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Se muestran los artículos pertenecientes a Enero de 2009.

ALGUNAS REFLEXIONES AL CAMBIAR DE AÑO

Hemos visto acabar un año y comenzar otro. En realidad, nada nuevo para quienes acumulamos ya más de medio centenar de ellos. El último mes, de éste que se va, ha sido un mes frío de verdad. Aquí en Labuerda, hemos pasado una semana durilla. Primero fue la nieve…, que tanta alegría produce como silencio deja. Ver nevar, desde el interior de la casa caliente, es un espectáculo bonito. Lo malo son las consecuencias que se derivan y en las que uno no piensa en primera instancia: las calles se vuelven intransitables, si se hiela todavía son más intransitables, el frío se apodera del ambiente, la humedad se generaliza… Si no es necesario salir a trabajar, no hay problema, te quedas en casa haciendo fuego, comiendo y bebiendo y ¡ya puede venir invierno nevado! Pero para quien debe desplazarse pronto por la mañana a otra localidad, a su lugar de trabajo, temiendo alguna placa de hielo o quien debe atender a su ganadería o quien vive del turismo rural y espera que los posibles clientes no se vean desanimados por las informaciones meteorológicas de las televisiones, etc. la cosa se torna algo menos amable e idílica. No obstante, como el espectáculo del paisaje nevado es algo grandioso y especial, uno no puede evitar salir de casa, armado de paraguas y cámara fotográfica (y bien arropado) para disparar fotografías a buen ritmo. Me gusta fijarme en las ramas de los árboles, inclinadas bajo el peso de la nieve que sutilmente se ha ido depositando sobre cada rama, sobre cada hoja; me gusta fotografiar las pisadas que quedan detrás de uno, cuando ha hollado un espacio virgen totalmente blanco… Me gusta, cuando ya ha dejado de nevar y el sol alumbra el mundo, hacer fotografías de paisajes despejados y, a la vez, tomar instantáneas de detalles pequeños que voy descubriendo, a medida que me desplazo por la orilla del río o del barranco, por las huertas, etc.

 

Y después de la nieve vino la lluvia. El cielo se mantuvo cubierto y aunque la lluvia no era intensa, era claramente disuasoria para objetivos de paseo, caminata y exploración de los alrededores. Vuelta por tanto a lo dicho para la nieve: quietos en casa y leña al hogar (y gasoil en la caldera, claro). Como alternativa a la cutre y destructiva programación televisiva, la lectura es entonces el mejor medio (o uno de los mejores) de pasar el tiempo. Localizas un libro interesante y te instalas en el rincón adecuado de la casa para pasar allí unas horas sumergido en las páginas del libro que sostienes en las manos. ¡Por fin, después de que la velocidad del tiempo durante el curso escolar, te deje pocos huecos para acometer un libro con continuidad, el tiempo atmosférico exterior, frío y desapacible, se torna aliado de los afanes lectores y proporciona la coartada perfecta para practicar la lectura con placidez y horas por delante. En mi caso “Esperando el cierzo” de mi antiguo profesor Angel Conte quien te lleva a hacer una incursión en el Aragón del siglo XVI y las tremendas vicisitudes personales que debe vivir Marién de Alcolea, en medio de una desatada guerra religiosa, donde la Inquisición celebra festivamente los aberrentes, crueles y salvajes autos de fe; “El escarabajo de oro y otros cuentos” de Edgar Allan Poe; el duro recuerdo de algo que vivimos en la distancia, como fue el cerco de Sarajevo, de la mano de Steven Galloway en “El violonchelista de Sarajevo”, en el que nos descubre la tragedia de la vida cotidiana en una ciudad abandonada de todos y asediada por un ejército renegado que pretende destruirla; “Otros colores” del nobel turco Orhan Pamuk, con reflexiones más amables sobre literatura, sobre oriente y occidente, sobre recuerdos de infancia y juventud… Un libro de fragmentos que se lee con placer porque está escrito por un autor que domina el oficio, que muestra un notable sentido del humor y que procede de una región sugerente de la geografía y de la geopolítica mundiales.

