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Se muestran los artículos pertenecientes a Julio de 2010.

INTERCAMBIO DE PALABRAS

Ha comenzado un nuevo periodo estival con fuerza. Estos primeros días de julio estamos padeciendo unas temperaturas que nos llevan  a recordar sin querer los fríos días de invierno… Más que nada para tratar de compensar y sentir algo de fresco ahí, precisamente, en el pensamiento, porque, por lo demás, tal ejercicio intelectual no resulta de mucho alivio.

Durante el pasado mes de junio, he aprovechado un año más para mandar casi un centenar de sobres con materiales de regalo a las amistades. Y en el interior de muchos de ellos, una nota de saludo y recuerdo o una cartita para poner palabras al reencuentro. Sé, porque así me lo dicen algunos y algunas de las amigos y amigas receptores de estos sobres, que su llegada les produce una pequeña alegría porque lo que normalmente reciben son precisamente “recibos”, de la compañía eléctrica, de la telefónica y de los bancos. Y todos sabemos cómo son de frías estas comunicaciones: aquí las palabras sobran y se imponen los números.

 Debo decir una vez más, que soy firme defensor de la correspondencia y el intercambio. Practico la primera con profusión y utilizo para ello, indistintamente, las vías tradicionales o las electrónicas. Entre unas y otras, uno va tejiendo una red de afectos. Esas comunicaciones actúan como un complemento vitamínico; te dan un plus de energía, protegen y mejoran la autoestima, pueden desatascar un “cruce de caminos” o señalar claramente una dirección; ofrecer una solución fácil a un pequeño problema; reconfortarnos un poco; alegrarnos casi siempre… Las palabras amables y cariñosas son buenas compañeras para todas las personas y a cualquiera le gusta recibirlas.

Como decía, en esos sobres que he ido enviando a las amistades este pasado junio había un gurrión, un Bibliotelandia, un ABCdario y un desplegable… Materiales todos, derivados de “mis otras actividades” y que a mí me gusta divulgar y poner algunos ejemplares en manos de las amistades como vengo diciendo. Como consecuencia de esos envíos, un porcentaje determinado de sus receptores, da noticia y agradecimiento del envío. Y hoy quiero agradecerles esas palabras y, por eso, las recupero para componer este primer post vacacional. De paso, voy entrenándome, después de este año especial que he vivido, a componer textos colectivos, con la suma de las aportaciones de otras personas:

.. “Cuando recibo tu sobre me siento como niño con el regalo de Reyes.
Muchísima gracias... me encanta.
” Así se expresa mi amiga Agustina, desde Madrid.

 .. Mamen, desde Zaragoza, dice en una parte de su correo: “Hola Mariano. Gracias por enviarme el Bibliotelandia 62, el ABCdario de título largo, ja,ja y los dos “Y tú ¿cómo pintas?” El próximo septiembre quiero meterme más con el tema de la Biblioteca escolar, los padres… y todo nos vendrá bien. Gracias”.

 .. Blanca, desde Euskadi: “Querido Mariano: ayer llegaron tus regalos envueltos de ternura para el alma. Te agradezco mucho todo, especialmente tu carta. En cuanto al abecedario, estupendo. En mi cole ha causado sensación. Incluso me preguntan si pueden comprar una tirada para labor de tutoría”…

 .. Pepe, desde Zaragoza: “Hola, Marianico: ¿Qué tal este  final de curso? Espero que sigas a tope con la vitalidad y el buen humor, que te caracterizan. Quería saludarte y darte las gracias por el envío que me hiciste. Te lo agradezco, pues me ayudan mucho las cosas que vas haciendo”…

 .. Pili, desde Mequinenza, me escribe en estos términos: “Hola, Mariano: gracias por tu último envío. ¡Cuántas cosas quedan reflejadas en Bibliotelandia! Realmente, hasta que no lo ves por escrito no abarcas la magnitud del trabajo hecho. Se lo  enseñé a las mamás y quedaron contentas y con ganas de continuar nuestro ir y venir con vosotros. A ver qué se nos ocurre para el próximo curso. También muy interesante el ABECEDARIO del sentido común. Deberían traerlo los niños bajo el brazo nada más nacer, seguro que en las escuelas lo notaríamos…”

.. Desde Salamanca, Tita inicia su carta así: “Querido Mariano: mil gracias por el envío de los materiales, como siempre estupendos y actuales. Siempre es un placer leerte…”

