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Se muestran los artículos pertenecientes a Enero de 2015.

"Meacuerdos" santanderinos

Joe Brainard escribió a mediados del pasado siglo un libro de notable éxito, con el título de “I REMEMBER”, en el que hacía un repaso exhaustivo a su vida y escribía breves “recuerdos”. Todos comenzaban de la misma manera: “Me acuerdo de…” El pasado 15 de diciembre, les sugerí a los alumnos y alumnas de 4º C de la Facultad de Educación de Santander que seleccionaran cinco recuerdos personales y los copiaran en una cuartilla. Lo que sigue es la lista que he confeccionado copiando todos los que se escribieron aquella mañana.

 Digo yo...

“Me acuerdo que me hice fumador de “Celtas” cuando estudiaba 1º de Magisterio. Me acuerdo que, en ese curso, estábamos separados los chicos de las chicas. Me acuerdo que al año siguiente se hicieron los grupos mixtos. Me acuerdo que tuve que arreglármelas para desaparecer de la clase de gimnasia cuando había que saltar el plinto. Me acuerdo que la Venus de Milo me la dibujó, del natural, mi amigo Manolo...” - (Macoca)

 Y dicen los alumnos y alumnas:

Me acuerdo de las aventuras pasadas que compartía con mi prima, “gamberradas”, travesuras, etc. Me acuerdo cuando tenía apenas seis años, de los partidos de fútbol con los compañeros, los sábados por la mañana. Me acuerdo de las aventuras en el pueblo, todo el día con la bici, sin aparecer por casa. Me acuerdo de los “donuts” que me compraba mi abuelo, cada vez que le visitaba. Me acuerdo de cuando mi abuela me cuidaba, cuando era muy pequeño. Me acuerdo de lo contenta que me puse cuando nació mi hermano pequeño. Me acuerdo de las mañana de los sábados de mi infancia, cuando mi abuela me llevaba al parque y dábamos de comer a los patos. Me acuerdo de lo bien que nos lo pasábamos cuando nos íbamos toda la familia de vacaciones en verano. Me acuerdo de lo feliz que me puse cuando mi tía me dijo que si quería ser la madrina de mi prima. Me acuerdo de lo emocionante y bonita que fue mi graduación del colegio en la que todos los compañeros de siempre nos separábamos para comenzar la vida universitaria. Me acuerdo de cuando jugué mi primera final de baloncesto, en categoría alevín, la cual ganamos.  Me acuerdo de una final en categoría cadete, cuando a falta de tres minutos perdíamos de 10 puntos. Remontamos y ganamos la final. Fue impresionante. Me acuerdo de un día de las fiestas de mi pueblo el pasado verano. Buen tiempo, amigos que hace tiempo que no veías, buen ambiente… Fue estupendo. Me acuerdo de los veranos que me pasaba en casa de mis abuelos, donde me quedaba a dormir con todos mis primos en una cama de 90 cm. Me acuerdo de mis vacaciones en Salou; eran las primeras vacaciones para mi hermana pequeña. Me acuerdo de las fiestas de navidad con mi familia; en especial del día de Reyes. Me acuerdo de mi abuela que me cantaba muchas cosas. Me acuerdo de las tardes de invierno jugando con mi hermana en casa, al lado de la lumbre. Me acuerdo de la vez que “me pasaron” a bolígrafo, en 2º de educación primaria, en el colegio. Me acuerdo de las tardes de sábado tan divertidas que pasaba con mis padres, mi hermana y mis tíos. Me acuerdo del día que conocí a mi novia. Me acuerdo de los abrazos que recibo en mis visitas al colegio de prácticas. Me acuerdo de la alegría que me llevé al ver ganar al Madrid la décima copa de Europa. Me acuerdo de las vacaciones y veranos pasados con mi novia. Me acuerdo de cada uno de los buenos momentos que he pasado en mi vida con mi padre. Me acuerdo del primer día que vinimos a la universidad y entramos al piso de estudiantes: nos equivocamos de edificio y nos abrió un joven, recién levantado y en pijama, al que no conocíamos de nada. Me acuerdo del Campeonato de España de patinaje artístico de este año porque fue intenso, en cierto modo decepcionante y a la vez muy divertido, ya que mis compañeras vinieron a verme. Pasamos un fin de semana genial, en Madrid. Me acuerdo de mis vacaciones en Huelva. Me acuerdo de los miles de aventuras que hemos vivido en el pueblo, con todos los primos y los amigos. Me acuerdo de mi abuela y de mi tío en estas fechas porque desgraciadamente ya no están aquí y siempre pienso en ellos. Me acuerdo de cuando recité un poema de Lorca en su casa natal, en Fuentevaqueros. Me acuerdo de Madrid, del Rey León, en la mejor compañía. Me acuerdo de la música, de tantas canciones tocadas. Me acuerdo de esas tardes, inmersa en la piscina de bolas. Me acuerdo de aquellas excursiones a Liérganes, en Educación Infantil, a comer chocolate y churros. Me