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EL PAÍS VASCO (I): BILBAO Y PARTE DE VIZCAYA

Hay geografías que uno no acaba de conocer nunca porque la vida y el azar lo transportan hasta allí siempre fugazmente… Durante varios años, el regreso del Viaje de fin de Primaria desde Cantabria tenía como penúltima parada Bilbao. La intención, desde que se abrió el museo, era visitar el Guggenheim con los chicos y chicas. La parada duraba lo que nos costaba dar una vuelta por el exterior y visitar los interiores del complejo y muy atractivo edificio. Finalizada la visita, vuelta al autocar y salida de la ciudad por el mismo lugar que habíamos entrado.

 

Estos días de octubre, coincidiendo con las fiestas del Pilar, hemos viajado con Mercè hasta el País Vasco, con intención de conocerlo un poco mejor. Conocerlo bien supondrá regresar hasta allí unas cuantas veces más, pero eso ya es hablar del incierto futuro.

Llegamos a Bilbao el sábado día 10 de octubre a primera hora de la tarde. El viaje desde Fraga, por autopista, cuesta menos de cuatro horas, aunque tomándolo con calma y parando un par de veces se alargue hasta las cuatro y media, aproximadamente. Una vez instalados en el hotel, salimos a caminar y recorrer el casco viejo de la ciudad: Ayuntamiento, Iglesia de San Nicolás, Teatro Arriaga, Mercado de la Ribera, Plaza Nueva y calles aledañas, para empezar. Sorprende la Plaza Nueva llena de elevados soportales y arcos espectaculares que cierran un gran recinto rectangular, lleno de bares y terrazas, donde poder comer excelentes pinchos y donde tomar unos cafés con leche, llenos de espuma cremosa. Al día siguiente comprobaríamos que los domingos por la mañana, los soportales de dicha plaza se llenan de puesto de mercadillo donde comprar libros viejos, plantas, minerales y fósiles, recuerdos de todo tipo…

 

Las calles del casco viejo son bastante espaciosas y hay una animada afluencia de público que callejea o se sienta en las terrazas de los bares, al aire libre, aunque esté goteando o lloviznando ese tozudo chirimiri que, poco a poco, va calando en la ropa.

Cuando salimos de esa zona, nos dirigimos a los alrededores del Guggenheim y allí comienzo mi festival fotográfico. Exteriormente, el museo es ya una grandiosa obra de arte y desde cada ángulo puedes percibir una nueva forma, un nuevo reflejo. Como la tarde está por lloviznar y parar y medio salir el sol, la luz va cambiando y la visión también. Toda la ría se ha vuelto peatonal y se aprecia una transformación que la ha devuelto a la ciudad, convirtiendo lo que, sin duda eran recintos industriales o portuarios, en un espacio ciudadano por el que pasa gente incesantemente, la atraviesa por puentes de nueva factura y puede contemplar el esplendor de los viejos edificios pero también el de las nuevas construcciones, en las que el vidrio gana la partida.

 

Una de casualidades, de las que tanto me gustan. Ese sábado compramos El País en Fraga, pero no lo leímos hasta el anochecer, antes de salir a cenar, tras un descanso en el hotel. En el suplemento Babelia, descubrimos que en las páginas 16 y 17, se le hace una entrevista precisamente a Frank O. Gehry, el arquitecto autor del Guggenheim de Bilbao. No deja de ser curioso que, en el mismo día, coincida esa entrevista en el número 933 de dicho suplemento y nuestra llegada a la ciudad. Es probable –casi seguro- que en algún otro número o en varios del suplemento hayan hablado también de Gehry, pero sonreímos por la coincidencia. Al día siguiente, domingo día 11, volveremos a sorprendernos porque en El País Semanal, aparecen cuatro páginas con este título: “La mujer que enseñó arte a Guggenheim”, un reportaje en el que se explica la relación de Hilla von Rebay con Solomon R. Guggenheim que desembocó en la creación y apertura del Museo Guggenheim de Nueva York, (en 1937), aunque posteriormente, en 1959, se abrió en su definitiva ubicación con el edificio obra del arquitecto Frank Lloyd Wright. Y ahí quedó la cosa.

