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VISIÓN DE ASIA

Alguno, al leer este título, habrá imaginado: “Este tío nos va a largar un rollo relacionado con las economías emergentes de esa parte del mundo, o se va a centrar en la silenciosa e imparable influencia china en África; tal vez no cuente algo relacionado con los contrastes tremendos entre países asiáticos: Irán, Japón, China, Indonesia…; esa mezcla de etnias, religiones, laboriosidad, meditación, historia convulsa…” Mi “Visión de Asia” no tiene nada que ver con lo anterior; es, simple y llanamente, la historia de un álbum de cromos. Y, para empezar por el final y dejarnos de suspenses, esto que sigue es lo que escribí anteayer por la tarde para ser publicado en facebook, junto con unas cuantas fotografías del citado álbum:

 ¡Bueno, bueno…! La primera colección de cromos, de la que tengo recuerdo, era de chocolates Torras y el álbum se titulaba “Visión de Asia”. El caso es que, nunca llegué a tener el álbum, pero sí algunos cromos que acabé cambiando por canicas “de piedra” o vendiendo (no recuerdo el precio).

Este verano pasado organizamos en Labuerda la IV Muestra de coleccionismo (hay un álbum de fotos de la misma en mi página) en el transcurso de la misma, comenté que la del año próximo podría estar dedicada a los álbumes de cromos (antiguos y modernos; completos o incompletos; de cualquier temática…) El caso es que ya hace días que andaba, por Internet, buscando y finalmente localicé a una persona que ponía a la venta un álbum completo de mi recordado “Visión de Asia”. Como casualmente el propietario vivía en Barcelona, esta tarde, me lo ha traído mi hija Ana y estoy más contento que unas pascuas. ¡Joder, qué poco hace falta para ser feliz…, al menos un rato! 

Los álbumes de cromos fueron los primeros “libros en color” que yo vi en mi infancia, por eso les tengo cierta devoción. Si observáis las fotos (que no me he resistido a hacer, nada más llegar Ana con el álbum), veréis que en cada página hay textos introductorias y pies de foto debajo de cada cromo: ¡¡Una maravilla!!, je, je. (5 de octubre de 2012)

 Ahora mismo, tengo a mi lado el álbum completo y voy a irlo diseccionando porque entiendo que va a ser una forma más de disfrutarlo. Se trata de un ejemplar en un buen estado, sobre todo si consideramos que se editó hace 51 años y se completó, seguramente en ese tiempo. En 1961, yo tenía 7 años; de modo que los cromos de este álbum me debieron llegar cuando tenía 8, 9 y 10 años, pero –como he dicho más arriba- nunca tuve el álbum, que se entregaba gratis en la tienda donde uno compraba el producto. A pesar de eso, guardaba en la memoria  el título y las formas de algunos cromos que reconocí inmediatamente el pasado viernes cuando iba pasando las hojas.

 En la páginas dos del álbum hay una nota, firmada por el Gerente de Chocolates Torras que dice, entre otras cosas: “Nuestro agradecimiento… Y especial gratitud a los Sres. Profesores del Magisterio español, cuya entusiasta adhesión a los proyectos de Chocolates Torras nos han estimulado a proseguir con nuevas ediciones divulgadoras de una enseñanza amena e instructiva que a niños y mayores ha de deleitar…” Es evidente que los álbumes de cromos en la década de los sesenta y setenta cumplían también una curiosa función pedagógica y ese agradecimiento al profesorado hoy tampoco es frecuente. (Hoy no nos agradecen, hoy frecuentemente se nos agrede; hasta el mismísimo “su”nistro lo hace, con frecuencia).

En la página siguiente, leemos:

 Chocolates Torras, casa fundada en 1890

presenta

VISIÓN DE ASIA

álbum de 40 páginas y 202 cromos

La primera hoja dedicada a pegar cromos es un mapa de Asia, puzzle, de ocho cromos y ya allí se nos hace saber que el álbum estrá dividido en cinco grandes capítulos: El Imperio de Gengis Khan – Los viajes de Marco Polo – La India sugestiva y misteriosa – El imperio del Sol Naciente y La conquista de las altas cumbres.

 Los textos que presentaban esos capítulos o que los desarrollaban, llenos en ocasiones de un lenguaje épico, aún hoy resultan atractivos. Nos enteramos que los mogoles, capitaneados por  Temudschin (nombrado a los 28 años Gengis Gran-Khan), en sus conquistas de territorios extremadamente fríos “buscaban un poco el calor abriendo las venas de sus caballos, bebiendo la sangre caliente y cerrando la herida. Se alimentaban exclusivamente de carne y para comer utilizaban solo un cuchillo, pues daban un enorme tajo y lo cortaban a la altura de los labios. Después limpiaban sus dedos en el calzado conservando el cuero crudo, suave y flexible con la continua provisión de grasa”… A ver quién no alucina con estas descripciones.

