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Ayer por la tarde regresamos de un largo periplo peninsular. Mil setecientos kilómetros recorridos (“conducidos” todos por Mercè, claro) en seis días. El pasado 28 de junio por la tarde llegábamos a Santander y nos alojábamos en el Palacio de la Magdalena: ¡qué preciosidad de lugar! Asomados a la ventana de la habitación veíamos delante el Cantábrico inmenso y la isla de Mouro y barcos grandes que llegaban a las inmediaciones del puerto santanderino y otros pequeños, con vela o sin ella, con un solo tripulante, que se perdían en el horizonte... El Palacio de la Magdalena es la sede de la UIMP (Universidad Internacional Menéndez Pelayo) en Santander y un lugar emblemático. Hacía cinco años justos que pisé ese lugar por primera vez, para participar entonces en un curso sobre “La literatura infantil y juvenil, un recurso para el fomento de la lectura”. Esta vez todo era más hermoso todavía porque no iba solo, me acompañaba Mercè y eso suponía disfrutar del entorno y de los momentos en la mejor compañía. El objetivo del viaje era participar en el curso “La biblioteca escolar como espacio de aprendizaje”, dirigido por Dolores González. Mi actuación cerraba el citado curso y tuvo lugar el día 29 de junio a las doce de la mañana. Las dos ponencias de ese día se habían reservado a maestros de Primaria que iban a explicar el funcionamiento y el trabajo desarrollado en las bibliotecas de los centros de trabajo. Primero fue Antonio Tejero (el bueno) el que habló de la biblioteca escolar del Colegio Público “Miralvalle” de Plasencia, en Cáceres y luego fui yo quien conté las aventuras de la del Colegio Público “Miguel Servet” de Fraga (Huesca). Dábamos una visión práctica y real a lo que los alumnos y alumnas habían ido trabajando en los días anteriores con otras profesoras y con otros profesores. Guardamos un recuerdo imborrable (y preciosas fotografías) de nuestra estancia en Santander, en un entorno muy familiar para mí por pasear, cada dos años, todo el perímetro de la Península de la Magdalena con los chicos y chicas de sexto con motivo del viaje de fin de Primaria que hacemos por esas tierras (este mismo curso, el día 22 de mayo anduvimos por esos parajes). Tuvimos la oportunidad de compartir unas horas y una cena con nuestros amigos José Luis Polanco y Chus y recibir en nuestras manos, como una auténtica primicia, dos ejemplares del número especial (79-80) de la revista PEONZA (Revista de Literatura Infantil y Juvenil), recién recogida en la imprenta. Ese número es un monográfico titulado “Literatura y compromiso”, en el que tengo el gusto de participar con un artículo titulado: “Literatura y compromiso. Algunas estrategias desde la escuela”, páginas 40-46.
El día 30 salimos hacia Bilbao para visitar el Museo Guggenheim. Tras el error inicial de no encontrar la salida adecuada, resultamos muy favorecidos por el azar porque entramos por otro sitio y fuimos a aparcar delante mismo del monumento, ¡qué divertido y qué suerte! Recorrimos pausadamente el interior (cosa que yo nunca había hecho porque lo había visitado tres veces, pero siempre con una treintena de chicos y chicas de sexto de primaria). Caminamos a través de las estructuras metálicas que forman “La materia del tiempo” de Richard Serra; admiramos la grandiosidad de los cuadros de Anselm Kiefer y también la minuciosidad de los grabados de Alberto Durero, como principales elementos expositivos. El museo es espectacular desde el exterior y también lo son los espacios y las estructuras interiores. Mercè que lo veía por primera vez quedó impresionada y encantada y yo también experimento esas sensaciones cada vez que lo veo.
