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Se muestran los artículos pertenecientes a Agosto de 2018.

Libro: A una milla de Huesca

A una milla de Huesca. Diario de una enfermera australiana en la Guerra Civil Española”. Agnes Hodgson. Edición de Judith Keene y Víctor Pardo Lancina. Prólogo de Gabriel Jackson. Traducción de Isabel Pahissa. Zaragoza: Rolde de Estudios Aragoneses, 2005. 438 páginas

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La primera edición del diario de la enfermera australiana Agnes Hodgson en la Guerra Civil española, data de 1988. La responsable de la misma fue la profesora de Historia Moderna de Europa en la Universidad de Sydney: Judith Keene. En este libro que acabo de leer, además de la traducción de aquella primera edición, se ha añadido un amplio estudio, a cargo de Víctor Pardo, en el que documenta los acontecimientos que tuvieron lugar en la comarca de los Monegros, donde trabajó fundamentalmente Agnes: la llegada de milicianos, las colectivizaciones, la represión, los movimientos del frente… y los nombres de quienes vivieron y murieron aquellos días, como protagonistas de una desgraciada historia que aún marca la convivencia en el país. De modo que la estructura del libro tiene las siguientes partes:

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 .. Prólogo de Gabriel Jackson.

.. Prefacio de Judith Keene.

.. Introducción a la nueva edición de “The last mille to Huesca”, de la citada Judith Keene.

 .. Primera parte: La Guerra Civil Española (LGCE), de Judith Keene, con los siguientes capítulos: Agnes Hodgson y LGCE. La Segunda República y LGCE. Australia y LGCE (La reacción oficial del Gobierno. Los católicos australianos y LGCE. España y el movimiento obrero australiano. El movimiento de ayuda a España).

 .. Segunda parte: Algunas notas sobre la Guerra Civil en los Monegros, de Víctor Pardo Lancina: La sublevación. Una semana de julio / Las columnas de milicianos llegan a Aragón / El aeródromo “Alas Rojas” en Sariñena / Objetivos: Tardienta, Leciñena y Alcubierre / Conferencia de Sariñena y reorganización del frente / George Orwell en la Sierra de Alcubierre / Bombardeos, fusilamientos…, la violencia / Agnes Hodgson y los hospitales de guerra.

 .. Tercera parte: Diario de Agnes Hodgson. Índice onomástico y Álbum fotográfico.

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 En la nueva introducción al libro, Judith Keene escribe, refiriéndose a la protagonista, Agnes: “Los meses que estuvo en Aragón fueron agotadores pero, como me dijo cuando la conocí ya muy mayor, poco antes de su muerte, nunca volvió a sentirse tan implicada en la vida y el trabajo como cuando estuvo en Aragón, y nada de lo que hizo después valió tanto la pena”.

 También nos cuenta Judith en esa introducción que en 1993 se erigió en Canberra (capital de Australia) un monumento a los voluntarios australianos que defendieron a la República española, consistente en un muro de arenisca australiana con un gran mapa de España en bronce, en el cual están grabados los lugares y los nombres de las batallas más famosas de la Guerra Civil.

 Keene relata en el primer apartado de su colaboración, las peripecias que vivieron en Australia quienes deseaban ayudar a la República española en aquel combate contra el fascismo. A pesar de estar tan lejos, algunas personas sintieron la necesidad de apoyar a los republicanos españoles y realizaron verdaderos esfuerzos para explicar su posición, recaudar fondos y construir una mínima base logística para enviar a España toda la ayuda de que pudieran disponer, incluido personal especializado. El análisis que hace Judith Keene, en los siguientes aparatados de su colaboración, es original e interesante, tanto en los datos que aporta sobre España (muchos de ellos conocidos desde otras perspectivas), como los que aporta de Australia, bastante desconocidos; por lo que –globalmente- dota al libro de una mirada necesaria sobre el conflicto español y su repercusión en las antípodas, en base también a las relaciones comerciales que había entre los dos países.

