Un ABCDario de un año con rima fácil y problemas de salud...
Un ABCDario de un año con rima fácil y problemas de salud...
Todo empezó el 25 de noviembre de 2024 y ha durado hasta el 13 de noviembre de 2025 (prácticamente, un año entero). Teniendo en cuenta la rima borde de los años acabados en cinco (por donde sea, pero te la hinco), he sido testigo y sufriente de esa rima hecha realidad. A lo que iba, aquel día, me operaron en Barcelona extirpándome una glándula paratiroidea. Unos meses antes, me enteré que tenía “esa cosa” y que daba muestras de estar alterada. El diagnóstico, después de algunas pruebas era claro: había que operar. Me operaron ese día por la mañana y no subí a la habitación hasta bien entrada la tarde. Aunque había orinado en la botellita tres o cuatro veces, en poca cantidad para expulsar la anestesia, tanto rato tumbado en reanimación (no sé cuántas horas) igual fue contraproducente. El caso es que tuve una retención de orina, me sondaron para vaciar la vejiga y me “desondaron”, para volverme a sondar entrada la noche y ahí empezó otro calvario. Estuve dos días con dolores tremendos y calmantes continuos (incluida la morfina) ... Hasta que, pasado ese tiempo, un urólogo descubrió que me habían puesto la sonda de manera incorrecta y no cumplía su función. De ahí venía mi dolor... Todo lo demás, espero que quede explicado en el ABCDario siguiente y se entenderá después de leerlo completo, pues las palabras están ordenadas alfabéticamente, no cronológicamente...
Agradecimientos. En particular a la gente de mi casa, los primeros y más importantes. En general, muchos y muchas personas que en ese tiempo han preguntado o se han interesado por la evolución de mis cosas. Sin nombrar a nadie, todo eso hace que uno no se sienta solo y encuentre ánimos para seguir.
Analítica. Todo empezó con una analítica rutinaria que me había mandado hacer una endocrina. Al llevarle los resultados encontró un valor preocupante del calcio. Me recomendó hacer una gammagrafía paratiroidal y, al ver el resultado, su recomendación fue que debería pasar por el quirófano para que me quitaran la glándula paratiroidea afectada.
Antibióticos. Después de cada operación, una semana de antibióticos que me dejaban el interior de la boca muy perjudicado, con inflamación de encías y algunas llagas. Pero lo peor vino con la prostatitis, pues estuve tomándolos durante dos meses para poderme operar...
Biopsia. Cada trocito de carne que te quitan, es biopsiado para dar un diagnóstico certero de lo que tienes. Cuando acudes al especialista (o te llama por teléfono) para conocer el resultado de la “anatomía patológica” vas con el culo encogido y, entonces, la palabra mágica es “benigno”. Tanto la glándula paratiroidea (que debía de tener el tamaño de un grano de arroz y que finalmente resultó una oliva) como el trozo de próstata que recortaron, eran “benignos”. En medio del marasmo, una isla de paz.
Calmantes. En este tiempo, he tomado unos cuantos, es verdad. especialmente las 48 horas que transcurrieron entre la colocación de la primera sonda y el momento en el que un urólogo descubrió que estaba mal puesta y no cumplía su función. Ahí recibí hasta morfina porque el dolor se enmascaraba un rato, pero luego volvía con virulencia. Cuando tienes un dolor fuerte, te agarras a lo que sea para quitártelo de encima. Lo peor de todo este tiempo han sido los momentos de dolor, sin duda.
Cirujanos. A mí, muchas de las palabras que acaban en “ano” me resultan familiares (no todas, es verdad) y simpáticas, pues yo llevo esa terminación incorporada en mi nombre. En poco tiempo, he conocido a tres: el de la glándula, el de la próstata y el de la tiroplastia. Tantos o más que en mi vida anterior. El primero era buena persona e hizo lo que pudo; involuntariamente, me dejó paralizada una cuerda vocal, que me ha arreglado -un año después- el tercero. En medio de los dos actuó el de la próstata que pudo hacerme la reducción sin abrir tripa...
Corticoides. Después de la operación de glándula paratiroidea, el cirujano me recetó la toma de pastillas de corticoides, con la intención de devolverme la voz. Fueron doce días: seis días, cada ocho horas; tres días, cada doce horas y otros tres días, cada 24 horas... No produjeron ningún efecto evidente...
Cuerda vocal. Pues, aunque la monitorizaron (que no sé exactamente en qué consiste ese procedimiento), la dejaron paralizada y desapareció la voz para quedar en un susurro.
