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Coincidencias periodísticas centenarias

Hoy sábado, 2 de noviembre (cuando escribo este post), encuentro dos artículos de prensa, en dos periódicos diferentes, que leo con atención. Entre uno y otro se nos recuerda que en este año 2013, se cumple el centenario del nacimiento del escritor Albert Camus y del fotógrafo Robert Capa. Dos personalidades que pasaron por este mundo dejando una honda e imperecedera huella.


 1.- Las dos páginas centrales del suplemento Babelia (El País) de este sábado están dedicadas a Camus. El artículo lo firma Miguel Mora y lo construye con ayuda de Jean Camus (el hijo del escritor, que tenía 15 años cuando murió su padre) y de Alain Grenier (hijo de uno de los maestros de Camus –el filósofo y escritor, Jean Grenier-).

Albert Camus había nacido el 7 de noviembre de 1913 en Mondovi. Su padre había muerto en la Primera Guerra Mundial. Su madre, nacida en Mahón le enseñó castellano y catalán y, aunque semianalfabeta y algo sorda, fue quien se encargó de su educación. “Ante mi madre siento que pertenezco a un noble linaje: el que no envidia nada”, diría Camus. Su infancia y adolescencia en Argel, la figura de su brava madre española y su profesor de secundaria, Jean Grenier, marcaron profundamente la sensibilidad literaria y humanista de Camus.

 En 1957, al recibir el Premio Nobel de Literatura, dijo: “Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea quizá sea aún más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida, en la que se mezclan las revoluciones frustradas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos y las ideologías extenuadas; cuando poderes mediocres pueden destruirlo todo, pero ya no saben convencer; cuando la inteligencia se ha rebajado hasta convertirse en criada del odio y la opresión, esta generación ha tenido en sí misma y alrededor de sí misma, que restaurar, a partir de sus negaciones, un poco de lo que hace digno el vivir y el morir”.

Leemos esa cita y parece que estemos hablando de la actualidad. Esa es, tal vez, una de las mayores grandezas de Albert Camus: su pensamiento sigue siendo actual.

En ese discurso, pronunciado al recoger el Premio, recordó de manera agradecida y emotiva a sus dos maestros: los que convencieron a su madre para que no dejara y continuara sus estudios, Louis Germain y Jean Grenier.

 El día de su muerte, Camus tenía 47 años; el conductor del coche, el editor de la Pléiade –Michel Gallimard- murió cinco días después. En la maleta que Camus llevaba, había 144 páginas de un manuscrito inacabado, El primer hombre, de fuerte contenido autobiográfico y gran belleza literaria. El libro que se publicaría por decisión de su albacea –su hija, Catherine Camus en 1994- pondría a cada uno en su sitio y demostraría que Camus nunca fue un burgués (como alguno de sus enemigos trató de acusarle), ni un comunista, ni un filósofo, sino un hombre rebelde, un narrador de mundos y un enamorado de la libertad. Lo enterraron en Lourmarin, un pueblecito de la Provenza. Su lápida es la más sencilla del cementerio.

En ese libro al que hemos hecho referencia, se publican al final del mismo dos cartas. La primera se la escribe Albert Camus a su maestro y lo hace pocos días después de recibir la noticia de haber sido galardonado con Nobel de Literatura. La segunda es la respuesta del maestro, de Louis Germain. Copiamos aquí la primera:

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19 de noviembre de 1957

 Querido señor Germain:

 Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Lo abrazo con todas mis fuerzas. Albert Camus.

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 2.- En la página de Cultura del Heraldo de Aragón de este primer sábado de noviembre, el periodista Antón Castro, se hace eco del Centenario del nacimiento de Endre Friedman; sin duda el reportero de guerra más famoso, que acabaría llamándose (y así es conocido en el mundo) Robert Capa.

 “Nació en Budapest el 22 de octubre de 2013, en el seno de una familia acomodada. Su madre era diseñadora de modas y su padre era sastre. Siendo muy joven conoció a una hermosa y joven fotógrafa, Eva Besnyö (1901-2003). Endre seguiría sus pasos y poco después aparecería en su vida otro personaje decisivo, Lajos Kassát. La fotografía le impregnó por completo y su tendencia a la rebeldía frente al régimen fascista de su país le llevaría a marcharse de Hungría: recaló en Alemania y acabaría huyendo del nazismo, hasta que definitivamente se instaló en París“. Escribe Antón Castro en el artículo referido.

 Pronto apareció en su vida una joven de origen alemán, Gerta Pohorylle (1910-1937): una mujer libre en el más amplio sentido de la palabra. Su influencia fue decisiva para “alumbrar la personalidad de un fotógrafo coronado de éxito”. A Gerda Taro (que así acabó llamándose ella) se le atribuye el siguiente razonamiento: “Creamos la ficción de un fotógrafo norteamericano llamado Robert Capa, presuntamente exitoso en su país, con el fin de atraer la atención sobre sus fotos. Decimos que hemos descubierto sus trabajos, de gran calidad, y los ofrecemos tres veces más caros que el precio del mercado”. Una estrategia que, según Castro: “también define a Capa, que será vividor, ambicioso, mujeriego, partidario del juego, del alcohol y un fabulador que roza la impostura”.

 Capa labró su fama en la Guerra Civil española: en Cerro Muriano realizó una de sus fotos más emblemáticas y controvertidas: la de un miliciano cayendo por un disparo enemigo. Captó las estremecedoras imágenes de la Batalla de Teruel (diciembre 1937 – febrero 1938). Acudió también a la Batalla del Ebro. De ese tiempo son las fotos que tomó en Fraga o cerca de la ciudad y que pudieron verse en la exposición que se celebró en el MNAC de Barcelona, entre julio y septiembre de 2009.

 Cuando estalló la Guerra Civil, Robert y Gerda vinieron a España (llegaron a Barcelona el 5 de agosto de 1936) y estuvieron juntos intermitentemente. El día 26 de julio de 1937, Gerda murió en Brunete, arrollada por una tanqueta. Capa escribió en su autobiografía: “La dejé en peligro. Nunca hubiera muerto si yo hubiera estado allí”.

Tras la Guerra Civil española vino la Segunda Guerra Mundial y Capa estuvo en Italia, en Londes y en el día D en el Desembarco de Normandía. En 1947 fundó con otros fotógrafos (Cartier-Bresson, Rodger, Vandiver y David Seymour) la legendaria Agencia Mágnum.

El 25 de mayo de 1954, mientras acompañaba al ejército francés en Indochina, pisó una mina antipersona y murió.

 Dos personalidades con orígenes sociales bien distintos, nacidos el mismo año, con 15 días de diferencia, a miles de kilómetros de distancia, que vivieron intensamente la vida y que, en los dos casos aquélla se truncó de manera violenta e inesperada. Los dos han dejado un legado para la historia y los dos han coincidido (involuntariamente, creo) en asomarse a la prensa este primer sábado de noviembre; con el otoño refulgente y tendido, bajando de las copas de los árboles.

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