 

El domingo por la mañana, el viaje terminó en la localidad de Plentzia. Lluvia intermitente mientras recorrimos sus callejas, situadas como gradas escalando el promontorio en el que sobresale la torre de la iglesia con funciones de campanario y torre vigía sobre la ría. En el escudo que hay en la fachada de la casa Torre Barri se encuentra, según dicen los papeles, uno de los epígrafes más antiguos documentados en euskera: “Muxica arerioacaz aginca, Butroe celangoa da oroc daquie garaia nago eria gordeazo”. La leyenda está traducida en varios sitios, así que te la dejo como un ejercicio de búsqueda documental para lograr descifrarla. Bonito el museo dedicado a las actividades pesqueras y a los viajes marinos a tierras americanas de esta villa volcada al mar. Situadas ahora en un pequeño parque se encuentran algunas piedras de molino: molino de marea de Gazteluondo, que funcionó en la margen derecha de la ría hasta 1960. Al verlas no pude evitar acercarme y fotografiarlas, como homenaje al esfuerzo de mis amigos belgas Luc y Anny que han escrito un precioso artículo para el próximo “gurrión” y que viajaron hasta Epernon (cerca de París) para recabar información y realizar algunas fotos sobre la fabricación en esa localidad francesa de piedras de molino que llegaban hasta el Sobrarbe. En el regreso hacia Bilbao nos acercamos a unos preciosos acantilados, en las cercanías de Sopelana, y a un parque-paseo que permitía una bonita vista de la villa de Getxo.

 

Ya de vuelta, Bilbao nos recibió con un tiempo inestable; subimos en ascensor hasta una zona alta de la ciudad desde la que pudimos contemplarla con un nuevo ángulo de mira. Allí, curiosamente, una ciudadana a quien preguntamos por el santuario de Begoña, nos animó encarecidamente a que bajáramos de nuevo a la zona de la ría para volver a subir en romería hasta la ermita (junto con toda la gente que empezaría la ascensión hacia las siete de la tarde) puesto que ese día era precisamente Nuestra Señora de Begoña, “…y por eso van las niñas vestidas así”, nos dijo, señalando a sus hijas pequeñas balanceándose en un columpio. Agradecimos el consejo pero lo dejamos correr. No habíamos venido a Bilbao para ir de romería y mucho menos para bajar desde donde estábamos y volver a subir andando y continuar hasta lo alto del monte. No obstante, la propuesta fue divertida…Tomamos varias fotografías y descendimos caminando para salir casi delante de la Universidad de Deusto.

 

La primera vez que escuché ese nombre fue de labios de mi padre. Estuvo allí tres meses confinado cuando aquello cambió de centro universitario a campo de concentración, en la pasada Guerra Civil. Allí vivió experiencias agridulces. Las primeras, relacionadas con el régimen disciplinario interno, el hacinamiento, la escasez de alimentos, el mercado negro y, en general, con el estado del prisionero que no sabe ni por qué ni hasta cuándo. En el número 91 de la revista El Gurrión (correspondiente a mayo de 2003), páginas 22 y 23, escribí un artículo titulado “Mi padre estuvo en la Universidad” en el que contaba algunos de sus recuerdos de ese tiempo y de esa experiencia. Decía que los recuerdos eran agridulces: el único recuerdo dulce era la presencia, cada dos o tres días, de la mujer de un teniente que le traía, sobre todo, alimentos recién cocinados: “un pan redondo abierto y lleno de sardinas rebozadas o carne empanada o costillas rebozadas…” Cuando lo recordaba aún le parecía mentira que aquello hubiese sido verdad; alimentos que compartía inmediatamente con los “amigos” que el azar colocó a su lado. La casualidad hizo que el teniente que había almorzado muchos días en nuestra casa de Labuerda viviese en Bilbao y que mi padre fuese a parar allí. Cuando se enteró, se puso en contacto con su esposa y le rogó que fuera a visitar a mi padre y le llevase todo lo que le hiciese falta.  El teniente servía en el bando nacional y mi padre estaba preso por servir en el republicano. La humanidad en aquel tiempo ya no sabía de colores ni banderas (en algunos casos). Lamenté interiormente, delante de la fachada del noble edificio, que mi padre no pudiera nunca más viajar a Bilbao y pasearse por delante de aquella Universidad en la que estuvo un tiempo sin pagar la correspondiente matrícula, pero pagando un peaje inolvidable.