acuerdo de que cada día, al salir de clase, mi abuelo me compraba un paquete de “aspitos”. Me acuerdo de las noches en familia, viendo juntos el Grand Prix. Me acuerdo, cuando era pequeña, de los cuentos que mi madre me contaba todas las noches antes de dormir. Me acuerdo de aquellos días (tardes) en las que bajaba a jugar a los tazos, al escondite…, con mis amigos. Me acuerdo del primer viaje de fin de curso a Italia, con todos mis compañeros. Me acuerdo del día que empecé en la Universidad, que parece que fue ayer y ya se ha acabado… Me acuerdo de cuando iba con mi abuela al parque y hacía ramos de margaritas. Me acuerdo del colegio, de muchos profesores y compañeros de los que guardo muy buen recuerdo. Me acuerdo de tantas cosas buenas y malas que me cuesta elegir un último “me acuerdo”. Me acuerdo cuando en el colegio ganábamos todos los partidos de fútbol contra otras escuelas. Me acuerdo de cuando mi hermana y yo calculábamos el tiempo de los viajes en coche en películas de Disney. Me acuerdo de los nervios y el miedo del primer día de instituto. Me acuerdo de la primera salida por la noche. Me acuerdo de la primera canción que logré tocar al piano. Me acuerdo del verano pasado, lo bien que me lo pasé en San Fermín, Mallorca, el pueblo, etc. Me acuerdo de todo lo que me pude reír el viernes, cuando al principio no pintaba nada bien. Siempre que salgo con mi hermano y sus amigos, son noches fantásticas, aunque nos llevemos cinco años. Me acuerdo de los vídeos que tengo con mis hermanos de pequeños y de todas las picias que le hacíamos a mi madre. Me acuerdo del nacimiento de mi hermano. Me acuerdo de cuando jugaba al fútbol de pequeño. Me acuerdo de cuando iba con mi familia a la piscina en verano. Me acuerdo de los amigos del colegio e instituto que hace tiempo que no veo. Me acuerdo de la inmensa alegría que sentí cuando gané mi última liga con el equipo de baloncesto en el que he jugado toda mi vida: C.B. Solares. Me acuerdo del día que nació una de las personas más importantes de mi vida: mi hermana. Me acuerdo de mis vacaciones en París, el verano pasado. Fueron apasionantes. Me acuerdo de mis días de playa con mis amigos, donde nos reencontramos todos y disfrutamos de nuestra compañía. Me acuerdo del día que me hice mayor de edad. Fue una experiencia única.  Me acuerdo de las tertulias que tenía con mi abuela. Me acuerdo del día que me dijeron que iba a ser tía por primera vez. Me acuerdo de cuando me fui de vacaciones con mis amigos. Me acuerdo de lo contento que me ponía cada vez que mi madre iba a buscarme al colegio, cuando yo normalmente regresaba a casa en autobús. Me acuerdo de lo fácil y divertida que era la vida en la etapa de primaria. Me acuerdo de todos y cada uno de los partidos de fútbol que he jugado cuando era pequeño. Me acuerdo de cuando falleció una de mis mejores amigas. Me acuerdo de cuando no llevaba los deberes hechos a clase; siempre conseguía librarme de la bronca. Me acuerdo de lo mal que me llevaba con algunos de mis compañeros. ¡Qué habrá sido de ellos! Me acuerdo de que siempre era la última en salir del vestuario cuando íbamos al gimnasio. Me acuerdo de una excursión que hicimos a Donosti, mis padres, mi hermana y yo. Me acuerdo de la salida al museo de ciencias, al que no fui porque tenía un examen en el conservatorio. Me acuerdo de aquel profesor que marcó mi infancia y que fue el motor para que hoy esté estudiando. Me acuerdo cuando tenía seis años y fui por primera vez a ver un partido de fútbol. Me acuerdo cuando de pequeño jugaba  con mi hermana a las profesiones y cada una defendía la suya, con uñas y dientes. Me acuerdo de la excursión en la que conocí a una gran amiga. Me acuerdo de pasear con mis abuelos por las calles de Santander y disfrutar cada momento con ellos. Me acuerdo de mi estancia en Escocia, como una locura de año. Me acuerdo de mi compañera de piso de Salamanca, subiendo juntas un colchón recogido en la calle, en el ascensor de nuestra casa. Me acuerdo de la vez que salté en paracaídas. Me acuerdo de la primera vez que canté en público. Me acuerdo de las excursiones familiares al monte. Me acuerdo del primer beso en la playa. Me acuerdo del calor de su cuerpo abrazándome. Me acuerdo de los domingos de lluvia en familia, viendo películas, los seis en el sofá, tapados con las mantas. Me acuerdo de los paseos con mi abuelo caminando por el pueblo, por el campo, contándome historias y leyendas. Me acuerdo de los ratos agradables que pasaba con mi abuela y de los cuentos que me contaba. Me acuerdo de los recreos de la escuela donde todos los compañeros