 

Todo eso alternado con la lectura de la prensa diaria, de suplementos guardados para mejor ocasión y de lecturas sueltas, ojeando un nuevo libro que han enviado para la biblioteca de Labuerda y que debo registrar o de aquellos que fueron comprados recientemente o se recibieron regalados y para los que no había habido tiempo aún de abrirlos y echarles un vistazo… En mi refugio, paso muchas horas revolviendo papeles, reordenando, leyendo y releyendo cosas breves, escuchando mis músicas preferidas de fondo. Aquí en el salón-estudio de la casa de Labuerda, lo que en otro tiempo fue un granero que guardaba la cosecha anual de cereales (pero en el que también se colgaban, de las puntas clavadas en los maderos del techo, una selección de uvas negras y blancas o buena parte del mondongo de cada año), ahora también tiene una finalidad parecida, aunque lo que guarda actualmente no es alimento para el cuerpo. Los armarios, vitrinas, estanterías… ofrecen objetos que reconstruyen algunas actividades y momentos del pasado, fotografías que son jirones biográficos de la familia, libros, revistas… de todo tipo que aguardan a ser abiertos y desvelar su sorprendente contenido… Libros que he leído y otros que, probablemente, no lea nunca, pero que ojeo de cuando en vez para alimentar la posibilidad de hacerlo…

 

 

(Abro un paréntesis). En ese ambiente, estoy pasando estos días que despiden un año y dan paso al siguiente… Días necesarios para descansar del duro trimestre escolar. Por cierto, cada año resultan más largos los trimestres y cada vez entiendo menos ese afán de las autoridades educativas de recortar los periodos de vacaciones al máximo… Este año, sin ir más lejos, trabajamos hasta un martes al mediodía (23 de diciembre) y regresaremos un jueves (8 de enero). Hace unos años, hubieran sido impensables tales apreturas y, o las hubiéramos empezado antes o las hubiéramos acabado más tarde… Y todo por la maldita conciliación (de la que podríamos hablar algún día para ver quién la promueve y a quién beneficia). Nada raro, por otra parte, cuando ya hace tiempo que se instauró un sistema de discusión y participación en el que quienes estamos todo el día con los chavales somos los que menos contamos a la hora de tomar decisiones de ese tipo. Desde hace tiempo, y no creo que para bien, los maestros que trabajamos directamente con los chicos y chicas (cuando yo me hice maestro, pensábamos que esa era la función principal, y prácticamente única, de esa profesión), somos quienes menos peso tenemos en las decisiones administrativas que nos atañen, se nos ningunea con asombrosa facilidad (ya desde los equipos directivos de los centros, cuando probado está que los colegios pueden funcionar perfectamente sin equipos directivos, pero no sin maestros y maestras) y no se nos tiene la consideración adecuada que nuestro trabajo merece…

 

(Abro un segundo paréntesis). No logro entender los niveles de crueldad de Israel. Desde luego no estoy con quienes mantienen la tesis de que Israel actúa en defensa propia, como si la existencia del muro infame, de los controles diarios en algunos pasos fronterizos y los caprichosos cierres de los mismos no son una agresión diaria hacia los palestinos… Como si la espectacular fuerza militar de la que hacen gala, con el patrocinio evidente de los EE.UU. no fuera un elemento amenazante permanente. ¡Dejémonos ya de majaderías! Resultado final, durante esta semana de bombardeos: por cada israelí muerto, 100 palestinos… Hamás será una organización terrorista, pero el ejército y el gobierno israelí no sé de dónde sacan la legitimidad moral para actuar de una manera tan bárbara y tan impune… Algún día habrá que revisar algunos conceptos y enfrentar cara a cara a quienes secuestran el significado de las palabras. Viendo las imágenes y leyendo las noticias sobre los acontecimientos en la franja o ratonera de Gaza siento una desazón profunda. No puedo entender tanta barbarie. Sé que en Israel hay colectivos que desprecian esas formas de actuar de su gobierno, pero también sabemos que la mayoría está por darles duro a los palestinos y que así no se va a solucionar el problema.

 

A pesar de todo esto, aprovechando este post del primer día del año 2009, quiero desear a todos y todas que seamos mejores personas en este nuevo año y que no nos falta la suerte ni la salud, que se sigan publicando buenos libros y que encontremos, sin excusas, tiempo para leer.

01/01/2009 13:14 gurrion #. sin tema Hay 3 comentarios.

FRÍO Y SOLEDAD

Ayer cerramos la puerta de la casa de Labuerda y regresamos al lugar de trabajo con el que teníamos hoy una cita ineludible. Hacía un frío de mil demonios, el coche estaba rebozado de escarcha y el ambiente gélido se apoderaba de uno a poco que permaneciese en la calle, inactivo.

