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Se muestran los artículos pertenecientes a Abril de 2012.

LIBROS QUE AFLORAN POR AZAR

Cada vez que subo a Labuerda, después de una temporada sin hacerlo, me encuentro una acumulación importante de correspondencia: algunas cartas; invitaciones a algunas jornadas, charlas, presentaciones de libros, etc.; muchas revistas y unos cuantos libros. Una parte de los mismos, me llegan como intercambio con la revista El Gurrión y otros por mi condición de bibliotecario voluntario y a distancia de Labuerda. Aunque me resulta imposible leerlo todo, sigo siempre el mismo ritual: abro los sobres, selecciono lo recibido, tiro a la caja del papel reciclado algunos elementos y me dispongo a hojear y leer entre líneas lo demás. A veces, el azar pone ante mis ojos textos que me llaman la atención o que están relacionados de alguna manera, aún formando parte de publicaciones que no tienen nada que ver, entre sí. En esta ocasión, en esa lectura rápida, leo dos descubrimientos bien diferentes de “acumulación de libros”, inesperadamente encontrados.

 En el primer caso, se trata de un hallazgo sorprendente y relevante, tanto histórica como literariamente considerado. Un hallazgo que produce alegría al leerlo, porque es un singular patrimonio cultural el que aflora tras muchos años escondido, sin que nadie tuviera conocimiento del mismo. Debo decir que dicho descubrimiento se produjo en 1884, hace ya casi 130 años, y que quienes primero lo vieron, no le concedieron ningún valor, hasta el punto de dejarlo en plena calle, mezclado con otros escombros.

 En el segundo caso –reciente y muy actual-, el hallazgo produce tristeza y desánimo, ya que pone de manifiesto una política cultural de publicaciones, de dudosa utilidad. Hace ya mucho tiempo que se reciben en las bibliotecas municipales donaciones institucionales de libros. En muchos casos, uno no entiende que se hayan realizado ediciones tan costosas (a juzgar por el número de páginas, las dimensiones del libro y su encuadernación) sobre asuntos que no parece que puedan interesar a mucha gente. No es raro que sean libros de venta difícil, ¿es adecuado que en esos casos, las administraciones públicas costeen su edición? Cuando lean la segunda cita de este texto, lo entenderán…

 Primera cita

 “Cuadernos” nº 36 de CEHIMO (Centro de Estudios de Monzón y Cinca Medio). En la página 173 está la “portada” que anuncia una colaboración de Fernando Burillo Albacete, titulada “Las coplas del Alhichante de Puey Monçón. (Peregrinación a la Meca de un mudéjar aragonés)”:

 “En el verano del año 1884, mientras se realizaban ciertas obras de acondicionamiento en un viejo caserón del pueblo zaragozano de Almonacid de la Sierra, cedió un muro de la cocina dejando al descubierto un cubículo atestado de libros y manuscritos de escritura árabe y apariencia muy antigua. Se encontraban todos ellos primorosamente envueltos en tela lino y atados con piedras de sal para protegerlos de la humedad. Sin concederles mayor importancia, y junto al resto de los escombros, el amasijo de papeles fue arrojado a la calle, donde al parecer permanecieron unos dos días. Desconocemos las pérdidas que esta actuación pudo ocasionar, pero seguramente fueron importantes.

 Habiendo tenido noticia del hallazgo se interesó por ellos el sacerdote de las Escuelas Pías P. Fierro, quien, después de haber realizado una pequeña inspección “in situ”, lo puso en conocimiento del decano de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, Don Pablo Gil. Ambos decidieron comprar al dueño de la casa los documentos encontrados para posteriormente repartírselos, como así hicieron. Dado que ninguno de los dos tenía en ese momento suficientes conocimientos de lengua arábiga, se pusieron en contacto con el profesor Francisco Codera, catedrático de lengua y literatura, experto en temas orientales, quien en ese mismo año leyó un informe ante la real Academia de la Historia, presentando y haciendo una valoración de urgencia del hallazgo.