nos divertíamos juntos. Me acuerdo de la ilusión con la que iba a la “cabalgada” de los Reyes Magos y el nerviosismo con el que esperaba los juguetes. Me acuerdo de las fiestas del pueblo en las que jugábamos a tirarnos con espuma y a correr mientras las personas adultas bailaban. Me acuerdo de los abrazos y de las veces que le decía a mi madre “te quiero”. Me acuerdo del día en que nació mi prima, con la que “me llevo” 19 años. Me acuerdo del día en que visité Polientes con mis compañeros. Me acuerdo de la sensación de plenitud que sentí el día que en que conocí a mi pareja. Me acuerdo de las últimas navidades antes del fallecimiento de un ser querido. Me acuerdo de lo bien que me lo pasaba en los torneos nacionales que iba a jugar con mi equipo de fútbol. Me acuerdo del día que mi hermana me dijo que iba a ser tío. Me acuerdo cuando jugaba en el patio de mi primer colegio. Me acuerdo del día que me fui de vacaciones con mis amigos. Me acuerdo de las sensaciones que experimenté en mi primer concierto. Me acuerdo del ejemplo de mi padre. Me acuerdo de lo bien que lo pasaba jugando a balonmano, cuando era un niño. Me acuerdo de mis vacaciones de los 18 años. Me acuerdo del día que nació mi sobrina. Me acuerdo de cuando era pequeña, estaba en parvulitos y mi tía me fue a buscar con un conejo que le había pedido. Me acuerdo de la mejor mascota que he tenido durante 21 años, mi loro Pollie. Me acuerdo del primer amor de niños. Me acuerdo de las historias de mi abuelo. Me acuerdo de cuando mi profesor de primer ciclo me tiraba del pelo cuando no hacía los deberes. Me acuerdo de la vergüenza que sentí el primer día de la carrera cuando llegué tarde a clase. Me acuerdo de la primera clase que di como profesor. Me acuerdo del día que nació mi hermano. Me acuerdo de mi maestra de párvulos, María Jesús, de su dulzura y amabilidad. Me acuerdo de los concursos de “velocidad lectora” que hacíamos en el cole años atrás. Me acuerdo de mi perro Chispas y del cariño que le prodigué durante años. Me acuerdo de las casetas que fabricábamos en el prado de una vecina. Me acuerdo del sonido del heladero al pasar por casa de mis abuelos y de las 100 pesetas que mi abuelo me daba para comprar chucherías. Me acuerdo que iba al pueblo en Navidad y jugaba con mis primos. Me acuerdo de cuando era muy pequeña en el colegio y de cómo me gustaba que cantáramos todos juntos. Me acuerdo de las cosas a las que jugábamos cuando era pequeña: al escondite, a la comba, a la goma… Me acuerdo de cuando vivíamos todos juntos en casa: mis padres y mis hermanos. Me acuerdo mucho de lo feliz que fui durante mi infancia. Me acuerdo de las tardes con mi primo y mi hermano jugando a la play. Me acuerdo del día que aprendí a hacer snow. Me acuerdo de mi querido perro. Me acuerdo de mi primer huevo frito. Me acuerdo de mis sueños de niño. Me acuerdo del lugar de donde procedo. Me acuerdo de cuando nació cada uno de mis sobrinos. Me acuerdo de la primera vez que pisé el desierto. Me acuerdo de los primeros ensayos de teatro. Me acuerdo de un atardecer muy especial, el más bonito, el más rojo. Me acuerdo de la última vez que te vi. Me acuerdo de cuando volé y vi las nubes por primera vez. Me acuerdo del último viaje a Berlín. Me acuerdo de cuando me asomé por primera vez a una calle de Manhattan. Me acuerdo del camino de Santiago, en bici, desde Francia. Me acuerdo de las risas en familia, durante las comidas. Me acuerdo de mi primer campeonato de España de voleibol. Me acuerdo de esos veranos en el camping de San Pelayo. Me acuerdo de esas tardes en el parque jugando y corriendo con los amigos. Me acuerdo de los primeros amores siendo unos enanos. Me acuerdo de la primera vez que fui a los Campos de Sport del Sardinero. Me acuerdo de cuando terminé de escribir mi primera historia. Me acuerdo del momento en el que compré el último libro de la saga de Harry Potter. Me acuerdo de la primera Nochebuena con mi padre. Me acuerdo del momento en el que supe que iba a entrar en la Universidad en la carrera que quería. Me acuerdo de los nacimientos de mis ocho sobrinos. Me acuerdo de mis juguetes y juegos de infancia: las muñecas, barbies, comba… Me acuerdo de mi profesor de 5º y 6º (el mejor) y sus bromas y buen rollo. Me acuerdo del día que conocí a mi novio. Me acuerdo de las bodas de mis hermanos. Me acuerdo del olor de la plastilina y pinturas de mi cole inundando los pasillos. Me acuerdo de mi primer día de clase en la Universidad. Me acuerdo de mis amigas de infancia jugando por el pueblo. Me acuerdo de la sesión de Mariano Coronas en el máster del CEPLI.

