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La palabra transfusión solemos relacionarla con la donación sanguínea que hacen algunas personas, de manera altruista y solidaria, para poder paliar el estado físico en el que se encuentran otras personas con la salud quebrantada por una enfermedad, una operación o cualquier otra contingencia hospitalaria. Quien recibe esa transfusión, en muchísimas ocasiones, salva la vida o mejora paulatinamente su estado de salud y recupera con el tiempo el vigor y la energía.
Originariamente, según afirman los expertos ”los romanos usaban ese término (o similar) para referirse a cualquier trasvase, trasiego o transfusión, pero no de sangre, pues ni conocían ese concepto ni esa práctica”.
Más de uno estará ya mosca leyendo este comienzo y pensado hacia dónde quiero llevar al lector o la lectora.
1. El caso es que, hace unos días, recibí un envío de pequeños libros que publica una entidad hospitalaria navarra, a través de una exalumna que trabaja allí. Cuando quité el envoltorio externo del paquete, apareció una caja con una leyenda impresa que me llamó la atención “Transfusión set”. El librito, varias veces repetido para poderlo regalar a las personas del Grupo de lectura “Nosotrasleemos” u otras, era una breve narración escrita por José María Merino, titulada “La batalla de todos los días”. Al margen de su calidad literaria o de la posible función propagandística para la entidad que lo edita, me quedé con el rótulo de la caja. Me pareció sintómatica esa casualidad de encontrarme con una caja que anunciaba transfusión y contenía libros…
¿Acaso la lectura de un libro no es un ejemplo claro y potente de transfusión o trasvase cultural? Es cierto que para que las transfusiones sanguíneas tuvieran éxito y fueran eficaces, hubo que descubrir algunos componentes de la sangre que, en un principio, las malograban, léase factor Rh; e, imagino, otras muchas peculiaridades descubiertas en los últimos tiempos que las han hecho más seguras si cabe… También, para que la transfusión lectora o el trasvase lector (si me permiten esta comparación) tenga efectos beneficiosos, es necesario seleccionar las lecturas y ofrecer o elegir libros de calidad que disparen nuestras emociones, que apunten a la inteligencia o que nos permitan ensanchar los horizontes de la imaginación.
En este apartado debo incluir el trabajo relacionado con los Repertorios Alfabéticos Documentales (RAD) que estamos llevando a cabo en el aula. Nuestro particular “Arbolcedario” (en feliz denominación de una amiga) es un intento de conocer algunas especies arbóreas con algo más de profundidad. Para responder a ese desafío, hemos manejado libros de la biblioteca escolar, una singular “Hojiteca” de fabricación casera y diversas consultas en Internet. Todo ello para crear un ABCdario de árboles, con información plasmada en cartones que nos permitirán hacer uno o dos voluminosos libros y en los que cada chico y chica del aula se ha ocupado de dos de ellos (hemos seguido la propuesta que podemos encontrar en La Cadiera de Macoca, justo en esta dirección: http://macoca.org/b-de-bosque, en el apartado titulado “B de bosque”. La presentación oral de los trabajos al resto de la clase y la lectura, aunque no sea exhaustiva de cada cartón informativo suponen, nuevamente, un intento de trasvase o transfusión documental que debe incorporar algunos conocimientos nuevos o al menos ese es el deseo del impulsor de la actividad.
2. Hace un par de semanas, tuve la oportunidad de acudir a Mequinenza, población de la provincia de Zaragoza, pero muy próxima y unida a Fraga (sin excluir una vieja y evidente rivalidad, como generalmente ocurre con los pueblos vecinos), para visitar dos de los tres espacios museísticos que han inaugurado a comienzos de este año de 2011. Visitamos el museo de la minería, para lo que las autoridades de ese pueblo han promovido la realización de una mina artificial que puede recorrerse con ayuda de un guía y donde se explica buena parte de la tradición minera de los mequinenzanos, pegados durante décadas a la explotación y comercialización del lignito, que era arrancado de las vetas internas de la tierra y trasvasado mediante barcazas “llauds”, a través del Ebro, hasta estaciones de venta a lo largo de ese recorrido fluvial. Jesús Moncada, lo contó de manera magistral en su célebre novela “Camí de sirga”. Ese trasvase mineral dio vida y pujanza a esta población, anegada luego por un pantano y revitalizada ahora con este espacio que explica parte de su historia geológica y económica y que supone una suerte de transfusión informativa hacia quienes nos acercamos con curiosidad a conocer su pasado minero.
