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MÉRIDA. V JORNADAS DE BB.EE.

Si estamos de acuerdo en que cada vez que empezamos la lectura de un libro, comenzamos un viaje, no es menos cierto que para poder ir de Fraga a Mérida es necesario también –con libros o sin ellos- realizar un largo y emocionante viaje. Y ahí es donde entro yo que, el pasado 26 del corriente salí de aquella localidad a las diez de la mañana y llegué a la capital administrativa de Extremadura, prácticamente a las ocho de la noche, con esta secuencia de medios de transporte: taxi – tren – taxi – autobús – taxi. Es evidente que por algún sitio tenía que empezar esta crónica que, es posible que acabe siendo bibliotecaria, pero que empieza siendo circulatoria.

 

Cuando viajo en este tipo de transportes, tanto en tren como en autobús, me gusta ir atento y mirando por la ventanilla para observar los paisajes por los que atraviesa el vehículo en cuestión y hacerme una idea más exacta de la diversidad del territorio. Como el tramo Lleida-Madrid, lo hago con frecuencia, presté menor atención y ahí aproveché para leer el periódico del día, entre otras cosas.

Mi situación en el autobús (Madrid-Mérida) facilitaba la satisfacción de esa curiosidad geográfica que he manifestado, puesto que estaba en el asiento 3 y tenía visión delantera y lateral derecha: un privilegio (por cierto, últimamente, en todos los autobuses que he subido hay algo en común: todos tienen el parabrisas delantero roto. En éste con una grieta, en forma de “L” que intranquilizaba por su longitud. Se ve que no tienen tiempo de cambiarlo o debe resultar muy caro. Yo siempre imagino que nos damos un golpecito o que descarga una inmisericorde pedregada que acaba de romperlo y dibujo diversas hipótesis de actuación en mi mente, ¡formas de pasar el rato!).

 

Resumiendo; el viaje en autobús para salvar casi 350 kilómetros, duró cuatro horas con parada en Trujillo para estirar las piernas, tomar un café y echar un cigarrillo o acercarse a saludar a “Mister Roca”. A lo largo del recorrido, por la Autovía del Sudoeste vi, en varias ocasiones, hermosas postales otoñales que ya me hubiera gustado fotografiar; especialmente, formaciones de chopos en pequeñas vaguadas o jalonando mermados cursos de agua (de esos que llamamos ríos, pero que no pasan de riachuelos escuálidos que entristecen la mirada por su escasez o por el sospechosos color de sus aguas). Pude contemplar extensos campos de cultivo, sembrados que brotaban con fuerza y dehesas que también me hubiera gustado recorrer y fotografiar; especialmente algunas encinas que parecían esculturas celebrando la sensatez y la serenidad. Me gusta mucho el árbol llamado encina (en Sobrarbe, “carrasca”) y me gusta ver hermosos ejemplares aislados unos de otros, porque en mi tierra no es fácil encontrarlos así, ya que allí forman bosques abigarrados, donde una crece al lado de la otra y en compañía, en muchas ocasiones de otros “quercus”, como los coscojos, los robles… Vi muchos conejos en los sembrados o en los rastrojos y aves zancudas en campos que estaban arando con grandes tractores y hasta tres perdices correteando cerca de la autovía. Por supuesto, ganado vacuno, lanar y probablemente lo que despaché por una ganadería de toros de lidia… Vi ríos y algún pantano. Vi zonas llanas sin un árbol y montañas lejanas donde es posible que sí los hubiera y vi la central nuclear de Almaraz y una enorme instalación de paneles solares en las cercanías de la misma; también formaciones de gigantes aerogeneradores en algunas sierras.  Vi diversos pueblos y ciudades, con nombres o conocidos o intuidos por los indicadores de salida de la autovía y, de ese modo, el viaje de ida se hizo bastante agradable…

 