 

Tuve un sentimiento de tristeza al girar la llave y sacarla de la puerta, al darme la vuelta y montar en el coche y durante un rato, iniciado ya el regreso, pensé en ello sin poderlo evitar: apagada la calefacción, bajadas las persianas y cerrados los postigos, el interior quedaba a oscuras y, poco a poco, recuperando la temperatura ambiente; es decir, poco más de cero grados centígrados.

 

A veces, cuando estoy sentado en mi silla y mesa de trabajo e, intermitentemente, miro hacia los muebles, hacia las paredes de la sala de trabajo, hacia los estantes de los libros, tengo la sensación de que los objetos cobran vida, de que la mirada de las personas que aparecen en las fotografías se torna más dulce, de que en los libros de los armarios y de las estanterías  palpitan las historias y pugnan los personajes por salir de su sueño profundo y se ofrecen para ser leídos y por tanto, resucitados… El calor de los radiadores, la luz de las bombillas o la que llega directamente del exterior por el balcón o las ventanas, la música que desafía con melodías y palabras al silencio y mi presencia crean esa sensación de que se anima lo inanimado; calor, luz, palabras y compañía parecen buenos ingredientes para vivir.

 

Me gusta pensar en ello, en que todo lo que me rodea, todo lo que guardo a mi alrededor en el “salón-estudio” donde me encuentro agradece mi presencia; a fin de cuentas, está allí porque yo lo compré como un recuerdo o lo rescaté de un abandono definitivo en el bosque o en un barranco; lo adquirí en una tienda de viejo o lo fotografié expresamente antes de que fuera destruido o poco después de haberlo descubierto; está allí porque es un libro leído y sus personajes ya tuvieron una oportunidad de vivir o porque sus formas caprichosas –caso de los fósiles- cautivaron mi atención durante unas cuantas excursiones; está allí acompañado, sin saberlo, por la persona que me lo regaló o como señal inequívoca de un viaje realizado; está allí como pieza de una colección más amplia o como testigo directo de un reconocimiento recibido; está allí porque fijaba un momento fugaz o porque es un eslabón que me une con otro tiempo… Para todos esos objetos he buscado un espacio agradable que, a su vez, haga agradable mi estancia en su compañía. Todo junto conforma una geografía de tamaño razonable que enmarca, de alguna manera, lo que uno es y lo que va haciendo.

 

Igual ocurre con el resto de la casa: todo se silencia, se detiene: nadie abrirá por un tiempo el cajón de los cubiertos; ninguna silla será separada de la mesa para que alguien descanse sobre ella; no se encenderá el fuego del hogar; los grifos permanecerán cerrados; la nevera no verá encenderse la luz interior y el hule de la mesa añorará las caricias diarias de la bayeta; las pinzas de la ropa seguirán todas juntas en el recipiente de mimbre blanco…

 

Por eso, en invierno, cuando se cierran las ventanas, se apaga la luz y también la calefacción, todo el interior de la casa se sumerge en la oscuridad, en el frío y la soledad y tengo la sensación de que esos objetos de mi entorno de trabajo, de lectura, de reflexión…, entran en una situación desfavorable; siento que sienten el frío y que se entristecen con la obligada soledad y que les gustaría sentirse iluminados más de vez en cuando. Desde la distancia, evoco esa situación y, como decía, hay en mí un asomo de tristeza.

 

No sólo las bajas temperaturas son responsables del frío, también la soledad obligada y el silencio que se deriva deben producir esa sensación. Lo experimento en Labuerda desde hace muchos años. En mi pueblo, hay calles que en los meses invernales están permanentemente desiertas, que no es posible entablar una conversación con nadie, simplemente porque todas las casas que las jalonan están cerradas. Me cuesta poco recordar la vida treinta años atrás y poner cara a las personas que vivían en cada casa: en ésta, un matrimonio de avanzada edad; en la siguiente seis personas: la abuela, los padres y tres hijos que acabaron emigrando a la ciudad; en la otra los padres con un hijo; en otra un matrimonio hoy fallecido… y así sucesivamente. Hoy, recorro las puertas con la mirada y levanto un acta desoladora: ésta sólo se abre para las fiestas; ésta otra un mes en verano; la siguiente lleva ya diez años cerrada; en esta otra, sólo algún fin de semana y unos días en verano… Recorrer algunos rincones de Labuerda en invierno es duplicar la sensación de frío: el atmosférico, lógico y razonable por la estación en la que estamos y otro tanto como consecuencia de la soledad y el espeso silencio que allí se respira.