No es menos didáctico su museo de prehistoria, en el que han sabido adecuar un espacio para reconstruir algunos de los yacimientos arqueológicos más importantes hallados en su término municipal; yacimientos que sería costoso proteger y mostrar al visitante y que, con esta instalación y las explicaciones pertinentes, dan una idea de la riqueza y de la singularidad arqueológica de que disponen. Enterramientos, construcciones, objetos de vida cotidiana, pinturas rupestres… e incluso un enorme mural alegórico que nos muestra escenas de la vida en diferentes épocas, así como los animales que pudieron vivir en ese tiempo… Un loable esfuerzo para contribuir a la transfusión o trasvase cultural, de nuevo, entre la historia y quienes se acercan, nos acercamos, a conocerla un poco mejor o a descubrirla por primera vez.
3. Este pasado fin de semana, hemos optado con Mercè por la transfusión natural. Hemos querido empaparnos, una vez más, de las sensaciones que uno tiene, vive o incorpora cuando se acerca a la comarca de Sobrarbe y recorre algunas de sus sendas interiores. En Labuerda, el paseo por las orillas del Cinca, tantas veces repetido, aporta siempre nuevos sonidos, nuevas imágenes y despierta nuevos sentimientos. Vimos, en el viaje de ida, los altísimos niveles de agua en los pantanos de El Grado y de Mediano. Ambos embalses se hallaban al máximo de su capacidad y no es de extrañar que deban abrir compuertas y desaguar algo de lo que embalsan, si el deshielo sigue a esta velocidad, acelerado sin duda estos últimos días por las altas temperaturas registradas.
El agua del Cinca bajaba algo “fosca”, debido a ese fenómeno natural de cada primavera, el deshielo, llamado por allí “mayenco”, que se ha adelantado algo con respecto a otros años. Es de esperar que las temperaturas desciendan, se estabilicen en otro nivel y se frene ese proceso de conversión de nieve y hielo en agua; algo que debería iniciarse más adelante para que las reservas duren mucho más tiempo.
4. Y si esa proximidad al Cinca trasvasa hacia el interior, sosiego, silencio, fuerza, vida… la subida a los 1.400 metros de altitud de Tella nos acerca al mundo mágico, duro, poderoso y sorprendente de las montañas. Ya he hablado de Tella en otras ocasiones y en otros sitios, pero es que uno no termina nunca de descubrir la grandiosidad de su enclave y de digerir todos los componentes que asoman en su pequeña o gran historia. ¡Digo yo que una aldea como Tella, con ermitas, dolmen, brujas y espantabrujas, geografía inexpugnable, osos cavernarios, gigantes, cuevas y fuentes…, con tantos mitos, no se encuentra en cualquier sitio!
La ascensión es potente, incluso con coche: las curvas y subida de Cortalaviña es de puerto de primera; luego, dejamos a la izquierda los caseríos de Arinzué y Lamiana y se produce la llegada a la explanada del dolmen. Estuvimos buen rato, solos, haciendo fotografías y contemplando el panorama que vieron, con toda probabilidad, los primeros seres humanos que deambularon por estos solitarios parajes, hace algunos miles de años; seres que construyeron ese monumento funerario, convertido ahora en monumento turístico. Seres que debieron vivir el rigor extremo de los inviernos y que nos regalaron, junto con el tiempo y el azar, este testimonio pétreo de su presencia.
Cuando yo era pequeño, y nevaba mucho más que ahora, veíamos desde Labuerda, con frecuencia, cómo la nieve llegaba por debajo de la línea de casas que constituyen la única calle del pueblo. ¿Cuántos inviernos y cuántos días cada invierno debieron quedarse aislados los aguerridos habitantes de Tella? Y seguro que no les irían a la zaga los habitantes de los otros caseríos o aldeas que hemos nombrado y otros también próximos, como Revilla, Escuaín, Miraval…
Realizamos una vez más, el recorrido de las ermitas: Santos Juan y Pablo; Fajanillas y Virgen de la Peña. Construidas con materiales sencillos, pero llenas de equilibrio y belleza. La primera, del siglo XI, con cripta anterior, ejemplo de equilibrio y belleza, a pesar de su evidente sencillez y su reducido tamaño, escondida bajo el Puntón de las brujas. La segunda, del siglo XII, ya con torre campanario, en un enclave más altivo y visible desde más distancia y desde distintos puntos. Y la tercera, en lo más alto, del siglo XVI, con interesantes detalles arquitectónico también… Y para terminar el recorrido, la iglesia parroquial… ¿Qué sentido tiene que en una aldea como Tella se hallen a poca distancia estos cuatro templos religiosos? Siendo un lugar de economía muy limitada y pobre, ¿cómo explicar ese dispendio?... Si alguien sabe responder, ahí queda la invitación para hacerlo…
Sólo una condenada neblina en el horizonte nos impidió disfrutar de un espectáculo aún más grandioso: peñas y abismos; cortados a pico; árboles creciendo en paredes verticales; barranqueras profundas y agrestes, aterrazamientos que nos hablan de la dureza extrema del pasado para sobrevivir y de la imposibilidad de hacerlo en el presente… Casas estrechas, pegadas a la montaña, trepando por ella, sujetándose unas con otras, con diminutas ventanas para evitar la pérdida de calor interior y evitar la entrada del de fuera… Y la gente, los turistas, sorprendidos ante tanta belleza natural y arquitectónica; ésta, con tan pocos medios, con tanta naturalidad, sin explicaciones para algunas cosas… Tella bien merece una y cien visitas, porque cada época del año nos ofrece una fisonomía diferente, siempre sorprendente y atractiva. Y, además, y esto podrían corroborarlo más de cuatro visitantes, subir a Tella es como recibir una transfusión energética, después de la prehistórica, la mitológica, la paisajística, la ecológica… y si no te lo crees, acércate una tarde o una mañana, camina y escucha y luego me lo cuentas.
