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NAGASAKI

Su nombre suele pronunciarse, asociada a otra ciudad, pero siempre en segundo lugar. A veces, incluso, queda silenciada por el dudoso honor de haber sido la segunda ciudad arrasada con una bomba nuclear. La que destruyó Hiroshima se llamaba “Little Boy” y estaba compuesta por uranio enriquecido. La que cayó sobre Nagasaki tenía por nombre “Fat Man” y estaba compuesta por plutonio.
Hoy hace también 60 años de ese cruel acontecimiento. En Nagasaki se calcula que murieron 75.000 personas. Los supervivientes de aquel fatídico día (HIBAKUSHA) y los nacidos con posterioridad han recordado hoy en Nagasaki a los muertos y a los heridos y han vuelto a recordarnos a todos que barbaridades de ese calibre no deberían volver a ocurrir nunca más.
Kiyomi Kouno tenía 14 años cuando la explosión de Hiroshima. Fue maestra de enseñanza primaria. Guarda tristes e imborrables recuerdos de aquellos días y le gustaría que los americanos visitaran Hiroshima, como ella visitó Pearl Harbor y sintió el dolor al saber que muchos americanos quedaron sepultados en el interior de los buques, tras el bombardeo. Fujie Yamada cumplía 22 años aquel 9 de agosto en Nagasaki. Dice: “La bomba robó las preciosas vidas de mi familia. Desde entonces nunca he vuelto a celebrar mi cumpleaños”.
Estos días, el nuevo gobierno iraní ha dado luz verde para seguir con sus experimentos de desarrollo de la energía nuclear. Europa y Estados Unidos ven en ello una amenaza, pues la distancia entre el uso de esa energía con fines pacíficos y con fines bélicos es muy tenue (y bien lo saben ellos, sobre todo los USA que fueron quienes inauguraron el ranking bombardeando Hiroshima y Nagasaki).
Siempre vivimos con esa fatídica doble moral que hace que algunos inventos, descubrimientos y adelantos, que podrían beneficiar y que benefician a la humanidad, tengan un lado oscuro del que se aprovechan los malos y malditos que habitan entre nosotros, sembrando la amenaza, la muerte y la destrucción.

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