 .. Pedro, desde Huesca, me recuerda que, en ocasiones hasta mando las cosas por duplicado: “Mariano, he recibido todos tus regalos. Y en medio de la que está cayendo, es un soplo de brisa marina (como se me intuyen las vacaciones). Espero que estéis bien, ya dispuestos a vuestra emigración estival. Y como estamos en época de recortes, no me envíes más gurriones, que me llegan ya como suscriptor (uno más de los afortunados)”

 .. Mª Carmen, desde Lleida: “Hola, cómo va? Recibí ayer tu sobre y quería darte las gracias antes de que se me olvide. Tiene muy buena pinta ese nuevo abecedario que has editado: aguarda junto a las revistas para ser leído a partir del miércoles. El martes tengo un examen de Estadística -sí, tal como lo oyes, una de letras puras metida en semejante berenjenal! pero es que se trata de una asignatura troncal, mira tú!”

 .. José Luis, desde un lugar escondido de la Ribagorza: “Hola Mariano. Muy chuli lo que me has pasado: Bibliotelandia, ¿y tú cómo pintas?, ABCdario para ayudar, aunque me insultes como "webero" :-). Mil gracias. Da gusto en estos tiempos tan digitales encontrar papel y tinta para respirarlo y olerlo con los ojos. Un abrazo”.

 .. La exagerada de Ángeles, desde Teruel: “Si recibir la revista "El Gurrión" y la revista "Bibliotelandia" ya es de por sí un lujo, si encima lleva tu saludo de puño y letra con un buen deseo... ya es para morirse!!! Gracias Mariano, esto me sirve de "nutriente" del verbo NUTRIR, de tu abecedario de la pedagogía del sentido común”.

.. Desde Zaragoza, Puri que no sabía que había colaborado en el último Bibliotelandia, je, je.: “Buenas tardes Mariano! Muchas gracias por la revista, la recibimos el martes en el cole y nos hizo mucha ilusión tanto a Monse como a mí ver a nuestros chicos en la misma. De haberlo sabido habríamos escrito algo un poco mejor.  Como ahora nos pilla un poco tarde, hemos pensado en enviarte un ejemplar de nuestra revista del cole, que recoge un poco de todo lo que hacemos a lo largo del año…

 .. Desde Antequera, Charo da señales de vida de esta manera: “Hola Mariano, Si lees este correo será que te ha llegado, que no has  cambiado de cuenta. Me llegó el sobre con tus recuerdos y las  revistas, gracias. Deseo que estés muy bien, y que las cosas vayan con su ritmo, el natural, el bueno.
Me sigue alegrando mucho ver un sobre que apenas cabe en mi buzón,  porque en ese momento me llega aire fresco, es el efecto que me  produce, no sé... será porque viene del norte…”

.. José Luis, desde cualquier parte de Aragón: “Hola, Mariano: Te escribo para darte las gracias por el paquete que me enviaste hace unas semanas. Ahora que tenemos por delante las vacaciones aprovecharé para leer muchos libros y trabajos que tengo apilados en la enorme montaña de las cosas pendientes. También aprovecho para felicitarte por tu Cadiera de Macoca. Me parece un preciosidad de página donde aparece un trabajo y una labor propia de gigantes…”

 .. Mariant, desde Pamplona, con ese toque suyo, tan personal, ja, ja, me manda mensaje al facebook: “Hoola mariano, guaaapo. Te escribo desde este cacharro, y no me lees. ¿Lo haré mal? Qué majo, me has mandado el Gurrión. ¿Qué tal estás? Yo, agotada. Necesito vacaciones Mariano. Que me hace muchísima ilusión recibir tu cartica, a mano como toda la vida”.

 .. Eva, desde algún punto inconcreto entre L´Aínsa y Barbastro, también al facebook: “Hola Mariano: Muchas gracias!! El abecedario me ha gustado mucho, muy buena elección de palabras. La revista me encanta mirarla, leerla y ver las fotos que traen muchos recuerdos...y juntar arte y libros es una combinación preciosa. Cada vez os superáis!!!”