 

A más de cien kilómetros de distancia de esos parajes de infancia, de esos lugares donde uno empezó a curtir la piel, a descubrir algunos significados de la vida, donde fraguó las primeras amistades y despertó a los primeros amores; a más de cien kilómetros de esa geografía amarilla, construida a base de recuerdos, pero actualizada con cada visita, con cada estancia vacacional, evoco estas sensaciones de silencio, frío y soledad.

 

……………………………………….

 

(Abro paréntesis). Las imágenes que llegan de Gaza y los testimonios extraoficiales que leemos en Internet producen cortantes escalofríos. Lo siento, no logro entender nada, como decía al final del post anterior. La única salida es el diálogo y las potencias mundiales y los líderes responsables de las mismas, deberían obligar a las partes a sentarse a negociar: ni un muerto más, ni una ocupación de tierras que alargue el conflicto, no más muros, no más lanzamientos de proyectiles… No se puede permitir que en el siglo XXI se produzcan matanzas de esta índole como si no pasara nada, en ninguna parte del mundo. No hemos aprendido nada de tanta barbarie como nos ha legado la historia. Resulta vergonzosa la doble moral permanente para juzgar determinadas actuaciones y resulta vergonzoso el comercio de armas, un negocio para algunos y la sentencia de muerte para otros.

08/01/2009 23:01 gurrion #. sin tema Hay 12 comentarios.


EL DESEO DE APRENDER

Ahí está posiblemente el secreto de todo el tinglado escolar. ¿Quién pierde y quién conserva el deseo de aprender, con  el paso del tiempo y por qué ocurre eso? Y también, desentrañando y poniendo orden en otros interrogantes, claro: ¿Qué personas, qué tipo de organización, qué relaciones, qué infraestructura, qué metodología, qué programas, qué objetivos se manejan, qué contenidos se sacralizan, qué evaluación se impone, qué materiales se usan…?

 

Hay historias cotidianas, mínimas (pero muy ejemplarizantes), de la gente corriente que pueden darnos alguna pista y que no debemos despreciar. Por eso, en esta ocasión tomo prestadas las palabras que Rosa Montero convirtió en hermosa y testimonial columna periodística en El País, el pasado 13 de enero del corriente. El texto se titula “GUERRERA” y dice asÍ:

 

 

“Sucedió hace un par de meses, en la mañana de un mustio y helador día de otoño. A una hora temprana y todavía oscura, Pilar, profesora en un instituto del barrio de Guinardó, en Barcelona, llegó a su trabajo e intentó entrar con su coche al aparcamiento del centro. Delante de la puerta corredera había una anciana. "¿Trabaja usted aquí?", preguntó la mujer. La profesora contestó que sí, y entonces la señora aguardó a que aparcara. Luego se acercó a Pilar y le dijo tímidamente lo que estaba buscando: "He venido a la escuela porque me gustaría aprender a escribir". Llevaba desde las ocho de la mañana pegada a la puerta a la espera de poder hablar con alguien.

La mujer tiene 82 años, se llama Mari y reside en un hogar tutelado para ancianos. Ahora Pilar va a su casa cuando puede y le da clases. A ella y a otras dos amigas de su edad que se han sumado. No sé nada de la vida de Mari, pero me imagino que no ha debido de ser nada fácil. Ninguna vida lo es, pero si llegas a los 82 años sin saber escribir, y probablemente leyendo fatal, entonces es que has sido especialmente pobre, especialmente marginada y desposeída, porque el primer derecho y la primera riqueza es la cultura. En el mundo hay 770 millones de analfabetos, que es cerca del 9% de la población, y el 64% de ellos son mujeres. Y en esta España tan supuestamente rica y ultramoderna tenemos 850.000 iletrados (un 2,3%), y la desproporción entre sexos es aquí todavía un poco mayor. Lo que quiere decir que por cada hombre hay dos mujeres y pico. Una de ellas, la muy guerrera Mari, que en el invierno de su vida decidió lanzarse a la calle una mañana oscura en busca de una escuela en donde la enseñaran. Cuántas veces habrá soñado con poder aprender. Y cuánta fuerza y cuánta inteligencia hay que tener para perseguir ese sueño hasta cumplirlo.”

