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Robres. Un pueblo lleno de agradables sorpresas

(Visita realizada el 26 de abril de 2018)

Ayer, cuando llegamos a Robres (Huesca) con intención de almorzar antes de iniciar el recorrido por los diferentes lugares de interés de la localidad y sus alrededores, nos recibió Luis Manuel, compañero y anfitrión con una frase potente:

“Nos están esperando en las trincheras”

Y la frase era del todo cierta porque íbamos a visitar una parte de los vestigios recuperados de la guerra civil en Los Monegros. Con Gemma, la guía experta en ese asunto esperándonos in situ, viajamos hasta el lugar (sierra de Alcubierre) los cuatro compañeros: Luis, Mariano, Fernando y un servidor. Primero visitamos la posición de los nacionales y posteriormente la de los republicanos, en una línea de frente que permaneció estable dos años: trincheras, refugio en  cueva, dormitorios o zonas de descanso,  depósito de agua o aljibe, ramales de comunicación... en un caso y más trincheras, alambradas, pozos de tirador, vivac, observatorio, ramales de comunicación, etc. en el otro. Tras esa visita a cielo abierto, salpicada por la observación visual y la percepción aromática de tomillos, romeros, aliagas, hinojos y muchas flores que, con un vigor primaveral insólito tapizaban el suelo, regresamos a Robres para un almuerzo tardío, pero contundente. Posteriormente, visita detallada a un modélico Centro de Interpretación de la Guerra Civil en Aragón (situado en las antiguas escuelas nacionales de la localidad), en el que puedes pasar varias horas mirando y leyendo. Estupenda instalación con secciones claras, explicaciones adecuadas; mucho material gráfico, bélico y de memoria y venta de publicaciones relacionadas. 

De allí, fuimos a las instalaciones de un hombre admirable: Julio Maza. Recuperador de herramientas  o de artilugios que realizaban tareas necesarias: “ruellos” de trillar, prensas, máquinas varias... Constructor de estructuras arquitectónicas ancestrales, como el famoso “tambor” o caseta para que los guardas viñaderos pudieran vigilar que nadie entrase en las viñas, a vendimiar por su cuenta o antes de tiempo. Julio es también un amante de las aves y posee unas instalaciones en las que pájaros diversos vuelan en amplios espacios y crían dentro; también tiene perdices, gallinas y gallos de diversos lugares del mundo... Y, cuando ya has alucinado con sus habilidades y su capacidad de explicarte todas las cosas que vas viendo, abre la puerta de un edificio-almacén y uno casi se cae de culo al ver una colección de centenares de objetos referentes a los distintos aspectos de la vida: herrería y herrajes, herramientas para el campo, llaves viejas de puertas, todos los aparatos para segar y trillar,  para cortar leña, para hacer cañizos o colmenas de caña; radios, menaje viejo de cocina, billetes, carteles de películas, todas las herramientas, habidas y por haber para el corte y el tratamiento de la madera,  objetos escolares, objetos de vidrio, cerámica... Es interminable la relación y aquí la dejo. La vitalidad, el ingenio y la capacidad de hacer y organizar de Julio parecen inmensas... Desde luego, admirables.

Y, antes y después de la comida, seguimos viendo instalaciones municipales: piscina climatizada, salas de gimnasio y aparatos, museo etnológico, campo de fútbol (Robres tiene a su equipo en tercera división), iglesia parroquial, etc., etc. A las seis de la tarde, regresamos los cuatro expedicionarios: dos fueron a Huesca y los otros dos regresamos a Fraga, tras una jornada absolutamente memorable, gracias a la organización perfecta de nuestro anfitrión: el robresino ilustre y Director del exitoso Teatro de Robres: Luis Manuel Casáus.

Una vez en Fraga, reencuentro con Mercé y subida al Segoñé a participar en la concentración de indignación y repulsa de la indecente sentencia dictada por un trío de jueces que uno no puede imaginar que sean de este planeta o de este tiempo... Y fue entonces, cuando volví a pensar en mi amigo Luis Manuel y en la frase matinal con la que nos recibió en su pueblo, porque estamos en un país en el que ocupan esferas de poder gentes absolutamente indignas y miserables que agreden a la ciudadanía constantemente con sus actuaciones o sus decisiones...; de modo que a los ciudadanos de a pie (al menos algunos) no nos va a quedar más remedio que refugiarnos en las trincheras y contraatacar... No sin recordar, más o menos, a Groucho Marx: “¿Cavar trincheras? No tenemos tiempo para cavar trincheras; tendremos que comprarlas hechas”. Porque hay que vivir siempre con el humor a flor de piel para soportar el hedor que emana de algunas personas y de algunas actuaciones.

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