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En el calendario individual, estos días de marzo o abril suelen estar debidamente subrayados porque son días de escapada general; y es tanta la alegría con la que llegan, como la velocidad a la que pasan. De modo que si hace “cuatro días” estábamos a punto de iniciar estas peculiares vacaciones de primavera, escribo ya cuando han finalizado las mismas. Para empezar, ahí va una colección de “meacuerdos”, relacionados con otros tiempos personales, de otras “semanas santas”:
“Me acuerdo de mis tres años de monaguillo. Me acuerdo que el cura hacía una misa diaria y muchos días, además de los que me “tocaba”, me venía a buscar a mí para “ayudarle”. Me acuerdo que sólo “cobrábamos” en las celebraciones extraordinarias: bodas, bautizos y entierros, además del día de San Roque (Fiesta Mayor). Me acuerdo que cuando venían los curas de Robres no les faltaban ayudantes porque, cada día nos daban una moneda de 2´50 pesetas. Me acuerdo de la desagradable sensación de que me cayera ceniza por la ropa en el miércoles de idem. Me acuerdo de la profusión de actos religiosos en cada semana santa. Me acuerdo del cumplimiento pascual y de las confesiones multitudinarias. Me acuerdo de los pecados de pensamiento, imposibles de controlar. Me acuerdo que el domingo de ramos, los chicos y las chicas íbamos a la iglesia con la rama de olivo cargada de dulces de azúcar, caramelos y galletas. Me acuerdo que algunos mayores que ya no llevaban ramo, intentaban coger algo del de los pequeños. Me acuerdo que el domingo de ramos se salía en procesión hasta la Plaza y que era una procesión corta. Me acuerdo que íbamos por las calles del pueblo tocando matracas y carraclas para anunciar los oficios de los días de semana santa, porque estaba prohibido tocar las campanas. Me acuerdo que cantábamos-gritábamos: “¿Dónde está Judas? –En casa Saludas. ¿Dónde está el diablo? –Por aquí ha pasado. Pues a matracalo que ye muy malo”. Me acuerdo que se tapaban las imágenes de la iglesia. Me acuerdo que los que ayudábamos a misa, esa semana, debíamos sustituir la campanilla por la matraca y que ninguno quería tocarla porque resultaba complicado. Me acuerdo que tenía que ir a casa a buscar brasa con el incensario. Me acuerdo que debía hacer el trayecto de casa a la iglesia balanceando el incensario y seguir así en la sacristía hasta que me llamara el cura para utilizarlo. Me acuerdo de los apuros pasados para que las brasas no se apagaran o para evitar que se cayeran por el suelo, con el follón de cadenas del aparato. Me acuerdo que años después supe que en Santiago de Compostela tenían uno mucho más grande que se llamaba “Botafumeiro”. Me acuerdo que mi madre iba a comprar una bula a la iglesia para poder comer carne. Me acuerdo que los viernes de cuaresma comíamos de vigilia. Me acuerdo que el día de viernes santo sacábamos a un cristo en procesión y que había un balcón por donde casi no pasaba. Me acuerdo que íbamos a hacer visitas al “monumento”. Me acuerdo que las madres y abuelas hacían turnos de media hora para custodiar el “monumento”. Me acuerdo que, cuando salía la procesión, los hombres que estaban jugando a cartas en el bar, cerraban los porticones para disimular su presencia. Me acuerdo que me contaban cómo eran las procesiones unos cuantos años antes, con un largo recorrido, fuera del pueblo. Me acuerdo que un año vino un misionero que enardecía a la gente. Me acuerdo verlo subido en la fuente (en una de las procesiones) e imprecar a un conductor que –cosa rara, entonces- trataba de entrar en el pueblo con su coche. Me acuerdo que era un hombre que gritaba, que asustaba y que algunas personas estaban fascinadas con su verbo. Me acuerdo que el lunes de pascua recorríamos el pueblo con el cura. Me acuerdo que bendecía, casa por casa, desde el patio, a cambio de una ración de huevos y, a veces, algo más. Me acuerdo que, tanto el cura como los monaguillos, íbamos vestidos como tales. Me acuerdo que uno de los monaguillos llevaba y hacía sonar la campanilla y el otro llevaba el agua bendita con el hisopo. Me acuerdo que yo no entendía qué podía hacer el cura con tantos huevos. Me acuerdo que pensaba que igual estaba tan gordo de comer tantos huevos. Me acuerdo que decían que los conservaba “enronados” en cal. Me acuerdo que empezamos a tener roces con el cura porque cantábamos algunas noches de la semana santa y porque organizábamos cenas de gente joven. Me acuerdo de la “chiretada”. Me acuerdo que un centenar de personas nos juntábamos a cenar en Casa Turmo el día de sábado santo. Me acuerdo que cenábamos, entre otras cosas, chiretas. Me acuerdo que luego hacíamos baile. Me acuerdo que la semana santa empezó a dejar de ser santa y pasó a ser festiva. Me acuerdo que lo más importante de esas fechas era el reencuentro con los amigos para compartir unos días de vacaciones. Me acuerdo que lo que intentábamos era hacer todos los días baile, con un tocadiscos, para poder mezclarnos con las chicas. Me acuerdo que en las viñas florecían las almendreras y en las huertas otros árboles frutales. Me acuerdo que nosotros (chicos y chicas) también “florecíamos”. Me acuerdo que, alrededor de esos días, todo el mundo sembraba las patatas. Me acuerdo que, sin darnos cuenta, aumentaba la presencia de pájaros y el sonido de sus trinos. Me acuerdo que éramos mucho, mucho más jóvenes. Me acuerdo que un día de sábado santo legalizaron al Partido Comunista…”
Este año ha hecho un tiempo típico de estas fechas, marcado como siempre por cierta o total inestabilidad. Ha hecho sol, ha habido nubes, ha llovido, ha hecho algo de frío, ha nevado en las alturas… Los días soleados han permitido el disfrute del entorno. Las lluvias de este invierno han regalado una primavera esplendorosa. En Labuerda, los campos de cereal o de hierba, verdean con pujanza y brillantez, entre los setos naturales formados por distintos arbustos y algunos árboles, especialmente robles (“caixigos”) que todavía no han recuperado sus hojas después de la obligada desnudez invernal. Las márgenes de los campos jalonan esos mantos verdes que auguran una buena cosecha.