Cuando entrábamos en la ciudad de Mérida, me quedé muy gratamente sorprendido al poder leer en una rotonda (el conductor tomaba las rotondas como si fuera una competición de slalon gigante) una indicación que decía “Escuela Libre Paideia”. Al poco de llegar a Mérida, saludé a Ana N. y a Casildo M., dos personas a las que ya conocía desde mi participación en las I Jornadas, allá por el año 2005. A los dos les debo mucho agradecimiento por volverme a invitar a un evento bibliotecario que congregó a unas 400 personas (profesorado de Infantil, Primaria y Secundaria, principalmente) de toda Extremadura y por el acompañamiento mientras duró la estancia, y por más cosas. Con Ana N. intercambiamos frecuentemente materiales y correos electrónicos y lecturas de nuestro respectivos blogs (el de Ana se llama “Biblioabrazo” y hay un enlace en la columna de nombres del mío). Reencuentro, como en el caso de los anteriormente citados, también con Raúl V. (con quien ya compartí en Burgos las Jornadas Provinciales de aquella provincia castellana, hace un mes). Conocí a Chus M. y a Jordi S. y nos fuimos a cenar y luego a tomar un arranque.

 

El Palacio de Congresos (dos enormes cubos en la orilla derecha del pacífico Guadiana, a pocos metros del puente de Calatrava) era la sede de las V Jornadas de Bibliotecas Escolares. A las doce de la mañana del día 27 de octubre, tras la presentación muy amable de mi amiga Ana N., desarrollé mi ponencia: “La biblioteca escolar. Otra forma de ver el mundo”; una parte leída y una segunda parte explicada mostrando algunos materiales que, como siempre hago, transporto en maleta o en mochila. Terminé mi intervención como la empecé, leyendo en voz alta el texto resumen que escribí en este blog, en abril de 2005, sobre las I Jornadas de BB.EE. en que participé, como queriendo mostrar una más de las virtualidades de esta herramienta electrónica que va almacenando (si los escribes antes) pedacitos de la vida.

Antes de comenzar con al ponencia, hice una mención al rótulo visto el día anterior en una rotonda y nombrado con anterioridad. Durante muchos años, me encargué de coordinar las publicaciones del MRP Aula Libre y de atender la correspondencia y los intercambios. Uno de los colectivos con los que intercambiábamos materiales, de manera regular, era precisamente con la Escuela Paideia de Mérida: un proyecto libertario, al frente del que se hallaba Josefa Martín Luengo. Resulta que Pepa falleció el pasado mes de julio y yo me enteré de ello a través del periódico: “Catalunya”, Órgano de expresión de la CGT de Catalunya (www.revistacatalunya.cat), en cuyo número 110 se dedican las dos páginas centrales a hablar de ella y de los treinta años de la Escuela Paideia. En aquel intercambio que he nombrado, yo enviaba las publicaciones de Aula Libre: revista, cuadernos, libros y desde Mérida recibíamos las revistas “A Rachas” y “A Rachitas”. Hice ese breve recuerdo ante el auditorio y luego pude hablar con algunas personas que agradecieron el gesto porque conocían su trayectoria y su esfuerzo.

 

Volviendo a la ponencia, disponía de una hora y media para desarrollarla y a ese tiempo me atuve. Aquí un breve apunte de la misma:

“… Y si nos introducimos en el bosque de los adjetivos, podemos definir una o varias retahílas alfabéticas, porque allí, en ese espacio público, colectivo y multidisciplinar que es la Biblioteca Escolar, podemos vivir con sensaciones muy variadas; de hecho, podemos vernos: Acunados y Acompañados – Batidos y Burlados – Conectados y Crecidos – Distraídos y Documentados – Elegidos y Esperanzados – Fuertes y Furtivos -  Geniales y Gozosos – Huérfanos y Hospitalarios – Iluminados e Imaginativos… No es necesario seguir porque, en definitiva, si exploramos el diccionario y seleccionamos aquellas palabras que podríamos identificar como acciones, cualidades o nombres, relacionadas con la biblioteca escolar y que nos permitirían percibir el mundo de otra manera, cada cual podría elaborar sus particulares listas, así que dejo esa posibilidad a los oyentes. Y es que, estoy convencido de que las fuerzas que generan las palabras son fuerzas modificadoras que inciden en los fundamentos de lo que somos y lo hacen de maneras diferentes. Su fuerza radica en los conceptos que sugieren, en las conexiones que propician, en las emociones que activan, en las ideas que fomentan, en las percepciones que inducen…”