 

El paseo, ría abajo y ría arriba, del resto de la tarde nos desveló definitivamente lo que la ciudad ha recuperado, muy probablemente, a la sombra impulsora de ese gran centro de la cultura que es un Museo Guggenheim: los puentes del Ayuntamiento, de Zubi Zuri, de la Salve, de Deusto, de Euskalduna permiten pasar de un lado a otro de la ría con facilidad; otros edificios como el controvertido (por su imagen externa) Palacio de Congresos y de la Música, el Museo Marítimo, el Palacio Euskalduna, la futura sede de Iberdrola, el extenso parque que se sitúa delante del museo y los paseos y las zonas peatonales que permiten caminar horas y horas.

 

El día 12 partimos con lluvia de la capital de Vizcaya y nos dirigimos hacia Gernika-Lumo (camino de San Sebastián). Queríamos visitar esta ciudad (que imaginábamos más pequeña) y que tanto simbolismo acumula, tras el bombardeo que sufrió por parte de la aviación alemana en la pasada Guerra Civil. Mientras estuvimos en sus calles, no cesó ni un momento la lluvia. Aparcamos cerca del mercado que cada lunes se llena de productos hortícolas y artesanales y que atrae a una gran cantidad de gente: frutas, verduras, ristras de pimientos rojos para secar, setas, planta de lechuga, de coles, etc., alubias de distintas formas y colores, quesos, flores, herramientas… La lista es realmente interminable. El euskera se escucha por todas partes, como lengua de comunicación. Compramos un kilo de las afamadas judías de Gernika y un queso. De allí fuimos a la Casa de Juntas. Visitamos la Sala de Juntas, donde se celebran algunas reuniones políticas y donde se produce el juramento del Lehendakari. Siguió lloviendo. Nos hicimos fotos en el exterior, junto al tronco del roble cuyo ciclo de vida finalizó en 2004 y fue sustituido por el actual, plantado en 2005, con 19 años de edad. Recogí algunas bellotas del suelo que tenían buena pinta y salimos de ese entorno simbólico e histórico para dirigirnos a visitar las esculturas de Eduardo Chillida y Henry Moore, situadas en el Parque de los Pueblos de Europa y posteriormente hacer una fotografía del Guernica de Picasso, reproducido en cerámica, a tamaño natural. También fotografié el bonito rótulo de las “Escuelas Públicas” de la ciudad, esculpido en las fachadas de dos grandes edificios que se miran de frente; lo hice con gusto porque, incomprensiblemente, los responsables políticos de cargaron hace tiempo esa denominación de escuela o de colegio público, sustituyéndola por esas inefables siglas que no quiero ni reproducir. El tiempo inclemente nos disuadió de otras visitas y volvimos al coche para continuar nuestro viaje hacia la capital de otra de las provincias vascas… Pero eso tendrá que ser contado en otra ocasión.

 

P.D.: José Saramago está en Italia y afirma que no hay diferencia entre la escritura de un blog y la literatura. Su último libro “El cuaderno”, es un repaso literario de la actualidad mundial escrito a lo largo de un año y medio en su blog (http://cuaderno.josesaramago.org). Y como esto es un blog también, pues me alegro mucho.