 La aportación de Víctor Pardo, añadida a la edición original del libro en inglés, es un gran acierto porque su lectura, antes de pasar a la del diario de la enfermera Agnes, crea o recrea el contexto bélico que se vivió en aquellos tiempos violentos donde apretar el gatillo ante el pecho o en la nuca de una persona estaba, desgraciadamente, a la orden del día. Víctor recorre los frentes, recorre los pueblos de los Monegros y pone nombre a los muertos y a los verdugos y también ofrece testimonios de personas que no se dejaron llevar por algunas orgías de sangre, que protegieron a personas ante la amenaza de los más violentos. De todos modos, sus testimonios de venganzas y crueldad en muchos de los episodios que ofrece en su texto, ponen los pelos de punta y certifican la barbarie que se instala en tiempos de guerra contra las personas y el provecho que hacen de ese tiempo de confusión, aquellos que tienen instintos criminales o que encuentran en las torturas y en el asesinato, su razón de existir. Al final de su aportación, como dando entrada al diario propiamente dicho, Víctor dedica unas páginas a hablar de “Agnes Hodgson y los hospitales de guerra” y nombra también a algunas de las personas que anduvieron por la comarca, en aquellos fatídicos días, como es el caso del médico epidemiólogo británico, Archie Cochrane que regresó en 1978 a Grañén, en busca del llamado “hospital inglés” y en el que había trabajado casi cuatro meses en 1936. Conversó con muchos vecinos de Grañén que recordaban el citado hospital, convertido en una granja con vivienda… O de la militante comunista, traductora y enfermera, Aileen Palmer que después de organizar el hospital de Grañén, fue trasladada a Madrid y que salió de España en mayo de 1938, exhausta y confusa ante las luchas políticas que se vivían en el Frente Popular, pero que, como dice Víctor: “nunca dejó de trabajar por la República y por los españoles”. Y, añade: “Otras enfermeras australianas como Una Wilson, Mary Lowson o May MacFarlane, mantuvieron  a  lo largo de toda su vida, como Agnes Hodgson, la inequívoca convicción de haber luchado por la más justa de las causas, la de la Libertad”.

 En la tercera parte del libro, encontramos ya la transcripción del Diario de A.Hodgson (pp. 245-377), en el que escribe desde el 24 de octubre de 1936: “Hemos salido de Sydney en el vapor Oronsay…”, hasta el 21 de octubre de 1937, en que llega a Croidon (Inglaterra), desde el aeródromo de Le Bourget (Francia), rematando la anotación de ese día, con un “Y así termina mi largo viaje”. El diario se lee con interés y en él, Agnes va desvelando las dificultades que encuentra al principio; la difícil convivencia con otra de las enfermeras australianas; su estancia inicial en Barcelona hasta conseguir que la trasladen al frente; el aburrimiento de la inacción; las jornadas extenuantes después de los ataques; el cansancio y los bajones de salud; las condiciones difíciles de los establecimientos hospitalarios donde le tocó trabajar; la carencia de condiciones higiénicas, de instrumental o de medicamentos; las falsas informaciones que generaban alerta o momentos de pánico; las muertes continuas de pacientes que no superaban las terribles heridas de la metralla;… Pero, a la vez, también como contrapeso emocional, los encuentros con otros brigadistas para charlar o tomar unas cervezas; los paseos por el campo, por las carreteras próximas, al hospital de destino; los baños en el río; los bailes en el mismo hospital o en casas particulares; los encuentros con compañeros o compañeras para tomar una copita, un vermut o enhebrar una conversación que les animara, los descansos para recuperar fuerzas; la correspondencia recibida y enviada; algunos viajes o algunas visitas de conocidos; los ratos de lectura; el estudio para aprender español… Aunque el conflicto era gordo y en los frentes llovían obuses, bombas y balas, también había treguas que permitían cierto relax. Agnes escribe comentarios con sentido del humor o narra anécdotas refrescantes: “6.1.37. Durante una batalla, los artilleros se dieron cuenta de que se estaban quedando sin municiones y enviaron un mensaje al pueblo más cercano: <Mandadnos tan pronto como podáis un camión de granadas>. Poco después llegó al pueblo un camión en el que iban varios campesinos radiantes de satisfacción. Ante el asombro de todos, empezaron a sacar del camión un cargamento de los frutos llamados granadas…” En otra entrada del diario, se refiere a la enfermera Margot Miller, calificándola de neurótica y anotando: “… Nadie le hizo caso y ella saltó por la ventana al piso de abajo, pero resultó ilesa. Dos hombres –uno de los cuales le había gritado que cerrara la ventana después de saltar- bajaron corriendo, cogieron una camilla y la encontraron de pie lloriqueando…”. En ocasiones, anota sorprendentes noticias: “7.7.37. He leído un artículo en la prensa que hablaba de las bibliotecas y de las clases que hay en las trincheras para los chicos que quieren aprender a leer…” o “25.9.37… Ayer dijeron que habíamos avanzado 12 kilómetros. Aquí el optimismo está a la orden del día. Nuestro quirófano está situado en lo que antes era el matadero, un lugar muy apropiado”. Agnes, en su diario, deja constancia de su paso por los distintos hospitales de guerra en los que estuvo: Grañén, Poleñino, Sariñena y algunas semanas en Fraga o en Boltaña.

