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SOBRARBE, LABUERDA Y URDICETO

Llevaba un mes sin viajar a Sobrarbe y tenía unas ganas enormes. Ya lo he dicho muchas veces, pero lo repetiré: Sobrarbe es el territorio de mi infancia y, eso, ni se elige ni se cambia. A pesar de que la movilidad geográfica, cuando yo era pequeño, era también pequeña, en el Instituto de L´Aínsa estudiaba con compañeros y compañeras de muchos pueblos de la comarca: de Lafortunada, de Escalona, de Boltaña, de La Fueva, de L´Aínsa, de Bestué, de Santa María de Buil, de Guaso, de Banastón, de El Pueyo de Araguás, de Puyarruego… y esa mezcla de gentes de un territorio (entonces sin la conciencia comarcal que se tiene hoy día) tan dispar, nos enriqueció a todos y contribuyó a crear lazos afectivos que todavía perduran hoy día.

 Y dentro de Sobrarbe, el trocito de comarca con el que más me identifico es, naturalmente, Labuerda. El pueblo de nacimiento, donde viví la infancia y a donde vuelvo siempre que puedo. Es un territorio emocional: los primeros recuerdos, unidos a mis padres y hermanos, a la casa familiar, incluso a las instalaciones anejas: las cuadras, los corrales, los pajares, los graneros… estancias de juegos pero también de las primeras actividades que te acercaban la noción de trabajo. La vida de un niño de pueblo que convivía con otros de diversas edades (en aquel tiempo de descubrimiento de las relaciones y de los conflictos). Todos los críos y crías éramos a la vez amigos y enemigos, dependía del día y del conflicto que nunca duraba más de un rato (como ahora, menos cuando intervienen los adultos agravando las situaciones siempre). Murió mi padre, pero todavía resiste mi madre para avivar la memoria y recordarte de donde venimos, de qué familia somos…

El sábado pasado, después de comer con ella y hacer una ligera sobremesa, partimos con Mercè remontando el valle del Cinca. La primera idea era subir hasta Escuaín a ver si cogíamos algunas setas, pero en el último momento, cambiamos de idea y continuamos viaje hasta más arriba de Parzán, para adentrarnos en el valle de Urdiceto. Una vez te desvías de la carretera que te conduciría a Francia (a 12 kilómetros de la frontera), tomas una pista de 11 kilómetros que te lleva al ibón de Urdiceto (http://www.geocities.com/Colosseum/field/3844/rutas9.htm); un lago represado, situado por encima de los 2.300 metros de altitud. La pista, en ocasiones, está poco transitable, ya que el desnivel que soporta es grande y en época de tormentas, se hacen canaluzos que la convierten en impracticable. Ya tuvimos que darnos la vuelta en una ocasión anterior. Esta vez, parece que han pasado máquinas recientemente para alisarla un poco y hacerla más llevadera. A pesar de eso, hay tramos que se hacen complicados y acaba uno golpeado y casi magullado de tanto movimiento y Mercè con los brazos doloridos de los golpes del volante.

 Hacemos una primera parada en un lugar que nos parece propicio para que haya setas, pero aunque damos unas vueltas mirando por debajo de los bojes y de los pinos y abetos, no encontramos nada. Aprovecho para hacer las primeras fotos de algunas setas no comestibles y de algunos paisajes. Volvemos al coche y seguimos subiendo. En la segunda parada tenemos suerte y encontramos ya una buena cantidad de robellones. Algunos especialmente bonitos: turgentes, de color brillante y muy sanos; otros también con gusanos en su interior o medio secos, de “floraciones” antiguas, que dejamos en el mismo lugar.

La tarde es espectacular, como los paisajes que nos rodean, embellecidos por los reflejos del sol que hacen brillar el agua o la hierba, o los innumerables líquenes que tapizan artísticamente todas las piedras. Además, el calorcillo del sol alivia el fresco de las zonas sombrías y el cielo está nítido y convierte los horizontes (aquí hay que mirar continuamente para arriba) en espacios bien visibles por la ausencia total de esa neblinas incómodas que estropean los paisajes de fondo.

 Cambiamos de ubicación y seguimos cogiendo robellones e imaginando que esa noche cenaremos un trozo de generosa naturaleza.