 Hasta ese imperio gigantesco, en territorio asiático había de llegar un viajero italiano; uno de los más intrépidos viajeros de la historia: el gran Marco Polo. Su padre y su tío, cuando volvieron de uno de sus viajes, le enseñaron la famosa tableta de oro, entregada a Nicolás y Mateo Polo por un grande sucesor de Gengis Khan, el emperador Kublai Khan. La tableta llevaba el sello del emperador y era el salvoconducto para facilitarles el paso y abastecerles de alimento en todo su recorrido. Marco Polo, con quince años estaba deseoso de iniciar sus inimaginables aventuras viajeras. El texto introductorio del segundo capítulo nos cuenta el ataque sufrido por Marco Polo y los suyos por Nodogar, jefe de unos bandidos persas, del que consiguieron librarse; el hecho de que el viajero protagonista fuera aprendiendo idiomas, a medida que viajaba: tártaro, árabe, etc. y que descubriese en Armenia “una fuente de la cual mana aceite en tal y tan grande abundancia que pueden tomarse a la vez 100 cargas de camello. No puede ser utilizado como alimento, pero es excelente como combustible y sirve para curar a los camellos sarnosos o lastimados”… ¿Adivinan qué era?

 Las páginas dedicadas a la India, se centran en sus civilizaciones antiguas, en las “razas” (“La India es el país que nos ofrece más pluralidad de razas”); en las ciudades y paisajes; en su historia (“En el transcurso de su historia, la India ha sufrido una serie de invasiones: arias, dravinianas, macedónicas, mogolas, hasta que en 1751 pasa a ser una colonia inglesa al ocupar Lord Clive el cargo de Gobernador General o Virrey”). Nos habla de La jungla misteriosa (“En los distritos fértiles y no convertidos todavía en terrenos cultivados de la India, reina la jungla”... El “pie de cromo” de uno doble, formado por los números 88-89, dice: “Las luchas entre la cobra venenosa y la mangosta son muy corrientes en la India. Kipling inmortalizó esta lucha en su célebre cuento RIKKI-TIKKI-TAVI, nombre que él dio a la mangosta”); de la arquitectura; de costumbres y curiosidades; de religiones; de arte y una página dedicada a Rabindranath Tagore, gran poerta hindú, Premio Nobel de Literatura en 1913.

 El capítulo titulado “El Imperio del Sol Naciente” se abre con una página de seis cromos titulada “costumbres y curiosidades”: ceremonia del té, arreglos florales, un club de tatuadores, las geishas… Los “paisajes” están presidios por un bonito cromo doble dedicado al monte Fuji-Yama, de 3778 metros de altitud. Le sigue una página de “historia”, convulsa historia, sin duda, la de Japón (con un cromo doble que recoge “la llegada al portaviones Missouri de la delegación japonesa de armisticio, terminando así la Segunda Guerra Mundial”). Las páginas siguientes están dedicadas a los “deportes”, a las “religiones”, al “catolicismo en el Japón”, al “arte”, a las “ciudades” (Hiroshima, Nagoya, Osaka, Tokio…), al “teatro” y a la “arquitectura”.

 Finalmente, las cuatro últimas páginas hablan de “La conquista de las altas cumbres”. No podemos olvidar que en Asia se hallan las cordilleras del Karakorum y el Himalaya y en ellas, los 14 picos más altos del planeta (los catorce ochomiles). Los dieciocho últimos cromos están dedicados a ese asunto. Homenaje a Maurice Herzog , quien el día 3 de junio de 1950 holló la cima del Annapurna y a Tensing Bhutia y Edmund Hillary, quienes ascendieron por primera vez a la cima del Everest, el 29 de mayo de 1953. También hay un recuerdo para el mítico Yeti (el Abominable Hombre de las Nieves).

 Este es el relato apresurado y resumido de los contenidos del álbum, que ahora tengo en mi poder y que celebro con alegría. Esta tarde de domingo otoñal, más calurosa de lo que me gustaría a mí, particularmente, me he entretenido en hacer este pequeño relato descriptivo de un documento divulgativo del tiempo de nuestra infancia, cuando los libros eran en blanco y negro (y la vida también, seguramente, si no nos traiciona la memoria). Entonces, los cromos aportaron las primeras notas de color y nos contaron y nos mostraron el mundo más alejado, los países que –entonces- nunca pudimos imaginar que algún día podríamos conocer con facilidad, debido a los avances en las comunicaciones, tanto en las relacionadas con el transporte, como las que se han desarrollado a través de la tecnología digital-virtual. Yo, desde luego, aprendí algunas cosas con las colecciones de cromos (y terminé pocos álbumes); por eso les tengo una especial devoción. Dentro de unos días os contaré el de “Panorámica de América Latina”, que también he podido comprar, aunque todavía no me lo han enviado. Para terminar, solo añadir que estas colecciones cuyos cromos salían en las tabletas (“pastillas”, decíamos en Labuerda) de chocolate eran especiales… El chocolate estaba buenísimo y los cromos eran un premio añadido…

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