 La primera conclusión a la que llegó es que no se trataba de la biblioteca de un particular sino del taller de un librero morisco, por cuanto, además de ciento cuarenta libros y documentos, algunos muy mutilados, aparecieron un buen número de útiles apropiados para la encuadernación –prensa, cuchilla, , alisadores, hierros para las molduras de pasta, etc.-. Dicho librero debió proceder a esconderlos al finalizar la primera década del siglo XVII, cuando tuvo noticia de que se iba a producir la expulsión de toda la población morisca de la Corona, particularmente abundante en aquella vega del río Jalón, con la esperanza de preservarlos hasta el momento del regreso que, de forma un tanto ingenua, esperaba pronto…

 Segunda cita

 En la página 97 del número 2 (Primer semestre de 2012) de la revista EXPRESIÓN CULTURAL, editada por la Asociación ARAGONEX, escribe un artículo, el periodista y escritor Juan Domínguez Lasierra, con el título: El iceberg del “cementerio de libros”, en el que podemos leer:

 “… Pero se nos plantea un caso concreto, muy concreto, muy doméstico si quieren, pero que como la punta de un iceberg, tiene trascendencia varia y universal. En un almacén de la Diputación General de Aragón se han encontrado cuatrocientos mil libros y folletos editados por el gobierno aragonés, depositados allí para vivir su particular limbo por los siglos de los siglos. Un cementerio de libros, nacidos ya muertos, o destinados ya a morir, a almacenarse “sine die” desde su mismo nacimiento. ¿Cómo llamar a este descubrimiento, surgido con un cambio de Gobierno en la institución aragonesa, en ese “levantar las alfombras” que suele suceder cuando el color político de las autoridades cambia? Pues de infinitas maneras, desde descontrol a despilfarro, de imprevisión a desmadre, desgobierno en definitiva.

El caso del “cementerio de libros” obliga a reflexionar obviamente sobre la gestión cultural de las instituciones políticas, empezando por una pregunta clave: ¿Deben las administraciones públicas ocuparse del desarrollo cultural de un país? (…)

¿Publicar libros sin ton ni son, por un afán de presumir de “culturales”, para luego almacenarlos, condenarlos a la inexistencia, tiene algún sentido? Pues no, es una aberración. Una aberración que nos obliga a preguntarnos con qué criterios políticos debe la Administración apoyar las creaciones culturales, cuál es su papel en el necesario y justo apoyo a ese bien social de la Cultura”.

 El azar en este caso, nos ha proporcionado dos testimonios que, aunque tengan al libro como protagonista, ofrecen dos perfiles bien diferentes de su importancia y de su gestión. Aquí lo dejo como lectura y reflexión.

09/04/2012 20:48 gurrion #. sin tema Hay 2 comentarios.

Rara meteorología

Esta primavera no augura nada bueno. Ni siquiera la climatología acompaña. Parece que ha adivinado las intenciones de quienes nos gobiernan y el tiempo está justamente como ellos y ellas. Un día cualquiera puede amanecer sereno, nublarse a media mañana, mover el viento al mediodía, llover un rato después, salir el sol un poco más tarde y nevar en las alturas… ¡Más o menos como la economía! Puede empezar el día con el IBEX bajo, subir la prima de riesgo a media mañana; bajar la bolsa después de comer; eructar los mercados al atardecer; subir las incertidumbres las veinticuatro horas y, como resultado final: un nuevo y monumental cabreo en buena parte del personal. Claro que no será en todos, ya que las y los votantes del partido ganador deben estar enormemente satisfechos con este recital de despropósitos y exculpaciones (¿hasta cuando echarán la culpa a los anteriores?) con el que nos despertamos cada mañana y transitamos el resto del día. Imagino que entre esos votantes también los habrá que, desde hace un tiempo, sufren las consecuencias de las decisiones política adoptadas por la derecha, por sus “amigos”, en definitiva, y es posible que empiecen a torcer el gesto, como poco.

Una de las cosas más lamentables que nos vemos obligados a contemplar lo constituyen los fragmentos de la videoteca-moviola que nos recuerda lo que cada cual pensaba hace un tiempo y lo que dice o dicta ahora. Me resulta vergonzoso ver y escuchar con qué vehemencia y seguridad se decía y defendía lo contrario de lo que ahora se hace (la misma seguridad, por cierto, con la que se nos dice que hay que hacer lo que se hace porque no queda otro remedio, pero que las cosas mejorarán y que vamos por el buen camino…). ¡Qué majos! ¡Yo ya estoy harto de andar por el buen camino!

