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Gonzalo Moure responde

Algún problema hemos tenido para incluir como "comentarios" estas respuestas de Gonzalo Moure al texto de 26 de abril de 2005, titulado "Visita de Gonzalo Moure". Hasta tal punto, que hemos optado por colocarlas como un texto nuevo, con esta referencia inicial. Quien lea este texto necesitará irse a la fecha nombrada y leer aquél, junto con los comentarios para entender mejor las respuestas; respuestasal texto de Mariano y a las cartas de Fiama, Houda, Ainhoa y Marta, por este orden:

1.- ¡Menos mal que me he enterado de la existencia de ésta página! He escrito a
Mariano, para ver cómo se encontraba después del susto, y con su respuesta
venía la dirección de su blog. Ya veo que mejoras, Mariano, porque ahí abajo
tienes la respuesta: te doblarás en la huerta de los manzanos de los
chavales cuando hayas cumplido 87, nunca dejarás de ayudarles a plantar
nuevos manzanos.

2.- ¡Hola, Fiama! Sí, tu nombre es un relato, una llama dispuesta a quemar la
maleza, esa parte del bosque que sólo sirve para retrasar el crecimiento de
los árboles, para criar parásitos y dificultar la vida de sus habitantes más
sanos.

Lo que dices del dinero es verdad. He acabado el borrador de un cuento en el
que dos duendes amigos toman diferentes caminos, pese a vivir en un bosque
como el de antes, y tener a su alcance una felicidad sencilla y llena de
vida. Uno se va para ganar dinero en la ciudad, el otro se queda para ser
feliz en el bosque. El primero vuelve al bosque, ya rico, pero se da cuenta
de que ha quemado toda su vida para alcanzar la felicidad de la que su amigo
ha disfrutado durante toda la vida. La idea salió de un encuentro menores
que vosotros, entre los que había cuatro que decían que preferían el dinero
a la felicidad. ¡Han logrado que el dinero sea un dios al que adorar, no un
medio, sino un fin en sí mismo!

Sí, algún día usaré tu nombre, pero tranquila, que no lo desgastaré: lo
compartiremos.


3.- Este es el mejor regalo que me podías hacer, Houda. Y nuestra charla fue
estupenda, porque estaba fuera de programa. De vez en cuando hay que hacer
cosas así, imprevistas, porque nos dan más satisfacción que las muy
programadas. A mí me encantó estar ese rato con vosotros. Tu poesía tiene
algo que me encanta: alegría. Has conseguido que me riera, y eso que veo por
la ventana la playa y me voy a quedar escribiendo toda la tarde. Algo así:

El escritor veía la playa

Pero miraba el ordenador.

Así que guardó la toalla

Y se puso en lo peor.

Pero había carta de Fraga

Y “peor” se convirtió en “mejor”.

4.- Jo, Ainhoa, te voy a apodar como Doña Pero. ¡Deja de dudar! Y sobre todo de
ti misma. Mira, mientras dudas pasa el tiempo, y si al final te decides a
hacer eso que tanto dudas llegas al mismo punto, pero con menos tiempo.
¡Ponte a ello, y ya tendrás tiempo para cambiar si era demasiado! La
reflexión más importante sobre la vida es que hay que vivirla: ya nos ha
tocado la lotería de la vida, lo cual es mucho más difícil que acertar la
loto, así que, sin dudar.

”Soy Elisa y tengo 13 años. Me gusta leer, pero mis amigos creen que es una
tontería. Yo no lo entiendo”... O, bueno, digamos que no lo entendía. Una tarde
estaba con ellos y me había llevado un libro que se llamaba “La balsa de
plata”. Como la cosa estaba un poco aburrida abrí el libro y me puse a leer.
Entonces ellos, capitaneados por Marcos, que siempre se metía conmigo,
empezaron a burlarse. Al final me enfadé, cerré el libro de golpe, y dije:
”Vale, a ver qué cosas tan divertidas vamos a hacer. Os propongo una cosa:
primero yo hago lo mismo que vosotros, y luego vosotros os metéis conmigo en
el libro”. No sé por qué lo dije así, podía haber dicho “Leéis el libro
conmigo”, pero dije lo que dije. Y ellos, con unas cuantas risas, aceptaron.
Todo lo que se les ocurrió aquella tarde era de lo más aburrido. Hacía un
calor de mil demonios, así que ni hablar de excursiones. No teníamos entre
todos ni dos euros, así que ni hablar de irse a beber algo fresco. Lo único
fresco que había esa tarde en Fraga era la sombra de aquel árbol bajo el
cual estábamos. Uno se puso a criticar. ¡Puede ser un deporte! Criticar al
que no está, claro. Que si Fiama esto, que si Marta lo otro, que si Daniel
se ha creído que es no sé qué, que si Mariano va de culo si se piensa que
vamos a leer otro rollo de Gonzalo. Cuando acabaron de despellejar a la
gente, dije: “Bien, y ahora me toca a mí”. Pusieron cara de aburrimiento
infinito, pero no tenían más remedio que aceptar. Y entonces abrí el libro.
Juro que al abrirlo me dio vértigo. Debajo de las líneas de palabras se veía
un abismo. Quise levantar la cabeza, pero no podía. Y poco a poco fui viendo
entre las líneas: debajo de ellas, en el fondo del abismo, había una balsa
llena de plata líquida. Entonces hice, como siempre, lo que no debía: toqué
las líneas con un dedo, como si pudiera abrirlas un poco para ver mejor. Aún
oí la voz de Marcos gritando: “¡Elisaaaaa”!, pero me había escurrido de
cabeza entre las líneas y caía y caía por al abismo hasta que, ¡plas! Caí en
la balsa llena de plata líquida. Creí que me iba a abrasar, pero la plata no
estaba caliente, al revés: era fresca, como si en vez de plata fuera rocío.
Y de pronto, ¡Plas! ¡Marcos! Y uno, y otro, y mi mejor amiga, y... Poco a poco
fueron cayendo todos en la balsa. Nadar en la plata líquida es maravilloso,
porque como es más densa, no es que flotes, es que estás encima de ella. Por
una vez no tuve dudas: estaba tan a gusto que propuse que nos quitáramos...
Pero allí mismo prometí no contar nunca lo que pasó en la balsa de plata.
Cuando caía la tarde vimos que además de la tarde caía una escalera de
cuerda desde arriba, donde se veían las líneas del libro, muuuuuuy lejos.
Fuimos subiendo por ella, hasta que llegamos a la superficie, agarrándonos a
las líneas de palabras. No espero que me crea nadie, porque ya sé que es
imposible. Pero si por fin nos vemos en la piscina este verano fijaos bien:
todos lo que estuvimos allí tenemos ahora dos cosas en común: una pequeña
mancha de plata en alguna parte de nuestro cuerpo y un libro debajo del
brazo.