 El libro contiene, a continuación, un amplio índice onomástico y, finalmente, un álbum fotográfico de 43 páginas, con una selección muy ilustrativa de fotos de algunas de las gentes y los lugares por donde transcurren las historias del libro.

 Como dice J. Keene, en la presentación para esta edición: “Agnes se sentiría muy orgullosa, no me cabe duda, de que su diario se pueda leer por fin en español, y estaría aún más contenta por el hecho de publicarse en Aragón”.

Ojalá te anime, con estas líneas, a leer este documento curioso y potente sobre algunos episodios de la pasada Guerra Civil.

03/08/2018 15:57 gurrion #. sin tema No hay comentarios. Comentar.

Libro: Tiempo destruido

“Tiempo destruido”. Víctor Pardo Lancina. Prólogo de Ignacio Martínez de Pisón. Edición del autor. Huesca, noviembre de 2009. 339 páginas

 

Precisamente, es el prologuista, Ignacio Martínez el que se pregunta y se contesta en su texto: “¿De qué habla este libro? Evidentemente de la guerra y la primera posguerra en la ciudad de Huesca y algunas localidades cercanas. (…) Habla de violencia que genera violencia, de gente inocente incapaz de escapar a su destino, de un tiempo y un lugar en los que los instintos y las pasiones más viles no encuentran obstáculos para imponer su ley…”

Antes de continuar, con el libro propiamente dicho, me asalta una duda o una preocupación en relación con el autor, bregado ya en la investigación y esclarecimiento de tantas salvajadas perpetradas en aquel “Tiempo destruido”: ¿Qué tipo de protección emocional ha encontrado Víctor para soportar tanto dolor, al margen de su deseo de restablecer el honor y la memoria de quienes fueron vilmente atropellados, negándoseles el tiempo natural de vida? Porque los que leemos sus libros, centrados en la barbarie desatada durante y con posterioridad al levantamiento militar y a la Guerra Civil, sentimos en nuestro interior el escarnio, la vergüenza, el dolor, la humillación, la injusticia manifiesta de quienes fueron víctimas de lo contrario: de la chulería, del odio exacerbado, del poder momentáneo, de la arbitrariedad, del salvajismo extremo de sus verdugos y del dolor, la desolación, la miseria, las agresiones y amenazas etc. de los familiares de quienes, como se ha señalado, fueron víctimas. Sentimos esos atropellos y nos removemos en la silla y llegamos a hablar en voz baja o a pensar en silencio, preguntándonos cómo fue posible tanto odio desatado, tanta perversión, tanto pillaje y, aún más; ¿podría volver a pasar algo semejante, y vernos envueltos en una catástrofe inhumana parecida?

Siete bloques o capítulos tiene este libro. En “Huesca, verano de 1936”, el autor relata los acontecimientos que se suceden en la capital de la provincia desde el mismo día de la sublevación y contextualiza el territorio y la ideología de las huestes fascistas y falangistas que ya venían ocupando espacios y realizando amedrentamientos previos. La capital es tomada desde el primer momento por fuerzas sublevadas y la represión brutal y sin contemplaciones, es automática. “Valiosísimos servicios prestados por falangista y colaboradores de los militares sublevados”. “No hubo compasión ni piedad: solo persecución y muerte”. “En el bar Flor festejan los asesinos las ejecuciones nocturnas y el horror de las víctimas”. “En medio de la barbarie, el Ayuntamiento acuerda reponer los crucifijos en las escuelas”… son los títulos elocuentes de algunos apartados. Las tapias del cementerio de Huesca recibían cada día la visita de unas cuantas víctimas que serían fusiladas sin contemplaciones y de pelotones de asesinos que disparaban a boca jarro y daban un tiro de gracia en la nuca, si hacía falta…Era tal el ensañamiento que alguno de los apresados  fue fusilado dos veces, porque acabó herido tras el primer intento y aún se levantó y llegó hasta la ciudad confuso y malherido. Allí fue descubierto, lo montaron de nuevo en un vehículo, lo llevaron a cementerio y lo fusilaron de nuevo y definitivamente. Especialmente salvaje fue el día 23 de agosto de 1936, en el que los asesinos se emplearon a fondo y terminaron con la vida de un centenar de personas de todas edades y condición, en represalia por el bombardeo que sufrió por la mañana la capital por parte de la aviación republicana. Leer el nombre de uno de los “camisa vieja”, como uno de los más despiadados instigadores y asesino y recordar que me dio clase de “Prácticas de enseñanza”, en la Normal de Huesca en los años setenta, me ha producido un sentimiento inexplicable de asco y repulsión; entre otras cosas porque los alumnos no sabíamos nada de ello, pero seguro que sí lo sabían mucha de “la gente buena de Huesca” y allí seguía ostentando cargos públicos e impartiendo docencia (porque la decencia no la conoció nunca). Los asesinatos de Ramón Acín, de Conchita Monrás se completan paradójicamente, con el saqueo de su casa, de sus obras artísticas, de todo tipo de objetos… Asesinaban al artista, pero se quedaban con su obra… Nivel alto de perversión. Nombres de hombres y mujeres asesinados y también los de los asesinos, para poder maldecirlos eternamente.