El siguiente destino era la ciudad de Vitoria, tan alabada (no sólo porque sea de la provincia de Álava) y aún desconocida para nosotros. Llegamos el 30 por la tarde y permanecimos allí hasta el día 2 de julio por la mañana. Descubrimos realmente una ciudad especial: muchísimas zonas verdes: parques grandes, parques medianos, arboledas, paseos arbolados, zonas de césped... Un patrimonio arquitectónico restaurado y reutilizado como centros culturales, zonas de exposición temporal, museos permanentes.... Muchas calles peatonales que propician el encuentro ciudadano, el que la gente salga de sus casas (vimos una ciudad muy viva, llenas sus plazas y calles de personas paseando, charlando, niñas y niños jugando...); construcciones de alturas razonables, que se atienen a parámetros amables, concordantes con las del entorno... Visitamos museos, exposiciones, calles y plazas y recorrimos espacios verdes con admiración y sorpresa y nos fuimos con una sensación muy agradable de haber visto una ciudad (la capital administrativa del País Vasco)que se ha construido y se construye con otros parámetros distintos de los habituales. Una ciudad para tomar ejemplo...
Desde Vitoria viajamos a Cuenca: quinientos kilómetros de distancia y varias horas de viaje separan estas dos capitales de provincia. En esa ciudad de Castilla-La Mancha se celebraba la vigésima edición de los Cursos de Verano de la UCLM (Universidad de Castilla La Mancha). Uno de esos cursos, dirigido por Pedro Cerrillo llevaba el título de “Animación y mediación lectoras: recursos y estrategias”. Pedro me había invitado a realizar un taller (repetido dos veces), el día 3 de julio por la tarde y el 4 de julio por la mañana. El taller llevaba por título: “Acciones para intervenir en bibliotecas escolares e infantiles”. Allí la estancia fue muy grata también. Coincidimos con Carmen Utanda, con Juan Mata, con Antonio García Teijeiro, con Santiago Yubero y con Gemma Lluch, otros ponentes del mismo curso, con quienes pasamos inolvidables veladas y con quienes nos hicimos inolvidable fotos. La respuesta al taller que ofrecí fue muy entusiasta y admirativa (y no está nada mal que yo lo diga). Llevé, como suelo hacer, una maleta y dos grandes carpetas repletas: materiales de apoyo al trabajo en la biblioteca, libritos diversos, cuadernillos de trabajo, boletines, marcapáginas especiales, guías de lectura, álbumes de cromos, libros colectivos, libros gigantes... Todo lo que he ido guardando a lo largo de los años y que tanto aprecian los asistentes a estos eventos... Nos alojamos en el casco antiguo de la ciudad, muy rehabilitado ya y que ofrece vistas espectaculares, de las hoces del Júcar y del Huécar y de tantas casas construidas sobre el abismo (y no sólo las famosas casas colgantes). Los paseos nocturnos (en noches frías de julio) y diurnos fueron muy agradables y muy variada y rica su gastronomía de la que degustamos muchas muestras. Nos encontramos en todo momento entre amigos y regresamos con un buenísimo sabor de boca.Ayer, por la tarde, como decía al principio, día 4 de julio, regresábamos de nuevo a Fraga, después de seis días de viaje emocionante, con las bibliotecas escolares como motor de todo ello.
P.D. Ya me he aficionado a esto de la post-data. El pasado año para estas fechas, acabábamos de iniciar en Labuerda, la redacción del documento que presentaríamos el día 9 de julio (por procedimiento administrativo) para participar en el Concurso Nacional de Buenas Prácticas en Bibliotecas Escolares, gracias al empeño que puso Mercè en ello. Un año después, saboreamos con mucho deleite y nos alegramos con todos los que se quieran alegrar del reconocimiento obtenido. Así es la vida... A veces, el trabajo y la constancia tienen premio nacional. ¡Buen verano!