 

Seguidamente, sin salir del auditorio 2 donde nos encontrábamos, disertaron dos maestras y un maestro del CEIP Ntra. Sra. de la Caridad de la Garrovilla (quienes recibieron el pasado curso el Primer Premio Nacional… El mismo que recibió la biblioteca de mi colegio en 2006). Cuando finalizó su relato, disfruté un rato viendo a parte de las personas asistentes acercándose al escenario para mirar, hojear y hacer preguntas sobre los materiales que llevé y había mostrado y que había colocado a modo de exposición.

A continuación en el mismo Palacio se celebró la comida de todos los participantes: saludé a Antonio T. convertido temporalmente en Director General y a algunas maestras: Dolores (conocida y premiada), Beatriz O. (otra de las ponentes, con quien coincidí felizmente en las páginas del número 12 de la revista gallega FADAMORGANA) y a algunas animosas, divertidas y autodefinidas “marianistas” que me conocían desde el congreso de Edelvives de Santander y que leen asiduamente este blog y a quienes debo agradecer su fidelidad. Siempre hay encuentros interesantes en el plano personal, en estos lugares.

 

Por la tarde, decidimos con Raúl V. (que ya había dinamizado por la mañana dos talleres a alumnado y a profesorado) caminar hacia la ciudad. Fuimos del palacio al hotel y de allí, a través del puente romano nos aproximamos a la zona del teatro y anfiteatro. Cruzar el puente, supuso descubrir unas vistas maravillosas del quieto Guadiana, en cuyas aguas se reflejaban las islas de vegetación, las formaciones vegetales de la orillas, el mismo puente romano o el espectacular de Calatrava. Disparé, con gusto, fotos y fotos, con la intención de publicar un álbum en el facebook (cosa que ya hice). El paseo por esta zona fue lento, pero hermoso; luego ya aligeramos el paso para llegar a las ruinas romanas. En taquilla se nos informó de que faltaban dos minutos para cerrar y, por tanto, ya no iban a vendernos una entrada. Nos acercamos a la entrada y dialogamos con el guarda: “Mire usted, este viene de Salamanca y yo de Huesca y sólo queríamos hacer un par de fotos…” Accedió el hombre y nos recordó el tiempo que faltaba y nos invitó a que regresáramos con su compañero guarda que estaba más abajo. Éste ya no dejó terminar nuestra explicación apremiándonos a que hiciéramos las fotos. Primero fuimos al teatro, disparé cinco instantáneas (sin ascender por el graderío) y luego le dije a Raúl que entrase en el “anfi” que yo ya lo había visto, pero el guarda que nos veía, nos gritó: “¡vayan, vayan, hagan la foto!” Y salimos del recinto con mucha dignidad, con la respiración movida, dando las gracias a los guardas y pensando que en poco más de dos minutos habíamos dado cuenta de dos restos emblemáticos de la civilización romana a su paso por la ilustre Emérita Augusta… ¡Quién dijo que no había tiempo! ¿Conoces a alguien que haya hecho una visita más rápida?

 

Luego recorrimos el Museo Romano en grupo pequeño con guía y yo, que ya lo había visto, deduje que es incomparablemente mejor visitarlo de día (pues entra luz natural suficiente para verlo casi todo) que de noche. De cualquier modo, impresiona, sobre todo la galería central y los mosaicos colocados verticalmente en algunas paredes laterales.

En la cena saludé a Jaume C. que venía de L´Hospitalet y con quien habíamos coincidido en Fuenlabrada, hacía ya unos años. Y antes de irnos a dormir, terminamos con Ana, Raúl, Casildo y Jaume tomando unas tónicas y viendo el final del “Alcorconazo”, un acontecimiento futbolístico del que se habla estos días con profusión.

 

P.D. El día 28 lo dediqué al largo viaje de vuelta. Vi los paisajes de la ida desde el mismo asiento, pero mediatizado por un energúmeno que estuvo hablando por el móvil, casi sin parar, desde Trujillo hasta Madrid y al que ojalá se le estropeen los negocios que fue cerrando con los dieciséis interlocutores que le conté, todos llamados por él.