 .. Ana Jesús, desde la mineral, vegetal y –espero que soleada- Asturias, me manda este mensaje al facebook: “.Hola Mariano. Hoy he recibido un sobre con unos cuantos regalitos tuyos. ¡Como siempre tan generoso! Muchas gracias. El abecedario me ha encantado; bueno también los libritos claro ¿Qué tal este fin de curso para ti especial? Yo estoy deseando acabar y que salga el sol! Un gran abrazo”.

 .. Susana, desde un pueblecito de la Hoya de Huesca, me deja escrito en la “red social” nombrada: “Espero que hayas escuchado el mensaje que te dejé esta semana en el contestador del teléfono de tu casa de Labuerda. Te iba a escribir, pero hemos tenido el ordenador a reparar unos días. Me quedé perpleja, con tu último envío, por la agradable sorpresa. ¡Qué buenos momentos me proporcionas!

 .. Edurne, sorprendida, desde Pamplona: “Hola Mariano: He visitado tu blog, página web y demás. Me quedo anonadada. O tu día tiene 48 horas o el mío 12, pero algo raro tiene que haber... ¿Cómo es posible que te dé tanto tiempo para escribir, leer, comentar libros...? Lo digo sinceramente, no es adular ni nada por el estilo…”

 Algunas veces, soy yo quien recibo sobres sorprendentes o comunicaciones inesperadas, como el conjunto de materiales que suele enviarme cada mes de mayo, mi amiga Sacra, desde Extremadura, como resultado de su admirable trabajo con el alumnado de infantil de su centro: libros libres, revistas, cuentos y otras sorpresas. Sería ocioso decir que Sacra es una de las que también recibe mis sobres con regularidad desde hace muchos años. Y es probable que, por fin, mañana la conozca en carne mortal.

Y, para terminar, y hablando de sorpresas, le escribí a María (maestra y escritora de la provincia de Huelva) por un artículo que había publicado ella en la revista “Padres y Maestros” y para hacerle una precisión y me contestó con una extensa carta (esta vez fui yo el sorprendido) que empieza así:

“¡Hola, Mariano! En primer lugar decirte que es todo un honor para mí recibir un correo tuyo. Te sigo desde hace mucho tiempo y soy una admiradora tuya. Te nombro en todas las exposiciones y cursos que doy para maestros, y como no me sabía cómo ponerme en contacto contigo, no había podido pedirte permiso para decirte que difundo esa "carta" tuya dirigida a los maestros y maestras en la que vas haciendo un recorrido por el abecedario con consejos y recomendaciones en nuestra función de promotores de la lectura. Eres un ejemplo para mí, así que MUCHAS GRACIAS POR TU CORREO…”

 No sé bien si era esto lo que quería escribir, porque uno nunca sabe qué efecto produce el resultado final de esta acumulación de aportaciones diferentes, pero sí tenía la intención de reunir estas buenas palabras y agradecérselas a quienes las escribieron, a la vez que les deseo un feliz verano, con mucho descanso, relajación, lectura y escritura… si les apetece, claro.

05/07/2010 10:17 gurrion #. sin tema Hay 6 comentarios.

EN CUENCA...

- Y eso, ¿dónde dices que está?

- Pues, ¡en Cuenca!

No es un diálogo inventado, seguro que lo has escuchado alguna vez, como sinónimo de algo que está lejos o que no sabemos muy bien dónde está…

El caso es que he regresado de Cuenca –una ciudad que tiene montones de rincones originales, sorprendentes y cautivadores-. Me gusta fotografiar sus fachadas de colores, las enormes rejas de hierro, las puertas, los llamadores, los balcones, los edificios antiguos, la catedral, los paisajes que la rodean... De los últimos cuatro meses de julio (de los últimos cuatro años), he estado en tres de ellos, en esta capital castellano-manchega y siempre regreso muy contento y con ganas de volver. Han sido viajes relacionados con asuntos de formación, para impartir un taller relacionado con las “Acciones para intervenir en bibliotecas escolares e infantiles”: cuatro horas charlando con los participantes y mostrándoles materiales y algunas ideas. En las tres ocasiones, he recibido palabras admirativas y elogiosas y presumo que las valoraciones que hacen de esas horas de trabajo y de las aportaciones ofrecidas deben ser buenas; en caso contrario, los organizadores, no me invitarían, como sería razonable y lógico. En este caso, se estaba celebrando el V Máster de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil, iniciado el día 12 (al día siguiente de proclamarnos Campeones del Mundo de fútbol, je, je qué momentazo) y cuyo último acto tendrá lugar el día 23 de julio de 2010.