Dos días en Barcelona dan para mucho; sobre todo si se está de vacaciones y con todo el tiempo para poder “ir a ver”. Ahí van cuatro propuestas, de las múltiples posibles, en dos días de este mes de abril.
1. Lo primero, un paseíto por un espacio que, después de un inicio de obras relativamente rápido, sufrió una larga paralización y, hace poco culminó en un centro comercial y de ocio bastante interesante. Me refiero a la antigua Plaza de Toros de Las Arenas (construida en el año 1900, de estilo neomudéjar). En el exterior, se ha conservado la misma estructura (elevada, eso sí, por medio de ingeniosos e imagino que costosos medios, para salvaguardar su supuesto valor arquitectónico) y en el interior, un hall enormemente alto y amplio hacia el que abren todas las alturas en las que se ubican los espacios comerciales y museísticos o cinematográficos... El antiguo ruedo o coso taurino es una especie de plaza circular, desde la que se puede acceder a tramos de escaleras que te van subiendo, piso a piso a zonas de tiendas, cines, museo del rock, etc. Y en la parte inferior del viejo ruedo, encontramos el inicio de una larga escalera que te lleva directamente hasta la azotea de la plaza. Puedes caminar a lo largo del anillo completo y tener unas vistas de la ciudad realmente magníficas, puesto que desde ese punto dispones de 360 grados de panorámicas.
Especialmente bonita es la vista de la Plaza de España, de la calle a la que dan los pabellones de la Feria de Barcelona y la subida hasta Montjuitch… La verdad es que nos impresionó la transformación de una Plaza de toros en moderno centro comercial y de ocio, pero también los detalles espectaculares que uno va descubriendo a medida que va “inspeccionando” sus entrañas. Y no hace falta comprar absolutamente nada –si no quieres- para sentir la grandiosidad interior y la exterior desde la terraza mencionada.
2. De esa curiosa combinación, de arriesgada arquitectura y extrema modernidad, puedes pasar –y pasamos- a la Barcelona que no parece una ciudad grande, sino una más pequeña, familiar y recóndita… ¡Cambio de tercio! (utilizando un símil taurino). Paseo por el Barrio Gótico, la Plaza del Pi y más tarde el Borne; calles estrechas; arquitectura tradicional; grandes y vetustas portaladas con ostentosos llamadores (“trucadors”); tiendas pequeñas y curiosas; pequeñas y abundantes galerías de arte; bares y restaurantes de nuevo cuño anunciando platos o tapas de esa cocina vanguardista de presencia y escasa de cantidad; zonas peatonales donde caminar con pausa, mientras se mira y se charla; frecuentes locales en reconstrucción o remodelación; catedral en obras; espectáculos callejeros; interior sorprendente de la iglesia de Santa Mª del Mar (protagonista del libro “La catedral del mar” de Ildefonso Falcones), como nos recuerda Mercè una vez dentro, mientras observamos la enorme altura de las columnas que van directamente hasta el inicio de los arcos, la luz que ilumina el interior, dejando zonas en penumbra y el comportamiento de la gente que entra y sale del templo y que, como nosotros, toma un rato asiento para descansar del paseo, mientras suena un órgano en los aledaños del altar mayor.
Las sensaciones que uno experimenta, sumergido en ese paisaje, nada tiene que ver con las que se le despiertan cuando camina por las Ramblas, se sienta y observa la “fauna y la flora” que atraviesa la Plaza de Cataluña; asciende por el Paseo de Gracia; baja hasta la zona del Puerto, recorre plazas y calles de la antigua Villa Olímpica, etc, etc. Aquellas callejas tienen el sabor, todavía, de un pueblo viejo, con casas de piedra, algunos escudos en las fachadas, pocos o ningún coche, niveles increíbles de silencio… lejos, muy lejos del esplendor, de la luminosidad y de las muchedumbres de las nuevas avenidas, de las plazas diáfanas y grandes, jalonadas de edificios altos, acristalados, imponentes en su modernidad.