Y si el monte está viviendo tiempos de exhuberancia, qué decir del río. El Cinca baja crecido, bravo, cantarín y rumoroso. Sus aguas, algo oscurecidas por los aportes continuos y por pequeños e intermitentes deshielos, recorren veloces el cauce y dan una sensación de abundancia, de fuerza… El Cinca ha hecho perfectamente sus deberes y mantiene llenas sus presas y sus pantanos: accidentes que le impusieron tiempo atrás los seres humanos. En los picos hay una notable acumulación de nieve que anuncia abundantes mayencos cuando la primavera esté más avanzada y seguro que el estado actual de la cuenca dibuja más de una sonrisa entre los regantes de la tierra baja, pensando en los frutales y en el verano.
Pasear por el monte o hacerlo por las orillas del río, son dos actividades que hemos practicado estos días y que contribuyen a solazar el espíritu, a descargar tensiones y a cargar pilas para abordar el último trimestre del curso. Cierto que cualquier otro fin de semana uno va más tranquilo por la carretera y por algunos caminos; más tranquilo y más relajado, sin que un grupo numeroso preceda tu marcha o vigile tu retaguardia, pero esa multitudinaria coincidencia vacacional, hace inevitables las aglomeraciones.
Viajamos un día a Figols de Tremp a “recordar” la casa. Salimos lloviendo de Labuerda (parece que cada vez que vamos en aquella dirección, empeora el tiempo e incluso llueve. Parecemos una “rogativa”). Luego el día se arregló y pudimos dar un paseo, aunque bien batido por el viento del norte que llegaba cargado de frío de la nieve caída en las alturas. En casa comimos alrededor del fogaril encendido escuchando el sonido del fuerte viento en el hueco de la chimenea. Las nubes eran zarandeadas violentamente y el fenómeno resultaba vistoso; cada pocos minutos se oscurecía el cielo porque una nube tapaba el sol, pero con rapidez llegaba un claro, al que le sucedía otra nube… Y con esa situación de sol y sombra intermitentes transcurrió la tarde. Dejamos atrás Figols y al cabo de una hora, más o menos, hicimos un alto en el camino para visitar la población de Perarrúa (en el Valle del Ésera). Nos llamaba la atención, cada vez que pasábamos por la carretera, la torre de su iglesia, un puente medieval que vislumbrábamos al pasar por la carretera y la iglesia que hay construida en una plataforma natural elevada pintorescamente del terreno anejo. Dimos una vuelta por el pueblo y visitamos algunos de esos monumentos o los fotografiamos con tranquilidad.
El día de jueves santo viajamos a Sabiñánigo por la carretera de la Guarguera: una vía poco transitada, que atraviesa montes y pequeños pueblos con poca gente: Campodarve, Mesón de Fuebla, Laguarta, Molino Villobas…, amén de varios anuncios de otros pueblos o aldeas. En Sabiñánigo fuimos directos a visitar el espacio Pirenarium, con la reproducción en miniatura de edificios emblemáticos de Aragón, sobre todo de la provincia de Huesca. La idea nos pareció buena, pero el estado de las maquetas empieza a no ser el adecuado. Creemos que se puede mejorar el mantenimiento de la instalación, aunque es previsible que al estar al aire libre la cosa no sea nada fácil. Comimos y nos acercamos al campo de fútbol, pues esa tarde iba a celebrarse un partido de Tercera División, entre la U.D. Sabiñánigo y la U.D. Fraga. Daniel estaba convocado y lo acompañamos. Nos alegró comprobar que Daniel salía de titular y ver que la jugada más peligrosa del Fraga, en la primera parte, fue una vaselina que Daniel realizó sobre la portería contraria y que el portero evitó el gol en el último momento. Jugó hasta el minuto 20 de la segunda parte y el partido terminó con empate a cero. El regreso lo hicimos por Cotefablo, con bastante más tráfico de autos. Al final, comprobamos que el tiempo invertido había sido el mismo, a la ida que a la vuelta: una hora y media, en cada caso. Fue un día bien aprovechado y muy satisfactorio.