 Desde aquí quiero ya felicitar al casi medio centenar de alumnas y alumnos (docentes de Infantil, Primaria y Secundaria; bibliotecarias/os, editoras/es…) por su respetuosa acogida y por su actitud participativa. Me hizo mucha ilusión encontrarme con un importante colectivo venido de diversos países latinoamericanos que participaron con entusiasmo… Espero y deseo que algunas de estas personas, cuyos nombres desconozco en su mayoría (como suele pasar en estos eventos) se pongan en contacto conmigo y podamos intercambiar materiales y afectos. Como siempre hago, ofrecí mis direcciones de contacto para hacer posible esa comunicación, una vez pasen los días, venga la reflexión y lo que ayer pareció muy interesante, siga siéndolo. Siempre me entristece la sensación de no poder intimar y charlar más tiempo con las personas asistentes y conocer sus expectativas, sus opiniones, sus problemáticas…

También tengo que agradecer la acogida y el acompañamiento de esta gente del CEPLI (Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil) de la Universidad de Castilla-La Mancha, que ya cumplieron 10 años y que están haciendo un trabajo para quitarse el sombrero, amén de contar con un fondo de publicaciones propio: reflexión, investigación, creación, trabajo de campo… realmente admirable, cuidado y de gran calidad: Pedro, César, Santiago, Cristina, Sandra, Mª Carmen, Tatiana… ¡Con gente así, se puede ir a cualquier sitio! También fue entrañable el reencuentro con Fernando Alonso (el escritor, claro) y las conversaciones que aún pudimos tener antes de que él marchara.

 Hice el viaje el martes, 13 (que ya hay que tener valor para ponerse en carretera en un día así). Como estaba en Labuerda, bajé con Mercè hasta Barbastro; allí cogí un autobús hasta Lérida; esperé en la estación algo más de tres horas hasta la salida del tren que me llevaba a Madrid. Tomé un taxi para acercarme a la estación de autobuses y tomar un “exprés” que me llevara sin parar a Cuenca. Total que salí de Labuerda a las nueve de la mañana y llegaba al hotel de Cuenca a las 9 de la noche. El regreso de hoy lo he iniciado a las 7 de la mañana, en el tren “pendular” (le llamo así por el traqueteo que lleva, que casi te impide leer. Puedes desayunar el café por un lado y la leche por otro. Luego te montas en el tren y tranquilo que, con el movimiento, la mezcla en el estómago está asegurada y será muy, muy homogénea, je, je) y ha durado hasta las dos, que es cuando he llegado a Fraga… Todo esto, cuando se está de vacaciones y te tratan tan bien, no es más que una anécdota festiva.

 El caso es que ayer por la tarde, materializamos alguna propuesta de escritura con el personal del curso y les prometí que podrían verla publicada en este blog. Es un pequeño acto de agradecimiento y la generación de un texto especial y colectivo, realizado con las aportaciones de quienes me dejaron su hojita de escritura. En este caso, tomamos la fórmula de los “meacuerdos” (ideada por Joe Brainard en su libro “I remember”). Les pedí que escribieran cinco recuerdos cada uno; leímos en directo algunos de ellos y ésta sería una selección de los que me entregaron: un recital de olores que han quedado para siempre impregnados, sentimientos emocionados, amores primeros, lecturas que dejaron huella, personas que fueron importantes, lugares inolvidables… En definitiva, algunos breves fragmentos significativos de muchas vidas…

“Me acuerdo de una tarde de invierno con mi primera novia en el instituto. Me acuerdo cuando vinieron los príncipes del Japón a mi pueblo y fuimos todo el colegio con banderitas a saludarlos. Me acuerdo de cantar “caracol-col-col” para que los caracoles sacaran sus cuernos al sol. Me acuerdo del olor del tomillo y el romero en el camino hacia mi casa. Me acuerdo de la risa de mi padre. Me acuerdo de la primera vez que me zambullí en una novela de tal manera, que creí que debía de estar escrita para mí. Me acuerdo, cuando yo era niño, de las historietas que nos contaba en clase un cura. Me acuerdo de cuando un vecino, a las doce de la noche, venía borracho y no podía abrir la puerta de la calle. Me acuerdo del sabor y aroma del bocadillo de tortilla francesa que mi abuela me preparaba y yo comía en la calle cuando era la hora de cenar. Me acuerdo del nogal al que subía con mis amigas y nos tumbábamos en sus grandes ramas. Me acuerdo de la cara de mis primeros alumnos cuando les conté un cuento en el que se asustaron. Me acuerdo de mi maravilloso viaje a Argentina, sus paisajes, sus gentes y el sabor tan exquisito de sus alfajores y sus carnes a la brasa.