La verdad es que no había pensado escribir sobre este tema en tiempo de vacaciones, pero la actualidad ha propiciado esta posibilidad. Los días 17 de junio y 6 de julio del corriente, en la sección “Cartas” del diario El Pais, se han publicado dos, relacionadas con el huerto escolar. Ana Ortiz Domínguez, desde La Orotova (Santa Cruz de Tenerife) cuenta la amenaza que se cierne sobre la continuidad del huerto escolar de su colegio (colegio San Agustín), debido a que sobre él quieren ubicar el aula de informática de nueva construcción. A pesar de haber otro espacio apropiado para ello, parece que el empecinamiento y un punto de desprecio a la labor pedagógica de quienes impulsan el huerto escolar, acabarán con él. Es posible, pues, que para Ana sea éste la versión actualizada de aquel “huerto de los olivos” donde se derramarán, al menos, sudor y lágrimas. Yo quiero solidarizarme con Ana y con quienes, con imaginación y entrega a su trabajo hacen de la experiencia escolar del alumnado una aventura emocionante y significativa; un proceso de investigación y sorpresa y se entregan de manera total, “volcánica” (que para eso hablamos de La Orotava) y comprometida a su trabajo.
Durante el curso escolar 1983-1984 comencé yo a experimentar con el huerto escolar. Aprovechamos un trozo de terreno, fuera del colegio, que nos prestaron para picar la tierra y sembrar, por grupos, algunas semillas, plantar algunas plantas y hacer las mínimas labores de mantenimiento. En años posteriores, conseguí que con la remodelación del patio de recreo se dedicase un espacio pequeño para huerto escolar (evitando que fuera encementado, como pasó con el resto). Durante muchos cursos propicié la siembra y el cultivo de algunos vegetales y, aunque limitados por el espacio, siempre fue un campo de experimentación y de responsabilidad para los chicos y chicas. Muchos de ellos recuerdan la experiencia con agrado. El espacio destinado a ello fue modificándose y acabó vallado para evitar que algunos niños entraran descuidadamente y pisotearán las plantas o para evitar al máximo que algunos balones se alojarán en su interior, a la hora del recreo. Igual que Ana tuve que sufrir manifestaciones despectivas de algún personaje del entorno que dijo aquello de “menos huertos y más matemáticas” (¡qué atrevida es la ignorancia! Y ¡qué mal se lleva el ver que alguien tiene iniciativas y fuerza suficiente para llevarlas adelante!).
En 1994 me di el gusto de publicar “El huerto en la escuela” (ISBN: 84-920066-0-9), el número 3 de la colección “Cuadernos” de Aula Libre. A lo largo de 89 páginas voy contando las experiencias hortícolas desarrolladas en distintos cursos escolares, con diferentes grupos de alumnado: diario del huerto, fichas de trabajo, ilustraciones dibujadas, fotografías de distintos momentos vividos...
Durante varios años conté con la ayuda de padres que vinieron con sus artilugios, “mula mecánica”, motocultor, pequeño tractor... a labrarlo para facilitar las labores posteriores. A Paco Casas, Josep Mora (fallecido en accidente de camión), Manel Sarrau les reservo el mejor de los agradecimientos. Dentro del cole, el conserje Manolo o maestros como Fernando Rabal y Mercè Lloret ayudaron o participaron directamente con su alumnado; otros maestros y maestras se acercaron esporádicamente para ver lo que había o para realizar alguna acción de siembra o plantación.
Más adelante, mi intención con el tema del huerto escolar, era crear un cuadernillo de actividades que fuera la base del trabajo en el mismo y desde el que pudiéramos abordar de manera eficaz e innovadora los temas de conocimiento del medio de 5º nivel que hablan de plantas y animales. Con esa finalidad fui perfilando las fichas de trabajo hasta publicar en 1999 un “Cuaderno de Educación Medioambiental para el alumnado”, con el título “¿Nos vamos al huerto?” (ISBN: 84-923123-0-0). En el citado cuadernillo, de veinte páginas tamaño Din-A 4, se propone hacer un plano a escala del huerto (dedicado al tipo que reclamaba más matemáticas); una actividad sobre semilleros y semillas; una observación sobre plantas y trasplante; una búsqueda de significados de varias palabras relacionadas; dibujos de los animales que visitan el huerto; un cómic inventado; realización de caricaturas y rimas; recetas de cocina y refranes; juegos con palabras; trabajos con frases hechas; una ficha informativa de un producto vegetal; adivinanzas; un listado de actividades complementarias y optativas; algunas lecturas; una identificación de tareas agrícolas; un espacio de anotaciones de cada día que salimos a trabajar y una valoración final.