09/01/2015 23:10 gurrion #. sin tema No hay comentarios. Comentar.

Razones para leer, para apreciar y practicar la lectura

Este post está construido a partir de las respuestas dadas por estudiantes de 4º de Magisterio de la Facultad de Educación de la Universidad de Cantabria (igual que el anterior). El pasado 15 de diciembre, cuando estuve con ellos, les pedí que escribieran en una cuartilla cuatro razones que ellos darían para justificar el acto de leer o para animar a emprender la aventura de la lectura.... Es interesante leer las respuestas pues proceden de un grupo de personas que, todas o una buena parte de las mismas, se dedicarán a la enseñanza y, entre otras cosas, enseñarán a leer o animarán a hacerlo. Esta es la lista, el inventario de razones que da este grupo de aspirantes a maestras y maestros...

 -         Conocer el mundo a través de otros puntos de vista.

-         Alimentar la creatividad.

-         Construir nuestro pensamiento.

-         Reflexionar y tener un momento de intimidad.

-         Mejora de la escritura.

-         Aumentas tu imaginación y tu creatividad.

-         Permite tener un momento de intimidad y reflexión individual.

-         Es un hobby que puedes practicar en cualquier lugar y en cualquier momento.

-         Estructura nuestra mente, nuestro pensamiento.

-         Abre la puerta a otros mundos imaginarios o reales, de aquí y de allá.

-         Podemos conocer visiones y diferentes puntos de vista de ésta y otras épocas.

-         Ha conectado a gentes de todo el mundo y de otros momentos.

-         Es necesario para desarrollarse como persona.

-         Es necesario para adquirir conocimientos.

-         Es necesario porque te transporta a otros mundos.

-         Es necesario porque sin la lectura no somos nada, ni nada tiene sentido.

-         Gran oportunidad para aprender y disfrutar, al mismo tiempo.

-         Sirve para descubrir y conocer mejor la realidad.

-         Para viajar más allá de lo real, descubrir nuevos “mundos”, alimentar nuestra imaginación.

-         Nos acercamos a alguien que, aunque sea indirectamente, nos enseña algo y eso nos enriquece (experiencias, conocimientos…)

-         Crear nuestra propia aventura, descubriendo paisajes únicos.

-         Sentirnos partícipes de nuestros sueños.

-         Un medio para expresar nuestros sentimientos, nuestros anhelos.

-         Relacionarnos con nuestros iguales.

-         Disfrutar con algo especial.

-         Fomenta el desarrollo de la imaginación.

-         Cambia tu concepción hacia el mundo que te rodea.

-         Lectura es cultura.

-         Amplía tus conocimientos y vocabulario, lo cual eleva tu ¿? Personal ante distintas situaciones.

-         Combate la ignorancia.