 

Leímos en clase esta columna: individualmente y en silencio, primero y luego en voz alta. Comentamos, explicamos y cada cual escribió una reflexión al lado de la columna periodística que tenía fotocopiada encima de su pupitre. En este caso, la sugerencia y el ánimo para escribir vino de la lectura de una pequeña columna del periódico. Su contenido nos permitió reflexionar individualmente y colectivamente desde un nuevo punto de vista y estos son algunos fragmentos de esas reflexiones:

 

.. “Cuando he leído este artículo me ha parecido que Mari tenía unas enormes ganas de aprender a leer y escribir.

Al mismo tiempo, me he acordado que mi abuelo Salvador no fue a la escuela, ya que desde muy pequeño tuvo que ir a trabajar en el campo. Cuando se casó con mi abuela, vio que la lectura y la escritura eran muy importantes, así que mi abuela le enseñó a leer y escribir. En cuanto supo leer, se sacó el carnet de conducir. Muchas veces nos dice que ahora que tenemos la oportunidad de ir a la escuela, que la aprovechemos para tener más cultura”. (Alba)

 

.. “Mari, a sus años, me parece muy valiente… Y, por cierto, mi bisabuela hace dos años no sabía casi nada, pero ahora sabe casi más que yo. No ser analfabeta es muy importante para ella. Muchas veces que voy a verla, leemos un cuento, escribimos una canción o lo que nos pasa por la cabeza. Yo creo que es un esfuerzo muy grande por su parte y por la de la familia. Esta lectura me ha dicho que aproveche el tiempo que cuando sea mayor ya no podré recuperarlo. En estos momentos me va a cambiar la vida como persona y como estudiante…” (Pablo)

 

.. “Yo creo que esta señora debe tener un poco de rabia dentro y eso es lo que le ha dado las fuerzas y la valentía para ir a la escuela a la espera de algún profesor que le enseñe. A mí eso me ha parecido memorable por su parte. Las ganas de aprender le han servido para encontrar a alguien que le enseñe. Ha sido un texto bonito de leer”. (Julen)

 

.. “Me ha conmovido la historia de Mari y saber que como ella, muchas otras personas tienen deseos de aprender. Su actitud es muy valiente, porque es bueno que una persona que no pudo estudiar lo haga cuando puede. Es muy importante tener ilusión por algo bueno”. (Marc)

 

.. “Esta anciana tiene muchos deseos de aprender y le habría encantado poder ir a la escuela, en cambio hay niños que no sienten nada por aprender a leer, a escribir y a saber mucho más. No todos los niños pueden ir al colegio. Somos muy afortunados de vivir donde vivimos y poder ir a la escuela. Creo que Mari ha hecho muy bien en salir a la calle  en busca de alguien que le ayude…” (Marina)

 

.. “Yo daría muchas gracias a Pilar por hacer lo que ha hecho: dar clase a Mari y a dos amigas. Seguro que ese sueño que ya ha cumplido Mari llevaría muchos años intentando hacerlo realidad. Con 82 años ha sido muy inteligente y valiente. Yo no conozco a nadie de mi familia que no sepa leer…” (Jéssica)

 

.. “Esta señora, de pequeña, yo creo que no pudo ir a la escuela porque tenía poquísimo dinero para comer. Yo creo que ha sido muy valiente, fuerte y con muchas ganas por poder saber leer y escribir.

Mi abuela no sabe leer, pero escribir sí, porque su madre (mi bisabuela) le aprendió a escribir. Mi abuelo, cuando yo tenía tres años, me enseñaba a escribir: s, b, ñ, n, l, a… y poco a poco fui aprendiendo”. (Felipe)

 

.. “A mí me ha gustado mucho este texto porque te das cuenta de lo importante que es saber leer o saber escribir. Yo no me imagino la vida sin saber leer porque es como nos lo ha dicho nuestro profesor, si tú vas por la carretera y ves un cartel, pero no sabes lo que pone, es como si estuvieses perdida. Yo creo que haber leído este texto es muy bueno para nosotros, porque ver como una persona mayor tiene tantas ganas de aprender, nos hace recapacitar para pensar que tenemos que aprovechar ahora que podemos estudiar y no cuando seamos viejo…” (Isabel)

 

.. “Me ha parecido asombroso que una mujer con 82 años tenga esos deseos de saber escribir, saber leer, etc. Yo creo que esta persona ha tenido que ser muy valiente, porque a su edad la mayoría sólo quieren descansar y Mari tiene esos grandes deseos de aprender…” (Ainoha)

 

.. “Bueno, a mí me ha parecido muy bien lo que ha hecho la señorita Pilar, que daba clases a las ancianas para que aprendan. A mí me ha parecido bien que Mari, que tienen 82 años, aún quiera aprender a leer y escribir.