Por cierto, en esa contraposición entre lo que se decía (interesadamente) y lo que se dice o hace (interesadamente, también) reside uno de los hechos “antiejemplifición” fundamentales. Si los que gobiernan pueden mentir con esa impunidad, los gobernados sienten que también pueden hacerlo, protegidos por el lamentable ejemplo de los gobernantes. De modo que la tan anhelada regeneración ética, ha quedado aparcada, una vez más. Banqueros con avidez infinita e insensibilidad congénita; mangantes y chorizos en las esferas de poder (con trato vip, por parte de la justicia); administradores de lo público que lo malgastan y lo evaden; empresarios “estrella” con enormes agujeros negros en la conciencia y dineros en paraísos fiscales… y la familia real jugando con escopetas…

 Por otra parte, tenemos que escuchar cifras y más cifras que casi nadie sabe quién y cómo se obtienen y que casi nadie entendemos… Datos y cifras que tenemos que creernos como incuestionables y verdaderas, animadas con rapidez con las coletillas ya mentadas de “vamos por el buen camino”, “hemos tomado las decisiones que había que tomar”, “ya se irán viendo los resultados”…, mientras los datos de destrucción de empleo, de necesidades sociales, de precariedad laboral, de desasistencia general…, van en claro aumento cada mes que pasa...

Visto lo visto, y aprovechando que este año le han dado el Premio Cervantes a un representante (tal vez el único) de una cosa rara llamada “antipoesía” tendríamos que reivindicar que cada partido político, cuando se presente a las elecciones nos explique su programa y su “antiprograma”; de esa manera, al menos, estaremos avisados cuando no lo cumplan y se queden tan anchos…

 Y cuando sigue pasando el tiempo y las cosas, lejos de estabilizarse van a peor, cuesta creer –aunque uno ponga buena voluntad- que lo que se está haciendo es algo más que un desmantelamiento de servicios importantes y básicos; cuesta encontrar los fundamentos de la igualdad y la universalidad (tan escondidos entre una maraña de declaraciones y de medidas que casi no se entienden); cuesta, y mucho, dar crédito a las declaraciones y las medidas impuestas por un partido con mayoría absoluta que ya no negocia con nadie y que banaliza los esfuerzos y la desmoralización de los ciudadanos con aquello de que son cuatro cafés o dos cajetillas de tabaco. La desvergüenza, la soberbia y la chulería vuelven otra vez en nuestro días (y algunos –ingenuos- habíamos pensado que cuando se marchó el pequeño presidente, ya no regresarían…) Ahí están de nuevo: otros perros con distintos collares o los mismos perros con idénticos collares, porque de todo hay, mostrando la peor cara: la de la prepotencia, la del hiriente desdén hacia las opiniones de quienes no les votaron (han olvidado los políticos ganadores que fueron elegidos por una minoría de la población. Somos muchísimos más los que no les votamos y los que no votaron).

Cuando uno ve esas jetas sonrientes al entrar o salir de una reunión de alto nivel en la que se han quitado o recortado derechos conseguidos con largos años de negociaciones, luchas sindicales, etc., piensa: ¿qué les debe hacer tanta gracia?, porque a los ciudadanos y ciudadanas de a pie lo último que se nos ocurre es echarnos unas risas cuando escuchamos los clamorosos recortes en sanidad o en educación, por citar dos ejemplos.

Al final, no queda más remedio que acordarse del viejo refrán que dice que no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. Casi seguro que iremos a mejor (yendo primero y claramente a peor) aún sin que hagan nada para que eso ocurra. Seguro que si no hicieran nada también podríamos salvarnos y así evitaríamos -encima- que se pongan medallas…

Ya disculparán, pero todo lo anterior es una descarga producida tras leer la prensa y ver algunos noticiarios, un día sí y otro también. Realmente, si nos fijamos en ello y en lo que transmiten, nos dan pocos motivos para la alegría, de modo que tendremos que enfocar hacia otra parte de nuestro entorno que resulte más amable y acogedora; solo así nos sentiremos con fuerzas para seguir explorando la vida, que tan difícil nos la están poniendo...

26/04/2012 00:29 gurrion #. sin tema Hay 2 comentarios.