El domingo por la tarde bajamos con Daniel hasta Samitier. Subimos caminando hasta la zona de los “castillos”: restos de un castillo medieval y ermitas de San Emeterio y Celedonio (en lo alto) y de Santa Valdesca (un poco antes). Creo que no hay otra atalaya en Sobrarbe desde la que se observe un panorama tan espectacular (ya lo comenté en otro post de este blog). Acompañaba el día (a pesar de que había algo de ventisca en Treserols y la masa de agua del pantano se veía de color verde) y disparé un montón de fotografías… Los campos de Lamata y del entorno de Mediano, etc. ofrecían además otro punto de atracción, verde y primaveral. Hacía un viento fuerte en las alturas, pero el sol dulcificaba el ambiente. Descendimos, tras recoger algunos fósiles interesantes y visitamos Samitier: la fuente con cuatro enigmáticas caras, un reloj de sol, varias construcciones viejas y sugerentes, un murciélago en un “trucador” y la torre-ermita del final del pueblo nos llamaron la atención. Iniciado el regreso, paramos de nuevo en las orillas del pantano de Mediano para hacer aún algunas fotografías de la punta de la torre emergiendo, de la Peña Montañesa y Cotiella, de las tres Marías y de Treserols que, a esa hora, se había desprendido ya de las nubes de ventisca que lo cubrían…
Y hoy, lunes de pascua, “sin huevos que recoger”, cargaremos los bártulos y volveremos a Fraga, después de esta semana de paréntesis que tanto nos ha ofrecido.
P.D.: Un saludo para José Luis C. y Paula y para Anny A.y Luc V. que, en días diferentes, pasaron por casa y con quienes pudimos charlar un rato y con quienes esperamos volver a coincidir.
Dice un sherpa, amigo mío, que “la barza no admite ni la caricia ni el abrazo” y a fe que es cierto.
En julio de 2008, escribí ya en este blog un par de entradas consecutivas que se referían a distintas actividades y deportes de aventura que realizábamos de niños y de jóvenes. (http://gurrion.blogia.com/2008/071101-actividades-y-deportes-de-aventura-i-.php y http://gurrion.blogia.com/2008/071801-actividades-y-deportes-de-aventura-ii-.php).
Hacía una relación de todos ellos, convertidos en actividades “ing” (ya sabéis, la terminación de los deportes de aventura modernos) y medio en serio, medio en broma, quería contar cosas de un tiempo en el que despertábamos al trabajo diario y esforzado; un tiempo en el que no hacían ninguna falta estas actuales actividades de aventura, porque ya teníamos bastante con lo que la vida nos ponía por delante. Uno de esos deportes de aventuras que nombraba muy de pasada era el “barzing”, al que hoy quiero dedicarme en exclusiva.
Ayer, (10 de abril) estuvimos en Figols de Tremp disfrutando de un día primaveral y me dediqué, durante un buen rato, a hacer barzas (BARZING, por tanto) y, consecuentemente, a hacer barzales. Quien no haya practicado este deporte de aventura y riesgo, no sabe lo que se pierde, de verdad. Hoy tengo manos y parte de los brazos moteados de los pinchazos y de los trocitos de espinas que aún no he podido quitarme. Ya sé que podría haberme puesto unos guantes, pero no suelo hacerlo porque respeto mucho el viejo refrán de que “gato con guantes no caza”, aunque me cueste…
En aragonés llamamos “barza” y “barzal” a lo que en castellano se llama zarza y zarzal. La “barza” tiene como nombre científico: Rubus fruticosus L. y es de la familia de las Rosáceas. Ésta es la descripción de sus características: “Arbusto caducifolio de hasta 2 m de altura, muy ramificado y armado de aguijones. Tallos primero erectos, luego colgantes, algunos reptan por el suelo y otros trepan mediante las espinas. Hojas muy aserradas de color verde oscuro por la haz y verde grisáceo y con pilosidad por el envés. Flores blancas o rosadas, de 2 cm de diámetro. Frutos negros, brillantes, de sabor agradable. Se distribuye por toda Europa en los claros de los bosques, matorrales, así como en los bordes de los campos y caminos. Es una especie muy variable. Se distinguen hasta 200 subespecies debido a la facilidad con que hibridizan (característica común en todas las rosáceas)”
Tengo para mí (como he leído que escriben algunos) que el problema de las “barzas” es que constituyen una maldición bíblica no explícita, pero evidente. Basta leer este pasaje evangélico para percatarnos de lo que digo: Éxodo 3c... y llegó Moisés al Horeb, la montaña de Dios. El ángel de Yhaveh se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía… Pues, ahí está la cuestión; porque si se hubiera consumido, ¡adiós barzas! Yo creo que hubo en ese momento un defecto de fabricación y que fue un error hacerlas de material incombustible. Los niños de mi quinta que nacimos y vivimos en los pueblos, seguro que recordamos haber visto a nuestros padres quemar barzales en otoño o en invierno (todos los años) y comprobar cómo brotaban de nuevo, como si tal cosa, en la siguiente primavera.
El caso es que practicábamos el barzing todos los años y con mucho fundamento, que decía el otro. Recordando tiempos pasados, vienen a mi memoria varios momentos relacionados con las barzas. Durante el mes de diciembre de cada año, los chavales en edad escolar recorríamos las huertas, la glera del río y los montes próximos al pueblo para ir recogiendo materiales que alimentasen la “hoguera de Nochebuena” que cada 24 de diciembre encendíamos en la Plaza. Una de las piezas más cotizadas eran los barzales porque arden con facilidad y animan con rapidez el fuego para que se enciendan a su vez troncos y “tozas” de árboles (conjunto formado por la base del tronco y las raíces, mezclado con algo de tierra…). Si veíamos a alguien del pueblo que estaba limpiando alguna margen de un campo o de un huerto, le decíamos que nos guardara el barzal para la hoguera de Nochebuena (también llamada por nosotros hoguera de Navidad, porque, en realidad se encendía a las 12 de la noche del día 24 de diciembre, un poco antes de la misa de gallo). Luego las peripecias que pasábamos para transportarlo hasta el depósito de leña y hasta la Plaza solían ser curiosas. Lo mismo hacíamos cuando éramos nosotros mismos los ayudantes de nuestro padre a la hora de ejecutar alguna de esas limpiezas de márgenes: reservábamos el barzal para la gran hoguera colectiva. Las barzas se cortaban con tijeras de podar, con “dallos” (guadañas) o con el “cortabarzas” y en todos los casos, acababa uno señalado, con gotitas de sangre, espinas clavadas, rasguños de variadas dimensiones y cien veces repetida la fina expresión: “las putas barzas”, cada vez que nos acariciaba alguna de ellas.