Los otros seis capítulos llevan por título:

-       Los músicos de Santolaria.

-       Conjuración para matar a un cura.

-       Crónica de un linchamiento.

-       El médico de la Roja y Negra.

-       El crimen del Barrio Espada.

-       El último tren de Florentino Naves

El autor no se limita a centrar la investigación y el relato en la persona o personas concretas a las que se refiere el capítulo, sino que abre el abanico y va citando a todas las personas y personajes que tuvieron algo que ver, estuvieron relacionados, fueron instigadores o víctimas paralelas. Muchas de las víctimas, lo fueron porque pensaron que ellos no habían hecho nada y, por tanto no les podía pasar nada. Lo cierto es que acabó pasándoles cosas, incluido su asesinato sumario. Llaman la atención, en todos los capítulos, la minuciosidad de las acusaciones que los elementos afectos a los sublevados aportan para condenar a los detenidos (eso cuando los llevan a juicio), porque la mayor parte de las veces, se les fusila sin ninguna explicación. Quiero decir que había alguien en cada pueblo: una o varias personas que convirtieron sucesos lejanos en el tiempo, de poca importancia, una discusión, una negativa, un pequeño enfrentamiento, una opinión…, en cargos graves que condenaban al detenido… En muchos casos, la acusación final era de “auxilio a la rebelión”; es decir, los “rebelados”, los sublevados acusaban de auxilio a la rebelión, precisamente a los que no se habían rebelado… ¡El mundo al revés!

Los relatos de Víctor son espeluznantes, desmenuzando la vida y las peripecias de la gente humilde de los pueblos, donde se produjeron asaltos, detenciones, robos, apropiaciones de haciendas, despojo de bienes… En muchas ocasiones, las historias hablan de familias y personas que vivían con un enorme trabajo y un esfuerzo continuado, con extrema precariedad, que habían visto en la llegada de la República una ocasión de mejorar algo sus condiciones de vida y que, en pocos años, las cosas se torcieron y acabaron sumidos en un tiempo de una violencia inusitada, desproporcionada y arbitraria, que los dejó sin presente, sin futuro, sin vida y dejó a sus familiares igualmente desolados y con un dolor interno e intenso que debieron esconder para que la destrucción irracional no se los llevara también a ellos por delante.

Militares, falangistas, requetés, guardias civiles, curas y obispos y otros grupos, bien protegidos y sin miedo a que les pasase nada, se arrogaron el derecho de limpiar de “rojos” el territorio, bendecidos por la iglesia y a mayor gloria de dios y del caudillo. Sembraron el país de miedo, de terror, con una impunidad detestable. Y se aplicaron a ello, con determinación y celebraron con risas y copas, en muchas ocasiones, las jornadas en las que habían dado caza a uno o varios y los habían despachado para siempre: hombres y mujeres privados de sueños, de aliento y de vida, escarnecidos, insultados, menospreciados, “paseados” y desaparecidos.