 

 

9 comentarios

Mariano, el gastrónomo -

Yo sólo quería confirmar la calidad de las alubias de Gernika. Aunque, a decir verdad, no sé qué parte corresponde a las bondades innatas de las alubias y qué parte a los buenos oficios de Mercè guisándolas. ¡Buenísimas!, regadas con el vino tinto “Castillo de Olite” y, de postre, un café colombiano (regalo de mi amigo Santi) con “tejas artesanas” de Artajona (Navarra)… Excelentes productos gastronómicos, los que te proporcionan algunos viajes.

No he leído ese libro de Antonio Muñoz Molina, pero sí recuerdo haber leído alguna reseña en Babelia. Lo tendré en cuenta, puesto que Muñoz Molina es un autor que me gusta; también estoy frecuentemente de acuerdo con sus formas de ver algunos aspectos de la vida.

Anny -

Hola Mariano

Seguí pensando al título y autor de ese libro, y esta mañana, de repente, me lo acordé del título y busqué el autor con Google. Se trata de "Ardor guerrero" de Antonio Muñoz Molina y todo se desarrollo en el cuartel de San Sebastián.

Anny

Mariano -

Hola, Anny:

A mí también me gustan tus extensos comentarios que completan y enriquecen clarísimamente el texto matriz, el post inicial.
Lo de la lluvia y Bilbao es una simbiosis que se acepta con deportividad. De hecho, creo que la ciudad resplandece más con algunas nubes (no necesariamente lloviendo, a pesar de que a ratos la lluvia parece agua pulverizada, viéndola a trasluz) que con un sol espléndido que seguro sus habitantes esperan con ansiedad en algunas épocas.

Tu explicación del molino de marea se entiende perfectamente y resulta muy interesante la inteligencia sagaz de nuestros antepasados que fueron capaces de encontrar siempre un medio de canalizar las potencialidades energéticas de la naturaleza en su propio beneficio. Imagino que cuando se habla hoy de energía maremotriz, el sistema debe ser similar (cambiando las ruedas de molino por gigantescas turbinas, entre otras cosas).
Aunque recorrimos algunas localidades de Vizcaya, bien es cierto que nos quedó mucha provincia por descubrir y que ahí dejamos el reto para el futuro.
No consigo dar con ese libro que tratas de recordar. No sé hacia dónde dirigir mis pesquisas.
Bueno, Anny, un abrazo y recuerdos, como siempre.

Anny -

Hola Mariano

Luc y yo nos alegramos que hayaís pasado una semana tán interesante en la lluviosa pero verde Vizcaya y nos ha gustado mucho el relato con todo los detalles y observaciones. Muchas graciás por las preciosas fotografías del molino de marea de Gazteluondo y de mencionarnos en tu texto. Nos sentimos muy honrados de tanto homenaje y estimulados a conseguir con entusiasmo nuestra colaboración con El Gurrión! La mayoría de molinos de marea funcionan solamente después de plenamar y cuando pueden disfrutar del alto nivel del agua (que es detenido por un muro en el río) para tener bastante corriente cuando el agua entra en la planta baja del molino donde se encuentra una rueda que a su vez hace mover las piedras de moler en una planta superior (estan conectados por un eje). Este agua corre después (en general por un canal) hasta la parte del río (mas baja) al otro lado del muro. No se si lo explicamos bien.
En Bilbao fuimos solamente unas veces de pasaje (hace muchos años) y yo pasé en diciembre 2008 (en la lluvia, por supuesto) un buen rato en la cola de la taquilla de billetes de la estación de autobuses (creo que era la víspera del puente de la Constitución) y todo el mundo parecía querer escapar de la ciudad..). Tenía que cojer el bus hacía Santander, donde se desarrollaba el congreso de la Sociedad Española de Ornitología. Entonces, cruzamos la ciudad y pasamos bastante cerca del Guggenheim que me parecía más pequeño de lo que me imaginaba (de verlo en fotografías). Pero seguro que esto debe ser una ilusión óptica. Lo que visitamos ha sido Santurzi (Santurce), que es el puerto de Bilbao y se encuentra situada en la costa del Mar Cantábrico y la desembocadura del Nervión (Ría de Bilbao) a 14 km de la ciudad. Limita al este con Portugalete donde el principal atractivo turístico es le Puente de Vizcaya (también conocido como Puente Colgante) y que es el puente transbordador (la barquilla transbordador traslada peatones) más antiguo del mundo (1893) y una construcción realmente impresionante. Y aquí se terminan, por el momento, nuestras experiencias acerca de Bilbao, que son pocas. A leer tu texto me recordaba de un libro del cual la historia se desarrollaba sobre todo en Bilbao (pienso, pero puede que me equivoco). El problema es que no me acuerdo del nombre del autor ni del título (perdonamé, debe ser la edad) y que el libro está en la casa de Puyarruego y no aquí, no puedo consultarlo. Se trata de un chico que hace su servicio militar en Bilbao (?) o quizas San Sebastián, en la época muy activa de la ETA, debe ser en los años setenta? Cuenta con ironía pero también con humor la vida en la caserna, las ‘costumbres’, el toque de la Diana, la ‘comida’, los ejercicios y todo eso. Me ha gustado mucho. Sabes tu de que libro se puede tratar?
Un abrazo de los dos
Anny