Cuña. Palabra muy polisémica, como muchas. Anda que no he visto, he fabricado y he colocado cuñas con diversas utilidades: desde abrir troncos de leña, a “calzar” muebles o impedir que un vehículo de ruedas se mueva en un descuido... Incluso, en sentido figurado, introducir en una conversación algún argumento o propuesta para reconducirla. Además de las “cuñas”, para hacer nuestras necesidades en los hospitales, sin movernos de la cama... Pues a mí me han puesto una en el cuello y ya contaré más adelante con qué finalidad.
Disfonía. Situación en la que desaparece la voz y lo que queda es aire. Imposibilidad de fonar. Y así he estado un año. Cuando un conocido, amigo, etc. me oía intentar hablar con esfuerzo, comentaba: ¡Ya habrás ido de juerga esta noche pasada!, ¡Eso debe ser de cantar jotas! ¿Qué has hablado mucho estos días? ¡Joder, pásate una aliga para desbozar! Y otras que he olvidado, más los remedios que ya me recetaban algunos, antes de que les explicara de dónde venía esa situación, ja, ja.
Endocrina. Fue la que sospechó que, valores alterados en una analítica podían responder a un problema paratiroideo. Me mandó hacer una gammagrafía y la sospecha se convirtió en certeza. Con ella empezó todo. Se jubila al terminar este año; debemos ser “quintos” más o menos, je, je.
Enfermeras. La mayoría fueron amables, pero también me tocó la parte incompetente de cualquier profesión. Acabé algún día con varios pinchazos porque no había manera de encontrar una vena para colocar una jodida “vía” que debía ser cambiada y a una de ellas le dije, que “después de tantos pinchazos ya solo te falta que me hagas el descabello”. Entonces se centró en mi antebrazo y cuando empezó a pasar el suero se inflamó aquello como un globito (flebitis), la llamé, me sacó la vía y me aplicó paños mojados o húmedos con Agua de Burow (acetato de aluminio) ... ¡Un sindiós! Y yo seguí pensando seriamente en el descabello...
Foniatra. Después de meses de acudir a varias sesiones de logopedia y tratamiento de la voz. En el mes de julio, una visita a una foniatra, cambió totalmente el diagnóstico. Me dijo que todo lo que había hecho hasta entonces no me iba a solucionar el problema. La cuerda estaba paralizada y no se iba a cerrar el hiato para poder fonar. La solución era someterme a una nueva cirugía, denominada Tiroplastia tipo I, con prótesis de Montgomery... Hasta ese día solo conocía dos “Montgomery”; el general inglés de la Segunda Guerra Mundial y el actor Montgomey Clift...
Gammagrafía paratiroidal. Prueba que certificó la necesidad de intervenir en el cuello para extirpar la glándula paratiroidea. (La gammagrafía es una prueba diagnóstica de Medicina Nuclear que usa un radiofármaco (trazador radiactivo) para crear imágenes funcionales del cuerpo, detectando cómo funcionan los órganos y tejidos, no solo su estructura.)
Hospitalizaciones. Tres operaciones y una prostatitis. No me alargo. Era por utilizar la “H”...
Ingreso. Me acuerdo de cuando hice el examen de ingreso del bachiller elemental. Subí en el coche correo, desde Escanilla, el pueblo de mi madre -y en cuya escuela me encontraba en 1965- hasta Aínsa, para examinarme... Tenía 10 años. Pero este ingreso tenía otras motivaciones y la tarde del 15 de enero, el médico joven que me atendió lo tuvo claro desde el principio. Me dijo que me iba a poner una buena dosis de antibióticos porque salía pus por donde se supone que debería salir orina... y dictaminó, sin ninguna duda que debía ingresar en el hospital. Placa de tórax (también andaba con un medio catarro que igual era entero...), cultivo de orina, analítica...
Kéfir, yogures, probióticos... La ingesta de todo esto se multiplicó en los primeros meses del año para intentar contrarrestar los efectos de los antibióticos y de los calmantes... Y parece que funcionó.
Logopedia. Desde otorrinolaringología me recomendaron acudir a una logopeda y eso hice durante meses, además de hacer algunos ejercicios en casa. Luego resultó que no servía para el fin con el que se me había recomendado. No sé si tendré que volver a “logopedizarme” para afinar el tono de voz que me ha quedado. Conocí a Pilar, a Lina y a Ana y con todas me llevé la mar de bien.
Médicos. Véase cirujanos.