 Me acuerdo de cuando Marco buscaba a su madre. Me acuerdo cuando llenaba las mangas de mi jersey de cerezas recién robadas. Me acuerdo de mi abuelo Santiago; siempre me acuerdo… ¡Me acuerdo tanto de “los 7”, de “los 5”; gracias a ellos me picó el bichito de la lectura. Me acuerdo cuando cinco golpes de mano traspasaban –TE-QUIE-RO-MU-CHO- e iban de mi padre hacia mí; eran las veredas recorridas de mi infancia y la fortaleza para caminar. Me acuerdo de los títeres de Pedreka y de las películas vistas en patios con olor a naranjas. Me acuerdo cuando grité a mi madre: “¡Salí de allí!” Se había sentado en la silla donde estaba mi amiga invisible. Me acuerdo de un verano caluroso cuando me picó una abeja en las nalgas. Me acuerdo de los patios arenosos de mi escuela, donde las rodillas sangraban al caer jugando. Me acuerdo de la primera vez que levanté una mano en el jardín de infancia para dar una respuesta correcta. Me acuerdo de miss Marjorie, la bibliotecaria inglesa de mi escuela: coja, vieja y fea. Me acuerdo de mi primera muñeca que se transformó en mi hija por muchos años. Me acuerdo del terremoto del 85 en Chile, cuando el suelo se movió para todos lados. Me acuerdo de los abrazos de mi abuela.

 Me acuerdo de mi perro Martín, mi primera mascota. Me acuerdo de la risa de mi hermana pequeña. Me acuerdo de la emoción de mi padre el día que aprobé la oposición. Me acuerdo del olor de la casa de mis abuelos. Me acuerdo del día que decidí ser profesor. Me acuerdo del olor a mantecados que surgía al abrir la caja poco antes de iniciar la navidad. Me acuerdo de cómo nos hacía callar en clase la señorita de 3º (nunca más volví a ponerme cola). Me acuerdo de la primera vez que fui al cine sola y acabé llorando, sin pañuelo y sin nadie con quien compartir la pena que te transmitía aquella película. Me acuerdo de la primera vez que vi a David. Me acuerdo del olor de mi abuela Teresa. Me acuerdo de ir todas las tardes con mi padre a regar al campo. Me acuerdo de salir con patines y mi perro en el carricoche de juguete y decir: ¡mira, la vida me va sobre ruedas! Me acuerdo de la paciencia de mi madre para jugar conmigo siempre que se lo pedía. Me acuerdo del delicioso olor a bizcocho recién hecho. Me acuerdo de la pelota roja con la que jugaba de pequeño. Me acuerdo de cuando aprendí a montar en bicicleta. Me acuerdo de mi primer beso. Me acuerdo del huerto de mi abuelo. Me acuerdo de la primera vez que vi la televisión en color. Me acuerdo de la fiesta del día de mi boda. Me acuerdo cuando leí Cien años de soledad. Me acuerdo cuando mi padre me leía cuentos a la luz de una vela, porque en mi pueblo muchas veces había apagón. Me acuerdo del perfume de la flor de madreselva. Me acuerdo de lo que lloré el primer día que fui al colegio. Me acuerdo del olor a asfalto mojado en verano. Me acuerdo de Pili y el olor de su biblioteca. Me acuerdo de la angustia al bajar al pozo de la mina.  Me acuerdo cuando me levantaba por la mañana y desayunaba leche recién catada.

