Valhondo, de Rafael Cabanillas
“Valhondo”.
Rafael Cabanillas Saldaña. Editorial Cuarto Centenario. Toledo, 2022
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Acabo de leer la novela “Valhondo” de Rafael Cabanillas. Había leído hace ya un par de años “Quercus”, que me deslumbró y de la que hice una amplia reseña en mi blog: https://gurrion.blogia.com/2022/090501-libro-quercus-en-la-raya-del-infinito-.php pero, por las razones que fuera no me ocupé de los otros dos libros de la trilogía; “Enjambre” y “Valhondo”. Ha pasado un tiempo y ahora he visto el momento de retomar la rica y sorprende prosa de Cabanillas. Dieciséis capítulos y un epílogo para las 243 páginas del libro.
La primera sorpresa muy agradable de este libro (para mí) es la dedicatoria de agradecimiento que el autor le hace a Antonio Basanta Reyes, amigo y receptor habitual, desde hace años, de la revista El Gurrión. Me alegró mucho descubrirla.
“Llegué a Valhondo el 1 de septiembre del año 1982. Era miércoles y yo, desde ese día, desde ese preciso momento, era el maestro de su escuela”. Con estas dos sencillas frases comienza este libro.
Tiene como protagonista a un joven de veinte años, que llega al pueblo de Valhondo, descubre las carencias con las que va a apechugar y recibe la información de que ningún maestro o maestra destinado a esos pagos repite curso... Una noticia poco tranquilizadora nada más tomar posesión de la escuela. La escuela que, en realidad, será lugar de reuniones, salón de cine, espacio público multiusos porque no hay otro en condiciones en la localidad. El recién llegado, ante el enorme desafío: escuela rural con veinticinco chavales desde 4 años hasta 14, en tiempos de la EGB, empieza a manejar estrategias diferentes a las que estaban acostumbrados, buscando caminos de aprendizaje nuevos e inspirado en los planteamientos pedagógicos de la escuela Yasnaia Polania, de León Tolstoi...
Me he visto reflejado -solo o en compañía- en muchas iniciativas pedagógicas que va emprendiendo el nuevo maestro: impresión de materiales con la gelatina, construcción de una pequeña biblioteca partiendo de cero, huerto escolar; salidas al medio para observar y recoger muestras, clasificarlas y estudiarlas; museo escolar recogiendo muestras en la naturaleza; cuaderno para los “viernes con poesía”, etc. Y la participación en la vida social del pueblo, que reúne problemáticas especiales, no muy distintas a las que ya figuraban en “Quercus”: enormes propiedades privadas de dueños o dueñas que actúan con una tiranía feudal contra los habitantes del lugar que ven mermado el territorio de caza, de aprovisionamiento de leña y frutos de árboles silvestres, de parcelas para cultivar, etc. El pueblo está situado en una geografía muy particular y está habitado por familias cuyos ingresos dependen de jornales en actividades colectivas, pero con contrataciones breves y aleatorias por parte de los capataces ocasionales. El furtiveo es una actividad que practican con riesgos evidentes por la poca permisividad de los guardas: caza, recogida de frutos, leña, etc. Y el maestro, de nombre Rafael, como el autor (que también lo es) se va implicando, incluso a su pesar, en diversas problemáticas que surgen como resultado de los conflictos de intereses o de la simple convivencia y relaciones personales de las gentes del lugar. El alcalde cuenta con él para tratar de que algunos problemas cotidianos no se desborden y encuentren solución.
En la escuela, consigue atraer a algunos padres y madres para que le echen una mano en algunos proyectos. También va integrando estrategias de trabajo en las que las chicas-alumnas mayores interactúen con el alumnado mediano o pequeño y eso permita aprendizajes nuevos y mejor atención a todos y todas. Los primeros días, hasta que consigue organizarse un poco, deja constancia de su desánimo con alguna frase que quiero compartir: “¡Escuela unitaria! Las escuelas por donde obligatoriamente deberían pasar todos los maestros del mundo. -Y los catedráticos, don Rafael, y los catedráticos-.” Un pensamiento que compartimos muchas veces en nuestras tertulias cuando estábamos en activo o en casa, con mi compañera maestra.
Dice Rafael: “Mi buen manejo en la <fotocopiadora> manual a base de gelatina de pescado me había permitido elaborar bastante material para mis chavales”, para en la página siguiente, explicar incluso el proceso de fabricación de la sorprendente “fotocopiadora”.
“Cada día que pasa tengo más claro lo que habría que hacer: dedicarme a las enseñanzas instrumentales y que la escuela les sirva para su vida práctica. Despertarles el gusto, la curiosidad por aprender. Que la lectura no sea una obligación, sino un placer...” Y más adelante, confiesa: “Aprendí más de mis alumnas de 8º: Esther, Evelia, Rosana y Ascensión, que de todos mis profesores en la Universidad”.
El puerto de Navalcaballo marca la raya entre un mundo y otro. Al cruzarlo se desciende a Valhondo en una sucesión interminable de curvas... Uno de los lugares estrella de Valhondo es, sin ninguna duda, la tienda de la señora Milagros (“ese bazar de Estambul”) que acabará financiando la construcción de unos lavabos para que chicos y chicas no tengan que ir a hacer sus necesidades a campo abierto (resolviendo el abandono ministerial). Dentro de la misma, está situada la única cabina telefónica del pueblo, de modo que hablar desde allí es desvelar los posibles secretos personales de sus usuarios... Allí también se cuecen opiniones y acciones que repercuten en la marcha y evolución de la población. Prudencio es el alcalde que desempeña diversos oficios, desde banquero a peluquero; el tío Abilio; Primitivo y Ezequiel, dos hermanos que luchan para dignificar una familia especial y un trabajo de cabreros; Heraclio, el de los pinos; Ulpiano, el forestal ... Matías Malinvierno (convertido, por méritos propios en Malinfierno), un tocacojones que empeora su comportamiento con los vecinos desde que ha sido nombrado guarda del único espacio libre que quedaba para aprovechamiento de la vecindad, una vez que ha sido alquilado como coto. Damián el Alicates, Jeremías, el bar de la Encarna, Amparo (la novia del maestro que, aunque aparece poco por allí, es agasajada y celebrada por toda la población); Avelino Querencia y su hijo que se ocupan del cine; la Nunci y la Juani; Leoncio, alias “Pecho Lobo” ... Los conflictos con los propietarios y los guardas de las hirientes y desmesuradas haciendas que rodean el pueblo y que limitan los recursos de sus habitantes. Fincas valladas que impiden el paso de los animales desde allí al resto del monte de aprovechamiento comunal, hasta que deja de serlo; fincas para cazar, alimentadas con dinero abundante, guardas severos y dueños sin entrañas, como el enigmático y despreciable JS (James Stewart o lo que sea), dueño de Las Hiruelas o la no menos despreciable Doña Inés Aznares, dueña de la Garganta de los Nogales... Una sucesión de historias de vida y conflictos que culminan con un capítulo titulado “La noche que estalló la tormenta era miércoles” y que no voy a desvelar.
Para mí ha sido (esa parte escolar o pedagógica) un recuerdo de mis años. No en vano, animé muchas de esas acciones (y he encontrado a faltar la edición de un boletín o revista periódica, para dejar constancia de la vida en la escuela); 1982 también fue un principio en otro lugar, después de una inolvidable experiencia anterior y yo también fui, como Rafael (el protagonista), de acceso directo, ja, ja.
Un libro que sería una excelente lectura motivacional para quienes estudian Magisterio, por los aportes pedagógicos que encierra y las ventanas creativas que se abren con su lectura.