3. Al día siguiente acudimos con Daniel al Caixa Forum; un recinto grandioso y nuevo, ubicado en la Avenida Marqués de Comillas, en una antigua fábrica textil, edificio modernista diseñado por el arquitecto Joseph Puig i Cadafalch, a principios del siglo XX. Del amplio menú que se nos ofrece, elegimos en primer lugar la exposición titulada “TEOTIHUACAN. Ciudad de los dioses”. La ciudad de Teotihuacan está situada a unos 45 kilómetros de Ciudad de México y es una de las maravillas arquitectónicas del mundo. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO, en 1987. Sus principales monumentos –la pirámide del Sol y la pirámide de la Luna, unidas por la calzada de los Muertos, el palacio del Jaguar de Xalla o el templo de Quetzalcóalt- son referentes de la cultura universal. No están mal estos datos para empezar o para abrir boca, ¿verdad?
Durante casi ochocientos años, Teotihuacan fue el centro cultural, político y religioso de una potente civilización; la mayor ciudad construida en el continente americano en época prehispánica, que alcanzó su apogeo entre los siglos II y VII d.C. Teotihuacan significa en la lengua náhualt “el lugar de los dioses o el lugar donde se hacen dioses”.
A través de unos 400 objetos, la exposición trata de arrojar luz sobre algunos interrogantes aún no resueltos: ¿Cómo era la vida en Teotihuacan?, ¿cómo eran los hombres y mujeres que lo habitaban?, ¿cómo se organizaba su sociedad?, ¿cuáles eran sus creencias?, ¿cuáles fueron las causas de su declive?... Y lo hace a través de un recorrido estructurado en seis ámbitos para tratar temas como: la arquitectura y el urbanismo; la política, la guerra y la economía; las creencias y rituales; la vida en los palacios y en las calles de la ciudad. Hay también referencias a las relacionales que sus moradores establecieron con las culturas de su entorno. Hay explicaciones precisas en algunos casos y en otros es posible que falte alguna aclaración sobre el objeto expuesto (aunque también es posible que se desconozca su origen o finalidad, en ocasiones).
En nuestra visita, podemos contemplar utensilios de cocina, finas joyas elaboradas con piedras preciosas, trabajos en madera, cerámica, hueso, piedra y conchas marinas; esculturas y pinturas murales… Vemos ollas antropomorfas, vasos silbadores, vasos trípodes, braseros con tapas extraordinariamente trabajadas; figurillas sedentes o de pie policromadas con tocados y adornos vistosos… en muchos casos con representaciones del pájaro quetzal o del mítico jaguar; máscaras antropomorfas con tocados; pendientes y orejeras realizados en piedra verde; cuchillos y navajillas de obsidiana; representaciones de distintos dioses: Huehuetéotl (dios del fuego), dios de la muerte, Tláloc (dios de la lluvia y la fertilidad), Quetzalcóatl (dios creador y civilizado. Dios de la sabiduría), Chalchiuhtlicue (diosa de ríos y mares); esculturas diversas en alabastro, mármol, roca volcánica, andesita, piedra, basalto, arenisca; fragmentos de elaboradas pinturas murales policromadas… Muchas obras, en definitiva, con un grado depurado de construcción que hablan de una civilización refinada y estructurada,; una civilización que, como ya hemos sugerido, dejó un montón de incógnitas, tanto con sus inicios y espectacular florecimiento posterior, como con su súbita desaparición. Al salir, nos acercamos a la tienda de la entidad y nos hacemos con un catálogo de la exposición (23,5 X 31 cm) y 265 páginas. Hemos pasado más de una hora recorriendo pacientemente las salas y los materiales expuestos y hemos salido satisfechos.
4. Y sin solución de continuidad, viajamos del pasado al presente, de la arqueología a la realidad… De una civilización que desapareció misteriosamente hacia el año 650 d.C. a un país, también de América Central, que estuvo a punto de desaparecer por efecto de un tremendo terremoto, el día 12 de enero de 2010, en tan solo 34 segundos que fue lo que duró aquel fatídico seísmo: HAITÍ. Otra de las salas del Caixa Forum acoge una exposición de fotografías de Emilio Morenatti y Marta Ramoneda, con el título: “Haití, 34 segundos después”
La admiración y sorpresa agradables, ante las refinadas muestras de la cultura teotihuacana, dan paso de golpe a una mirada sorprendida y a un corazón encogido, mientras contemplamos imágenes que no habíamos visto todavía. Algunas dan fe, de forma directa y tremenda, del nivel de destrucción de algunas zonas del país centroamericano; otras muestran claros ejemplos de la pobreza extrema en la que han quedado sumidos muchos haitianos; las hay que arrancan una leve sonrisa en quien las mira (generalmente protagonizadas por niñas y niños que siguen con sus juegos, como si no pasara nada: jugando al fútbol en campos imposibles o construyendo fugaces pompas de jabón); otras muestran un mar de plásticos: campamentos de acogida de larguísima provisionalidad… El audiovisual que podemos ver abunda en ejemplos, cuasi heroicos, de gentes que a pesar de la enorme precariedad, encuentran razones y fuerzas para seguir luchando por la vida –la propia y la de otras personas de su entorno-. Los fotógrafos experimentados tienen esa rara habilidad, la de ofrecernos imágenes nuevas, a pesar de haber visto muchas sobre el tema; imágenes que suelen dejarnos, en ocasiones como ésta, conmocionados por una tragedia de una magnitud difícil de cuantificar desde nuestras confortables casas. Aportan miradas nuevas que trasladan al público para lograr, precisamente, sorpresa y emoción en quienes las miramos. Imágenes que invitan a la reflexión y que nos plantean muchos interrogantes sobre nuestra vida y la de los demás; sobre el mundo y sus desigualdades; sobre la confortabilidad de occidente y la miseria de tantas otras geografías…
La ciudad, esa creación humana tan imperfecta, pero tan necesaria, suele ofrecernos múltiples posibilidades para descubrir y aprender cosas nuevas cada vez que la visitamos; siempre es un territorio abierto a la sorpresa y a la educación, como en estos casos aquí relatados, vividos en Barcelona. Que tengan unas buenas vacaciones de primavera.