Aunque, por diversas razones, en los últimos dos o tres cursos he abandonado esta práctica, no es descabellado pensar que pueda retomarla en el futuro. (Conservo una amplia muestra fotográfica de los trabajos realizados en diversos cursos, de distintos cultivos, de muchos niños y niñas participantes; guardo cuadernos de anotaciones de lo que íbamos haciendo; tengo la convicción de que todo lo que se haga en ese espacio será interesante y leo complacido los pequeños relatos de comunidades escolares que impulsan en los patios de recreo de sus centros, espacios agrícolas en los que los niños y niñas vean nacer y crecer la vida vegetal, algo cada vez más exótico para las nuevas generaciones). El espacio disponible es pequeño, pero suficiente para hacer algunas cosas y realizar algunas observaciones, incluyendo la recolección de malas hierbas que crecen desordenadamente y que podemos secar y observar, así como la captura y observación de pequeños animalillos que por allí deambulan, se alimentan o se refugian. Un huerto escolar puede ser un espacio apropiado para experimentar y observar, para sembrar y cuidar, para el trabajo cooperativo y para el ejercicio de la responsabilidad... Puede ser un espacio pedagógico de gran interés, aunque haya ignorantes (por referirme con suavidad y sin dedicarles tiempo) que lo desprecien o lo menosprecien...
Y ya dejo el tema reproduciendo las coplillas que escribí para la contraportada del cuaderno citado:
En el patio del colegio / hay un pedazo de tierra, / que sembramos y cuidamos/ como si fuera una huerta.
Ponemos en el trabajo / buena dosis de ilusión / y luchamos sin desmayo / contra el viento y el calor.
Sembramos coles y acelgas / calabazas, girasoles; / rabanetas y judías, / flores de varios colores.
Cuando las plantas asoman, / los gorriones y estorninos / las visitan con frecuencia; / son incómodos vecinos.
En nuestro huerto escolar, / cada nueva primavera, / hay una explosión de vida / que brota desde la tierra.
Hoy hemos comenzado con Mercè una nueva temporada de barrancos. Nada de barranquismo ni de neoprenos. Paseos de poco desnivel, a buena marcha por algunas de las heridas naturales por las que sangran las laderas de los montes y colinas que rodean Labuerda. Dicho de una manera menos trágica, recorrido ascendente por los cauces naturales de desagüe de las laderas de los montes que, aunque ahora están prácticamente secos, tras una fuerte tormenta se llenan de aguas impetuosas y de ruidos ancestrales.
Alrededor de las ocho de la mañana salimos con intención de caminar una hora u hora y cuarto (nada heroico, evidentemente). Cada día entramos por un barranco diferente y vamos remontando su cauce seco o con ligeras manchas de humedad o, como mucho, con algunas balsitas que acogen a unas docenas de desesperados renacuajos que ven como su medio natural se modifica con velocidad, debido a la evaporación y a la filtración del agua.
Todos los barrancos que caminamos repetidamente cada verano conducen al silencio. Después de muchas vueltas y revueltas, llega un momento que, sentados sobre una gruesa y fresca piedra, nos mantenemos callados y escuchamos el maravilloso rumor del silencio. Es esa una de las sensaciones que vamos buscando cada día. Sólo algunos pájaros, de vuelo titubeante y breve canto, lo rompen intermitentemente, sin debilitar esa sensación agradable de habernos liberado por unos minutos de cualquier ruido producido por nuestra “maravillosa” civilización.