-         Las personas necesitamos vocabulario para pensar, comunicarnos, expresar ideas, sentimientos… Ese vocabulario nos lo enseña la lectura.

-         Leer es imaginar. Imaginar es evadirse de la realidad por un momento.

-         Amplía nuestra perspectiva y nuestro conocimiento.

-         Lo anterior nos hace libres.

-         Aprendes cosas nuevas. Nunca dejas de aprender con los libros.

-         Olvidarte de la realidad y de la rutina. Introducirte en otros mundos.

-         Mejorar las habilidades comunicativas y expresivas.

-         Desarrollar la creatividad y la imaginación.

-         Fomentar la imaginación y los sueños que cada persona tiene, siendo estos últimos viables.

-         Mejorar la expresión y la comunicación para entenderte con cualquier persona.

-         Desarrollar el conocimiento con historias o hechos del pasado, presente y futuro.

-         Aprender a tolerar, respetar y valorar cualquier opinión.

-         Evadirse de la rutina.

-         Disfrutar y valorar el trabajo de otros.

-         Aprender cosas nuevas (cultura, formas de expresión, vocabulario…)

-         Desarrollar el conocimiento.

-         Despierta tu imaginación y creatividad, haciéndote olvidar tus preocupaciones.

-         Ayuda  a aprender nuevas palabras, posibilitando una mejora de la expresión.

-         Conocer nuevas realidades.

-         Es una forma de entretenimiento, por medio de diferentes personajes.

-         Vivir una aventura, otro mundo distinto al tuyo.

-         Viajar sin moverte del sitio.

-         Saber cómo piensan otras personas, sean personajes o sus autores (empatía).

-         Vivir un mundo imaginario.

-         Disfrutar conociendo historias nuevas.

-         Experiencias para poder crear tus propias historias.

-         Mejora de tu escritura.

-         Promueve la curiosidad en el lector.

-         La creatividad y la imaginación se refuerzan al no tener una imagen fija, sino una personal y personalizada.

-         Cuanto más leemos, más referencias tenemos para escribir nosotros mismos, más ideas y recursos.

-         Es una gran herramienta de entretenimiento o diversión. Puede hacer reír, llorar, tener miedo, provocar repulsión… Es decir, fomenta las emociones, la empatía.

-         Para poder vivir nuevas historias que, únicamente, puedes vivir a tyravés de la lectura.

-         Para enriquecer nuestros conocimientos sobre el mundo, sobre la vida, etc.

-         Nos permite mejorar nuestra escritura, nuestro vocabulario.

-         Gracias a la lectura, los alumnos pueden desarrollar su imaginación y creatividad.

-         La lectura es la principal arma de culturalización.

-         Por mera satisfacción personal

-         Para aprender a expresarse oral y “escritamente”.

-         Un viaje por un mundo distinto.

-         Libros con personalidad, divertidos, aburridos, misteriosos, expresivos, callados…

-         Necesario para conocer lo que sucede a tu alrededor (aunque no por ello solo ocurra en tu cabeza)

-         Diferente a las videoconsolas, más novedoso y con pantallas increíbles, gráficas, a todo color, donde tu puedes dar tu propia visión.

-         Abre las puertas de la imaginación.

-         Conoces diferentes culturas, sin necesidad de viajar físicamente.

-         Aprovechar el tiempo libre.

-         Relajarse.

-         Alimenta la mente.

-         Ayuda a la concentración.

-         Es una actividad relajante, elimina el estrés.

-         Vives mil historias diferentes.

-         Aprendes y desarrollas la imaginación, haciendo una interpretación mental de lo que vas leyendo.

-         Enriquece tus conocimientos, adquieres información.

-         Aprendes vocabulario, formas de expresión y de redacción.

-         Permite el descubrimiento personal e individual, de cada lector, de un determinado tema, una historia…

-         La lectura es algo imprescindible en la vida cotidiana: todo el mundo lee algo cada día.

-         Te hacen vivir historias y aventuras imposibles en la vida real.

-         Desarrollar un mayor conocimiento.

-         Es muy importante para tu futura vida cotidiana.

-         Es el medio a través del cual puedes llegar hasta rincones donde poder aprender lo que deseas.

-         Te permite abrir tu mente a un mundo alternativo.

-         Conoces las ideas, sentimientos, expresiones propias que no eras consciente que tenías.

-         Puedes observar diferentes maneras de comunicar, de aportar.

-         Te ayuda a ser persona.

-         Porque leyendo también se disfruta.