“Hay un libro abierto siempre para todos los ojos: la naturaleza”
Hoy por la mañana, a la vuelta de las vacaciones, los chicos y chicas del aula me han entregado su “Diario de la naturaleza”. Les sugerí que estos días de vacaciones de semana santa, ocuparan algunos ratos en completar un “cuadernillo” formado por tres folios doblados por su mitad (en total, doce páginas con la portada y la contraportada, de tamaño cuartilla), que habría de llamarse “Diario de la naturaleza”, aunque no hacía falta que escribieran todos los días. Además, ya de entrada, les mostré tres ejemplares de otros tantos “diarios de…” que yo había hecho en años anteriores, para animarles con mi ejemplo. Les sugerí también que rotularan algunos títulos, que ilustraran algunos textos y que completaran ese documento en blanco que les entregaba. Les di todas esas indicaciones por escrito y añadí algunas ideas sobre lo que podrían hacer:
.- Descripción de algunas observaciones realizadas tras un paseo ciudadano: jardín, parque, árboles…
.- Descripción de algún paseo por la orilla del Cinca.
.- Descripción de algunas faenas o trabajos realizados en la huerta, por parte de alguien de tu familia, con tu ayuda…
.- Resumen de alguna salida familiar a algún enclave natural.
.- Resumen de algún documental sobre naturaleza visto en televisión.
.- Resumen de alguna noticia de prensa o de revista que hable de algo relacionado con la naturaleza (puedes hacerlo de algún diario digital, a través de Internet)
.- Poema escrito por ti sobre algo relacionado con la Tierra.
.- Decálogo de deseos para cuidar el planeta…
.- Ficha descriptiva de algún animal o de alguna especie vegetal (árbol, arbusto, hierba…)
Recogido el “Diario”, como decía al principio, quiero ejemplificar los resultados con la selección de un texto por alumno y alumna, para calibrar la originalidad, la variedad de temas y la creatividad mostrada.
.. Tomamos, para empezar, la presentación que hace Víctor Morreres:
“En este pequeño documento encontrarás poesías, comentarios de documentales y explicaciones de algunas cosas que he hecho, lo que he visto y tiene que ver con la naturaleza, en esta semana de vacaciones. Espero que os guste y que hayáis pasado unos felices días de semana santa”. Y, un breve poemita, que nos ofrece un punto de vista diferente, je, je: “¡Oh, la naturaleza / con su belleza / y su luminosidad / que hace amistad! / (…) Y, aunque la naturaleza / sea bella, / hay gente que la caza / y la mete en una paella”.
.. Jorge Buenacasa ha escrito varios textos relacionados con su estancia playera:
“Estoy cerca de Alicante. Hoy nos hemos ido al paseo marítimo de la playa. Me he llevado la pelota, porque mi padre me dijo que hoy jugaríamos al balón y lo hemos hecho.
Pero en la playa, yo me he caído como unas cinco veces, de cansancio y de risa. Cuando hemos salido, he sacado unos cinco kilos de arena… Y hasta me he tenido que sacar los calcetines. De tantas caídas, después de un rato, he notado arena en las partes nobles. Cuando hemos llegado a casa, nos hemos “triscao” un buen plato de lentejas y chicha”.
.. Inés Peralta ha construido el siguiente acróstico, con la palabra NATURALEZA:
Nosotros todos tenemos que:
Amar a los árboles.
Tener respeto con los animales.
Unirnos para cuidar los ríos.
Reciclar para no contaminar.
Ayudar a que los bosques existan.
Limpiar nuestro alrededor.
