentarios
Mariano -
Ya sabes, o ya te lo digo, que en realidad soy un maestro en constante expectativa de aprendizaje, que me encontré con la biblioteca escolar hace más de 23 años, como un reto con mucho futuro, (porque estaba todo por hacer) y que ahí sigo, acompañado de algunas maestras y de algunas madres y de algunos niños y niñas Un abrazo.
bibliolibre -
Un abrazo y sigue siendo un bibliolibre
Mariano -
Aprovecho el mismo comentario para responder también a Anny. Como ya conoces algo la zona en la que está el enclave de Figols, te haces una idea. Hacía tiempo que no hacía un tiempo tan agradable (¡vaya juego de palabras que me he marcado!). En esas circunstancias todo resulta más fácil. Muy bueno lo del posible avistamiento de un animal inesperado en el Cinca Aunque lo viera, no sé si lo diría, después de la experiencia con la nutria fragatina, je, je.
Espero que esta semana recibáis en vuestra casa de Gante un ejemplar del número 122 del pajarico de papel que tan en deuda está contigo. Un abrazo
Anny -
Después de dejar pasar unos cuantos de tus textos sin dar comentarios (me faltaba un poco el tiempo y mucho la inspiración..), aquí estoy de nuevo.
Me ha gustado mucho este poste y me alegro que hayaís pasado tan bien esta semana blanca, en el fondo ni una semana y ni blanca (en el sentido que no ha nevado). Pero en cierta manera, esta seudosemana o acueducto, como tu la llamas, unió la blancura de las montañas nevadas al horizonte, con su aspecto invernal, a la de los almendros en flor cerca de la casa, ya dando un ambiente primaveral. Esta vez el tiempo ha mostrado su cara amable con mucho sol y cielos azules, rompiendo con la tradición de traer lluvias abundantes durante los puentes y vacaciones. Conozco la carretera sinuosa entre Pont de Montañana y visitamos Figols de manera breve el otoño pasado, y no cabe duda que es un lugar de calma y tranquilidad, de grandes vistas y donde uno se puede sentir cerca de la naturaleza. Aprendo que el sitio tiene una rica avifauna, sin olvidar los de papel en su sobre, esperando de volar desde Aínsa a los lectores impacientes de recibir el número 122. La descripción del paseo a orillas del Cinca en Labuerda me decepciona un poco. Al menos había esperado la observación de algún animal acuatico interesante, por ejemplo un cocodrillo o un hipopótamo o algo de este estilo, que aumentaría un poco la biodiversidad de este umbilical y quizas entablaría unas pequeñas reacciones..
un abrazo
Silvia Luz -
Como te escribí en un comentario en "La Cadiera..." he conocido tu comarca por tus palabras, ahora quiero ver si le has hecho justicia.
Por acá sigue muy caluroso todavía. Un abrazo.