Nolotil y demás familia... El listado de calmantes ha sido largo. Pero no los detallo para no hacer publicidad gratuita. Cuando estaba ingresado por vía intravenosa y cuando no, por vía oral. Muchas vías y pocos trenes...
Otorrina. Me visitó tres veces metiéndome por la nariz una “culebrilla” flexible que aparecía en la garganta y me provocaba arcadas. En ese momento, se detenía la exploración y me retiraba el aparato. Siempre me dijo que tenía la cuerda afectada en posición paramedial (no tengo ni idea qué posición es esa). Me animó a hacer sesiones de logopedia y ejercicios logopédicos..., que luego no sirvieron para nada, como ya he explicado.
Paratiroidea. ¡Joder! El día que me entero que tengo esa cosa: glándulas paratiroideas (cuatro, al menos), resulta que es, precisamente, cuando hay alguna alterada... Las glándulas paratiroides son cuatro pequeñas glándulas endocrinas en el cuello, detrás de la tiroides, cruciales para regular el calcio y el fósforo en la sangre mediante la hormona paratiroidea (PTH). Su función principal es aumentar el calcio sanguíneo liberándolo de los huesos, reabsorbiéndolo en los riñones y activando la Vitamina D para absorberlo en el intestino, lo cual es vital para huesos, músculos y nervios sanos. Por si no lo sabías...
Próstata. Ya venía de lejos... Me habían hecho dos biopsias hace un tiempo, las dos con resultados “benignos” y cada seis meses tenía revisión... Lo más sorprendente es que se juntaran dos cosas que no tenían nada que ver -al menos, en principio- la misma noche. Operación de paratiroidea y retención de orina y colocación de sonda. La hiperplasia de próstata iba a ser operada con herida abdominal, pero cuando se acercaba la fecha, el urólogo detectó que se había reducido el tamaño y podía ser operada sin abrir, por la uretra. Finalmente, me hicieron una reducción y después de una semana de seguir con sonda, me la quitaron y pude mear de pie, como un señor. Casi lloro, después de 115 días...
Prostatitis. Cuando me la diagnosticaron, inevitablemente recordé la que sufrí en mayo de 2014, que terminó en una sepsis y las pasé más que canutas. Esta vez no llegó a tanto, pero fueron ocho días de hospital.
Quirófanos. Lugares asépticos que no acabas de conocer a pesar de que he entrado varias veces despierto, pero he salido dormido. Como vas tumbado, solo ves el techo, los focos y las caras sin cuerpo de quienes te rodean hasta que se te apaga la luz... Cuando te dicen: “Tendrás que pasar por el quirófano”, pero no de visita...No te hace ninguna gracia, aunque entiendes que son palabras mayores, pero necesarias.
Retrasos. El primero, motivado por la prostatitis y la ingesta de antibióticos durante dos meses para que no quedara ni rastro de la infección. El segundo, por el tema de la “sangre rara” que me hizo entrar en el quirófano y salir de nuevo sin que nadie me tocara, je, je hasta la semana siguiente. Y, el tercero... Estaba yo comiéndome una tortilla de cebolla (un manjar insuperable para mí), el día 27 de octubre del corriente, a las 10:30 horas (algo más de 8 horas antes de la intervención). Suena el teléfono y comunican de la clínica que el cirujano está ingresado y se suspenden todas las intervenciones de esa tarde, que tendrán que recolocar y modificar y ya nos avisarán. Finalmente, la operación de tiroplastia se hizo el 13 de noviembre, en otra clínica distinta, donde encontraron quirófanos libres...
Sangre rara. La operación de próstata, reducción de la misma, me la programaron para el día 4 de marzo. Pronto por la mañana estaba en el hospital, me puse el traje de faena, me pusieron la vía (indolora) y. cuando me tocaba, me bajaron y me metieron en el quirófano. Entonces apareció el anestesista para informarme de que mi sangre tenía algunos componentes raros, que no tenían en aquel momento en el banco de sangre y que no me iban a operar, porque si necesitara una transfusión podría palmar. De modo que, media vuelta, al box de donde salí (como si fuera un jodido piloto de F-1, desclasificado), me vestí y hasta la semana siguiente.
Sonda de la orina. Apéndice que llevé colgando del pene durante 115 días y 114 noches. ¡Muy fuerte! Dos veces, me “desondaron” para ver si podía orinar sin la sonda; al cabo de un par de horas, volvía para que me la pusieran otra vez porque no salía nada y la presión y el dolor iban en aumento. Finalmente la llevé hasta una semana después de la operación de próstata: desde el 25 de noviembre de 2024 hasta el 19 de marzo de 2025 (Día del Padre sin sonda). Compro un pastel rebozado de chocolate para postre y celebración.
