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Aula Libre celebra sus treinta años

Escribo con algo de retraso, pero a veces, lo cotidiano nos supera y no tenemos tiempo de contar algunas cosas, que merecen ser contadas, en el momento justo.
Este año, el Movimiento de Renovación Pedagógica AULA LIBRE cumple 30 años y eso no es ninguna tontería. Y si no te lo crees, date una vuelta y pregunta a ver si alguien conoce algo parecido; que “un puñado de pájaros contra la gran costumbre”, al decir de Cortázar, haya permanecido todo ese tiempo –contra viento y marea; superando dificultades hasta más allá de lo que sería lógico y racional- reuniéndose, debatiendo, reflexionando, escribiendo y publicando sus puntos de vista, sus opiniones, sus experiencias… en diferentes formatos.
Y, por todo ello, los días 6 y 7 de este mes de mayo estuvimos de fiesta. Fueron dos jornadas de “glamour”; de “momentos nescafé”, de celebración ruidosa y divertida, y de sacar algo de pecho, ¡joder! (perdón) que ya nos tocaba.
El día 6 por la tarde, abandonamos por un rato el stand de la feria para acercarnos al salón de actos. Hacia las seis de la tarde, subí al escenario a recoger la Cruz de José de Calasanz, al mérito educativo. Abajo se quedaron Pepe, Sebastián Pilar, Gemma, haciendo fotos y participando del momento. Una cruz (no confundamos con ¡qué cruz!) que personificada en mí, entendí como de reconocimiento a un grupo de personas, inasequibles al desaliento (a veces los tópicos tienen sentido) que llevan muchos años de labor callada y contagiosa. El acto estaba refrendado por la plana mayor de la Consejería de Educación: Eva Almunia, Juan J. Vázquez, Marivi Broto, Nati Mendiara, Pilar Ventura y Carmen Martínez, así como por Mariano Buera y Felipe Faci. Luego nos tomamos unos pastelitos y una copa de cava, mientras departíamos con otros invitados.
El día 7 por la mañana, se celebró la presentación del libro “Aulas Libres”. Pepe, Sebastián y Pilar acompañaron a Juan J. Vázquez en la mesa. Los asistentes fueron obsequiados con un ejemplar del libro y escucharon las palabras amables de reconocimiento del Viceconsejero, las de los históricos Pepe y Sebastián y las de Pilar y tocaron la portada y miraron los tonos azules y lilas de la misma, y olieron el papel y se sumergieron en los textos e ilustraciones del interior y se quedaron un rato repasando las páginas del álbum de fotos para ver el paso de la barba negra a la barba blanca o de la barba al bigote o de la barba a la cara rasurada o de los rizos a la incipiente calva… para ver, poco a poco, y de manera festiva las huellas que deja el paso del tiempo. Fue un acto sincero y un lujo poder disponer de un libro que resume buena parte de nuestros anhelos y de nuestro modo de ser y hacer. Y yo que propugnaba otro tipo de libro, tuve que reconocer (y lo hice con mucho gusto) que ese era el libro que estábamos buscando.
En otra parte del recinto, colgaban 14 paneles grandes, con pequeños textos, con acrósticos, con fotografías, etc. que recreaban parte de la historia de Aula Libre y algunos de sus temas de trabajo más significativos. El conjunto es vistoso y muy propio para que circulen y se conviertan en elementos de una exposición itinerante.
El grupo de los Tirurirus se apoderaba de la carpa interior para desarrollar su espectáculo musical: "Cuento musicado: el Trébol Mágico de Monegros" y sembrar melodías por los oídos y el cuerpo de las personas que se acercaron a ver la actuación.
Por otra parte, Geles y Montse, con ayuda de Gemma entretuvieron a niños, niñas y progenitores en su taller de plástica. Al lado, Ángel, Fernando y Ricardo invitaban al personal a devanarse los sesos con el taller de matemáticas. Por ambos puntos de interés circularon todo el día gente curiosa que preguntaba, se sentaba y trataba de ofrecer respuestas a las preguntas o salía con más preguntas que respuestas… No sé, ¿quién puede montar una historia así si no es porque tiene alma de Aula Libre? Y, por la tarde, Lucía nos agrupó en el rincón menos bullicioso de la feria para contarnos unos cuentos deliciosos, para emocionarnos con sus palabras y sus silencios.
Y por la caseta o stand pasaron personas conocidas y desconocidas; unos a saludarnos y charlar un rato; otros a interesarse por nuestro trabajo y nuestras publicaciones (expertos, como somos ya en ferias).
Y por la noche nos fuimos a cenar todos juntos a un lugar increíble: “La Posada de las Almas”. El recinto, con techo artesonado y una luz mortecina estaba animado por dos camareros, salidos de cualquiera de los cuadros que decoraban el recinto; “reencarnados”, decía José Antonio. El uno era el retrato vivo de Napoleón (personaje histórico que durmió una noche en la posada) y el otro absolutamente indescriptible; las explicaciones que pretendió darnos sobre el origen del nombre estaban a medio camino entre el surrealismo buñueliano y el cubismo picassiano, por decir algo. Cenamos y reímos y todo tenía un ambiente un punto misterioso, irreal, ¿había invisibles entre los comensales? Tengo una foto del tal “Napoleón” en la que se ven unos efluvios etéreos en un plano superior que alimentan la sospecha. Allí nos juntamos José Antonio de Marco, Geles Domínguez, Fernando Vallés, Juan Salanova, Pilar Gabal, Gemma Sanz, Ángel Ramírez, Tere Rey, Concha Vidaller, Carmen Sancho, Reyes Lalueza, Pilar Yera, Chapi, Roberto Leborburu, Pepe López, Sebastián Gertrúdix, Pili , Lucía Montero, Ricardo Blasco, Montse Conejos, Mercé Lloret, Mariano Coronas, Emilio Gómez, Ima Melchor, Gemma Sanz, Pilar Andreu, José Miguel González, Gemma, Ángela… Y nos acordamos de Javier García y de Miguel Calvo que, a pesar de todo lo que pusieron de su parte en la preparación del libro y los paneles, circunstancias de la vida les impidieron estar presentes y de otros y otras que al final no pudieron venir Gabi, Teresa, Carlos, Pedro, Antonio, Julio, José Mª, Tere… Y algunos más que seguro habré olvidado.
Quiero nombrar especialmente a Pepe López que sacrificó todo su tiempo libre del último mes para dedicarse en cuerpo y alma a conseguir que el libro y los paneles quedaran como han quedado. Para él todos los elogios y todas las reclamaciones. También a Pilar Gabal que lo secundó en todo lo que pudo y se implicó con fuerza. A Sebastián que coordinó el libro, trató de organizarlo y se comió algunos marrones, a Miguel que le ayudó ( no sé si en lo de los marrones, pero sí en darle forma al libro), y a Javier que anduvo con negociaciones de dineros y con el tema de los paneles mientras pudo.
Por último, agradecer a la Consejería de Educación el trato exquisito que ha tenido con nosotros y el reconocimiento que hemos recibido: en las palabras dedicadas en sucesivos momentos y con la financiación del libro y los paneles.
Creo que todo esto es “gasolina” de la buena para continuar; así que no nos durmamos en los laureles que el número 82 de la revista debe ver la luz antes de que acabe el curso.

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