En las épocas de siega manual, en las que se hacían gavillas en el campo y luego se ataban en fajos, solía haber unas barzas poco desarrolladas que se extendían por el suelo y que llamábamos “richoleras”… Al tratar de coger las gavillas, esas barzas constituían frecuentemente desagradables sorpresas “acariciando” nuestras manos y brazos.
En cambio, en primavera cortábamos, pelábamos y nos comíamos los brotes verdes de las barzas (a pesar de que no eran un manjar exquisito). Ya tenían espinas, pero eran tiernas y no se clavaban y al final del verano asaltábamos los barzales para darnos algunos atracones de moras. Las moras nos las comíamos tal como las íbamos cogiendo, pero nos gustaba ensartarlas en unas hierbas que llamábamos “lastón” y así, cuando regresábamos al pueblo, teníamos una pequeña reserva de dulce alimento antes de refugiarnos en casa.
En Labuerda, aún vive quien hizo de la frase (¡hay que comer barzas!) una sentencia que glorificaba el esfuerzo y la escasez para saber apreciar luego las bondades y la abundancia que te regala la vida (que te las regala o que te la encuentras o que te la ganas…) o que la utilizaba en el sentido de que sólo si has comido barzas, sabrás apreciar suficientemente las mejoras que vayas encontrando en tu vida. Bueno, la filosofía popular está llena de sentido común y de originalidad, sin duda.
Y para terminar este post, añado un pequeño relato recreado de una anécdota que tuvo como protagonistas a un sastre y una zarza y que se cuenta en muchos pueblos de Sobrarbe. La escribí y publiqué hace ya unos años en la revista El Gurrión.
“Hace un montón de años, cuando las carreteras eran caminos y la mayor parte de los coches tenían cuatro patas en lugar de cuatro ruedas, los sastres practicaban su oficio de aguja, dedal y tijera, de pueblo en pueblo, de aldea en aldea.
Acudían a cualquier sitio al que eran llamados para cortar y coser unos pantalones, un traje completo, camisas, batas, etc. También se ocupaban de arreglar la ropa que se le había quedado pequeña a uno de los críos y todavía le venía grande al siguiente, y además eran capaces de convertir una falda en desuso en unos pantalones cortos a la última moda.
Recorrían los caminos, llegaban a los pueblos, comían y dormían en las casas para las que trabajaban, establecían nuevas relaciones…; bueno, a decir verdad, eran personas con mucho “mundo”. Además las gentes los apreciaban porque desarrollaban un trabajo necesario y, como la economía de los lugareños eran más bien débil, siempre les salía más barato el trabajo del sastre que la compra de vestimentas nuevas; por otro lado, escasas y de venta en pueblos grandes o en ciudades alejadas de la aldea o del pueblo.
Cuando se acababa la faena en el lugar donde se hallaban, empaquetaban sus frágiles y poco voluminosas herramientas y al amanecer o al atardecer recorrían el camino hasta el pueblo siguiente, aquél en el que debían arreglar un par de chaquetas, coser un traje para el alcalde y hacerle un vestido a la mujer del médico que tenía que ir de bodas a la capital.
En tierras de Sobrarbe, vivía Joselón de Agueda; sastre con oficio bien aprendido que, andando por un camino pedregoso y angosto, y con la noche temprana de octubre cayendo sobre la tarde desvanecida, notó que “alguien” lo agarraba por la manga de la chaqueta y se quedó clavado, sin decir ni pío. Nunca había sido un hombre valeroso y aquella situación lo desbordó por completo.
Con el cuerpo inclinado hacia delante para intentar soltarse de aquella “mano” siniestra e inesperada, permaneció toda la noche. Tiritaba sin cesar, más como consecuencia del miedo que le embargaba, que del frío acumulado a medida que avanzaba la noche. Por su cabeza pasaban imágenes desagradables y presentía su fin de un momento a otro. No volvió su vista hacia atrás en toda la noche, tal era el pánico que sentía, y de haberle visto el color de su cara, éste hubiera sido el blanco más pálido imaginable.