-         Porque es una buena forma de aprender ortografía y vocabulario (casi inconscientemente).

-         Porque los libros suelen tener finales atípicos, inesperados (mucho más que las películas).

-         Porque a cada historia le pones un poco de ti, en la manera en la que te la imaginas.

-         Leer para evadirse del mundo.

-         Leer para disfrutar de un día lluvioso.

-         Leer para conocer qué pasó antes de que nacieras.

-         Leer para sentir diferentes emociones.

-         Despertar la curiosidad.

-         Incrementar la imaginación.

-         Ayuda a incrementar la cultura.

-         Podemos aprender y conocer nuevas cosas, lugares, etc.

-         Para que puedas acceder a todo lo que te interesa (información) sin ayuda de nadie.

-         Para conocer mundo sin moverte de tu sofá.

-         Para encontrar un nuevo amigo en cada libro.

-         Para fomentar la empatía y sentirte protagonista.

-         Para desconectar, disfrutar, descansar.

-         Para imaginar más allá de nuestra realidad diaria.

-         Para valorar y conocer otros puntos de vista.

-         Para mejorar, crecer, volar, soñar…

-         Favorece que cada uno tengamos una opinión diferente de la misma cosa.

-         Te acerca a cosas que no conocías.

-         Cuando te sientes solo o triste, te distrae.

-         Viajar.

-         Explorar.

-         Disfrutar.

-         Volar.

-         Leer para viajar.

-         Leer para crecer.

-         Leer para conocer y conocerse.

-         Leer para descubrir el mundo.

-         Para vivir miles de vidas.

-         Para conocer lo que no os quieren enseñar.

-         Para vaciar las estanterías y llenarte.

-         Para recolocar tu cabeza.

15/01/2015 13:12 gurrion #. sin tema Hay 1 comentario.

Lectura para un centenario

El libro de los susurros, de Varujan Vosganian. Editorial Pre-textos. Valencia, 2014 – 575 páginas.

 (El día 24 de abril de 1915 se produjo el asesinato del mayor poeta armenio Daniel Varujan, a los 31 años de edad. El Día de la Muerte del Poeta se convirtió en la fecha en que los armenios de todas partes conmemoran el genocidio de 1915, iniciado en 1895 y continuado de diversas maneras hasta 1922.)

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Éste es un libro sobre el genocidio armenio, precursor del holocausto judío, pero todavía no reconocido por el país que lo provocó: Turquía. Es un canto coral sobre la historia reciente de ese pueblo maltratado. El libro deja en el lector un estado de ánimo desolador, porque te introduce en un asunto casi totalmente silenciado, pero de una brutalidad y de una inhumanidad que pone los pelos de punta y en cuestión la supuesta racionalidad humana. El desprecio absoluto por hombres y mujeres, la falta total de compasión y la firme decisión de barrer del mapa a los armenios acusan, a quienes así actuaron, de miserables genocidas. Dejo para el futuro lector que tome el libro en sus manos, vivir esas sensaciones, remover sus sentimientos. He querido articular este post con fragmentos del libro que nos eleven por encima de la parte más dura del relato de la desaparición de millón y medio de armenios; sobre todo, a partir de 1915.

El autor, Varujan Vosganian narra en primera persona lo que ha vivido y lo que le han contado. Lo que sigue es una mini colección de cuatro citas literarias textuales, extraídas de este libro rico en matices y tan conmovedor. Os invito a que las leáis y las podáis reflexionar.

 .. EL ESCORPIÓN DE LOS LIBROS. “No podía leer todos los libros de la casa. Pero los conocía por el olor. El abuelo Garabet me había enseñado a reconocerlos así. Un buen libro huele de cierta manera. Encuadernado en piel desprende un olor casi humano. Algunas veces, sin darme cuenta me pongo a olfatear los libros en una librería... Comprendí los libros, antes que nada, palpándolos y oliéndolos. No era yo el único. Entre las hojas veía algunas veces un insecto rojizo. “No lo mates”, me prohibía mi abuelo. “Es un escorpión de libros. Cada mundo ha de tener sus bichos. El libro también es un mundo. Los bichos están destinados a alimentarse de los pecados y errores del mundo. Eso mismo pasa con este escorpión: corrige los errores del libro”. Durante mucho tiempo no lo creí. Sin embargo, ahora, el narrador soy yo, una especie de escriba que quiere enmendar los viejos errores. Por ello, soy un escorpión de libros...” (Página 20)