Ensuciar lo menos posible.
caZar sólo lo necesario (…)
Así tendremos paisajes bonitos.
Y ha escrito el siguiente poemita: “Los árboles / lloran, cuando ven / a los fríos hombres / que quieren hacer mal. / Tú y yo, hemos de conseguir / que estas cosas / no pasen más”.
.. Eva Izquierdo se ha dado una vuelta por el parque de la Pinada de Fraga y esto es lo que nos cuenta:
“El lunes por la tarde fuimos a la Pinada. Vimos bastantes tipos de árboles: grandes, pequeños, altos, bajos, con el tronco liso o arrugado… de muchísimas maneras. Lo que más me llamó la atención es que había oliveras. Pensé: cuando dan olivas, ¿quién las recoge?, ¿el Ayuntamiento?; ¿se las queda la gente que quiere pero con permiso?; ¿se las quedan los cuidadores de la Pinada? o ¿los que las plantaron…?
En fin, esta tarde pasada me he divertido viendo diferentes cosas, pasándomelo bien y echándonos unas risas con las compañeras. Algún que otro día de fiesta o fin de semana me gustaría volver y poder enterarme de algo más; acabar de ver lo que no he podido ver hoy…”
.. Miguel Ratia se acercó al río: “Estuvimos dando un paseo por las orillas del Cinca, viendo las piraguas y los árboles. El rato que estuvimos mirando el río, vimos dos clases de peces diferentes: carpas, siluro. Eso me hizo recordar que el verano pasado, yo quería pescar una carpa, pero no pude; solamente pesqué cuatro alburnos y dos Black-Blash, peso ¡eso sí!, cuando estuve allí, me lo pasé muy, muy bien”. Y en otra página inventa: “Un árbol centenario, / una flor singular / un fruto exquisito / dulce sin igual…”
.. Lili Pudziuvelyte nos cuenta una excusión familiar: “El sábado 23, como era el cumpleaños de mi padre, fuimos por la tarde con la bicicleta y pasamos por un bosque. Había muchos árboles, los miramos, cogimos hojas, los tocamos… Más tarde, fuimos a comernos los bocadillos debajo de un árbol raro; era un poco bajito y las hojas eran muy largas y raras. El árbol parecía que en vez de hojas tenía como unos hilos. Además de eso, fuimos a la orilla del río Cinca y mi hermano casi se cayó dentro, je, je. Después de un rato, como a las seis y media de la tarde, nos fuimos a casa y le contamos a mi madre lo que pasó y le enseñamos las fotos que nos hicimos. A mí me costó volver a casa, porque teníamos que subir una pequeña montaña y me tuve que desmontar y llevar la bicicleta con las manos”.
.. “Convertid un árbol en leña y podrá arder para vosotros; pero ya no producirá flores ni frutos”. .. “Mil máquinas nunca harán una flor”. .. “Lo que no es contrario a la naturaleza es bello”. (Frases copiadas por Eva Izquierdo) |
.. Yo mismo, también quiero contribuir a este espontáneo inventario de sucesos vacacionales relacionados con la naturaleza, contando un pequeño descubrimiento. El texto lo voy a titular: “Murphy siempre presente”.
“Bueno, a decir verdad, me intriga mucho el comportamiento del Azar, también llamado casualidad. El caso es que tengo ya unas cuantas anécdotas relacionadas con todo ello. Principalmente con las salidas al medio o breves paseos en los que “decido”, sin ninguna razón aparente (y sabiendo lo que me ha pasado otras veces) salir sin la máquina fotográfica… Lo último es del pasado domingo, día 24 de abril. Estábamos en Labuerda y salimos, por la tarde, aprovechando una tregua de un día lluvioso, a dar una vuelta por la escollera y margen derecha del río Cinca. Caminábamos charlando apaciblemente, mirando el río, las montañas y el precioso verdor que se había instalado en los campos, montes y setos naturales que podíamos contemplar. Al cabo de un rato, a nuestra derecha, divisamos una pequeña charca, de escorrentía, con abundantes aneas y otras plantas acuáticas. Allí descubrimos a una hembra de ánade real (o azulón), seguida por ocho patitos recién nacidos que nadaban plácidamente a tres metros de nosotros. Era la primera vez que comprobábamos que en Labuerda nidificaban estas aves y la primera vez que el Azar nos regalaba una imagen idílica de patos. Pudimos contemplar las evoluciones y las precauciones de la madre, al advertir nuestra presencia, durante un buen rato. Justo, hasta que decidió salir del agua por la orilla opuesta, seguida de los ocho patitos, en perfecta fila india… ¡Y yo sin cámara de fotos, maldiciendo a Murphy …, aunque la culpa fue mía, claro!”