Es en esos momentos de soledad, de silencio, de concentración cuando nuestra mente piensa con mayor claridad y rapidez… Como ya llevamos años haciendo este ejercicio veraniego, es curioso como nuestros pensamientos retroceden con facilidad hasta el año anterior (o años anteriores) y recordamos qué estábamos haciendo por estas fechas o qué estábamos a punto de hacer. Sin querer, hollar el mismo camino estimula los recuerdos, los refresca y los hace presentes… El año pasado salí varios días con la cámara fotográfica, dispuesto a retratar todo aquello curioso que encontrara en mi camino. Fruto de las observaciones y encuentros, redacté un pequeño artículo que titulé “Un inventario de texturas, formas y colores” y que se publicó en el número 10 de la revista “Treserols” (septiembre de 2006) del Centro de Estudios de Sobrarbe. Allí lanzaba la idea de la creación de un Museo Virtual de la Naturaleza donde se expondrían las imágenes que cualquier caminante hubiese podido captar con su cámara digital y le pareciesen significativas y curiosas para aparecer en ese museo soñado.
El suelo y las márgenes de cada barranco están jalonados de información: excrementos de animales, plumas, piedras de colores, pistas fósiles, aves que se levantan a nuestro paso, huellas de animales, pequeñas balsas “revolcaderos” de jabalíes, pequeños manantiales de aguas sulfurosas (esas que huelen a huevos podridos y que tantas aplicaciones tuvieron en el pasado), balsas con renacuajos, flores diversas, ramas de árboles gastadas y peladas y con formas sorprendentes, árboles con raíces aéreas (muy a su pesar), acumulaciones de piñas de pino arrastradas por la última barrancada… Materiales todos ellos susceptibles de ser leídos e interpretados por quienes nos adentramos por estos parajes. Bueno, pues nada más, por hoy. Celebrar, en todo caso, que todavía queden lugares vírgenes, sin amenazas inminentes de urbanización, por los que se puede pasear y tomar el fresco y gozar del contacto directo con una naturaleza sin contaminar. Que el verano vaya transcurriendo con razonable lentitud y con una sucesión de emocionantes acontecimientos personales, familiares y sociales.
P.D. ACERTIJOS DE VERANO. 1.- Cambiando totalmente de tema, propongo una adivinanza, para quien quiera jugar. Sería como un jeroglífico, pero con palabras solamente. La pregunta es ¿de qué tres personajes hablamos? Y la frase clave, la siguiente: - “Me resulta insoportable la dialéctica de algunos políticos, porque “Abeces”, de tanto “Rajar” y rajar demuestran tener un encefalograma “Zaplano” y no paran de engordar el ABCdario de la tontería”
Decía hoy Mercè que el barranco por el que transitábamos era como una metáfora de la vida: “Hoy hemos elegido el barranco más grande, el más ancho; podríamos pensar que el más cómodo para caminar y resulta que, hasta ahora, es el que nos está resultando más complicado de todos los que recorremos: hay desmontes, un suelo tremendamente irregular, mayor exposición al sol, muchas piedras y acumulaciones de gravas…En la vida, en ocasiones, tomamos las decisiones, aparentemente más fáciles y luego descubrimos con desasosiego que aparecen dificultades y problemas en número muy elevado. Por el contrario, circular por los barrancos estrechos nos ha deparado frecuentemente sorpresas agradables, ensanchamientos inesperados, suelo limpio, ninguna dificultad para caminar, más frescura… Elegir lo difícil, lo alternativo, lo que no parece aconsejable, ofrece un margen de sorpresa que en muchas ocasiones nos resulta atractivo, sorprendentemente amable e interesante. En realidad, en la vida como en los barrancos, casi nada es lo que parece…” Y además dice Mercè que “estos paseos matinales por estos espacios me dan serenidad, me centran para el resto de la jornada…”
¡Vaya, que no esta nada mal, para comenzar el día, esta lección de filosofía!