Me resulta difícil incorporar más información a este resumen. Este libro no se puede resumir; hay que leerlo, porque cada línea es importante. Y yo, desde luego, no he disfrutado leyéndolo, porque eso es imposible; pero me he sentido bien haciéndolo porque es como si sintiera que les debía ese homenaje de la lectura a quienes fueron privados de su tiempo natural de vida; que era necesario conocer su pensamiento, sus acciones, sus aspiraciones, la fatalidad que se interpuso entre su vida y los asesinos…

Aquí dejo estos comentarios sentidos y no sé si afortunados, por si alguien se quiere animar a leer estas crónicas de un “Tiempo destruido”, dando las gracias a Víctor Pardo Lancina por el enorme esfuerzo que seguro le supuso investigar las vidas de todos los protagonistas, para poder escribir este libro.

05/08/2018 23:13 gurrion #. sin tema No hay comentarios. Comentar.

Libro: "Autorretrato sin mí"

“Autorretrato sin mí”. Fernando Aramburu. Barcelona: TusQuets, 2018, 182 páginas

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Una vez terminada la lectura de este libro, lo primero que deseas es volver a leer algunos textos en los que te has sentido identificado o que te han hecho pensar en relaciones similares o en personas equivalentes a las que nombra Fernando: la madre, el padre, los hijos, los libros, los amigos…

Después de "Patria", que es lo anterior que he leído de Aramburu, uno se encuentra con esta serie de reflexiones íntimas, escritas con un lenguaje cuidado, poético, en las que el autor habla de sí mismo, pero también de quienes lo leemos, porque el lector o lectora encuentra muchos puntos de reflexión íntima, al hilo de la lectura. Y eso, confiere al libro un valor especial, añadido: el que se deriva de esa suerte de interpelación (probablemente no buscada por el autor, pero inevitable, creo yo) que te lleva a pensar en cómo tienes resuelto el tema que acabas de leer y también, creo, genera ganas de escribir. Al menos, ese es mi caso; escribir o  revisar algunos textos personales en los que desarrollé similares temáticas: textos sobre mi madre y los paquetes que me enviaba al internado, el significado de las palabras; el valor de los libros; la pertenencia a un MRP (como colectivo donde hablar, discutir, reír, fumar, cenar…); el descubrimiento de la poesía; el niño que uno lleva dentro; la admiración por Albert Camus; los amigos, las bofetadas que vi dar a compañeros de estudios, por parte de algunos curas… He sonreído a menudo leyendo porque celebraba algunas coincidencias…

Me gustan mucho las frases con las que cierra algunos de sus textos: “No he sido nada del otro mundo, un simple hombre atareado en juntar signos frente a la noche”, en “Las palabras”. “A resguardo de la intemperie, podríamos entonces él y yo pasar las horas entregados al juego y la alegría, retozando desde la mañana hasta la noche en los interminables pasillos de la memoria”, en “El niño interior”. “Luego de habernos despedido, me doy la vuelta para verlo marchar. Compruebo entonces que la mitad de mí se va con él, que la mitad de él está conmigo”, en “Los amigos”. “Cumplida entonces la tarea, me pregunto qué hago mal, cuál es mi fallo, para seguir recibiendo de tiempo en tiempo, desde lo hondo de la memoria, aquella recia bofetada de 1971”, en, precisamente, “La bofetada de 1971”. “Contagiado por Federico García Lorca, he contraído el fervor incurable por la poesía. Ya nunca será lo mismo”, en el texto, titulado “Federico García Lorca”. Y podríamos seguir anotando esas líneas últimas que, como los últimos versos de un poema, cierran éste con acierto.

En total, sesenta y un textos que definen bastante bien –al menos el lector puede suponerlo- la personalidad de Fernando Aramburu. Y eso que ya, desde el principio, define e invita a participar del juego contenido en el título: “Autorretrato”…, pero “sin mí”… Así comienza el primer texto, a modo de presentación: “Habito desde que nací en un hombre llamado Fernando Aramburu. No voy a quejarme. Hay desiertos peores. Este hombre me obliga a madrugar…”

Probablemente sea esta su obra más personal, en la que las reflexiones y la poesía se dan la mano, configurando una obra literaria honda, de lenguaje elegido y cuidado, llena de significados y que invita a la relectura para captar adecuadamente el contenido de cada texto. El veredicto final, como lector, es el de animar a que la leáis y la vayáis releyendo. Está llena der matices, de ángulos sorprendentes, de inesperadas revelaciones y tiene la capacidad de sugerirte que tú también reflexiones sobre lo que el autor te va diciendo… 

09/08/2018 18:56 gurrion #. sin tema No hay comentarios. Comentar.


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