.. Ahmed Gaddour escribe el día 21 de abril este texto, titulado “Pinos en Fraga” en el que explica brevemente un “juego con la naturaleza” y cómo el juego termina bruscamente: “El sábado, mi hermano y yo estábamos muy aburridos y fuimos a dar una vuelta por la Pinada. Allí estaban los amigos jugando a una guerra con las piñas y también estaba Adil, mi primo. Mi hermano y yo también jugamos con ellos y era muy divertido hasta que Ramón le dio con una piña en la cabeza a Salleras. Ahí terminó el juego”.
(Continuará…)
Como ya quedó anunciado en el post anterior, había continuación. Aquí está la segunda parte, con las colaboraciones de las niñas y los niños de clase que no aparecieron en la primera entrega. Seguimos una línea similar de publicación. En algunos casos, son dos textos o uno y un poemita… de cada uno. En todo caso, la idea es reflejar un panorama, lo más amplio posible, de los temas y las estrategias de escritura que han utilizado los chicos y chicas de clase para resolver el desafío de escribir un diario de vacaciones, relacionando todas sus colaboraciones (de manera directa o indirecta) con la naturaleza.
Hugo Labrador, escribe un texto titulado “En la huerta”: “Tengo un vecino, llamado Luis. Es un hombre mayor que tiene una huerta y cada domingo por la mañana intento poder ayudarle en el tema de sembrar o plantar semillas, verduras… El domingo pasado no pude ir, pero el anterior me acuerdo que vino su nieto. Tenía, por lo menos, dos años más que yo; como trece años, debía de tener. Les ayudé a plantar cebollas y me gustó tanto que, al día siguiente, le ayudé a plantar de nuevo y me dijo que lo hacía tan bien que me regaló una gorda del año anterior para que la guisara mi madre”.
Y en su poemita dedicado a la Tierra, dice Hugo: “La gente / la ignora demasiado. / Sólo se entretienen / con lo que han comprado…” Igual tiene razón…
Ester Baules nos transmite estos10 deseos para cuidar el planeta:
.. Reemplazar al menos dos bombillas normales por las de bajo consumo.
.. Que reciclar sea obligatorio.
.. Beber agua del grifo.
.. Mantener las ruedas del coche a una presión adecuada.
.. Usar la bicicleta como medio de transporte diario.
.. Comprar cosas usadas, especialmente productos electrónicos.
.. No dejarnos los grifos abiertos innecesariamente.
.. No utilizar el lavavajillas y fregar a mano.
.. Durante el día, tener las luces apagadas.
.. Mantener bien cuidados los jardines, parques, etc.
La misma autora, copia una reflexión bajo el titular “España entra en déficit ecológico”, noticia aparecida en El País (18.4.2011)
“España ya ha gastado en estos meses del año, lo que es capaz de generar en un año. Es importante que haya equilibrio entre la superficie que se necesita para producir los recursos consumidos y, a su vez, la superficie que el país es capaz de regenerar. Si un país necesita más espacio del que es capaz de regenerar, está en déficit ecológico”.
Alba Calderón nos cuenta: “Ayer, mi prima Jessica se quedó a dormir en mi casa. Por la tarde, me ayudó a terminar el juguete.
Más tarde, yo le ayudé a terminar un trabajo de animales, en el cual utilizamos un libro donde se explican cosas sobre muchos tipos de animales y además hay muchas imágenes. Como esas imágenes no se podían recortar, tuvimos que calcarlas; otras, en cambio, las imprimimos.
Al final, nos quedó muy chulo, tanto a mí como a mi prima. Así que hemos vuelto a quedar para hacer otro trabajo por nuestra cuenta, sin que nadie nos lo diga”.
Alba completa una de las páginas con un anuncio encontrado en una edición digital de prensa, titulado “Naturaleza a tus pies”. Podemos ver cómo la naturaleza puede ser una buena coartada para justificar algunas tendencias de la moda…:
“Naturaleza, relajación y comodidad son las características de la nueva colección Midori de Onitsuka Tiger, para esta primavera-verano. Una colección unisex inspirada en los entornos naturales japoneses y que refleja en sus materiales, colores y texturas la calma estival… Los colores representan los árboles, la tierra, las hojas y el cielo japonés en verano”.
Lucía Martín escribe, entre otras cosas, este texto: “Hoy, 22 de abril, me he despertado a las 11 de la mañana, llovía a cántaros (mucho). Hay mucha niebla que viene hacia mi casa. La niebla parece un pedo que se han pegado las montañas y viene hacia nosotros. Me recuerda al invierno. Cuando me despertaba no se veía ni el campanario. Hoy es un día para estar en casa tranquila, leyendo, aprovechando el tiempo para hacer deberes, para jugar…
Creo que el dicho: “En abril, aguas mil”, tendría que llamarse “En Semana Santa no hay quien salga de casa”. Buena modificación del viejo refrán, sin duda…
Lucía también escribe unos versos muy certeros y claros: “La tierra, la tierra / es donde vivimos. / A la tierra, a la tierra, / la destruimos. /
Somos humanos / un poco marranos / fumando y en coche / contaminamos. /
Podríamos ahorrar, / ir a pie o en bicicleta / y así poder cuidar / a nuestro planeta Tierra. /
Es bonito el paisaje / porque hay naturaleza, / animales y plantas / pero poca limpieza. /
Es el único planeta, / en el que hay vida / pero gracias a nosotros / explotará algún día”.
