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Es evidente que conviene acercarse a la prensa para no perder de vista que el mundo cambia y que es necesario hablar de lo que va pasando y trabajar con contextos actuales. Yo lo hago con frecuencia y los chicos lo agradecen porque trabajan con otros materiales.
En aulas contiguas, Pepe López y Miguel Calvo, amigos personales y compañeros de Aula Libre desde el inicio de la década de los ochenta, desarrollaban también su propuesta de talleres. Otra muy feliz coincidencia que tres personas del citado M.R.P. fuéramos invitadas a participar en ese encuentro de manera activa.
El segundo día asistí a la presentación de una experiencia emotiva y singular, con un título muy hermoso, inspirado en un bolero muy conocido: “Si tú me dices lee, lo leo todo”. Leticia Secall es maestra y trabaja en un colegio con poco alumnos y alumnas. Todos ellos son de etnia gitana. El colegio se llama “Virgilio Nieto” y está en San Esteban de Pravia. Leticia vive y trabaja en Asturias. Su trabajo y el de sus compañeras maestras es bastante singular. Explicó distintas estrategias bibliotecarias, afectivas y culturales, para llenar de significado el tiempo escolar en el que esos niños y niñas, en su compañía, en la pequeña escuela y en la biblioteca de la misma, viven un paréntesis...; un paréntesis en su dura existencia familiar cotidiana. Leticia contó que cuentan con la ayuda de algunas amigas y amigos (maestras, escritores, libreros...): una Rosa, otra Rosa, Gonzalo, Ricardo..., entre otros. La sala más grande del espacio educativo donde se celebraban las Jornadas se llenó para escucharla. Para ella que debutaba en estas lides de hacer de “ponente” fue una sorpresa. Estuvo bien la broma inicial de que quizás la gente, al saber que era más bien delgada, asturiana y llamarse Leticia, podrían pensar... El caso es que su intervención fue despedida con sonoros aplausos y claras muestras de admiración. Leticia trajo también tres libros grandes, realizados con sus chicos a partir de la lectura de otros tantos libros de Gonzalo Moure y de Ricardo Gómez. Esos libros los tengo yo en préstamo porque quiero, cuando volvamos de las vacaciones de Semana Santa, enseñárselos a mis compañeras del Seminario de Biblioteca y LI y a mis alumnos y alumnas y a quien quiera verlos en el cole, claro.Luego, tendría que añadir una larga lista de personas con las que me encontré o me reencontré, con las que conversé muy animadamente, en los entreactos, en las comidas, en el bar o a la hora de cenar; conversaciones que suelen convertir siempre estos encuentros en inolvidables pues multiplican y fortalecen las relaciones, algo que los seres humanos necesitamos con la misma intensidad que el comer, el dormir y el respirar, por poner algunos ejemplos.
Y aquí dejo esta breve crónica; esta crónica parcial de estas Jornadas zaragozanas, celebradas los mismos días que el I Congreso Nacional de la Lectura celebrado en Cáceres (Extremadura). ¡Unos días tanto, y otros tan poco...!
P.D.: Mientras esperaba la llegada del tren en la estación de Delicias, en Zaragoza, hice una fotografía general de la misma, seducido por su grandiosidad y fui conminado "ipso facto" a no hacer ninguna otra "porque estaba prohibido", según se me informó. ¡Como si estuviéramos en tiempos de la guerra fría, vaya! Me parece intolerable.“El 14 de abril de 1931, España tuvo una oportunidad, y los españoles la aprovecharon. Pese a la brevedad de su vida, la II República desarrolló en múltiples campos de la vida pública una labor ingente, que asombró al mundo y situó a nuestro país en la vanguardia social y cultural. Entre sus logros, bastaría citar la reforma agraria, el sufragio femenino, los avances en materia legislativa de toda índole, la separación efectiva de poderes, las constantes y modernísimas iniciativas destinadas a difundir la cultura hasta en las comarcas más remotas, el decidido impulso a la investigación científica o el florecimiento ejemplar no sólo de la educación, sino también e la asistencia sanitaria pública, para demostrar que aquel bello propósito generó bellísimas realidades, que habrían sido capaces de cambiar la vida de un pueblo condenado a la pobreza, la sumisión y la ignorancia por los mismos poderes –los grandes propietarios, la facción más reaccionaria del Ejército y la jerarquía de la Iglesia Católica- que se apresuraron a mutilarlo de toda esperanza. (…)
Hoy, setenta y cinco años después, los firmantes de este manifiesto no queremos seguir lamentando la triste brutalidad de aquel retroceso, sino celebrar la emocionante calidad de los logros que le precedieron, y agradecer la ambición, el coraje, el talento y la entrega de una generación de españoles que creyó en nosotros al creer en el futuro de su país. Reivindicar su memoria es creer en nuestro propio futuro, que será proporcionalmente mejor, más libre, más justo, más feliz en la medida en que seamos capaces de estar a la altura de la tradición republicana que hemos heredado. Por una España verdaderamente moderna, laica, culta, igualitaria, por su definitiva normalización democrática, y por el progreso armónico del bienestar de todos sus ciudadanos, hoy setenta y cinco años después, queremos celebrar el 14 de abril de 1931, y proponer que esta fecha se celebre en lo sucesivo como un reconocimiento oficial a todos los ciudadanos españoles que lucharon activamente por la libertad, la justicia y la igualdad, valores comunes que tienen que seguir orientando la construcción democrática de la sociedad española”.
Hace unos días, leí con cierto desasosiego “Los girasoles ciegos” de Alberto Méndez, un libro que me dejó tocado. Son cuatro relatos con nexos comunes que hacen que sientas un dolor profundo al ver lo que pasó y lo que nos podríamos haber ahorrado. Pensar en la España republicana, en quienes interrumpieron su marcha con un golpe de estado y en la tragedia posterior… Pensar que este país podría haberse ahorrado tanto derramamiento de sangre, tanta barbarie, si aquel espíritu republicano no se hubiera truncado por los miserables intereses del trío de costumbre: terratenientes, Ejército e Iglesia… Pensar que las líneas básicas de mejora y progreso en todos los órdenes definidos en la época de la República, como recoge el manifiesto, hubieran desembocado en un momento actual con un país más avanzado en todos los órdenes…
Volviendo al libro: la actitud del capitán Carlos Alegría que se pasa al bando perdedor el día que va a terminar la guerra, renunciando a ganarla; un joven poeta que huye al monte con su joven novia embarazada, que la ve morir en el parto y que ve cómo va muriendo su hijo recién nacido y él mismo abandonados en la braña asturleonesa (“¡he visto muchos muertos, pero no he aprendido cómo se muere uno!”); el preso Juan Senra que decide, a pesar de que ello le acarreará la condena a muerte, dejar claro que los verdugos fueron eso, miserables verdugos y que no tienen derecho a ninguna redención y la actitud rastrera e indecente de un diácono para satisfacer su lascivia, aún a costa del derramamiento de sangre… Estas son las cuatro historias que conforman este libro que te remueve las entrañas y que si no has leído aún, deberías hacerlo. Yo sigo copiando citas y releyendo algunos párrafos, da mucho que pensar.
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