Cuando el alba trajo la luz a la mañana, el sastre comprobó que aún seguía vivo y decidió que debía hacer algo porque aquella situación ya duraba demasiado tiempo. Volvió la vista y se quedó de piedra viendo que estaba enganchado a una zarza del borde del camino. Recuperando la compostura, tranquilizando el ánimo y sacando lentamente la afilada tijera de la alforja, cortó el frágil apéndice vegetal que lo había mantenido toda la noche preso, a la vez que exclamaba en tono desafiante:
- Si en vez de barza, yes un hombre, te corto o pescuezo
Y el sastre siguió su camino hasta el siguiente pueblo, en donde las malas lenguas aseguran que se pinchó muchas veces con la aguja mientras cosía, debido al sueño que tenía por haber pasado tantas horas sin dormir”. (El Gurrión, número 56, verano de 1994, páginas 17 y 18)
Hay lugares en los que sería necesario realizar campañas de barzing: aquellos pueblos y aldeas que han sido pasto del olvido y la despoblación y que han sido engullidos y borrados por las barzas y otras plantas trepadoras, tapando a la vista los esqueletos de sus casas, restos de la vida de otro tiempo, despojos de la muerte de esos núcleos de población donde tan a gusto crecen las putas zarzas incombustibles.
Esta serie quincenal, que aparece en el suplemento Heraldo Escolar del Heraldo de Aragón, publica este miércoles, 14 de abril (Día de la República), su entrega número cien. La verdad es que no pensaba durar tanto, no porque me canse de escribir, sino porque preveía dificultades para encontrar temas y para ofrecer propuestas que cumpliesen, al menos en parte, con lo que sugiere el título de la sección.
El día 22 de septiembre de 2004 publiqué la primera columna, con el título de “¿Qué pasaría si…?” y estoy en el sexto curso escolar consecutivo, enfilando ya la recta de finalización del mismo. Como veis es una efeméride de poco calado, pero de importante significación personal porque enaltece el valor de la constancia. Éste fue el texto completo de la primera colaboración:
El humor nos permite tomar distancia ante la realidad y ofrece la posibilidad de mirarla desde otros puntos de vista, diseccionarla o reinterpretarla. No pretendo “enseñar humor” porque, entre otras cosas, dudo que pueda enseñarse, pero sí podemos romper determinados comportamientos tradicionales y darnos algunas alegrías en las aulas. Los chicos y chicas lo agradecerán.
Desde el primer momento, pienso ponerme bajo la protección de Gianni Rodari, maestro italiano que defendió siempre el valor pedagógico del humor y de la risa. Hablaba de proponer acciones que hagan de la niña, del niño seres creadores e indagadores que vean (y vivan) el trabajo escolar como una ocasión de disfrutar. Hay muchos niños y niñas que se sorprenden cuando un maestro o una maestra plantea actividades donde la risa y el divertimento forman parte de las mismas. Quizás se sorprenden porque, tradicionalmente, la seriedad se ha unido con el rigor, con lo políticamente correcto; aunque en ocasiones, produzca sobre todo tedio y aburrimiento.
Hace un año aproximadamente, recogí una noticia aparecida en este periódico titulada así: “Una octogenaria causa revuelo en una discoteca”. La noticia explicaba, entre otras cosas, que ya de madrugada se había presentado en una discoteca una anciana, se había sentado en la barra y había pedido una coca cola y un aguardiente. Los policías que acudieron a la llamada de los dueños comprobaron que la anciana no tenía malas intenciones y que sólo había acudido allí con la intención de ver cómo era una discoteca por dentro.
La noticia contaba un hecho real, que podríamos haber imaginado si hubiéramos propuesto en el aula que niños y niñas escribieran un texto con un comienzo que podría ser así: “¿Qué pasaría si una noche cualquiera se presenta en una discoteca una anciana o un anciano?” Aunque en el caso que nos ocupa, la realidad ha superado a la ficción, podemos aprovechar uno de los planteamientos que Rodari hace en su “Gramática de la fantasía” para escribir. Por eso, podríamos en estos primeros días de septiembre, proponer a las criaturas que escriban algunos textos, con estos comienzos, con estas hipótesis fantásticas, que podemos sugerir o que podemos pedir que ellos y ellas sugieran: “¿Qué pasaría si nuestra clase se pusiera a volar?”, “¿Qué pasaría si aterrizase un platillo volante en el patio del colegio?”, “¿Qué pasaría si en el aula hubiera más risas y alegría?”...
Éstos, los cien títulos, por orden de aparición, de las columnas publicadas hasta la fecha:
Curso 2004-2005: ¿Qué pasaría si…? – Rimas y geografía – Los números y la rima – Las frases hechas – Trabajando con la prensa – Interrogantes creativos - ¡Qué animales! – Viajes imaginarios – Construir ABCdarios – El índice del atlas – Palabras con números – Dibujando sonrisas – Poemas y rimas – Nombres y apellidos – Dúctil y maleable – Desde la tradición oral – Practicando la lectura.
Curso 2005-2006: Matrículas de coches – Noticias inventadas – Sólo nombres y adjetivos – Palabras monosílabas – Preposiciones – Rimas colectivas – Anuncios y villancicos – Geografía autonómica – El orden alfabético – Con derecho de admisión – En la biblioteca escolar – De la tele al libro – El significado de las siglas – Contraseña literaria – La catástrofe vocálica – Dibujando greguerías – Pérdidas gozosas – Viñetas humorísticas.
Curso 2006-2007: Personajes de cuento – Memorizar y recitar – Palabras escondidas – Juegos de diccionario - ¿Qué pudo pasar? – Coplas populares – Un zoo-ilógico (I) – Un zoo-ilógico (II) – Preguntas y respuestas – Lectura y rimas – Periodistas virtuales – Motivos para alegrarnos – Coplas de agua – Cajas lectoras – Poner el acento – Horizontes geográficos – Veraneo virtual.