 .. LA FOTOGRAFÍA Y EL FOTÓGRAFO. “El abuelo Garabet tenía una máquina fotográfica con trípode. A través de ella mirábamos el mundo. Y a nosotros mismos. En otro tiempo, el abuelo había sido un fotógrafo experimentado. En una época en que no existían las fotografías a color él coloreaba las suyas al pastel. Peor lo que más le gustaba era fotografiarse a sí mismo... Fijas el sitio y lo marcas con tiza. Aprietas el disparador y corres lo más rápido que puedas hasta el lugar marcado. Par esto se dispone solamente de tres segundos. Acto seguido, el botón se dispara automáticamente El abuelo se hizo fotografías sólo hasta que empezó la guerra. Durante una temporada no estuvo de humor para fotos y, después, ya no tenía la suficiente rapidez para ajustarse a los tres segundos...

El fotógrafo avisaba con unos días de antelación. Iba de pueblo en pueblo. Los más pudientes lo esperaban en casa y juntos buscaban el sitio más apropiado para el sillón donde se sentaba el patriarca de la familia y en trono al cual se congregaban todos. Los otros, más pobres,  acudían a la plaza del pueblo y se ponían en cola, sudando, con cuellos duros y vestidos largos de pliegues y delantales bordados. Un tiempo después, el fotógrafo pasaba de nuevo recorriendo los pueblos con las fotos enmarcadas. Encorvado en una banqueta, enseñaba los cartones sepia a la gente. Quienes se reconocían levantaban la mano y recibían la foto que habían pagado  y para la que habían sudado a mares.

En casi todas las casas de los viejos armenios he encontrado fotos como ésas. Las familias reunidas alrededor de los ancianos. Sin sonreír, rígidos, parecían más bien objetos de exposición que seres humanos. Los armenios, en aquellos años, se pirraban por fotografiarse. Era su modo de permanecer juntos ya que, poco después, las familias se redujeron y dispersaron. De esa forma, aunque muchos murieron, desorientados y en condiciones tan humildes que ni aún hoy se han encontrado sus sepulturas, sus rostros han quedado impresos en los cartones sepia descoloridos en los bordes. Queriendo hacer patente a toda costa que una vez existieron...” (Página 58)

 EL DÍA DE LA QUEMA DE LIBROS. La lista de libros prohibidos la trajo el cartero. El remolque estuvo tres días en la esquina de la calle. La gente cargó sacos de libros, sin saber si sería o no bueno mostrar que habían tenido libros prohibidos. Los libros retuercen la mente y generan enemigos del pueblo. La lista de libros era tan larga (la integraban incluso libros de texto y manuales escolares), que era imposible que nadie no tuviese en casa al menos uno prohibido. La gente, apurada, llenaba sacos compactos de libros y respiraba aliviada cuando los entregaba al individuo ataviado con mono en el estribo del remolque, en el extremo de la calle. “Es mejor así. Antes de que vengan ellos a buscarlos, más vale que los traigamos nosotros”, “Sí, pero no tenemos ningún libro de esta lista. O uno o dos… ¿Con qué vamos a llenar el saco?” “¡Qué más da!”, decía encogiéndose de hombros el cabeza de familia. “Los ponemos a montón, lo que tengamos por casa… Al final, los prohibirán todos, mejor librarse de ellos de una vez. ¿De qué te sirven hoy los libros de ayer? Hace más daño recordar.”

Nadie inspeccionó los libros, que permanecieron en sacos atados con cuerdas de tender, pues así resultaba más fácil descargarlos. Para que cupiesen en la plaza, frente al teatro Pastia, donde resistía como por milagro el busto de Mitita Filipescu, las excavadoras empujaban los sacos caídos. Se reunieron tantos libros que la plaza se llenó; las hojas arrancadas flotaban como aves blancas, empapadas de brisa. La gente al pasar los revolvía y los libros intentaban escapar, notaban que algo no estaba en orden, pues los hombres jamás se habían comportado así con ellos. Las botas los llevaban luego junto a los demás. Saltaban por el aire con las páginas revueltas y luego se acurrucaban esperando que, en lugar de las botas llegase una mano que los hojease. Las excavadoras, al empujarlos, y los sacos desgarrados dejaban salir hojas y tapas mezcladas al buen tuntún, que recordaba a cómoda antigua, a toquillas sin desdoblar. Luego, estaba el olor penetrante y el brillo de la gasolina que derramaron por encima. Y el fuego. Yo no había nacido en aquel tiempo, mi padre era un joven de apenas veinte años, delgado y con bigotillo, que miraba sin poder llorar siquiera, ya que el calor de la hoguera le quemaba las mejillas y secaba las lágrimas.

