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EL GURRION DE NOVIEMBRE

 

Desde noviembre de 1980 han pasado 26 años y se han publicado 105 + 1 “gurriones”. Aunque en este mes de noviembre de 2006 se ha publicado el número 105, hay que añadir uno más ya que, siguiendo una costumbre bastante generalizada entonces, al primer número le pusimos “Nº 0”. Por cierto, éstas eran las primeras palabras escritas en aquel número: “Con este título tan familiar para todos los nacidos en Labuerda, hemos querido iniciar una actividad cultural que, de alguna forma, aporte algo positivo a nuestra comunidad local, de la que todos formamos parte”.

No sé si se ha conseguido tal cosa, pero 26 años después, cada mes de noviembre, un nuevo “gurrion” sale del nido, abre sus alas-hojas y ofrece un puñado de latidos amables y emocionados.

Ahora mismo, esta tarde de domingo, triste y nublada, de un otoño que por fin lo es: otoño sin calefacción, sin jersey que echarse al cuerpo porque el frío todavía está por venir, tengo abierto delante de mí el número 105 de EL GURRION, calentito todavía.

 

Y voy a dar un repaso a los titulares de los artículos de este último número. Nos recibe una portada con una fotografía realizada este pasado verano desde la minúscula aldea de La Mula: es una foto de San Beturián y parte de la Peña Montañesa; el Paseo por el Sobrarbe nos lleva hasta Cotatuero, uno de los emblemáticos rincones de Ordesa; en los juegos tradicionales aragoneses se nos explica el Salto de gayata; En la breve crónica de las fiestas mayores hay una copla que dice: “As fiestas de Labuerda / no neitamos anúnzialas, / t´ol mundo sabe que son / as millors d´ista comarca”; la historia de una botella encontrada en el camino de Santiago con mensaje dentro nos lleva hasta Italia; descubrimos las aportaciones de Joaquín Ibarra, un impreso aragonés; conocemos nuevos detalles del funcionamiento de una Cofradía en San Vicente de Labuerda y vemos algunos productos hortícolas de considerable tamaño recogios en Labuerda. Nos llena de tristeza el fallecimiento repentino de Enrique Pardina y nos trasladamos hasta el siglo XVI para conocer la tragedia familiar de los hermanos Arasanz; hay referencias a libros sobre temática sobrarbesa; hay poemas y coplas populares; se nos habla de la vida en la montaña o de carreteras encantadas y hay un nuevo capítulo sobre El partido más largo del mundo (texto publicado en el anterior número). Sabemos de una persona que colecciona diccionarios y que tiene más de 1.600 diferentes; tenemos noticia de las actividades organizadas por Cocullón y de algunas cuestiones municipales, así como de unos cuantos amigos y suscriptores; las dos guías veraniegas del patrimonio sobrarbés nos cuentan sus experiencias de los tres últimos años y una crónica nos acerca a Abizanda y a la casa de los Títeres; Águeda Mata Torres es la mujer de Sobrarbe que nos habla de su vida de exiliada en México; los correos electrónicos recibidos nos ponen en contacto con personas que acaban de descubrir nuestra revista y se muestran encantadas; en la galería de lectoras y lectores se asoman algunos rostros nuevos y el rincón con magia está dedicado a los barrancos de los alrededores de Labuerda...

 

No creo que a nadie de los que empezamos esta aventura le pasara por la cabeza que aquellas pocas hojas reproducidas con una multicopista, 26 años después serían 44 páginas editadas en una imprenta y sumarían el número 105 de la revista.

 Para mí, cada vez que recojo un ejemplar de la revista es un motivo de alegría especial, un peldaño más en esta pequeña historia de mantenimiento de una publicación alternativa que ofrece espacios de expresión a las personas que desean comunicar algo. Es emocionante ver que cada número –desde hace tiempo- es el fruto de la colaboración de más de una veintena de personas que aportan reflexiones, opiniones, reportajes, creatividad, textos, poemas, fotografías... Cada vez que termino la distribución de un número empiezo a pensar ya en el siguiente (en realidad, antes incluso, pues pides colaboraciones, en algunos casos, con mucha antelación): una incubación de tres meses que acabará en un parto (feliz casi siempre) y así continuamente, porque la pequeña tragedia de una revista es que te metes en una aventura que no se acaba nunca...

 

3 comentarios

José Luis -

Fue el primer libro que leí nada más llegar a Ansó.

Y junto a la emoción de mi trabajo recién estrenado, de la belleza del pueblo, de los increibles bosques, ..., provocó que su lectura me conmoviera profundamente. Aún hoy reconozco consecuencias en mi comportamiento de su lectura., y recuerdo a José y su vida (la de todas las personas que representa) frecuentemente.

Ese título de Palabras Sencillas, surgió del prólogo del libro.

Saludos.

Mariano -

Hola, José Luis:

El libro que nombras es realmente hermoso. Severino hizo un trabajo modélico, un documento emotivo y revelador de la vida de la primera mitad del siglo XX a finales del mismo, en la montaña oscense. No conocí a José y este verano vislumbramos a su hermana trajinando en el huerto de su casa, una mañana que estuvimos en la aldea de la Mula. Su hermana es posible que en invierno no esté allí, pero al quedarse ella sola, sí se observa un estado de abandono en el entorno. Mantener las viejas instalaciones es una tarea imposible para una sola persona. El paraje, no obstante es realmente impresionante. Tomé algunas fotografías, estuve sentado bajo un nogal espectacular y traté de imaginar cómo vivían en aquel enclave, a las faldas de la Peña Montañesa, de la Sierra Ferrera. Particularmente, cada vez que en mis excursiones y caminatas tropiezo con una ladera abancalada con grandes paredes siempre me quedo sobrecogido del esfuerzo que realizaron generaciones anteriores para domesticar a a la naturaleza... Y como contrapunto, ese afán destructor de la misma que se observa en tantos lugares, inducido por tantas personas, por tantos salvajes (con permiso de quienes llevan inmerecidamente ese adjetivo).

José Luis. -

Gurrion nació el mismo año que yo. Cuando yo no existía aún, vosotros ya teníais entre manos estos asuntos. Hice mi EGB, me enamoré en mi adolescencia, estudié...y Gurrion siguió su camino...; qué cosas.

En fin, enhorabuena a todos los que lo hacéis posible.

Por cierto, el año pasado hubo un libro que supuso algo muy especial e importante. Fue el de José de la Mula, de Severino Pallaruelo. Mariano, o algún otro del lugar: ¿llegasteis a conocerle a él o a su hermana?; ¿ha quedado la aldea de la Mula ya deshabitada?. A mí me hubiera encantado ir allí y conocerle.

Saludos.