Curso 2007-2008: Conjugaciones verbales – Formulillas para elegir – Biblioteca imaginaria – Siglas intercaladas – Desafíos alfabéticos – Masculino y femenino – Preposiciones en titulares – La maleta del humor – Retoques gramaticales – Versos robados - ¿Estiramos los cuentos? – Conjugar errores – Versos vegetales – Versos animales – Ana Pelegrín – Títulos generadores – Palabras espejo – Nombres “inadecuados”.
Curso 2008-2009: Autores y libros – Preguntas y libros – Poemas en la gloria – Cuentos y bichos – Refranes sorprendentes - ¿Interrogantes científicos? – La lectura y el humor – Extraña familia – Palabras modificadas – Lanzamiento de zapato – Versos con alas - Rimas de luna – Cuadernos de escritura – Sátira y humor - ¿Parentesco de palabras? – Diez palabras – Siguiendo la estela.
Curso 2009-2010: Deseos y peticiones – El libro de los “meacuerdos” – El libro de los “meacuerdos” (y 2) – Juegos silábicos – Manolito Lindo – Cabreoterapia – Horizontes deseables – Anécdotas escolares – Territorio facebook – Palabras homónimas – ABCdarios de versos – Noticias sorprendentes – Geografía sorprendente…
Y, a continuación, la columnita número 100, publicada hoy, 14 de abril de 2010, titulada “Geografía sorprendente”:
La toponimia estudia el origen de los nombres geográficos con los que designamos a pueblos, ciudades, montes, ríos, etc. Una de las singularidades de la toponimia es la creencia de que existe una conexión entre el nombre de cada lugar con lo que ese nombre significa. En realidad, no es nada extraña que algunos topónimos estén relacionados con algún rasgo físico o alguna particularidad del lugar designado, según los expertos.
Vamos a tomar hoy el atlas de España y nos vamos a ir directamente a las páginas finales, donde está el índice toponímico: ese que nos permite localizar cualquier nombre geográfico con relativa facilidad. Vamos a fijarnos en los nombres curiosos de algunas poblaciones y vamos a preparar un ABCdario con todos ellos. Como el concepto “curioso” es algo ambiguo, vamos a pensar en nombres que nos llamen la atención por diversas razones, que nos hagan sonreír o que nos extrañen y vamos a colocar el nombre de la provincia a la que pertenecen. Si nos apetece y tenemos tiempo, podemos realizar un powerpoint, individualmente o en pequeño grupo, añadiendo una foto del pueblo o algunos otros datos que decidamos…
Esta es mi propuesta de ABCdario: Alquerías del niño perdido (Castellón) – Brazatortas (Ciudad Real) – Contamina (Zaragoza) – Delgadillo (Granada) – El Payo (Salamanca) – Feas (Orense) – Guarromán (Jaén) – Hoyocasero (Ávila) – Inés (Soria) – Javier (Navarra) – La Colilla (Ávila) – Mansilla de las Mulas (León) – Novales (Cantabria y Huesca)) – fuentidueÑa (Segovia) – Obeso (Cantabria) – Peleas de Abajo (Zamora) – Quintanaluegos (Palencia) – Robregordo (Madrid) – Saladavieja (Málaga) – Triste (Huesca) – Uña (Cuenca) – Vozpornoche (Cantabria) – Xunqueira de Espadanedo (Orense) – Ye (Las Palmas) – Zapateros (Albacete).
Os aseguro que no he agotado la “mina” y que podéis formar muchos ABCdarios diferentes, mientras dais una vuelta por la geografía sorprendente de la península Ibérica.
No sé cómo terminará esta serie; si el próximo curso, Silvia Rubio, mi mentora en el periódico me ofrecerá la posibilidad de seguir o si deberemos cambiar la orientación. Yo me he ido sorprendiendo de encontrar nuevas posibilidades donde pensaba que nos la había. En todo caso, la lectura ha sido una de las herramientas más eficaces para descubrir propuestas nuevas de escritura: unas con más perfil humorístico que otras, es cierto, pero siempre con un punto de creatividad. A la vez, para mí, constituye un reto eso de cumplir cada quince días con el rito de escribir unas líneas aportando un punto de vista nuevo o sugiriendo un camino de escritura.
En todo caso, ha resultado gratificante que, precisamente, un número redondo como es el 100 se haya publicado precisamente el día 14 de abril: día de proclamación de la Segunda República Española. Y lo es porque la palabra República va unida indisociablemente a la de un tiempo de esperanza malogrado por una rebelión militar de la que todavía padecemos consecuencias nefastas. Un tiempo en el que muchos colegas de profesión se vieron perseguidos, encarcelados y fusilados por creer que unos nuevos tiempos debían amanecer con nuevas ideas y nuevas pedagogías. Un tiempo malogrado que nos sumió en un retraso histórico. Hoy, mi recuerdo y pequeño homenaje es para todos aquellos maestros y maestras a los que se les privó de ejercer su trabajo con entusiasmo y dignidad; para todos aquellos hombres y mujeres a los que se les arrebató el futuro y la vida.
Dice Umberto Eco, en el libro “Nadie acabará con los libros” (Lumen, 2010): “El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor. El libro ha superado la prueba del tiempo… Quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel, pero seguirá siendo lo que es”.
Sirva este comienzo para celebrar un año más esa efeméride y para desearles un buen Día del Libro, un buen mes de abril y muchas y agradables lecturas.