 Me acuerdo de la primera vez que fui a la biblioteca. Me acuerdo de cuando mi hermano empezó a andar. Me acuerdo de las manos grandes, ásperas y trabajadas de mi abuelo. Me acuerdo de la hospitalidad y amabilidad de mi abuela. Me acuerdo del agotamiento que sentía después de las clases de natación en agosto. Me acuerdo de la primera vez que vi el mar…; fue decepcionante. Me acuerdo de la primera vez que olí el mar…; fue maravilloso. Me acuerdo que cuando llegaba a casa de pequeña, mi abuela estaba siempre leyendo. Me acuerdo de cómo me enteré de que los Reyes Magos eran los padres. Me acuerdo de cómo se lo conté (lo de los Reyes) a niñas y niños del barrio, mayores, que no lo sabían aún. Me acuerdo que siempre me han gustado los árboles de hojas pequeñas. Me acuerdo de las escuelas por las que he pasado. Me acuerdo del olor del café cuando lo están tostando. Me acuerdo del Pirineo en veranos jacetanos. Me acuerdo de los refranes de mi abuela.

Me acuerdo del paisanaje y paisaje rumanos. Me acuerdo de las celebraciones de cierre de año del colegio, cuando estaba en primaria, porque eran una bonita oportunidad de compartir en familia mis logros académicos. Me acuerdo de mi experiencia como fundadora de un periódico escolar con varios colegios…; solamente tenía 15 años y me sentía ya muy “grande”. Me acuerdo de un piano que me regaló mi papá porque no sabía que lo había comprado y al llegar a casa él estaba esperándome con el piano. Me acuerdo del incesante repicar de un corazón cuando él pasaba. Me acuerdo del helado de chocolate y limón, de la dulce espera en un banco del parque. Me acuerdo del perfume de mi madre; el tesoro inalcanzable que guarda en su mesita de noche. Me acuerdo de la primera y última bofetada de mi padre. Me acuerdo de la primera vez que leí a Benedetti. Me acuerdo del día que nació Aitana. Me acuerdo de cantar “que canten los niños…” con mi clase de 3º. Me acuerdo de las Fiestas de la Luna, en mis años locos en Tarragona. Me acuerdo de Rafa. Me acuerdo de cuando nació Bruno, era diciembre y la luz que iluminaba el pasillo anunciaba algo hermoso. Me acuerdo de Rosalía, mi bisabuela; nunca me he sentido tan consentida y preferida por alguien. Me acuerdo de Germán y yo en la secundaria, nos sentíamos tan plenos… aún somos tan felices…”

 Después de tantos “meacuerdos”, siempre es conveniente pensar que cada uno de ellos no es más que el título de una, seguramente, hermosa y larga historia. Sea pues esto una invitación a tomar un cuaderno, tenerlo a mano  e ir escribiendo lo que vamos recordando, “condensando la vida”.

15/07/2010 20:30 gurrion #. sin tema Hay 4 comentarios.

RETROSPECTIVAS

En julio me cuesta más medir los tiempos. Estar de vacaciones; estar un día aquí y otro allá, rompe las rutinas que uno tenía establecidas y resulta más complicado atender las pequeñas obligaciones autoimpuestas: por ejemplo, escribir semanalmente en este blog.

Regresé de Cuenca, como cuento en el post anterior, y escribí con rapidez porque así se lo prometí a los chicos y chicas del máster, pero dejé cosas pendientes, anteriormente vividas, que quiero retomar.

 

1. Entre los días 5 y 12 de julio se celebró en la ciudad de Lleida el 38 Congreso del MCEP (Movimiento Cooperativo de Escuela Popular). Mi amigo Gertrúdix pertenece, desde hace ya unos cuantos años, a esa entidad educativa o movimiento de renovación pedagógica y en esta ocasión era el encargado de organizar el congreso anual en su tierra. Tarea nada fácil que, supongo, habrá resuelto con pericia y profesionalidad. Durante el curso que ha terminado me había contado en alguna ocasión los pasos que iba dando, los problemas que iba encontrando y cómo iba saliendo de algunas situaciones que no pintaban bien. Al final, aunque no hemos podido vernos tras la finalización del citado congreso, seguro que salió todo bien. Me había invitado, en los turnos de presentación de experiencias, a que les contara a los congresistas, algunas cosas relacionadas con la biblioteca escolar. De modo que el día 5 de julio, me acerqué a comer al albergue donde estaban los participantes y, entre 4 y 5 de la tarde, expliqué muy por encima la trayectoria de la biblioteca del colegio, les mostré algunas líneas de trabajo y algunos materiales en papel para que pudieran ver y valorar cómo se materializaban algunas ideas. Lástima que no dispusiéramos de más tiempo para extendernos en algunos aspectos, pero aún así (y a pesar del calor en la sala) fue un tiempo agradable el que pasé con gentes venidas de diversas autonomías que miran la escuela desde ángulos nada convencionales para insuflarle nuevas energías y abordar la faena de cada día con otras metodologías y convencimientos.