 

9 comentarios

Mariano -

Querida Sacra:

Bueno, esta vez tenía fundadas esperanzas de que pudiéramos vernos en las Jornadas, pero habrá que esperar a esa tercera vez para hacer bueno el refrán. Lo mejor cuando tienes que hacer un viaje largo es sacarle el máximo partido y, en este caso, el viaje en autobús me permitía hacer un recorrido largo que no tenía muy visto (ya había estado en Extremadura, es cierto, pero ahora tengo muchas más referencias). El reencuentro con amigos y las conversaciones con gente que te conoce o que quiere saludarte y explicarte lo que van haciendo o que han leído algunas cosas, que se interesan y agradecen los materiales que llevas es siempre muy gratificante. Luego, escribirlo en el blog para que no se me olvide, para que pueda releerlo de tanto en tanto o para que lo lean otros y otras es un ejercicio que hago con gusto; de este modo voy ampliando ese “libro gratuito” al que se refiere muy acertadamente Silvia Luz en el anterior comentario.
Me he alegrado mucho cuando he visto tu nombre en el comentario. Te mando un fuerte abrazo. Que vaya todo bien y que disfrutes de las imágenes otoñales de parques, campos y montañas.

Sacra -

Tu estancia fue corta pero te cundió al máximo, dicen que los mejores viajes (aparte de las vivencias y el entorno) son cuando se acceden a los mismo por varios medios y tú lo hicistes con creces...¡Qué bien describes todo! cuando te canses de ser maestro, ya sabes ¡guía!
Me alegro que fuera tan positiva tu estancia y que hayas hecho/encontrado amigos... la próxima vez tienes que quedarte más días (tenías que haber aprovechado la "licencia")
Me alegro que te gustara la dehesa, mi primer "encuentro" con ella fue en una conversación con mi padre, siendo yo muy pequeña, y sólo la manera que me hablaba de ella, hizo que le cogiera cariño y aprecio. La mejor época para visitarla es el Otoño; comparto contigo ese "encatamiento" de contemplar el paisaje desde la ventana de un autobús, el deslizarse el paisaje en/por el cristal es único, y también es una cosa que desde pequeña me encantaba...
Ya sabes, queda una tercera vez, porque queremos seguir disfrutando y tenerte presente en nuestro trabajo y en nuestra biblioteca, eres todo un referente ¡PRACTICO!

Mariano -

Querida SilviaLuz:

¡Cuánto nos parecemos! Mis problemas con la lectura en un coche o en un autobús vienen de niño ya. Como te pasa a ti, no puedo ni mirar un plano en un recorrido por ciudad, por ejemplo, sin que una desagradable sensación de mareo me invada y me intranquilice. En cambio, leo y escribo en los trenes y leo en los aviones.
Es cierto que por aquí estamos ahora en un tiempo espléndido. Es una gozada salir al campo y mirar y respirar; todo es hermoso. Buena esa experiencia de viajar en el piso de arriba del ómnibus… Desde el asiento 3 del autobús, también, en ocasiones, piensas que te la vas a dar y que mejor sería un asiento más atrás para no verlo todo tan “evidente”.
Bueno Silvia, me alegra que leas con gusto lo que voy escribiendo; es un estímulo ofrecer algo nuevo, cada semana, a una lectora tan fiel. Te mando un fuerte abrazo.

Silvia Luz -

Hola Mariano! Hermoso viaje y hermosas fotos las tuyas. Yo no puedo leer en los viajes porque me descompongo, entonces me la paso mirando por las ventanas, lo cual me agrada sobremanera, disfruto el trayecto porque siempre se ven paisajes bonitos o curiosidades. En este viaje que realicé a Buenos Aires en autobús (nosotros decimos micro, ómnibus o microómnibus)venís sentada en el piso superior y en el primer asiento. La ruta me quedaba pequeña, parecía que íbamos a pasarle por arriba a los que venían de frente, pero vi uno de los atardeceres más bonitos que he visto: por una parte una bola de fuego que se hundía en el horizonte y al lado mismo un nubarrón que descargaba su catarata de agua como una cortina azul en el campo, realmente bellísimo, cuando pude reaccionar y buscar mi cámara ya la magia había acabado. Un abrazo y hasta cada semana. Este libro gratis que leo por capítulos en tu blog me entusiasma,espero el próximo.