Cristian Ayala describe brevemente un paseo en familia a la orilla del río Cinca: “Mi padre, mi madre y yo quisimos ir a pasear a la orilla del río Cinca; lugar al que nunca habíamos ido. Cuando llegamos, había muchos pájaros cantando y vi una mariposa blanca que volaba alrededor mío. Vi muchos mosquitos y algunos de ellos nos picaron. También vimos una familia de patos que flotaba en el agua. El agua que corría por el río hacía un ruido de paz y tranquilidad”.
Y el mismo Cristian nos habla de “La huerta de Jordi”: “Fuimos a la huerta de nuestro amigo Jordi. Estaba un poco ocupado porque estaba plantando lechuga, coliflor, tomates y brócoli. También nos enseñó unos árboles de melocotón, manzana y pera. Cuando terminamos, Jordi nos dio verdura por haberle ayudado”.
Camila Quiñones nos regala este poema en prosa, dedicado a la Tierra: “La Tierra es de color azul, / casi todo es mar. / En cada trozo de tierra / viven personas. / Todos unidos / tenemos que cuidar el planeta. / Poco a poco se va destruyendo / sin que nosotros nos enteremos. / Cada día nos preguntamos: / ¿por qué la Tierra es redonda / y de color azul? / Nadie sabe la respuesta / y nos quedamos con la duda. / Queremos olvidar esa pregunta / pero es imposible / porque siempre nos la haremos”.
Xavier Esteve dice que estuvo “Pensando en la lluvia”: “Algunos de estos primeros días de vacaciones estaba pensando que llovería y no podría salir de casa a divertirme y salir con los amigos, porque yo veía que el cielo estaba oscuro y muy nublado, para poder salir; pero, al final, vi que no llovía.
A mí la lluvia no me gusta porque si no, te tienes que aburrir en casa y a mí no me gusta quedarme tanto rato encerrado.
Al final, el viernes y el sábado, llovió. Esto no me lo esperaba y lo pasé muy mal esos días, pero al menos jugamos al monopoly toda la familia y nos lo pasamos muy bien”.
Y termina con una estrofilla: “La lluvia cae sobre el suelo gris / en las ciudades y en los campos. / Sale el sol y el arco iris, / y de tanto llover ya estamos hartos”. Bueno, Xavier, tienes que mirar la parte positiva de la lluvia: nos ha dejado una hermosísima primavera.
Biser R. Radoslavov ha decidido dedicar su “diario” a la poesía y ha utilizado Internet como fuente de “inspiración”, anotando poemas de Bartolomé Leonardo de Argensola; de Francisco de Medrano o de Juan Ramón Jiménez. De éste último, es el que sigue: “Tristeza dulce del campo. / La tarde viene cayendo. / De las praderas segadas / llega un suave olor a heno. /
Los pinares se han dormido. / Sobre la colina, el cielo / es tiernamente violeta. / Canta un ruiseñor despierto. /
Vengo detrás de una copla / que había por el sendero, / copla de llanto aromada / con el color de este tiempo: / copla que iba llorando / no sé qué cariño muerto, / de otras tardes de septiembre / que olieron también a heno”.
Por mi parte, poniendo el punto final a todo esto, contar que estas vacaciones estuve en el Museo de Juegos Tradicionales de Campo (Huesca). Un sitio donde la naturaleza está presente de una manera especial: muchos de los juegos y juguetes populares de hombres, de mujeres o de niños y niñas (que es lo que contiene ese museo) tienen a los vegetales como materia prima; bien sea la madera de los troncos de algunos árboles (transformada en bolos y billas, por ejemplo) u otros materiales como: mimbres, cañas, frutos secos, semillas, etc.; al margen, por supuesto, de otros elementos lúdicos: metálicos, de cartón o papel, óseos, etc. Un sitio donde descubrir cosas sorprendentes y reencontrarse con la infancia.
Para terminar este post, decir que en el “Cuaderno de valoraciones personales” cada cual ha escrito unas líneas reflexivas valorando su trabajo: grado de dificultad, satisfacción personal, ayudas recibidas, utilidad de las orientaciones dadas, relación trabajo-tiempo… Siempre que hacemos una actividad que sale un poco de lo habitual, reflejamos la valoración de la misma en ese cuaderno personal que recibe cada alumno y cada alumna al comenzar el curso. Es una manera de autoevaluarse, de practicar la autocrítica (o al menos, un intento de hacerlo).
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