“La tarde está tendida / a lo largo del río, / y un rubor de manzana / tiembla en los tejadillos” (Federico García Lorca)
Desde el primer día de clase, del lejano septiembre, niñas y niños de 5º A aprenden diariamente lo que vine a llamar “contraseña poética”: una manera de familiarizarse con los versos, con los poemas, con las escritoras y escritores (poetas) que tienen la capacidad de cantar a la vida usando las más hermosas palabras.
Ya hay otros textos en este blog, anteriores a éste, que hablan del asunto, así que iremos al grano. Y el “grano” es que quería que los protagonistas de este ejercicio diario de homenaje a las buenas palabras, expresaran brevemente su parecer. He recogido, por tanto, la opinión de unos cuantos niños y niñas de la clase, salpicadas con algunos versos que nos han servido de contraseñas este trimestre:
“Por allí, por allá, / a Castilla se va. / Por allá, por allí, / a mi verde país”. (Rafael Alberti). Dice Yanina: “Yo me la aprendo por la noche y me la repaso por la mañana. Es muy divertido aprender contraseñas y también aprendemos nombres de autores y autoras. Algunas de las contraseñas son alegres y otras son tristes”.
En ocasiones, una expresión escuchada en el aula o una ocurrencia, permite elaborar unas rimas que servirán de contraseña para el día siguiente: “Quiero ser un niño volador / y viajar volando desde Fraga a Nueva York. / Quiero ser una niña astronauta / y viajar volando desde Fraga hasta Jamaica” (M. Coronas). Dice Felipe: “La contraseña la aprendemos en casa y a mí me gusta mucho aprenderla y recitarla por la mañana. También hemos aprendido cosas bonitas y cariñosas y otras que te llenan el corazón”.
Echamos mano, con frecuencia de coplas populares que nos muestran una musicalidad y una sensibilidad especiales: “A los árboles altos / los lleva el viento / y a los enamorados / el pensamiento” o aquel otro fragmento que decía: “El rey que la estaba oyendo / a palacio la llevó; / arreglaron los papeles / y con ella se casó”. Ahora quien habla es Ainoa R.: “Yo, hasta ahora, no había leído poesía, pero me está empezando a gustar… Y así sé también más nombres de poetas de los que no había oído hablar: Concha Zardoya, Antonio García Teijeiro, Mª Elena Walsh… Me he dado cuenta que hay mucha gente que trabaja haciendo poesía. Hay veces que mi padre se aprende como yo la contraseña”.
“El reloj daba las siete / en la oscura tarde fría. / Los niños guardan sus gritos. / La plaza queda vacía” (Antonio G. Teijeiro).
Jessica cuenta que: “A mí esto de las contraseñas me gusta, porque puedes tener recuerdos para que digas, de mayor: mira qué hacía de pequeña con mi profesor… Encima nos escribe poesías graciosas, de rimas y de amor, de Gabriela Mistral, Mª Elena Walsh, etc. Yo me la estudio por la mañana, cuando me levanto”.
También tienen cabida algunas greguerías de Ramón Gómez de la Serna; greguerías que acaban siendo dibujadas con mucha pericia por chicos y chicas: “Los ceros son los huevos de los que salieron las demás cifras” o “El ciervo es el hijo del rayo y del árbol”.
Pablo, en cambio, tiene una opinión diferente: “Las contraseñas me las estudio por la mañana. La verdad es que no me gustan mucho. También podría vivir sin ellas. Alguna vez no me la aprendo porque me he dejado el cuadernillo en clase”. La opinión de Pablo es un reto interesante para intentar conseguir que acabe participando en el juego de una manera festiva y amable: “Había una vez una vaca / en la quebrada de Humahuaca. / Como era muy vieja, muy vieja, / estaba sorda de una oreja”. (Mª Elena Walsh) o “Entre un álamo y un pino / mi hamaca se balancea. / Hojitas de verde plata / bailan sobre mi cabeza”. (Ángela Figuera).
Ainoa J. dice que: “La contraseña me la aprendo por la noche y por la mañana me la leo otra vez. A mí esta actividad me gusta mucho porque no la había hecho nunca y me siento a gusto aprendiéndola”. Por su parte, Alba se expresa de esta manera: “Yo creo que cada día aprendes con las contraseñas poéticas. Yo me las aprendo cuando almuerzo. Tener, además, las contraseñas guardadas en un cuaderno es un buen recuerdo”.
“¡Cómo se queja el viento / cuando muere algún niño, / cuando muere algún sueño!” (Concha Zardoya). “Como un pájaro de fuego / la luna está / entre las ramas del enebro” (Luis Cernuda). Tristes o alegres, largas o cortas… En general tres o cuatro versos, que inician un poema, de autoría variable. “Yo me aprendo la poesía después de desayunar. Aprendemos palabras nuevas y me parece una buena idea. También aprendo autores poéticos que antes no conocía”, dice Julen. Por su parte, Marc piensa que con la contraseña “aumentamos nuestro vocabulario y aprendemos a estudiar con más frecuencia. Me la aprendo por la mañana, la voy recordando en mi mente y, cuando llego al colegio, la comento con los compañeros de clase”.
“Las hojas de los chopos se columpian / cuando las mueve el viento / y las noches de otoño van pintando / de amarillo su cuerpo” (Ana Mª Romero Yebra). “Duérmete, mi niño, / duérmete sonriendo, / que es la ronda de astros / quien te va meciendo” (Gabriela Mistral). Óscar B. no acaba de tener una opinión definitiva sobre el tema: “Las poesías que recitamos cada día me gustan, aunque tampoco se puede decir que me encantes; sólo me gustan un poco. Tampoco representan ningún esfuerzo grande, cuatro versos que me los aprendo en el coche… En otras palabras, las poesías que recitamos me gustan bastante”. Imane opina lo siguiente: “Este trimestre me han parecido muy bonitas las contraseñas: unas veces son raras y otras no; algunas son tristes y otras alegres. Además, si mi profesor me manda hacer una poesía, yo creo que la haría con las palabras que he aprendido”.
“El gato con la alegría / se cayó desde el tejado; / se rompió cuatro costillas / y la puntita del rabo” (popular). “La señora hormiga / se va de paseo / a todo el que encuentra / su abrazo y su beso” (Joaquín Romero). Isabel dice que “Las poesías que Mariano nos pone para que recitemos por las mañana son muy chulas. Yo me las aprendo por la noche o por la mañana, depende de cómo me caiga el día”. Judit manifiesta que “este trimestre me he aprendido muchas poesías y todas me han gustado mucho. Yo me estudio las contraseñas por la noche, antes de ir a dormir”. Y cierra Marina esta ronda de opiniones, con un breve resumen de la actividad: “Llevamos un trimestre haciendo la contraseña poética que consiste en estudiarnos y aprendernos una estrofa de una poesía. Yo me la estudio por la mañana, después de almorzar. Me gusta mucho esta actividad porque es el primer año que la hacemos y también porque así aprendemos diferentes autores importante o no importantes, pero eso no importa”.
Pues eso, que en 2008 pensamos seguir insistiendo...
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