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MACEDONIA DE RUTAS

No crea el lector que se me ha olvidado la “F” y tampoco piense que este texto habla de postres. Uno busca títulos para sus delirios y encuentra lo que encuentra.

 Primera ruta: el puente. Es cierto que ya pasó y que hasta es posible que se hayan difuminado sus posibles efectos benefactores, pero ahí estuvo… Lo pasamos en Labuerda. Subimos con ganas de estar unos días rodeados de monte, de río, de naturaleza, pero acabamos salpicados de lluvia. ¡Vaya tiempecito! Tuvimos que robar tiempo al tiempo para poder asomar la nariz en el exterior y dar algún pequeño paseo, esos ratos que no llovía… En este enlace podréis ver cómo bajaba el Cinca por Labuerda esos días: http://www.facebook.com/album.php?aid=101739&id=1280826705&l=92ea1173d3

De modo que pasamos muchas horas refugiados en casa, haciendo fuego en el fogaril, leyendo, comiendo, viendo la televisión y charlando. Actividades muy propias de este tiempo otoñal o preinvernal.

Recordábamos las mismas fechas del pasado año, bendecidas por un tiempo excelente que hizo que se cogieran setas todavía y, además, en cantidades industriales. Este año han llegado los fríos mucho antes y la nieve también y han dado al traste con las posibilidades de explorar el monte y coger setas que, como digo, fueron el pasado año un feliz entretenimiento.

El domingo tuvimos comida familiar con prolongada sobremesa y el lunes comida de amigos en Laspuña. Aquí la excusa era comer chireta (ese saquito de tripa de cordero o de cerdo que se rellena con arroz, menudillos del animal y algunas especias o condimentos y se cose con aguja e hilo para ponerse luego a cocer). Nos pusimos bien y también alargamos la sobremesa; prácticamente “cerramos” el restaurante: toda la tarde muy concurrido, a pesar del tiempo y de la crisis.

El martes, de nuevo comida con amigos. ¡Otro “golpe bajo” al estómago!, y eso que se malogró un anunciado “botillo” que podía haber sido terrorífico… Antes de comer, pudimos darnos una vuelta por la escollera del Cinca y por la tarde lánguida conversación, cerca del fuego, contemplando a través de los visillos, cómo y a qué velocidad se cerraba la tarde.

El miércoles había que regresar de nuevo a las tierras del sur de la provincia. Vislumbramos fugazmente algún rayo de sol, pero las nubes e incluso algunas gotas caídas nos acompañaron durante todo el viaje. Nos despedimos comiendo con mi madre, que a sus noventa años, hace unas comidas con las que te chupas los dedos (incluso cuando las evocas unos días después) y siempre excesivas en cantidad. Estas mujeres sobrarbesas, nacidas en las primeras décadas del siglo XX, han pasado todos los controles que la naturaleza ponía en su camino, se enfrentaron al duro vivir de cada día y son de una fortaleza extraordinaria.

Pasar unos días en Labuerda me lleva siempre a revisar y curiosear cajones y cajas donde en muchas ocasiones no recuerdo lo que guardo u hojear libros que hace tiempo no miraba o no veía o no leía entre líneas… Un placer sentirme rodeado de aquellas cosas u objetos que están en un sitio determinado porque se guardaron por un motivo o con una intención y, aunque uno haya podido olvidar cuál fue el motivo o la intención, el reencuentro siempre suele ser emocionante, cuando no sorprendente por el tiempo transcurrido desde la vez anterior.

 Segunda ruta: la lectura. Además del periódico diario, necesario como el pan, leí “Flores de plomo” de Juan Eduardo Zúñiga. Juan Eduardo es el esposo de Felicidad Orquín y por iniciativa de ella, recibimos hace un par de meses siete ejemplares de libros de este singular autor y traductor que ya estamos leyendo en el Grupo de Lectura “Nosotrasleemos”:

http://nosotrasleemos.bitacoras.com/archivos/2010/11/28/en-noviembre-que-la-lectura-se-siembre2

El libro gira en torno al periodista Mariano José de Larra que se suicidó en 1837, pegándose un tiro en la sien.

Leí también “O trasgresor piadoso”, primer libro en aragonés de Severino Pallaruelo, en el que ofrece una selección de acuarelas anotadas, formando un libro curioso y sorprendente.

Y recuperé de las estanterías “La historia de Erika” y “Rosa Blanca”, los dos ilustrados por Roberto Innocenti; los dos con la brutalidad nazi como tema, con la intención de bajarlos a Fraga para leérselos a los chicos. Era una “faena” pendiente, desde que alguien descubrió a Ana Frank y leímos la noticia de prensa con la caída del castaño que veía Ana desde la ventana de su escondite (y que aún seguía en pie en Ámsterdam hasta finales del pasado mes de agosto).