Convenzo a Mercè para seguir hasta el lago, ya que estamos a mitad de camino. La ascensión sigue siendo trabajosa y el movimiento de nuestros cuerpos dentro del coche, cada vez que cogemos una piedra, salvamos un desnivel, etc, continuo. Al final parece que llegamos, pero no llegamos, una curva más, otra que viene a continuación… Por fin arribamos a lo más alto. Encontramos cuatro coches aparcados al lado de la caseta refugio, de nueva construcción, pero nadie en el interior de los coches ni del refugio (como digo, nuevo y bien acondicionado para poder pernoctar allí, hacer de comer… siempre que te hayas acordado de subir leña, porque a esa altitud no hay árboles ni restos.leñosos de ningún tipo). El sol alumbra con fuerza desde lo alto y en esa posición echa por tierra mis intenciones de hacer fotografías en condiciones, pues sus reflejos queman las fotografías y se cuelan de manera imprevisible. Hago fotos parciales del lago y de las montañas circundantes. De una de ellas, vemos y escuchamos descender una pequeña cordada de unas diez personas que habrán ido de travesía, pero que ya regresan porque la tarde ya está avanzada. Hacemos algunas fotos más e iniciamos el regreso. La bajada es igual de complicada o más (pasa lo mismo cuando subes y bajas andando zonas de mucho desnivel; la bajada suele ser más dificultosa que la subida). Hay que frenar continuamente y conducir con tacto, para evitar que los traqueteos se multipliquen y lleguemos magullados.

 

Paramos un par de veces bajando y seguimos cogiendo setas. Ya hace rato que llenamos la cesta y ahora las vamos colocando en la parte trasera del coche, sueltas. El botín ha sido interesante y regresamos contentos de nuestra suerte. Aún paramos en Escalona para aprovisionarnos de carne de la comarca y ya en casa, ante el regocijo de mi madre que no come nunca pero que se alegra de la cosecha, limpiamos una buena ración y las guisamos para la cena.

 Ya en casa, ocupo parte del tiempo en buscar materiales de mis tiempos de estudiante de magisterio. Mi amigo Enrique S. quiere hacer un trabajo con algunas personas del Plan del 67 (un plan de formación que duró solamente 4 ó 5 años, pero que tenía buena pinta). Recupero alguna libretita donde apuntaba desde chistes (¡qué malo he sido siempre para contar chistes!) a películas que veía, alineaciones de equipos de fútbol, etc. Recupero revistas de los primeros años setenta: Dos ejemplares de la Gaceta Ilustrada, con páginas especiales dedicadas Los Beatles y a Los Rolling Stones; recortes de periódicos con los triunfos de Luis Ocaña; algún reportaje del legendario “7 Fechas”; un ejemplar de la revista Triunfo con Miguel Hernández en portada, etc. Recupero algunos cuadernos, algunos libros de texto y miro los subrayados y las notas copiadas directamente en los libros; libros de lectura de la colección Rotativa de Plaza y Janés (Vuelo nocturno, El mono desnudo, El desafío americano…); tebeos del Llanero Solitario y otros. Recupero la Memoria que tuvimos que hacer al finalizar la carrera (en mi caso en junio de 1974), fotos de viajes y salidas y algunos materiales del primer curso que trabajé en Boltaña (74-75). Cuando subo a Labuerda siempre paso algunas horas en el salón-cuarto de trabajo, rodeado de muchas cosas que tiene para mí un especial significado…

 

El domingo por la mañana bajamos a L´Aínsa comprar un ejemplar del Diario del Altoaragón. Se publica una página entera dedicada a  la revista EL GURRIÓN (http://www.elgurrion.com), en la que se cuenta su historia y el largo viaje de 29 años hasta la actualidad, con 116 números publicados. Es una serie de textos sobre las distintas asociaciones de Sobrarbe y la periodista que va a escribir sobre ellas –Inma Casanovas- decidió empezar por ésta, lo cual es muy de agradecer. Quien esté interesado, puede leer el texto en el siguiente link (http://www.diariodelaltoaragon.es/SuplementosNoticiasDetalle.aspx?Sup=1&Id=593400). Un paseo por la orilla del Cinca en Labuerda, antes de comer, también es una idea activadora de todos los sentidos y eso que el río no baja en plenitud, pues hace días que no llueve y los “puertos” están sin una gota de nieve. Encontramos a dos personas que vienen de coger setas en abundancia; éstas son setas de chopo, encontradas en los tocones de estos árboles que se cortaron hace un par de años. Cuando pasamos por allí, todavía podríamos haber cogido un buen montón, pero no llevábamos recipiente alguno y aunque barajamos la posibilidad de regresar a por ellas, la pereza puede más y las dejamos para otros.