Los libros y nosotros

Para terminar abril (el mes de los libros) pueden ir bien estas breves reflexiones de unos cuantos chicos y chicas de sexto de primaria. Me junto con ellos y ellas una hora a la semana en la biblioteca, no tengo más contacto. Allí trato de que se acerquen a una dimensión diferente, relacionada con lo que supone disponer de una biblioteca central en el colegio. Tenemos el Cuaderno de Aventuras Bibliotecarias, donde dejamos constancia de lo que vamos haciendo (no de todo, pero si de algunas lecturas, de algunos documentos compartidos, de algunas reflexiones personales…)

 Resulta complicada esta tarea del fomento y animación a la lectura. En mi caso, les regalo lecturas en voz alta, cada día que acudimos a la biblioteca, pero hasta cuando regalas, hay gente que “pasa del regalo en cuestión” y debes intentar que haya un mínimo de sintonía con lo que vamos a hacer. Hay que recordar, demasiadas veces, a qué hemos venido a este lugar y cuál debería ser la actitud más favorecedora posible para que, tal vez, alguno o alguna encuentren algo inesperado, emanado directamente de la magia que puede desplegar un libro.

En todo caso, en esta empresa, para compensar el empeño y el esfuerzo empleado, no queda más remedio que alimentarte del interés de algunos, para llevar mejor el desinterés de otros. Algunas de las reflexiones que podemos leer a continuación están llenas de sentido y las han escrito niños y niñas con enorme sentimiento; tanto las que muestran cierto compromiso con los libros y la lectura, como aquellas que no los tienen en cuenta o que muestran poca consideración. Me parece útil dejarlas aquí copiadas para tener siempre en cuenta una porción de la realidad a la hora de hablar del tema o de diseñar acciones concretas. En todo caso, tarea complicada, como decía algo más arriba, esto de animar a leer en estos tiempos revueltos…

 .. “El libro para mí es una fuente de alimentación para el cerebro. Cuando era pequeña no leía, pero gracias a los tutores y tutoras aprendí a leer y comprender. Hasta hace seis años, mi madre me contaba cuentos tradicionales. Cuando no tengo nada que hacer, los libros y las redacciones son mi compañía. En casa, en una estantería, tengo unos treinta libros. De vez en cuando los cojo, los releo y me acuerdo de la última vez que leí. Me acuerdo del primer libro que leí; era de una luna y un ratón. He aprendido algunas moralejas; también he leído libros de biografías. He leído libros y he visto sus películas. Me gusta más el libro porque te imaginas a los personajes, los lugares, lo que va pasando…

Me gustan los libros serios porque imaginarlos es más fácil. Puedes registrar en los muebles de tu memoria y recordar todos los libros que has leído. A veces, cambio de capítulo porque no me interesa. Luego, ves los libros que has leído, piensas y recuerdas y si merece la pena, lo relees y lo relees… Las biografías son interesantes; no sabes nada de una persona importante y después lo sabes todo”. (Matilde F)

.. “Los libros para mí significan mucho. Cuando leo, entro en el libro como si fuera la protagonista del evento. Me hacen sentir bien y contenta.

Cuando era pequeña, me acuerdo que mis padres me leían un cuento cada noche. El libro que les pedía era el de Cenicienta. También veía a mi abuelo leer libros, me hacía sentir muy bien.

A veces pienso que algunas personas que están a mi alrededor rompen y rayan los libros, diccionarios, enciclopedias… porque no les gustan. No es razón para hacerlo porque hay mucha gente en el mundo que lo daría todo por ellos. Yo protejo a los libros porque nos enseñan”. (Alba de D)

 .. ”La relación con los libros es un poco escasa, pero de pequeño leía mucho y mi madre me leía cuentos antes de ir a dormir. Con seis años ya sabía leer y me gustaba, pero a lo largo de los años, se ha ido perdiendo. No es que no lea, que leo, pero no tanto como antes. Ahora estamos leyendo un libro en clase; se titula “Las aventuras de Enyd Blyton”, es muy interesante”. (José Manuel S)

 .. “De pequeño, cuando me iba a dormir, mi padre o mi madre me leían un cuento hasta que me dormía. Me parecían muy divertidos, pero al año ya no quería que me los leyesen. A los cuatro empecé a leer solo, pero me cansaba aunque me gustase. Mi madre, cuando yo me cansaba, me ayudaba y después, cuando ya no estaba cansado, volvía a leer yo.