Y, hablando de lectura, debo copiar a continuación un fragmento del artículo que se publicó el domingo pasado en El País, escrito por Elvira Lindo. Artículo del que no tuve noticia hasta que regresé a Fraga (gracias a mi amiga Rosa Piquín) porque ese domingo fue uno de los pocos que no compré el citado periódico. El pasado jueves lo llevé a clase y todo el alumnado de sexto tuvo su copia y pudimos leerlo y comentarlo.

 Libros en la basura - ELVIRA LINDO - 05/12/2010  - El País

(…) El otro día, en la Feria del Libro de Guadalajara (México), tuve la fortuna de compartir mesa redonda con un hombre excepcional: José Alberto Gutiérrez, conductor de un camión de la basura en la ciudad de Bogotá.

Los congregados a la mesa estábamos allí para compartir ideas sobre cómo contagiar el gusto por la lectura. Todos estábamos relacionados de una u otra manera con el oficio. Le llegó el turno a José Alberto y nos dejó mudos. Con palabras sencillas contó lo siguiente: un día, mientras hacía su recorrido habitual, vio que en el suelo alguien había dejado un ejemplar viejo de una novela de Tolstói. Se lo llevó a casa. Su señora, modista, se encargó de restaurarlo amorosamente, como quien zurce una prenda delicada. De pronto, a José Alberto se le pasó por la cabeza una idea disparatada que no dudó en poner en práctica: recogería todos los libros que encontrara a su paso. Sus colegas barrenderos le sirvieron de cómplices. Le gritaban, "¡José, libros!", y se los colocaban en el asiento de al lado. De esta manera, el camionero José ha recogido más de doce millones de volúmenes, volúmenes que han pasado por las manos primorosas de su señora para ser ordenados en la biblioteca en perfecto estado. En un primer momento, colocaron los libros en la planta de abajo de su casa. Allí empezaron a acudir mujeres y niños de ese barrio pobre en el que vive José. Más tarde, cuando ya los libros no cabían, el camionero consiguió tres locales más. A estas alturas tiene montadas tres bibliotecas. Nos enseñó fotos en las que se veía a las criaturas sentadas en sillas chicas escuchando un cuento. José nunca olvidó los cuentos que le leía su madre por la noche. Para él, contó, poner libros en las manos de niños es un trabajo preventivo contra un destino que parece estar ya escrito en la vida de los pobres. "Es la primera vez que tomo un vuelo", dijo, "la primera vez que cuento ante un público lo que hago y me siento muy agradecido". Entonces, arreció un aplauso que duró un buen rato.

Los maestros y educadores que acudían a la charla se pusieron de pie. A algunos se les saltaban las lágrimas. Muchos trabajan en zonas dejadas de la mano de Dios. Todos nos sentimos conmovidos por este rescatador de libros, de posteridades. De Tolstói a ese Twain que tantas veces habrá acabado en la basura. Todos esos cuentos que se tiran cuando los niños crecen, porque ocupan espacio o llegan otras modas…

(En la web, he preparado un artículo sobre ello:  http://macoca.org/jose-alberto-gutierrez-el)

Tercera ruta: la correspondencia. Venga como venga, y viene por varios sitios: por correo postal, por e-mail, por el blog, por la web, por el facebook… Es una conexión con el exterior y con el interior a la vez. Con el exterior geográfico; puesto que es la manera más eficiente de comunicarnos personas que estamos a miles o a cientos de kilómetros. Desde esos lugares y hacia esos lugares (la correspondencia, para que lo sea de verdad, es una actividad de ida y vuelta) llegan y parten los mensajes, escritos de puño y letra en un papel o con el teclado en la pantalla del ordenador. Y con el interior de uno mismo porque aporta energía y vibraciones positivas para seguir con los compromisos adquiridos y hacer frente a los pequeños desafíos cotidianos… La practicamos desde el colegio para enviar nuestras publicaciones o contestar a algunos “pedidos”… Susana A. o Sacra R. solicitaron que len mandáramos nuestro libres libres sobre oficios y sobre Labordeta y nos han mandado sendas cartas de felicitación y agradecimiento (una de puño y letra y otra por e-mail) que nos han hecho felices…

 Mi amigo Julián, ese octogenario extraordinario, sigue escribiéndome cartas llenas de lucidez, con una generosidad insólita en estos tiempos y que me llenan de alegría:

Querido Mariano: tengo delante tus dos últimas cartas (16 y 27 del 11), para comentar algunos párrafos. En la del 16 percibo la emoción de dar una clase de lengua a 30 profesores en el aula en la que iniciaste Magisterio. Y en seguida un complicado viaje a Cocentaina, para unas Jornadas Nacionales de Poesía Infantil y Juvenil…¡Qué tarea tan hermosa y sugestiva… Versos en nubes de colores! Y terminas haciendo un taller para explicar estrategias de trabajo. (…)