Por la tarde, tras la comida familiar, viaje de regreso a Fraga, con las pilas cargadas y una buena bolsa de robellones para seguir disfrutándolos.

 

P.D. Y en estas, que se muere Mercedes Sosa, “La Negra”, una mujer con una voz potente y comprometida. Escuchar “Alfonsina y el mar” o “Canción para mi América”, “Gracias a la vida”, “Sólo le pido a Dios”… es un momento emotivo e intenso. Todos los periódicos de ayer hablan de su muerte. En El País, José Antonio Labordeta escribe una minúscula columna y dice: “Un día tuve el honor de cantar junto a ella para denunciar la brutalidad de la dictadura argentina”.  La brutalidad de todas las dictaduras que en el mundo son y han sido y que segaron la vida y el futuro de millones de personas. Sus canciones la devolverán momentáneamente a la vida.

6 comentarios

Mariano -

Hola, Mamen:

A veces los “seteros” son tan impenetrables como los “truferos”, que parecen miembros de una extraña secta. Casi nadie dice la verdad sobre las setas; si preguntas, o te dicen que “este año hay pocas”, “que no han salido porque no ha llovido” o te mandan a lugares con pocas probabilidades de coger nada… Bueno, aquí no publico fotos porque decidí que éste debía ser un blog para la palabra exclusivamente, pero si te apuntas al facebook y “te haces mi amiga”, verás un montón ya de álbumes de fotos, entre los que también hay uno dedicado a las setas, con imágenes captadas este día. Gracias por leer y por escribir. Un abrazo.

Mamen -

Lo que cunden algunos fines de semana...alguna foto si que podrías colgar, más que nada, como refuerzo a los dientes largos que nos has puesto con tu narración a los que, el Sobrarbe, lo vivimos menos de lo que nos gustaría.
En mi CRA nos hemos metido ahora en un proyecto para todos los pueblos y niveles sobre las setas...ya veremos, porque aquí, no sueltan prenda de dónde salen las setas jaja
Un saludo

Mariano -

Bueno, Carlos, ¡qué le vamos a hacer! La verdad es por la zona de Sobrarbe no ha llovido mucho y sólo puedes coger algunas por encima de mil metros de altitud. Luego ya sabes que la suerte influye mucho, sobre todo cuando vas a sitios donde nunca has cogido y también la intuición, que es una cosa que funciona aunque sea difícil de explicar. Gracias por calificar de interesantes estas historias. Ya ves que son pequeñas narraciones de lo que uno va haciendo, sin más. Seguro que tú también podrías escribir las tuyas. Un abrazo.

Carlos -

Interesantes historias las que nos muestras.
Yo el otro día también fui a coger setas pero no tuve suerte.

Mariano -

Estimada Silvialuz:
Pues es que, últimamente, las aventuras habían sido urbanas y no es lo mismo, aunque cada una tenga su “qué”. Personalmente, en la montaña es donde me encuentro mejor y sin subir a lo más alto (ni soy alpinista ni tengo interés en coronar ni grandes ni medianas cimas). Me gusta ver los árboles y observar algunos ejemplares detenidamente; sentir el ruido del agua del río o del riachuelo próximo, contemplar los musgos y los líquenes, plantas y flores, arbustos, formaciones geológicas, rocas… La naturaleza: tanto la espectacular, como la que está alrededor de uno, proyectándose siempre como un milagro que lleva sus ritmos sin que nos demos cuenta y sentir que no nos necesita para nada. Un abrazo

Silvialuz -

Hola Mariano:
Ya me estaba extrañando que no escribieras alguna aventura en el blog. Me alegro que hayas disfrutado el domingo. Un abrazo