Mariano -

Ahí llevas razón. Ese fue un viaje largo. Tenía la opción del avión desde Barcelona a Badajoz, pero entre viajes de aproximación, llegadas con antelación, esperas y demás, también hacían falta un montón de horas… Y, como bien dices, los viajes deben servir para aumentar nuestros conocimientos sobre los lugares a los que vamos. El viaje en tren AVE es un placer y lo del autobús también tiene su punto si viajas con intención de mirar y ver, de descubrir lo que te permite el medio de locomoción elegido. Todas las ciudades tienen lugares bonitos de visitar y Mérida también, aunque también tenga zonas con poco interés. En la capital de Extremadura lo más notable, sin duda es todo lo relacionado con su esplendoroso pasado romano.
Los movilenfermos son realmente un problema de exhibicionismo y de mala educación y de agresión al resto de los pasajeros.
Este fin de semana hemos estado en Labuerda; subimos el viernes por la tarde-noche y volvimos el domingo por la tarde. El sábado por la mañana fuimos a Escuaín a mirar setas (ni las vimos ni cogimos). De paso, caminamos por el entorno del pueblo disfrutando de un paisaje extraordinario. Hice muchas fotos porque había parajes hermosísimos. He colgado en mi página de facebook una selección de 25 de las casi un centenar que tomé en un rato. No pensé que podíais estar en Puyarruego (a pesar de que es muy posible que me lo dijeras en algún correo anterior).
Sí, como dices, aquí tenemos unas maneras de llamar a las cosas que a veces dan risa: “huesos de santo…” ¿Ya has probado los “pedos de monja”? Ahora, cuando queremos somos finos, finos; no olvides que, en ocasiones, comemos “manitas de cerdo”… Ja, ja. Un saludo y buena estancia por Sobrarbe.

Anny -

Y tú me dices que yo viajo mucho: desde Fraga me parece que Mérida no es precisamente a la vuelta de la esquina... Pasar 10 horas en los varios. medios de transporte que has utilisado y saber donde has pasado y visto el paisaje y al final, llegar después de tantos kilómetros a la destinación, eso es realmente viajar. No es solamente ‘pasar de un punto a un otro’ sin tener ningún sentido de que está entre los dos, lo que estos días se pasa a menudo cuando cogemos el avión(sobre todo los vuelos de larga distancia que van muy altos y no se puede ver algo del paisaje). Es verdad que cuando quieres ir un poco más lejos, el avión es la más eficaz o la única opción (bueno, si no tienes muchíssimo tiempo para ir andando o con un barco), pero a mi siempre me da una sensación de que ‘falta’ algo. Uno se traslada de un sitio al otro, sin ‘viaje’. Hice este trajecto Madrid dirección Mérida (pero solamente hasta Cáceres) este mes de avril y me acuerdo bien de la central nuclear de Almaraz y el “campo” de paneles solares. Mérida no conozco bien, pera seguro que vale la pena visitarle un día, y llegar a tiempo en el amfiteatro para no deber correr. Para esta gente movilmania hay solamente una solución: adaptar la ley sobre la caza, poner los movilmanias en la lista de especies de caza mayor (juntos a los jabalies), sin cuota y caza libre todo el año...
Bueno, te da un abrazo desde Puyarruego, con temperaturas primaverales (hoy un poco menos) y colores otoñales (aunque se van perdiendo ya). Ayer comimos ‘huesos de santo’, vaya nombres dan aquí a los dulces !

Mariano -

Gracias, Pedro. Bueno, sólo hablo de la vida; en realidad, de algunos jirones de la misma que dejo esparcidos por este territorio algo inconsistente que es un blog.
Un abrazo.

Pedro Villar -

como siempre, ¡Qué gusto da leerte!