El caso es que, con todo lo anterior, me he animado y les voy a dedicar el siguiente ABCdario a los barrancos amigos, a esos espacios naturales que nos permiten hollar su suelo con nuestras pisadas y que nos animan cada mañana a levantarnos pronto para recorrerlos, aprovechando ese fresco tan agradable que se irá borrando a medida que avance el día.
Agua: escasa si hace días que no ha llovido y, en muchos tramos, filtrada y desaparecida de la superficie. Protagonista de hermosos reflejos allí donde se embalsa, aunque sea en pequeña cantidad.
Barro: el que encontramos intermitentemente y donde quedan marcadas las huellas de algunos animales que merodearon por allí la noche anterior.
Cabañetas: piñas de pino, en castellano, que se amontonan en algunas curvas del cauce, arrastradas tras la última tormenta.
Dudas: las que se despejan tras cada recodo del camino, tras cada curva del cauce que hace invisible el tramo siguiente, en nuestro afán por remontar estos cortes naturales de las laderas.
Excrementos: frecuentes a lo largo del camino, de aves y de mamíferos, principalmente; su lectura permite conocer quién habita esos parajes.
Fósiles: especialmente pistas fósiles impregnadas en las rocas depositadas en el fondo de los mismos; fáciles de fotografiar.
Gay: arrendajo, ave “avisadora” de nuestra llegada. Guardián del bosque.
Huellas: de distintos animales que recorren también esos parajes o que los tiene como hábitat cotidiano. No sólo las “patadas” en el barro, también plumas, jirones de lana, huesos mondos y lirondos, excrementos…
Imágenes: con las que se llena la retina en cada paseo. La luz, el ángulo con el que miramos, la oportunidad de levantar la vista en un momento determinado, configuran un caleidoscopio rico y variado de imágenes acumuladas.
Jabalíes: nunca vistos, pero frecuentemente presentidos. Las huellas de sus pezuñas alrededor de las balsas pequeñas, los troncos donde se rascan o los “revolcaderos” húmedos son fácilmente visibles y testigos de su presencia nocturna.
Líquenes: abundantes en troncos de árboles y sobre las piedras; algunos de ellos con formas y colores realmente vistosos.
Madera: se encuentran, con frecuencia, fragmentos de madera, pelados, retorcidos, moldeados por el arrastre, con formas zoomorfas curiosas y de interés.
Nadie: es posible compartir camino con otros andadores matinales, pero sólo hasta que iniciamos el desvío del camino principal o carretera. A partir de ahí nunca nos encontramos con nadie.
Obstáculos: los habituales en estos casos: piedras grandes, acumulaciones caóticas, desprendimientos… Todos salvables, por el momento.
Paredes: de aterrazamientos de laderas para ganar tierra de cultivo. Testigos de otra época, de otra forma de entender la vida y de cubrir las necesidades.
Quercus: en referencia –sobre todo- a los robles y encinas (caixigos y carrascas) que crecen a los lados de los cauces y que son del género “quercus”; también la coscoja (coscollo).
Renacuajos: abundantes en las pequeñas balsas del cauce.
Silencio: cuanto más subes, más te alejas de los ruidos, hasta que te paras, te sientas sobre una piedra y sólo oyes tu propia respiración y tus latidos. ¡Maravilloso!
Tomillo: siempre un regalo para el olfato, una vez que lo hemos desgranado entre nuestros dedos.
Umbría: en algunos puntos y, tras la lluvia, una sensación de fresco y de sombra y de poca luz…
Vida: la que se ve y la que se intuye por los restos y las huellas.
Yerbas y flores, jalonando el cauce y poniendo una nota de color y de agradables aromas a buena parte del recorrido.
Zigzaguear: inevitable acción de caminar recorriendo, especialmente, la parte alta de los barrancos, llenos de curvas.
Como es verano, uno tiene tiempo para éstas y otras cosas y sobre todo para vivir con más calma, con más pausa, disfrutando de lo pequeño, de lo que nos rodea, de aquello que no tenemos tiempo de mirar, de lo que el resto del año pasa casi desapercibido por la velocidad a la que nos hace circular la vida.