Yo creo que los libros son el “Eco” de las voces de quienes los escribieron que, incesantemente, están repitiendo los sueños, las pulsiones, las historias que sus autores y autoras pusieron por escrito y que nos llegan directamente al corazón, a los sentimientos.
Y siguiendo con este juego improvisado de Eco y eco, quiero “hacerme eco” hoy de cinco libros escritos por otros tantos amigos y que he ido recibiendo a lo largo del curso. Los nombraré por orden de llegada y será una buena manera de celebrar el Día del Libro: leyendo y hojeando los libros de los amigos.
.. “A poesía necesaria” es un libro escrito en gallego que lleva este subtítulo “Lectura e creación poética dentro da aula” (Editorial Galaxia. Vigo, 2009 – 123 pp.). Su autor es Antonio García Teijeiro. Antonio es maestro y es poeta y lleva mucho tiempo divulgando, por diferentes caminos y medios, la voz benefactora de la poesía. El libro ofrece reflexiones, muestra testimonios, sugiere caminos, señala acciones… que faciliten la entrada de la poesía en las aulas. En definitiva, la posibilidad de que niños y niñas accedan al lenguaje poético y a la carga emocional que éste puede aportarles. En contra de lo que es habitual en Antonio que ya ha escrito decenas de libros de poesía; éste tiene ese perfil didáctico, necesario por otra parte, para que los mediadores puedan acercarse y acercar la poesía a chicos y chicas. Por eso, nombraré “algúns pasos para introducir a poesía nas aulas”, señalados por el autor (espero que mi traducción responda fielmente a lo que Antonio quiso decir): 1. Aprovechar el rico legado de la Literatura Popular. 2. Acercamiento a los poetas que desde la calidad, la ternura y el respeto, escriben para niños. 3. Conocer y leer los cuentos rimados. 4. Cantar canciones populares, poemas musicados o simplemente canciones sin adjetivos. 5. Poner a nuestros alumnos en contacto con poetas clásicos de la poesía gallega, castellana, catalana… que, sin escribir para niños, igual pueden entenderlos y gozarlos. 6. Conocer los romances. 7. Familiarizarnos con poemas sin rima. 8. Escuchar la voz de los poetas, porque ésta emociona. 9. Leer y mostrar al alumnado poemas de otros chicos y chicas escritos en otros centros: intercambio de creaciones poéticas…
En resumidas cuentas, un libro escrito por un poeta, que trata de desvelar o sugerir estrategias que pueden favorecer el conocimiento y el amor hacia la poesía por parte de niños y jóvenes. Como siempre, estas cosas no se enseñan, se contagian; por tanto, esa magna tarea sólo estará al alcance de aquellos mediadores que regalen poesía con emoción y entusiasmo.
.. “Esto y ESO” (Edelvives. Zaragoza, 2010 – 140 pp.) es obra de Raúl Vacas. Como Raúl es un hombre que está todo el día jugando mentalmente con las palabras e introduciendo algunos de sus hallazgos en la conversación, pues aquí tenemos un libro sorprendente, ya desde el título. La arquitectura interna del libro también es original, puesto que está armado, a partir de una “Lección inaugural”, por 13 capítulos que llevan como título los nombres de las asignaturas de la Educación Secundaria Obligatoria: Tecnología, Lengua Castellana y Literatura, Educación Plástica y Visual, Idiomas, Educación Física, Ciencias de la Naturaleza, Matemáticas, Ciencias Sociales (Geografía e Historia), Música, Física y Química, Biología y Geología, Cultura Clásica y Biblioteca. Cada uno de esos capítulos contiene una o varias citas introductorias y entre 4 y 6 poemas que hacen referencia al “capítulo-asignatura” correspondiente. Utiliza técnicas de construcción poética conocidas, pero aporta muchas novedades; de modo que el libro es un compendio de técnicas de escritura diferentes y de descubrimiento de temas insólitos para escribir poemas: igual rememora a Jorge Manrique para escribir “Coplas a la muerte de Don Carnal”, como a Leonardo con su “poema para ser leído en el espejo”; lo mismo plantea una quiniela de poetas que escribe un soneto con el nombre de las estaciones de metro de la ciudad de Madrid. Del mismo modo que te escribe un “Brindis”, te canta una “Nana”. Lo mismo escribe una “Elegía” que te regala unos haikus…: “seat león / se detiene un instante / paso cebra”. “La mariposa / deja huella en los dedos / calcomanía”… Raúl recorre la geografía peninsular proponiendo y realizando talleres de escritura desde planteamientos muy imaginativos. Realiza, junto con su compañera Isabel Castaño, preciosos libros libres: artesanales y sorprendentes: “Jaikulatorias”, “Pájaros viejos y otros trinos”, “Lo más mínimo”, “Corte y confección”, “Zoom 17mm”… Todos ellos salidos de la factoría “De Vacas y Castaño”. Los chicos y chicas que asisten a sus talleres salen de ellos con una concepción nueva de todo lo que envuelve a la poesía, una nueva concepción que, en algunos casos, les permitirá romper con los tópicos y con las distancias para llegar a apreciar y degustar esas palabras escogidas con emoción y ternura.
.. “Ramón Acín y la Junta para Ampliación de Estudios” (Gobierno de Aragón, Zaragoza, 2010 – 61 pp.). Estas cosas sólo se le pueden ocurrir a Víctor Juan Borroy que ha convertido el Museo Pedagógico de Aragón, con sede en Huesca, en una “fecunda editorial”, de la que van saliendo publicaciones que sólo él es capaz de encontrar y alumbrar. Encontrar porque hay que localizar, en ocasiones, originales en lugares insólitos y para eso hace falta olfato y tenacidad y alumbrar porque desde que dirige esa institución, ha abierto una línea editorial que permite poner en las manos del público obras de interés que estaban fuera de circulación o convertir, como es el caso, unos viejos papeles administrativos en una publicación hermosa y significativa.