Mariano -

Hola, SilviaLuz:

Saludo a la fiel y constante lectora de estas líneas virtuales que tratan de atrapar lo vivido para que no se olvide del todo.
Ese blog del que hablas no debes detenerlo. Lo que ves, sientes y vives es material sensible y apto para escribir cada día o cada unos pocos días… Escribir es un buen ejercicio para vaciar parte de lo que almacenamos en el interior. En mi caso, una vez que escribo algo, ya me siento más ligero y con más capacidad para pensar y centrarme en otra cosa. Me pasa cuando escribo en el blog y también cuando descargo una idea o un comentario en mi diario-agenda de papel o en cualquiera de las libretas que tengo a mi alrededor. Y no es necesario limitar los temas a nada concreto… Todo lo que está en mi entorno, es susceptible de interactuar conmigo y, por tanto, es objeto de mi curiosidad y objetivo de mi capacidad de observar, analizar y contar… ¡Vuelve al blog, Silvia y dale caña! Un abrazo.

Silvialuz -

Me fui en el viaje y olvidé comentarte algo sobre los blogs. Cuando estaba en la escuela escribí algunas experiencias que realicé para promover la lectura, de eso se trataba el blog, pero ahora no se qué hacer porque ya no puedo seguir con ese tema y no creo tener tu CONSTANCIA, además. Una bloguera de Olivenza me invitaba a escribir las experiencias con mis nietos, pero no creo que de para eso. Bueno la confesión acabó. Un nuevo abrazo

Silvialuz -

Como siempre: viajo con ustedes. En esta ocasión me hiciste recordar mi viaje del año pasado que fue, a mi gusto, demasiado veloz, pero bueno, peor es nada, no? Un abrazo

Mariano -

¡Coño, Antonia, pensaba que estabas desaparecida! No sabía nada de ti desde hace tiempo. Bueno, cómo no voy a acordarme yo de Sevilla y de vuestra compañía. No te preocupes que si me toca bajar por ahí, haré todo lo posible por acercarme y saludaros. Me alegra mucho que hayas entrado en el blog y te hayas decidido a escribir. La verdad es que el viaje ha estado muy bien. Si tuvieras página en facebook, podrías ver las fotos que estoy colgando en ese curioso espacio virtual.
Un abrazo fuerte y saludos a toda la peña del Aljarafe.

antonia -

Bien, me decido a intervenir en tu blog.Ya lo hice una vez, cuando vi el comentario del amigo Tejero al que hace años que no veo, aunque le sigo la pista, pero no sé dónde lo metí que no salió.
me gusta seguir tus viajes y que nos recuerdes, Llevo algún tiempo intentando hacer el recorrido que ha hecho con Mercé. Espero que en tus desplazamientos de este año te acerques por aquí y si no siempre serás bienvenido por estas tierras como viajero. Un saludo