Las vacaciones empiezan realmente cuando puedes trasladarte a un lugar diferente de aquel en el que trabajas día a día; sólo así se produce esa desconexión deseada: “que nada ni nadie te recuerde la faena”, sería el lema.
Es posible que quien viva en una gran ciudad no tenga necesidad de ello (aunque nadie que pueda se ahorra marcharse unos días a un nuevo destino, no necesariamente caribeño, claro) porque la distancia y el paisaje urbano pueden aislarlo perfectamente de su centro de trabajo habitual. En cambio, quienes trabajamos en pueblos grandes o ciudades pequeñas, sí sentimos esa presión de seguir viendo lo conocido y, por tanto, todo nos recuerda a un día laboral normal. Es en esos casos cuando se impone la necesidad de huir hacia un lugar que proponga otros pensamientos, otras actividades y cuya contemplación no te recuerde lo que ya haces cada día, sino que te invite a hacer cada día algo nuevo y diferente. (Por cierto, hablando de lugares a donde ir, no estaría mal un destino como las islas Seychelles… Me acabo de enterar que la televisión local de ese paraíso cierra todas las tardes una hora la emisión para que la gente pueda cenar en familia). Aquí también podrían hacerlo, combinándolo con miles de maletas familiares para fomentar la lectura… (Y al rato en el siguiente documental, sobre el tabaco en Cuba, acabo de ver la figura del lector. Un hombre, con voz envolvente, lee en voz alta por megafonía el periódico o una obra literaria a las personas que trabajan fabricando puros de manera manual). ¡Dos iniciativas que me han gustado!
El verano nos ofrece tiempo para que podamos fomentar las relaciones personales por distintos medios: epistolares, electrónicos, físicos, sólidos, líquidos y gaseosos… y en ello estamos. Una de las cosas que nos gusta cuando estamos por Labuerda es recibir la visita de las amigas y los amigos que vienen de propio o que andan de paso por este territorio semimítico de Sobrarbe. En pocos días han estado por aquí, Sabrina C. con Eloy, Trini L. con Joaquín, Mª José B. con Marcos y Ana P., Eva R., Eva G., Geles D, y Pilar C. Todas ellas, compañeras de trabajo o de aventuras bibliotecarias de Mercè y mías (y digo compañeras y no “vecinas de trabajo”, porque tuvimos una buena relación y seguimos manteniendo la admiración, el respeto y la complicidad como bases fundamentales para continuar estos encuentros esporádicos pero emotivos y muy agradables). Algunas de ellas han aprobado este años las oposiciones y bien que nos hemos alegrado; otras no han tenido tanta suerte, a pesar de que desempeñan su trabajo con dedicación y solvencia suficientes, para no tener que pasar por ese tipo de pruebas.
Hay otras relaciones que se establecen y se materializan con palabras escritas en el universo virtual. Éstas vienen por dos cauces: la participación en el blog y los correos electrónicos. En el blog escribe frecuentemente Fina (madre y cuentacuentos) y esporádicamente Nati (otra madre cuentacuentos) y también algunos chicos (exalumnos, ya) como Elena, Santi o Kamile (que tiene mérito porque va escribiendo desde su tierra natal, desde Lituania, donde está pasando parte de las vacaciones). O José Luis C., un maestro joven, inteligente, con una sólida formación humanista y de conciencia social o Rosa S., maestra asturiana que cuando habla no polemiza, “poemiza”, porque tiene la rima debajo de la lengua y así le salen ya las frases rimadas...