Susurrar. Durante un año entero, he estado “susurrando a los caballos”. Ni he podido hablar por teléfono, ni participar en conversaciones en espacios con algo de ruido, ni intervenir en conversaciones familiares con fluidez, porque debían callarse todos para que yo pudiera susurrar y ellas y ellos entenderme. Sin dramatismos, porque hay muchas cosas peores, he vivido una situación muy incómoda que me hizo retraerme un poco no buscando situaciones donde debiera hablar.
Tiempo. ¡Ha pasado mucho tiempo...! Me he acordado muchas veces de la víspera de la primera operación. Tenía voz y no me dolía nada... Desde el 25 de noviembre de 2024 hasta el 13 de noviembre de 2025... ¿Tiempo perdido? ¿Tiempo ganado? Finalmente, el tiempo pasa por encima de nosotros y nos deja como nos deja...
Tiroplastia. La foniatra, en julio, nos habla de ese remedio, del que tampoco habíamos oído hablar. Nos explica en qué consiste: La tiroplastia tipo 1 es una cirugía que medializa (desplaza hacia la línea media) una cuerda vocal paralizada para mejorar la voz y la deglución. Se realiza abriendo una ventana en el cartílago tiroides y colocando un implante, como el de Gore-Tex o silicona, para empujar la cuerda vocal hacia la otra. Este procedimiento generalmente se hace con anestesia local y sedación, y el paciente puede escuchar un cambio en su voz durante la cirugía. NO hay más preguntas, señoría.
Urólogos. El 14 de enero, el urólogo vuelve a quitarme la sonda, me da dos horas para ver si puedo orinar “sin” y regreso para hacerlo “con”, porque ya no puedo aguantar. Otra ocasión frustrada. Tras el ingreso de urgencias por fiebre y dolor, la tarde del 15 de enero, el 17 pasan tres urólogos por la mañana de visita y, como es viernes, me sugieren irme a casa con la medicación... Por la tarde, fiebre de nuevo, a urgencias y reingreso. La prostatitis está ya declarada y permanezco ingresado hasta el día 22, con antibióticos y calmantes. Allí paso la fiesta pequeña de mi pueblo y pienso mirando al techo: “¡San Sebastián, jodo qué plan!” Días después, concretamos ya operación de próstata el día 4 de marzo.
Viajes. Operaciones en Barcelona, estancias en Fraga por cambiar de ambiente y asistir a logopedia; viajes a Graus, desde Labuerda para tratamiento de la voz... Y vuelta a Barcelona por visitas, controles y regreso a Fraga y a Labuerda... Debimos suspender la estancia de diez días en las playas andaluzas a cargo del Imserso, porque me coincidió la operación de próstata con los días asignados: Pudimos viajar cinco días por Teruel, etc., etc.
Voz. ¡Qué mejor palabra que ésta para terminar este ABCDario! Perdí la voz y la he recuperado y eso ha sido una gran alegría, porque vuelvo a disponer de una herramienta fundamental para la comunicación. ¡Casi nada! Quienes han seguido de cerca mi pequeña historia, se han llevado una gran alegría al volver a escucharme, después de tanto tiempo de comunicaciones escritas o de incomunicaciones sonoras. Y, además, la palabra termina con la letra “Z”, la última del ABCDario.
...
ANEXO. Creo que debo añadir otra preocupación que me rondaba la cabeza, antes ya de la operación del 25 de noviembre. El día 21 (cuatro días antes), embolsamos en el patio de casa Falceto de Labuerda, el número 177 de El Gurrión y lo depositamos en correos. Eso me tranquilizó mucho, pero es que en ese momento no tenía imprenta para continuar, porque la de Germinal cerraba el 31 de diciembre, por jubilación de los dueños. Conté con la ayuda inestimable de Antonio Serón (uno de los dueños de Germinal) que habló con otra imprenta de Zaragoza y comprometió que mantuvieran precios, calidad, etc. De todos modos, yo no tenía voz, así que en los primeros contactos llamaba Mercè o llamaba Ana y yo mandaba e-mails para ir concretando. Finalmente, la nueva imprenta GRAFO es la que ha impreso los cuatro Gurriones de 2025 y mis otras publicaciones: Desplegable, Macocadas y Cuadernos de Macoca. Al final, y paralelamente, he conseguido completar “la cosecha”.
FIN
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