5.- Mariano y yo nos parecemos en que los dos creemos que lo que pase en el
futuro depende de todos, que no es cosa que tengan que decidir los adultos
solos, que os necesitamos a vosotros, porque vosotros seréis como adultos lo
que aprendáis a ser como niños, como jóvenes. Por eso dedicamos la mayor
parte de nuestro tiempo a ir por ahí haciendo lo contrario que los bomberos:
en vez de apagarlos, encendemos fuegos. Espero haber dejado alguna llamita
en mi visita a vuestra clase. Por cierto, me apunto.

Me acuerdo de la reunión en el Bajo Cinca, con tu madre. Estuvo muy bien, y
también me parecieron buena gente, de esa con la que merece la pena
compartir esta vida. Dile a tu hermano Jorge que le espero dentro del
Síndrome, gozando de la música.
Jo, cuanto trabajo me ponéis... A veeeeer.

”Eran las siete de la mañana. Era el primer día que iba a acudir al
instituto. Estaba ilusionada, pero muy preocupada. Por una parte me apetecía
entrar en ese mundo nuevo, del que tenía que hacer un informe detallado para
Casa Orionis, mi planeta. El informe del colegio les había gustado, pero me
respondieron diciéndome que tenía una “visión limitada” de la Tierra: niños,
mamás, maestras y un señor que se llamaba Director. “¿Son así de poco
variados los humanos?”. Pero estaba preocupada porque había oído decir que
había chicos muy descarados en el Instituto, y si descubrían mi estómago
bombona, el depósito de ácido de hidrógeno con el que respiraba, me iban a
poner en un apuro. Nadie se había enterado en el colegio, pero pasar por el
instituto sin que nadie te vea el ombligo... Y, además, se había puesto de
moda llevar el pantalón bajo y la camiseta alta, así que lo tenía muy mal.
No es que se notara a primera vista, no. Parecía un estómago normal, y tengo
que decir que bien bonito. Pero es que si alguien lo tocaba un día iba a
notar que era de metal humanizado, que estaba helado por el ácido de
hidrógeno, y que sonaba a hueco. Sabía que alguien lo iba a descubrir, y que
si eso pasaba me desintegraría en el aire, porque así lo había aceptado al
firmar el contrato de mi misión. Fue en clase de lengua donde se me ocurrió
la solución. El profesor estaba empeñado en que leyéramos el Quijote, y un
día dijo algo que me dio la clave: “Don Quijote tenía un problema: como
decía la verdad, su verdad, nadie le creía, o más bien le tomaban por loco.
Ya lo dijo Cervantes mismo: tuvo la ventura de vivir loco y morir con
cordura.” Así que en la primera clase de gimnasia me puse un top, y cuando
estábamos esperando al profe, en plan vago, dije: “Mirad, tengo algo que
enseñaros. Resulta que soy extraterrestre, de un planeta de la constelación
de Orión”. Todos se pudieron a reír. Entonces cerré el puño, y me di tres
golpes en el estómago, que sonaron como campanadas: cloin, cloin, cloin. Las
risas entonces llegaron al techo. Desde entonces soy mucho más popular. El
profesor de lengua dice que soy la chica con más imaginación que ha
conocido, y el chico más guapo del instituto empezó a pedirme que saliera
con él. Ya hemos salido varias veces, y creo que esta noche voy a mandar un
informe a Casa Orión que les va a resultar muy interesante.”

2 comentarios

GONZALO MOURE -

Gracias, Daniel. Tranquilo, vive el verano, disfruta de las cosas gratis que nos ofrece. Y ya tendremos tiempo el curso que viene de volver a charlar, de intercambiar historias, libros, vivencias. Yo, voy a hacer lo mismo: disfrutar, y escribir. Un abrazo. Gonzalo.

Daniel -

Hola Gonzalo: Siento haberte escrito tarde. El otro día estuve con Julio, el bibliotecario del i.e.s bajo cinca, y me enseño el trabajo que estuvieron preparando los chicos y chicas del instituto Como ya sabes trata de ti y de tus libros, me propuso de que me llevara el libro de el síndrome de mozar, no me lo pude llevar. Ahora estoy en Jaulin (Zaragoza) aquí estoy con mis primos. M e gustaría haberte enviado un poema o un algo, pero no he preparado nada, lo siento. Hace un mes mas o menos te estuve escuchando en la radio, estabas hablando sobre lo del bibliobus, es una idea perfecta. Hace unas semanas mi tío me regalo un libro tuyo estuve pensando en el momento de la charlar, porque fue el mismo libro que regalaste a Javi. Desde aquí te mandamos un fuerte abrazo y muchos saludos.