Los correos electrónicos tienen otras misiones… En algunos casos, las comunicaciones tienen que ver con encargos de artículos para revistas (y ahí está una lista de amigas y amigos con quienes estamos preparando un número especial de la Revista de Literatura, dedicado a “Lectura y biblioteca”: José Luis P., Rosa S., Leticia S., Rosa P., Félix B., Mercè Ll., Mercè A., Sebastián G., Antonio T., Mª Carmen C., Chus J.), acompañados de saludos veraniegos y recuerdos cariñosos o por otras razones igual de importantes y también variopintas. Con Víctor J. hablamos del Museo Pedagógico de Aragón y de algunos de los proyectos que verán la luz en el futuro; con Alfredo L. de bibliotecas escolares, del futuro y de la vida; con Sylvia P., desde Uruguay, de literatura infantil y de familias sensibilizadas para apoyar la lectura; con Natalia B. (que ahora anda por Buenos Aires), asuntos relacionados con el valor pedagógico de la prensa y de estrategias para utilizarla en clase y en familia; con Antonio G. Teijeiro de nuestro encuentro en Cuenca y de su viaje a Medellín con lecturas y poesía; con Luz D. de asuntos nicaragüenses; con Loles G. del curso de la UIMP sobre bibliotecas escolares; con Pablo B. y Antonio V. sobre libros y con algunas de las personas que colaboran en la realización de la revista trimestral EL GURRION y que aún no habían mandado sus colaboraciones, de ese número 108 que tendrá que estar en las manos de lectoras y lectoras en la primera quincena de agosto...
Bueno, aquí dejo esta lista incompleta de amigas y amigos que con sus comunicaciones intermitentes le dan al verano un perfil humano y cariñoso, hacen olvidar la crónica negra que cada día salpica los medios de comunicación y, muy frecuentemente, me regalan algunas sorpresas.
P.D. Se ve que la "Justicia" no coge vacaciones... El juez Ferrín va haciendo de las suyas y, por otra parte, a estas alturas, secuestrar la revista EL JUEVES... Nada mejor para que un libro, una película, una página web, una canción, etc. disparen la curiosidad y las ventas que un obispo o un juez se empeñen en prohibirlas... ¡Ya somos mayorcitos...! Es mucho más escandaloso lo que han robado muchos cargos públicos relacionados con el indecente negocio inmobiliario y ahí estamos,en la pomada. Mueren 45 personas en un accidente de metro en Valencia y no dimite ni dios y así "sucesoriamente".
Dice Juan Cueto, en un artículo en EPS (8-7-07) que le dijo su médico: “Los organismos vivos, para seguir estando vivos, necesitan producir estrés. Tienes que cabrearte más y continuamente, si no quieres desaparecer por calma total”. Me resultó muy curioso leerlo y me sentí muy reconfortado sabiendo que otros piensan lo que yo he pensado siempre: que el cuerpo necesita cabrearse dos o tres veces al día para mantenerse alerta y en forma: ver un informativo en televisión o echar mano del periódico diario son dos de las acciones que mejor pueden predisponer para esa dosis diaria de cabreo reparador, por ejemplo.
Con fecha 18 de febrero del corriente se publicó en este blog una entrada que llevaba por título: “Tenemos cien motivos, al menos, para alegrarnos hoy”. Seguro que hay más de cien motivos también para cabrearse. Por esta vez, me voy a conformar con señalar cincuenta y dejar otros tantos para más adelante. Así que para celebrar que hoy termina julio (ya de por sí cabreante, porque han pasado la mitad de las vacaciones), quiero regalar esta lista de motivos. No obstante, antes de empezar la enumeración, debo decir que, de vez en cuando, con quien primero me cabreo es conmigo mismo, cuando siento no haber estado a la altura conveniente, por acción o por omisión...
Y además, me cabrean estas otras cincuenta cosas:
Bueno, pues aquí dejo esta retahíla de personas y circunstancias que suelen cabrearme. Podría haberme puesto más poético o “salir al exterior”, pero eso ya lo haremos en otra ocasión. Si por casualidad llegas hasta este puerto y lees, te agradeceré que escribas algún comentario señalando qué es lo que a ti te cabrea y así podremos ir ampliando la lista…
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