Me ha parecido muy bien que hayamos leído esta noticia. Me he puesto triste por lo que ha pasado a Mari, pero contenta porque haya aprendido a leer y escribir”. (Gyuzel)

 

.. “Mi madre no sabe leer y mi padre no sabe leer, pero mi tío sí. Cuando traigo los exámenes se los doy a mi tío y él se los enseña a mi familia. Yo leo a mis padres las cartas y si no se las lee mi tío. Mi madre estuvo en el colegio dos años y mi padre ni ha llegado a los cinco años. Mis padres me cuentan sus historias. Mari ha sido una persona valiente y así tendrían que ser todas las personas…” (Siu)

 

.. “Lo que hizo Mari es tener mucha valentía y muchas ganas de aprender… No todas las personas tienen la oportunidad de aprender cosas en la escuela. Todo el mundo tendría que tener el derecho a poder aprender cosas nuevas todos los días y como dice Pilar la primera riqueza es la cultura”. (Yanina)

 

Bueno, una columna periodística en este caso nos ha ayudado a conocer la sorprendente fuerza que guardan algunas personas y a reflexionar sobre algo con lo que no contábamos. Así es la vida y como decía le refrán: “Donde menos te lo esperas, salta la liebre”.

………………………………………

P.D. Faltan cinco minutos para que termine el día 20 de enero (fiesta de San Sebastián en mi pueblo). Hoy ha terminado la desgraciada era Bush y ha comenzado la era Obama. Ojalá el mundo mejore con su liderazgo.

21/01/2009 07:58 gurrion #. sin tema Hay 20 comentarios.

30 de enero: Día escolar de la no violencia y de la paz

(Algunos documentos para comentar en el aula, a propósito de esta celebración)

1.- Muy ilustrativa la lectura de este cuento del escritor ruso, Leon Tolstoi, titulado: LA RIBERA DEL OKA

(En Rusia, hay un río Oka que es afluente del Volga. Tiene un curso de 1495 km, en los cuales atraviesa las óblasts rusas de Oryol, Tula, Kaluga, Moscú, Riazán, Vladimir y Nizhny Nóvgorod, nace en Alexandrovka desembocando en la ciudad de Nizhny Nóvgorod.

En España hay dos ríos con esa denominación: El río Oka, también suele aparecer escrito como Oca, es un río de la vertiente cantábrica de la península Ibérica que discurre por tierras de Vizcaya en el País Vasco (España). Corre en dirección sur norte desembocando en el estuario del Urdaibai. Tiene una longitud de 17 km. Otro río Oca recorre la provincia de Burgos y desemboca en el Ebro.)

………………………………………………………………….....

En la ribera del Oka vivían felices numerosos campesinos; la tierra no era fértil pero, labrada con constancia, producía lo necesario para vivir con holgura y aún daba para guardar algo de reserva.

   Iván, uno de los labradores, estuvo una vez en la feria de Tula y compró una hermosísima pareja de perros sabuesos para que cuidaran su casa. Los animalitos al poco tiempo se hicieron conocidos por todos los campos de la vega del Oka por sus continuas correrías, en las que ocasionaban destrozos en los sembrados; las ovejas y los terneros no solían quedar bien parados.

   Nicolai, vecino de Iván, en la primera feria de Tula compró otra pareja de perros para que defendieran su casa, sus campos y sus tierras.

   Pero, al tiempo que cada campesino –para estar mejor defendido- aumentaba el número de perros, éstos se hacían más exigentes. Ya no se contentaban con los huesos y demás sobras de la casa, sino que había que reservarles los mejores trozos de las matanzas y hubo que construirles recintos cubiertos y dedicar más tiempo a su cuidado.

   Al principio, los nuevos guardianes riñeron con los antiguos, pero pronto se hicieron amigos y los cuatro hicieron juntos las correrías.