Esas dos grandes páginas del diario oscense “Maletas de poesía y de poetas” y “Bibliotelandia” (la primera está fechada el día de mi cumpleaños, 28 de mayo de 2009)… Las he fotocopiado para mi nieta Lidia, Licenciada en Pedagogía, que me encarga te traslade su felicitación y su afecto por la enorme y fecunda labor que realizas; está encantada con el duende “Biblio” y el hada “Teca”, con esa Bibliotelandia que es el país de los libros, “esos objetos activadores de la imaginación”. Lidia y yo deseamos con fervor que mantengas fresco y saludable ese “país” y sigas, por la misma senda, alumbrando nuevos sueños y nuevas bibliotelandias…¡para impedir el propósito de Bill Gates de acabar con los libros!...”  Y sigue así, a lo largo de dos folios por ambas caras con una letra preciosa que denota equilibrio, cultura, sensibilidad y muchísimo afecto.

Y Pedro Gil, desde la Escuela Gençana de Godella que, un año más, me hace llegar la “Agenda Gençana”, dedicada en parte a Ana Pelegrín: “Cada cual atienda su cuerpo. Cadascú atenga el seu cos”, con mucho material recopilado de tradición oral y con poemas de diversos escritores dedicados todos ellos al cuerpo. Y, ya para terminar, recibo el número 94 de la Revista de Literatura Infantil y Juvenil PEONZA. José Luis P. me la envía desde Santander; un ejemplar de 100 páginas, una cuidada edición, dedicada íntegramente a Miguel Hernández.

Y hasta aquí esta “Macedonia de rutas” abiertas a los sentidos y transitadas con los pies o con los sentimientos, que ahora os invito a compartir.

4 comentarios

Mariano -

Hola, Anny:

¿De modo que dices que has leído en una revista de fama?... Je, je. La verdad es que, de unos años a esta parte, la gastronomía que ofrecen algunos establecimientos de Sobrarbe es digna de ser tenida en cuenta y, finalmente, degustada. Y, en ese capítulo, Labuerda se ha hecho con un nombre que es conocido en muchos lugares.
La historia del chofer, José Alberto Gutiérrez, me pareció tremendamente conmovedora y clarificadora de cómo, en ocasiones, las personas más sencillas aportan las ideas más inesperadas y geniales… Necesitamos esos “baños de sentido común”, para dejar de lado las “gilipolleces” que, también en ese asunto del fomento de la lectura se dicen, se diseñan y tratan de ponerse en práctica… Como suele decirse, en todos los ámbitos de la vida, harían falta unos cuantos “josés albertos…”
Un abrazo

Anny -

Hola Mariano

Un título como “macedonia de rutas” resulta muy gracioso y otra vez un muy típico resultado de tu incansable imaginación. He vista tus fotos de la “ruta del puente” en facebook, impresionante la fuerza del Cinca. Me alegro que a pesar del tiempo lluvioso, hayas pasado muy bien el tiempo con la lectura de libros interesantes (conocía ninguno de estos), y sobre todo con algunas comidas agradables y sabrosos. Yo he leído hace poco tiempo en una revista de fama que la particularidad local de excelencia en Labuerda es el amor de la buena comida y que teneís ahí muy buenas cocineras. Pues, tu relato confirma está información..La historia del camionero Columbiano José Alberto es encreíble y emociona. Entre todos las malas noticias que nos llegan, aquí al menos una que es gratificante. Y la misma sensación da tu texto sobre la correspondencia y de tu amigo Julian, una persona remarcable.
Un abrazo
Anny

Mariano -

Querida Silvia:

No deja de ser curiosa esta situación de estar jubilada y “no tener tiempo”. Lo oigo decir con frecuencia y me quedo impresionado, realmente. Aunque como dices, esa actividad tuya de “bolsera” te debe ocuparte buena parte de él (del tiempo, me refiero). Hay que pensar los diseños, localizar los materiales y luego ponerse manos a la obra para ir “fabricando” bolsos, con los que acudir a ferias, exposiciones, mercadillos solidarios y de los otros, etc., ¿me equivoco?
El caso es estar activo o activa y “no pasar por la vida”, sino interactuar activamente con ella, enfrentarla a pecho descubierto y dar guerra (en el sentido pacífico del término, claro).
Me gusta que pases un rato amable leyendo mis post. Sólo eso ya los justifica. Tenemos un tiempito muy frío estos días. El pre-invierno nos está dando duro y estamos más en casa que fuera de ella. Un abrazo fuerte hasta las tierras del sur; un saludo muy cariñoso.

Silvialuz -

Hola Mariano!
sencillamente hermoso este post. Me ha emocionado. Hace tiempo que no me dedico a leer en la computadora, es por una cuestión de "lentes", se me dificulta y prefiero el papel. Además estuve bastante ocupada con mi actividad de "bolsera", hemos tenido ferias y eso me lleva tiempo, también las fotos. Bueno, eso, que como siempre leerte es un placer y como dices, esas "rutas de correspondencia" son un regalo extra, seguí "alumbrando sueños y sendas" Te quiero mucho. Un abrazote.