La pira duró toda la noche. Los custodios del fuego parecían gigantes alargados por las llamas que proyectaban enormes sombras sobre la gente que miraba en silencio, sobre las casas, las ventanas y la ciudad entera. Por la mañana temprano, de los montones que ardían lentamente se levantó un humo en que revoloteaban las chispas…” (Páginas 137 y 138)

 .. “En 1949, los personajes no están en El libro de los susurros sino que viven fuera de él. Más aún, forman parte de quienes azuzan contra los libros e incitan a la multitud a arrojarlos al fuego. En El libro de los susurros se habla del día en que ardieron los libros. Así como el día en que degollaron a los inocentes no pudieron matarlos a todos, tampoco la jornada de la quema de libros pudieron destruirlos todos. En la guerra entre el poder y los libros, aunque los únicos que mueren son éstos, el poder nunca gana. Porque los hombres han escrito más de lo que pueden olvidar.” (Página 281)

 .. INTERCOMUNICACIÓN EXTREMA. LOS PERIÓDICOS VIVOS. Sin filtrarse fuera, los deportados escribían para ellos mismos. Los manuscritos que han quedado del espacio de los siete círculos de la muerte se escribieron en las rutas de la deportación, donde quiera que se hallara un trozo de madera, un poste kilométrico, un árbol de corteza blanda o un muro. Durante mucho tiempo, hasta que las lluvias las desgastaron y los vientos las borraron, permanecieron escritas o grabadas en la madera y en la piedra palabras y letras armenias. Quienes pasaban dejaban aviso a los que venían después. Y éstos, si aún había sitio, añadían sus propias palabras. En los campos de deportados circulaban entre la gente hojas de papel. No estaban firmadas por miedo a las represalias ni fechadas...

 Las noticias describían las realidades de cada círculo de la muerte. Los que enviaban tales noticias eran los mensajeros elegidos entre los chavales porque eran más ágiles y tenían la posibilidad de infiltrarse sin ser vistos... Los mensajeros eran siempre voluntarios y los elegían entre los huérfanos, pues pocos padres aceptaban separarse de sus hijos. El que decidía en aquel extremos de los convoyes se llamaba Krikor Ankut. El que respondía en el otro, en Deir-ez-Zor, era Levon Sasian, hasta que lo mataron tras someterlo a tormentos inimaginables.

Krikor Ankut examinó al chiquillo y lo empujó dándole en el pecho, pero Sahag encontró fuerzas para mantenerse derecho y no cayó... Alguien se quedó de guardia fuera de la tienda y otro trajo un recipiente con agua. Hermine (la madre del chico) lavó cuidadosamente la espalda a Sahag, acto seguido el muchacho se tendió boca abajo y con los brazos en cruz. Krikor Ankut mojó la pluma en el tintero y escribió despacio en la piel del chiquillo. Le cubrió la espalda hasta la rabadilla de letras mayúsculas, lo bastante estilizadas para simplificar los signos y terminar lo antes posible, así como para arañar lo menos que pudiera al chaval, que soportaba sin quejarse las rascaduras de la pluma... El chico permaneció un rato inmóvil a fin de que la pintura se secase. Después mezclaron tierra en la escudilla de agua e hicieron un barro fino con que le taparon la espalda. Así, untado de lodo, sólo estaba un poco más sucio que antes...

 Sahag hizo exactamente lo que le habían indicado... Cuando llegó a Deir-ez-Zor buscó a Levon Sasian, que limpió el barro y leyó el mensaje de Krikor Ankut. Volvieron a lavarlo para trazar otras letras y, después, le extendieron en la espalda la pasta de lodo mezclada con ceniza...” (Entre las páginas 387-390)

 (Más adelante, la dirección del campamento descubrió al grupo de Levon Sasian, que había organizado los periódicos vivos que los huérfanos llevaban a la espalda de un campo a otro y también un sistema de aprovisionamiento de medicamentos y víveres, en la medida de lo posible. Levon fue asesinado de forma despiadada por el mismo comandante del campo.)

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Y, ahora que ya has llegado al final, puedes ver este documental sobre el genocidio armenio:

https://www.youtube.com/watch?v=SK-WUP1iw_4

26/01/2015 00:33 gurrion #. sin tema No hay comentarios. Comentar.


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