   Los otros vecinos, cuando vieron aumentar el peligro, se hicieron también con sabuesos, y así, al cabo de pocos Años, cada labrador era dueño de una jauría de 10 ó 15 perros. Apenas oscurecía, al más leve ruido, los sabuesos corrían furiosos y armaban tal escándalo que parecía que un ejército de bandidos fuera a asaltar la casa. Los amos, asustados, cerraban bien sus puertas y decían:

   - ¡Dios mío! ¿Qué sería de nosotros sin estos valientes sabuesos que abnegadamente defienden nuestras casas?

   Entretanto, la miseria se había asentado en la aldea; los niños, cubiertos de harapos, palidecían de frío y de hambre, y los hombres, por más que trabajaban de la mañana a la noche, no conseguían arrancar del suelo el sustento necesario para su familia. Un día, se quejaban de su suerte delante del hombre más viejo y sabio del lugar, y como culpaban de ella al cielo, el anciano les dijo:

-         La culpa la tenéis vosotros; os lamentáis de que en vuestra casa falta el pan para vuestros hijos, que languidecen delgados y descoloridos, y veo que todos mantenéis docenas de perros gordos y lustrosos.

-         Son los defensores de nuestros hogares- exclamaron los labradores.

-         ¿Los defensores? ¿De quién os defienden?

-         Señor, si no fuera por ellos, los perros extraños acabarían con nuestros ganados y hasta con nosotros mismos.

-         ¡Ciegos, ciegos! –contestó el anciano- ¿No comprendéis que los perros os defienden a cada uno de vosotros de los perros de los demás, y que si nadie tuviera perros no necesitaríais defensores que se comen todo el pan que debiera alimentar a vuestros hijos? Suprimid los sabuesos, y la paz y la abundancia volverán a vuestros hogares.

   Y siguiendo el consejo del anciano, se deshicieron de sus defensores y un Año más tarde sus graneros y despensas no bastaban para contener las provisiones, y en el rostro de sus hijos sonreía la salud y la prosperidad.

……………………………………………………………

2.- Leo en El País del 25 de enero: “Vuelta a clase en Gaza entre los escombros. 200.000 escolares reanudan el curso tras la ofensiva israelí”.

La crónica, firmada por Juan Miguel Muños, dice: “Comenzaron a verse mochilas en las espaldas de los niños de Gaza. Volvieron ayer a las escuelas unos 200.000, aunque otros tantos tardarán algún tiempo en pisar sus aulas porque los colegios de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (UNRWA) abrirán sus puertas en los próximos días. Ahora siguen atestados de personas que tuvieron que abandonar sus casas para comprobar a su regreso que de ellas sólo quedan un montón de escombros. Buena parte de los estudiantes no escuchará a sus profesores en las escuelas a las que siempre acudieron. Las bombas israelíes las han aplastado. Literalmente.

En uno de los centros de Beit Lahia, decenas de alumnos podrían entrar en las aulas por los boquetes abiertos por la artillería israelí.Es un alivio también para los adultos. Jalil, padre de cuatro hijos, asegura: “Es casi insoportable estar todo el día con ellos metidos en casa. Es para volverse locos. Los niños necesitan correr, jugar e ir a clase”… No aprenderán mucho los próximos días porque el Ministerio de Educación ha recomendado a los profesores que presten ayuda psicológica a unos menores que padecen un trauma descomunal. Han aprendido demasiado para su edad en 23 días de guerra…”

 

3.- Un par de poemas para terminar

Primero cogieron a los comunistas,
y yo no dije nada porque yo no era un comunista.
Luego se llevaron a los judíos,
y no dije nada porque yo no era un judío.
Luego vinieron por los obreros,
y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista.
Luego se metieron con los católicos,
y no dije nada porque yo era protestante.
Y cuando finalmente vinieron a por mí,
no quedaba nadie para protestar
.

(Martin Niemöller,
aunque se le atribuye a Bertolt Brecha)

…………..

 

"Lo grito aquí: ¡Paz! Y lo grito
llenas de llanto las mejillas.
¡Paz, de pie! ¡Paz! ¡Paz, de rodillas!
¡Paz hasta el fin del infinito!
No otra palabra, no otro acento
ni otro temblor entre las manos.
¡Paz solamente! ¡Paz, hermano!
Amor y paz como sustento."

 

Rafael Alberti

Que no vuelva a haber otra guerra,

pero si la hubiera,

¡que todos los soldados

se declaren en huelga!

 

Gloria Fuertes

 

 

29/01/2009 21:37 gurrion #. sin tema Hay 18 comentarios.


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