Blogia
gurrion

ANDALUCÍA (Primera parte)

 

He vuelto de un viaje por Andalucía. El pasado 3 de mayo viajé en avión desde Barcelona hasta Granada. En el aeropuerto Federico García Lorca (Granada-Jaén) me esperaban mis amigos Juan Mata y Andrea Villarrubia que, a partir de ese momento y por espacio de dos días se iban a ocupar de que mi estancia en Granada fuera placentera e inolvidable. Coincidía ese día en la ciudad la fiesta de las Cruces, por lo que circular por el barrio del Albaicín –prácticamente tomado por “granaínos y granaínas” y turistas de todas partes- era tarea complicada. Arrastrando bolsas y maleta, con ayuda de Juan y Andrea, pude llegar hasta el lugar de alojamiento, el Carmen de la Victoria, frente a la Alhambra.

 

 

Allí dejé el equipaje y pudimos ya salir a callejear la ciudad sin más impedimentos. En diferentes enclaves pudimos contemplar detenidamente o de pasada, la ornamentación de una gran cruz, con claveles rojos y un entorno también adornado con escenas religiosas o con motivos profanos, de la vida cotidianas: muebles, cuadros, flores, aperos, etc (todo lo que da nombre a la fiesta). En una de las plazas que visitamos, me encontré inesperadamente con Mª Carmen Cano, maestra amiga de sus tiempos de trabajo en Archidona y mis visitas a Antequera para hablar de Bibliotecas Escolares. A veces las casualidades son tan grandes, tan exactas, que no parecen ni casualidades. Por la noche, cuando me retiré al Carmen estuve contemplando con admiración el espectáculo de tener delante de mis narices la Alhambra iluminada.

 

 

Al día siguiente, domingo, Juan y Andrea me vinieron a buscar y salimos de Granada para visitar territorios lorquianos. Fuimos directamente hasta el barranco de Víznar y allí en una hondonada encontramos un austero monolito, con la leyenda “Lorca eran todos”… Es decir, todos los que fueron asesinados en aquel tiempo de barbarie. Delante del monolito, en el suelo, una gran cruz con piedras amontonadas, entre las que vemos ramos de flores y hojas, pergaminos, etc. con poemas dedicados o con poemas de Lorca copiados e ilustrados, sobre todo, por niñas y niños de colegios e institutos. Me gustó uno de los poemas que había escritos en una de las hojas de papel y Andrea (que había traído un libro con las obras completas de Lorca) lo leyó en voz alta para ella, para Juan y para mí. Hicimos fotos, hablamos del silencio cómplice que aún envuelve estos acontecimientos, de la negativa de la familia del poeta universal a remover la tierra para esclarecer aún algunos puntos oscuros, de la necesidad de que hechos así no vuelvan a ocurrir porque sus efectos duran tanto tiempo… ¡Y es tan corta la vida!

 

 

Seguimos viaje y pasamos por Fuentevaqueros, pueblo en el que es posible que naciera Federico y donde fue inscrito, pero que no fue lugar de referencia importante ni en su niñez ni en su juventud. Más adelante paramos en Valderrubio, donde la familia Lorca tenía casa y donde Federico vivió varias temporadas. Pepe (el guía) nos enseña la casa: la cocina, las alcobas, las habitaciones con armaritos-vitrina, empotrados en algunas paredes. En la parte superior de la casa se realizan actualmente exposiciones artísticas y detrás de la casa hay un amplio espacio ocupado por animales domésticos, habría carros, las caballerías para el campo, cuadras y corrales… Hoy todo está bastante bien conservado. Pepe “el de Amor” es uno de esos guías auténticos, autodidacta y emocionado “enseñador” de una parte de la historia del pueblo. Juan y Andrea me van completando algunas informaciones o ayudándome a interpretarlas. Bien empapados de la vida de Federico, regresamos a Granada; es hora de comer y nos espera una degustación lenta, amplia y riquísima de “pescaíto frito”, para reponer las fatigas matinales. Juan y Andrea son dos excelentes guías y anfitriones y conocedores y catadores de la gastronomía de la tierra y de los vinos. Sigo sus indicaciones y consejos, sabiendo que estoy en buenas manos.

 

 

La tarde, la paso leyendo en el Carmen y saliendo un rato del Albaicín a la parte baja de la ciudad para comprar unas postales. Por la noche, de nuevo, la Alhambra asoma su vetusta silueta, entre las luces y uno se siente del todo afortunado al poder disponer de este mirador tan espléndido. Por las mañanas, me despierta el sonido de las pequeñas fuentes de agua y el canto incesante de los pájaros. Miro de nuevo la Alhambra y vuelvo a hacerle algunas fotos, antes de marchar definitivamente de ese privilegiado asentamiento.