Víctor andaba detrás de crear una revista de ámbito educativo y ya lo ha conseguido. Con motivo del Día de la Educación Aragonesa (26 de marzo) se presentó el número 1 de la misma: “Aragón educa” (Revista del Museo Pedagógico de Aragón), pero lo que de verdad quería, creo yo, era producir este precioso documento-libro dedicado a una de las personas que admira con pasión: Ramón Acín. Libro absolutamente independiente de la revista, aunque figure como “Encartes del Museo Pedagógico de Aragón / nº 1”. El libro contiene textos, sobre todo, de Víctor: “Ramón Acín. La ilusión por la enseñanza”, de su nieta Ana García_Bragado Acín, de José Manuel Ontañón y del propio Acín y reproducción de documentos administrativos, notas y dibujos de Ramón, junto a bocetos y fotografías de la famosa “Mesa de dibujo de Ramón Acín”… Muy bien la composición interna del libro que lo convierte en un documento que apetece tocar, oler, mirar, leer y guardar. Es uno de esos libros que apetece tener abierto entre las manos porque se siente algo especial pasando sus páginas, viendo las ilustraciones, notando el tacto del papel y que ningún e-book de los presentados hasta ahora puede llegar, ni remotamente, a ofrecer.
.. “Colores y más colores” (Editorial Pintar-Pintar. Uviéu, 2010) lo escribe y me lo manda Rosa Serdio. Rosa es maestra y agitadora poética. No sólo inocula el virus “P” de Poesía a su alumnado, acercándoles las palabras hermosas que otros poetas hilan y entretejen, sino que ella misma les regala frecuentemente sus propias composiciones. Yo siempre he pensado que esa referencia es muy importante para los niños y las niñas: que vean que su maestra o maestro les sorprende, de vez en cuando, con la lectura de unas palabras de su propia cosecha; palabras que cuentan algunos sueños, que muestran sentimientos o que hablan de la vida. El libro de Rosa, en bable, es un calidoscopio de colores y sobre ellos se estructura: “Verde Andalucía. / Verde perexil. / Verde la oliva / del Guadalquivir”. O bien, “Roxa l´amapola. / Roxu nel rosal. / Roxu´l corazón / del coral del mar”. De las ilustraciones se encarga Ester Sánchez y del juego establecido –entre las palabras de colores de Rosa y los colores mismos de Ester- participan algunas obras artísticas reconocibles (recreadas y personalizadas por Ester) de Monet, Sorolla, Van Gogh, Manet, Gris, Klimt, Regoyos, etc. Un libro realmente hermoso; de esos que uno no tiene ninguna duda que deben circular por las manos de los chicos para perfilar su sensibilidad. El que me ha mandado y regalado Rosa, además, viene con un plus: con una dedicatoria cariñosa y emotiva escrita con la personal e inconfundible letra de esta maestra amiga: “… amigo del corazón y los poetas, rey de los abecedarios…” Felicidades, Rosagrande. Te imagino feliz, radiante, con este “hijo tuyo”. Puedes estarlo, el resultado es muy hermoso.
.. “Lenguaje creativo en el aula” es el número 10 de la colección Creativa de Aula Libre. Viene con el subtítulo “Salpicado de humor y emoción” y el autor es Pepe López, viejo amigo de correrías pedagógicas y de conversaciones y risas nocturnas. El libro lo ha editado el M.R.P. Aula Libre, ahora con sede en Zaragoza, en este 2010 y sale con 78 páginas. La colección CREATIVA se inició en 1995 con la publicación del título “¡Qué animales!”; quinces años después sale este número 10 que alberga en su interior más de cincuenta propuestas con las que voltear las palabras para buscarles nuevos sentidos y acercar y unir los elementos y conceptos gramaticales de la lengua con la palabra fantasía, manteniendo el espíritu “rodariano”. Pepe López lleva ya años trabajando en la escuela y haciéndolo con ese espíritu de juego, aventura, descubrimiento y desafío; retos necesarios para transitar sendas de emoción, donde el humor debe ser un componente básico y sustancial. Es la segunda entrega de Pepe en esta colección, en la que ya publicó, con el número 8: “Cuentos ortográficos”. Un libro, sin duda, muy útil para el profesorado que, de vez en cuando, se atreve a colocar al libro de texto mirando a la pared y que se arriesga a penetrar él solo, con su alumnado y a pecho descubierto, por la intrincada selva de las palabras buscando nuevas relaciones, sorprendentes significados, asociaciones impensadas… Aquí tiene muchas ideas y los resultados de haberlas llevado a la práctica. Un libro que puede habitar, sin problemas, las estanterías de la biblioteca escolar para ser leído directamente por el alumnado.
Bueno, pues ahí os dejo, con estas impresiones, de los libros y de los amigos. Me ha gustado hacerles este pequeño reconocimiento a Antonio, Raúl, Víctor, Rosa y Pepe y quiero felicitarles por la realización del esfuerzo necesario para dejar listo y en la imprenta un libro. Ojalá que el “eco” que emana de cada uno de ellos, llegue a muchas personas.
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