TIEMPO DE MERMELADAS
(Un preámbulo: Antes de hablar de lo que quiero escribir, me gustaría copiar la frase que le he oído hoy en televisión a una señora cubana que estaba barriendo la calle donde vive, en La Habana. Le preguntaban sobre la inminente llegada de uno de los huracanes que visitan cada año las costas cubanas y sobre el por qué limpiaba. Sólo se nos ha permitido escuchar una parte de su respuesta; los “cortes” en la tele son realmente cortes; esto ha contestado: “Debemos tener las calles limpias para toda contingencia ciclónica…” Me he quedado totalmente sorprendido y maravillado de la naturalidad de su expresión y del vocabulario utilizado… En realidad, lo ha dicho con la misma dulzura de la mermelada.)
Compartimos con Mercè la afición y el gusto por hacer mermeladas. Nuestros hijos comparten, sobre todo, el gusto por comérselas. Estos últimos días de agosto solemos aprovechar para hacer acopio de frutos y realizar esa dulce transformación. Primero fueron los higos verdes. Ana bajó de San Vicente, donde trabaja, una hermosa bandeja, regalo de la familia Antón, que tanto la cuidan y unos cuantos más que cogió ella en la higuera de la pared de la iglesia. Una vez realizada la cocción, en el caso de los higos, es conveniente triturar la pasta final, antes de meterla en botes y hervirla al baño María. El resultado es una mermelada de bonito color y de textura espesa muy agradable para los desayunos y las meriendas.
Hace un par de días, me levanté temprano y me fui a coger moras. Había localizado una zona de zarzales en la que había materia prima de buena calidad: moras gordas y bastante maduras. Al cabo de un rato había cogido dos kilos y llevaba conmigo, incrustadas en manos y brazos, decenas de espinas que me habían hecho otras tantas heridas. ¡Vaya faena, el tema de coger moras! Unas pocas para ir picando en el paseo vespertino, no es problema, pero cuando quieres coger cantidad y tienes que meterte en medio de los zarzales, la cosa se pone curiosa. Total, que llegué a casa con el dulce botín, pero con heridas de combatiente. Tras una noche, puestas a macerar con azúcar, las hemos cocido y puesto en botes. La mermelada de moras tiene un olor muy agradable y un sabor también exquisito y el color negro de la misma contrasta en la estantería con las otras mermeladas. Este año, al menos por Labuerda, las zarzas han sido generosas y hay una buena cosecha. Cuando éramos pequeños, íbamos por los caminos, cogíamos moras y las ensartábamos en una hierba larga llamada “lastón” y luego nos las comíamos.
Hoy le ha tocado el turno al tomate. En casa la mermelada más apreciada es la de tomate. Mi padre cultiva una materia prima de primera calidad; hace pocos días cogimos un tomate que pesó un kilo y 350 gramos; tomates grandes, de un rojo intenso, afrutados, que huelen y saben a gloria. Todos los amigos y amigas que pasan por casa y tiene la oportunidad de probarlos coinciden en no haber comido nunca tomates como los del abuelo Mariano. De tomates tan afamados no puede salir mermelada mala. Esta mañana hemos hecho con Daniel una buena recolección y por la tarde, Mercè ha preparado unos cuantos: pelados, cortados y azucarados hasta mañana, para ser cocidos y envasados… Cuando estudiaba interno en Huesca (hace muchos años), cada vez que mi madre me mandaba la ropa lavada, en la caja adicional, siempre había un botecito de mermelada. No se me olvidará jamás. Yo creo que las madres saben a mermelada… Luego, con el curso escolar en marcha, poco después de levantarte por las mañanas, cortas unas rebanadas de pan, pones unas cucharadas de mermelada encima, y así se endulzan los neblinosos días del otoño o los más fríos del invierno y le das una alegría al aparato digestivo.
(P.D. He tenido que hacer un alto en el texto; tanto hablar de mermeladas, no he podido resistir la tentación de acercarme a la nevera, coger un botecito que nos dio mi madre hace unos días, de manzanas del campo de casa y hundir cuatro veces la cucharilla en su interior. ¡Deliciosa!)
7 comentarios
Anónimo -
lipi -
Mariano -
Pako -
Un delicioso pastel de Moras, cocinado por Montse y con receta y autorización de Nina , nuestra amiga de Latre, ha sido colofón a tan fructífera cosecha. Un abrazo de unos nuevos vecinos de Caldearenas...
(Por cierto, ya me leí el libro de la escuela de Caldearenas: Precioso!)
Mariano -
Elena y kamile -
Kamile-.En mi casa de Lituania,la madre de mi abuelo siempre hacía mermeladas. Cuando probábamos las mermeladas yo siempre me quedaba boquiabierta. La madre de mi abuelo aún sigue haciéndo mermeladas buenííísimas. La mermelada que más me gustaba que hiciera era la de frambuésa.
Elena-.Las mermeladas de mi abuela están para chuparse los dedos.Mi abuela no hace las mermeladas muy amenudo pero cuando las hace siémpre las como con pan y mantequilla.
Kamile-.Mi abuela nunca ha hecho mermelada de higo pero creo que debe de estar buenííísima.
Elena-.Mi abuela tampoco hace mermelada de higo pero algún día le diré que haga una de higo,la quedré probar.
¡ Qué buénas las mermeladas!!!. Saudos
Fina -
¿Mermelada de higos y moras?...nunca las he probado. Es curioso, ni se me habia ocurrido. Mi suegra tambien se mete en faena haciendo mermelada de melocotón, pero ¿de higos?...¡¡y eso que estamos en Fraga!!. Da igual, a mi no me van las mermeladas ni la fruta confitada, solo la fruta fresca, pero me sorprende la variedad de mermeladas que haceis.
Un saludo muy dulce.