 Entre las personas asistentes estaba mi amiga Sacra, venida de la localidad extremeña de Los Santos de Maimona, con quien hemos realizado muchos intercambios de materiales escolares y bibliotecarios, a quien he enviado y de quien he recibido un buen número de cartas manuscritas y a la que por fin conocí en carne mortal… El congreso, en nuestro caso, materializó y propició el encuentro, después de una relación epistolar larga. El último sobre acolchado que me envió Sacra, a primeros de junio, contenía  algunos libros libres troquelados, una “revista de clase” (de nombre Juanito) en la que va recogiendo la vida del aula para ofrecerla al alumnado y a las familias del mismo y diversos materiales de ferias del libro de Sevilla y Badajoz, libros regalados, revistas… Esos sobres que tanta alegría dan cuando se reciben porque uno sabe que dentro no habrá ni facturas, ni avisos de pago, ni anónimas informaciones bursátiles o bancarias… El contenido es siempre una agradable sorpresa, una pequeña fiesta: la carta afectuosa y algunos ejemplos de un trabajo serio, imaginativo e innovador desarrollado en el aula con esfuerzo e ilusión.

 

2. Una mañana de julio, subimos con Daniel hasta los aledaños del Parador Nacional de Monte Perdido. Teníamos la intención de caminar hasta los llanos de La Larri. Estábamos en la ermita de Pineta a las siete y media de la mañana para comenzar la subida. ¡Cómo se nota la edad, amigos! Mi hijo ascendiendo sin sudar una gota y yo parando cada pocos metros y echando agua como una cascada. La verdad es que la ascensión es directa, sin atisbo de zigzagueo y eso la hace más exigente y dificultosa. El camino, por otra parte, es agradable porque transcurre (en sombra) por el corazón de un hayedo con ejemplares realmente espectaculares; también son abundantes los acebos. Llegamos, por fin, a una pista que deben utilizar los ganaderos de la zona para llevar o ir a ver los rebaños de vacas que aprovechan los pastos naturales. Con rapidez, a partir de ese punto, llegamos al inicio del valle de La Larri: un extensión considerable de terreno llano, jalonado por altas montañas y cubierto de hierba fresca y turgente. El valle de origen glaciar finaliza –desde donde nos encontramos- en una monumental y ruidosa cascada de agua espumosa. Oímos y vemos marmotas; disfrutamos de cariñosas estampas de terneras o terneros chupando las ubres de sus madres y recibimos el fresco matinal como un regalo, en un julio tan tremendamente caluroso. Recorremos el valle hasta el fondo y regresamos de nuevo al inicio del mismo. Allí, a la sombra de unas altas matas de boj, damos cuenta de un almuerzo en condiciones para reparar energías, mientras contemplamos el paisaje y nos percatamos de la incesante peregrinación de gente que llega hasta donde nos encontramos y se interna en el valle. Ciento cincuenta fotografías recordarán esta mañana de julio, pasada a los pies de las montañas altas del Pirineo central. Regresamos a Labuerda a comer y por la tarde nos enteramos a través de la televisión de un desgraciado accidente, a muy poca distancia de donde hemos estado, de un grupo de jóvenes que no se habían tomado en serio la montaña, habían contravenido las leyes de la prudencia y el respeto y habían acabado mal: dos muertos y tres heridos... y aún podría haber sido peor.

 

3. Luego llegó la final del Campeonato del Mundo de Fútbol. Y ahí, salimos vencedores, a pesar de las batallas planteadas por algunos combinados nacionales que se asemejaron más a pequeños ejércitos resentidos que a equipos de fútbol, entendiéndose éste como un deporte para jugar y divertirse. Desde hace mucho tiempo, en el fútbol profesional ya no se divierte ni dios y no sé yo si en los equipos de alevines, infantiles, juveniles, etc. no hay ya una tensión excesiva y empiezan a olvidarse esas dos palabras: juego y diversión. He asistido estupefacto a partidos de esas categorías inferiores, acompañando a nuestro hijo y más de una vez he sentido vergüenza ajena, viendo y escuchando algunas cosas dichas por madres y padres de los jugadores.