Ahora que tengo 11 años, no me gusta leer, porque los libros me parecen aburridos, pero sé que en el instituto tendré que leer libros porque tendré que hacer resúmenes y serán de muchas páginas…” (Nicolás C)

 .. “Los libros me encantan; me gustan porque me cambiaron la vida. Empecé a los cinco años y hasta ahora. Con ellos aprendí a hablar catalán. Los libros son lo mejor que hay. A mí me cambiaron el humor y lo que me gustaría es tener un libro interminable de Roald Dahl, mi autor favorito. Mi objetivo es leer todos los libros que encuentre de ese autor. Durante toda mi vida me han estado regalando libros. Empecé leyendo libros cortos, pero ahora me gustan los que son muy largos. En mi cumpleaños quiero un libro digital” (Ousmane C)

.. “Mi infancia ha estado envuelta en libros de la editorial La Galera, debido a una enfermedad ósea. Mi tutora venía a casa a verme y me traía libros de esa editorial, ya que ella sabía que me gustaba mucho su presentación.

Entre semana, mis días normales eran en la camilla de un hospital, viendo las imágenes de esos libros, ya que a esa edad no sabía leer. Mi madre, por las noches, me solía leer el cuento que había visto yo, a mí y a la chica de al lado.

Cuando por fin pude aprender a leer, despacio, eso sí, iba con mi hermano a la biblioteca del colegio y me ayudaba a elegir un libro de mi estilo. Más adelante me comenzaron a interesar los libros de misterio.

Hoy día, tengo dos estanterías llenas de libros de La Galera; todavía sigo leyendo El patito feo, era mi preferido. Ahora cojo libros de la biblioteca de mi colegio, ya que soy bibliotecaria y voy todos los días, a las 12 del mediodía, después de salir de clase”. (Inés F)

 .. “Desde pequeño, cuando leí mi primer libro, me sentí especial porque ninguno de mi clase de Lituania había leído uno… Y aún iba a la clase de los pequeñitos, aunque mi madre me ayudó a leerlo. El libro se llamaba “Los pitufitos”.

Estuve practicando con ese libro hasta leerlo bastante bien y mi edad era de uno 3 o 4 años. Después fui a la estantería llena de libros de mi abuela, pero el texto era para mí demasiado difícil y le pregunté a mi madre por qué no los entendía. Me respondió: cuando seas mayor lo sabrás”. (Karolis J)

.. “Cuando era pequeña, mi madre me leía libros. No los entendía muy bien, pero cada vez –mientras la escuchaba- me gustaban más y quería que me los leyese otra vez. Los libros expresan cosas bonitas. Mientras iba creciendo, quería que me compraran libros. Aunque no sabía leer, viendo las imágenes los entendía. Ahora me gusta mucho leer. Tengo guardados los libros de cuando era pequeña, y también los que voy comprando, en una estantería. Me gustan los libros de misterio porque me gusta resolver lo que les ocurre a los protagonistas; también me gustan los libros de humor”. (Nuria L)

 .. “Cuando era pequeño, mi padre o mi madre me leían cuantos que me encantaban, como “la gallina Mina y los canguros”. Tengo una estantería llena de libros y leo cada noche hasta que me quedo dormido. A mi hermano le leo cuentos por la noche y a veces se duerme. Ahora estoy leyendo la colección de Harry Potter; para mí es divertido, es un gran pasarratos que, sin darte cuenta, te engancha y no puedes parar hasta que te duermes o tienes que hacer otra cosa… Pero lo mejor es leer con moderación, cada día un rato” (Jorge P)

 .. “Yo recuerdo que en mi infancia, mi madre solía leerme libros sobre princesas, Hansel y Gretel…Y también solía contarme historias. Después, cuando aprendí a leer, iba a la biblioteca que había en la plaza y cogía libros prestados. Solía cogerme libros infantiles, pero a los ocho años leía literatura juvenil y ahora leo literatura juvenil y novelas. Me gusta leer porque suelo sentir emociones…” (Darolin E. S)

 Y para terminar, este refrán remodelado a nuestro gusto, que dice:

 En abril, libros mil y en mayo más que en el resto del año

30/04/2012 22:04 gurrion #. sin tema Hay 2 comentarios.


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