 

 

El lunes toca trabajar. Juan me acompaña hasta la Facultad de Ciencias de la Educación. En el despacho nos encontramos con otros dos profesores de la Universidad: Pepe Rienda y Matilde Moreno. A las diez y media comienza mi conferencia dirigida al alumnado de “magisterio”. Juan me sugirió el título y a mí me pareció muy bien: "Aulas abiertas. Bibliotecas vivas". Un centenar largo de estudiantes llenan el recinto y por espacio de dos horas les hablo de mi trayectoria como maestro y de la escuela real, la que se encontrarán cuando terminen sus estudios y comiencen a trabajar; de las relaciones entre el profesorado, del alumnado, de las familias, de las intromisiones foráneas, de las referencias que debemos localizar a través de nuestra memoria en maestros de quienes guardamos especial recuerdo; también de la importancia de la biblioteca escolar en el proceso educativo y en la vida de una escuela... Y de otros temas que fueron apareciendo a lo largo de la sesión. Hay preguntas y diversas intervenciones y termina el acto, a las doce y media pasadas. Termino muy contento y Juan me dice que todo ha funcionado perfectamente y que el aplauso final no ha sido de cortesía… Salimos precipitadamente del local porque otra profesora llega para dar su clase y nos refugiamos en otra aula, una docena de personas que seguimos dándole vueltas a algunas ideas y opiniones, hasta que nos vamos a comer.

 

 

Compartimos comida con Juan, Pepe y dos alumnos, en el comedor de la Universidad. Una comida muy amena e interesante. Finalizada ésta, espero la llegada de un taxi, desde Jaén, para que me lleve a esa ciudad, capital de una provincia olivarera. El viaje dura una hora, aproximadamente y sucumbo ante la grandiosidad de los “bosques de oliveras” jienenses: hasta donde te llega la vista, pueden verse extensiones interminables de hermoso árboles que producen aceitunas y, como consecuencia de ello, aceite. El taxista me deja en la puerta del Hotel Condestable Iranzo. Subo a la habitación y me tumbo sobre la cama a descansar… (continuará)

 

 

4 comentarios

Mariano -

Recibo tu comentario con satisfacción doble; por un lado por la valoración positiva que haces de mi intervención y por el otro, por la frescura que destila tu seudónimo, que tan bien sienta en estos días calurosísimos de finales de junio.
Que tengas suerte en tu vida y que te esfuerces por generar un planteamiento pedagógico personal, lleno de sentido común y de sensibilidad, con el que te sientas realmente comprometido. Los chicos y chicas que caigan en tus amnos serán los beneficiarios de ello. Un abrazo escarchado.

Escarcha -

¡Hola!Es cierto, el aplauso no fue por cortesía, a mí me fascinó tu intervención (permíteme el tuteo). Creo que hace falta un cambio, una revolución, para mejorar muchas escuelas y es necesario hacer ver que aprender es necesario y, además, divertido y enriquecedor. Me queda mucho por aprender pero es lo que creo, puede que solo sea una intuición. Ese día llegué tarde (mi horario parece un sudoku este curso), todo encajado y cuando hay un imprevisto... ale, ya voy tarde a todas partes (pido disculpas públicas desde aquí jaja). Pues eso, que estuvo muy bien, y eso que iba de mala leche porque mi profesor nos había OBLIGADO a ir (no sé cómo no se me ocurrió que Juan lo había organizado... seguro que mi cara fue un poema al entrar y verle). Por cierto, muy chulos los libritos y el de los cerdos jajaja (cómo le comí la oreja a mi amiga con los relatillos y los dibus) era para partirse, lo que me pude reír... Salí de allí con muchas ideas (esto... ¿tienen copyright? jaja) Un abrazo. Escarcha. Y gracias por venir, ¡ojalá se repita!

Mariano -

Ya sabes, Ana, me hizo gracia que en algún lugar de tu tierra, a las chapas de refrescos, cervezas, etc. les llamárais "PLATETES", porque así les llamábamos en mi pueblo.
En mi tierra, a los olivos les llamamos OLIVERAS (no me negarás que es mucho más contundente)y OLIVAS a las aceitunas, pero también usamos la palabra OLIVAR (lugar donde crecen los olivos). A mí también me gusta la expresión "un mar de olivos". Para quienes somos del interior (como os pasa a los de Jaén), un campo de espigas de trigo en movimiento era lo más parecido al mar. Viajando se aprende mucho, no hay duda...

ana -

Que es eso de bosque de oliveras, en tu tierra son oliveras pero en Jaén los llamamos olivares ( al conjunto de olivas) y al fruto aceituna.Un nuevo refran que se me ocurre: " donde fueres di lo que oyeres" una vez oi decir a un amigo que vino de fuera y nunca habia visto tantos olivos juntos que parecía un " mar" de olivos, bonito no...Besos.Ana