 El país se ha volcado con ese triunfo, largamente deseado, y tan escurridizo para otras generaciones de jugadores (que sin duda merecieron), que también eran buenos y a los que la fortuna privó de mayores logros. En la mayoría de los deportes, la línea que separa el éxito del fracaso es sumamente delgada y eso lo saben bien los tenistas, los jugadores de balonmano o de baloncesto, los ciclistas, los atletas... Por tanto no deberíamos volvernos locos en situaciones de derrota ni tampoco en las de victoria. A fin de cuentas, uno cuando llega a campeón, lo es hasta el año siguiente en que vuelve a celebrarse otro campeonato. Si ahí no gana, pasa a ser excampeón y ya el reconocimiento se va diluyendo (aunque nadie le podrá quitar los títulos conquistado, evidentemente). La fama, la gloria siempre es efímera y hay que enterrar al campeón de un año para entronizar al del siguiente...

 Del partido de la final, quiero decir que ganó el mejor; que, por una vez, el fútbol hizo justicia con quienes salieron al terreno de juego con intención de jugar y, con gran sufrimiento e intensidad, lograron in extremis llevarse el partido. De paso, es verdad, se llevaron también una colección de patadas de todos los formatos e intensidades. Destacó el golpe en el pecho de un tal De Jonk a Xabi Alonso: una de las entradas más brutales que recuerdo y que fue castigada con una tarjeta amarilla, el mismo castigo que recibió Iniesta por quitarse la camiseta. ¡Alucinante! Yo creo que un tío que propina un golpe como el del centrocampista holandés (un auténtico “jonkazo”) debería ser detenido en el acto y conducido a un tribunal. Nadie se puede creer que con aquella entrada quería llevarse el balón o que fue sin querer... Al margen de esa patada antológica, les dieron a base de bien, durante todo el partido.

Hubiera sido lamentable que la peor Holanda de su historia se proclamara Campeona Mundial; que un honor que no tuvieron las “holandas” del 74 (maravillosa) y del 78 o las más recientes de los Rijkaard, Van Basten, Gulit, Seedorf... lo alcanzara este grupo de futbolistas que (especialmente en la final) convirtieron los partidos en campos de batalla.

 Me alegré especialmente por Vicente Del Bosque. El reto que tenía era extremadamente difícil; sometido a comparaciones injustas, vilipendiado por sus alineaciones; criticado (algo poco habitual) por su predecesor... sólo le quedaba una salida: ganar el mundial. Y lo consiguió... y fue el triunfo de la sencillez, del sosiego, de las buenas maneras, del respeto a los rivales y de la inteligencia (sabiendo leer los partidos y aplicando soluciones adecuadas, eficaces y distintas en cada uno). Por eso finalizo este post con esta cita copiada del periódico, dedicada al amigo Vicente:

 .. Vicente Del Bosque se levanta todos los días a las siete en Potchefstroom, se pone el chándal y baja a desayunar el primero. Luego abre su ordenador portátil, se ciñe las gafas y lee unos diez periódicos, visita los blogs deportivos españoles más populares y repasa los comentarios de los foros con detenimiento.

“¡No leas tanto!”, le dice el director general de la federación, Fernando Hierro, preocupado por las consecuencias emocionales de la vocación de su técnico. Del Bosque lee porque se siente en la obligación de conocer el país que representa y a su gente. Lee porque, además de dirigir a un equipo de fútbol, cree que su deber es representar a España y defender sus intereses.

“En España pasan cosas muy buenas”, dijo después de derrotar a Alemania y colocar a su selección en la final de un Mundial por primera vez en la historia; “el país ha cambiado muchísimo en los últimos 30 años y, como ciudadanos, debemos sentirnos orgullosos de tener tan buenos deportistas entre nosotros”.

 (En El País, 9 de julio de 2010. En el artículo titulado “Presidente Del Bosque”, escrito por Diego Torres desde Johannesburgo)

Y, ahora sí, para finalizar, la recomendación de un libro. Eduardo Galeano es un escritor uruguayo muy particular, muy comprometido y en el libro que nombro a continuación, ofrece apuntes y narraciones cortas relacionadas con el fútbol y algunos de las campeonatos mundiales jugados hasta la fecha: “El fútbol a sol y sombra” de Eduardo Galeano (Siglo XXI editores. Madrid, 2006)

 

18/07/2010 20:10 gurrion #. sin tema Hay 6 comentarios.


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