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LIbros, escuela, biblioteca... "Un trinomio poco fantástico".

Este post bloggero empieza en Cuenca y termina en Labuerda. Participo en la VIIIª edición del Máster “Promoción de la Lectura y Literatura Infantil”, promovido por la UCLM y el CEPLI de Cuenca. El pasado 6 de julio de 2016  ofrezco un taller con el título: “Acciones para intervenir en bibliotecas escolares e infantiles”, de cuatro horas de duración. Asisten cincuenta personas (las admitidas en el máster) provenientes de algunas comunidades autónomas españolas y más de la mitad, de diferentes países iberoamericanos. Al poco de empezar la sesión, les pido que piensen en un “trinomio, tal vez poco fantástico”: escuela, libros y biblioteca y que escriban dos recuerdos –agradables o no- relacionados con esa palabras que se les hayan quedado prendidos en la piel. En unos minutos, recojo las octavillas escritas y prometo pasar los textos al ordenador y publicarlo en uno de mis blogs. Y esta es la faena que hago en mi pueblo, en Labuerda. Es una demostración de cómo construir un texto colectivo que da, si queremos profundizar en él, para reflexionar y sacar unas cuantas conclusiones. Yo voy a limitarme a publicarlo, como he dicho, e invitaré de nuevo a todas y todos los participantes a que le echen un vistazo si les apetece. He copiado textualmente lo que escribieron maestras y algún maestro, bibliotecarias y otros mediadores de lectura que están realizando este Máster en su octava edición. Hace un rato, cuando estaba transcribiendo los recuerdos, me he dado cuenta que debería de haber completado mejor esos pequeños documentos, anónimos. En este caso hubiera estado bien saber la edad de la persona y la procedencia geográfica, pero ya no es posible. Aunque, tal como están, estos testimonios, creo que aportan suficientes datos para ser comentados…


Recuerdos de variada autoría y de libre redacción:


.. Recuerdo cuando niña, y estaba en el nivel de Primaria, visitar la biblioteca y ver a la bibliotecaria “comiendo bananas”. Me recordaba a los monos, pero los libros no eran palmeras ni bananas…

.. De grande he utilizado bastante la biblioteca para consultar libros y también para aprovechar su silencio para conectarme con algún libro en particular… Hoy, maestra, tengo muchos proyectos vinculados con la biblioteca y para que el niño la visite y no crea, como yo, que solo puede atender un mono o un gorila…, ja, ja, ja.

.. Cuando no podía ir al baño, mi madre me leía el libro “Excusadito”; era una serie infantil. Mi maestra de 1º de Primaria era muy cariñosa.

.. La primera vez que acudí a la biblioteca de mi pueblo tenía unos 10 años y no fui a leer ni a coger ningún libro, sino a hacer teatro. Desde la escuela nunca nos llevaron de visita.

.. Recuerdo que en mi época escolar teníamos una pequeña biblioteca de aula. Había una compañera que cuando se llevaba libros a casa, los devolvía siempre con muchas hojas arrugadas y dobladas. A todas las compañeras nos gustaba reconocer qué libros ya había leído ella. Batallaba con los libros.

.. Cuando fue el bombardeo a las torres gemelas, al caer la primera torre nos informó un compañero y fuimos un grupo a ver la tele a la biblioteca. Al llegar, vimos en vivo el segundo avión al chocar con la segunda torre y fue impresionante.

.. La biblioteca tenía todos los libros en estantes con llave o algunos que se encontraban detrás del mesón de la bibliotecaria. Un día la vi salir y me metí a ver qué encontraba. Al llegar la bibliotecaria me retó, y no puso muy buena cara cuando le mostré un libro viejo de Pablo Neruda que quería pedir prestado.

 .. Primera visita. Biblioteca municipal. Asombro ante el espacio bibliotecario, el silencio, la seriedad. Juegos en el recreo. En el patio, lleno de vida, ruido, imaginación, vegetación.

.. Recuerdo lecturas colectivas, en voz alta, en clase con mis compañeros, con mucho cariño.

.. La biblioteca era el lugar del colegio donde hacíamos los deberes.

.. En mi escuela no había biblioteca, por lo que cuando llegué a la biblioteca de mi liceo, me pareció maravillosa. Fue la primera vez que asistí a una biblioteca escolar, a mis trece años.

.. Recuerdo ir a hacer los trabajos a la biblioteca de mi liceo con mis compañeros de clase. Compartimos muchos momentos de nuestro tiempo libre con los mejores amigos en la biblioteca. Amigos que conservo hasta hoy y uno de ellos es mi compañero de vida.

.. En la escuela tuve horas semanales de lectura libre en la biblioteca, además de muchos cuentacuentos (de profesores y especialistas). Ahí empezó mi afición por la lectura.

.. En el instituto, la biblioteca era una habitación llena de libros acumulando polvo. Había cero interés en acercarnos a la lectura, y eso, junto con los libros obligatorios hizo que muchos empezaran a abandonar la lectura.

.. Libros nuevos: el olor al principio de curso.

.. Cómics de Astérix y Obélix llevados a casa el fin de semana, desde el aula de clase.

.. Las clases empezaban con canciones y terminaban con la recitación de las tablas de multiplicar.

.. La biblioteca estaba justo al lado del comedor, donde nos daban el desayuno y los libros olían a leche y galletas “María”.

.. Descubrí un libro sorprendente en un cajón de trastos, de cosas viejas por tirar. El libro no tenía portada, tenía algunas ilustraciones en blanco y negro, pero me llamó poderosamente la atención y leí sus primeras páginas. Poco a poco, me ganó el entusiasmo y seguí leyéndolo porque me atrapó. Más tarde, entendí que se trataba de “El Principito”.

.. La biblioteca, en mi época de estudiante, era como entrar a un bosque encantado, donde podías encontrar mil caminos.

.. A los pocos días de iniciar la primaria, la profesora nos comentó que iniciaríamos nuestra biblioteca de aula y que para ello, cada alumnos deberíamos llevar un libro. Estábamos únicamente obligados a leer uno a lo largo de la evaluación y tres en el curso académico. Recuerdo que fui de las pocas que leyó más de los indicados, que muchos se repetían y que prácticamente en su totalidad eran de “El Barco de Vapor”.

.. Todos los niños y niñas, el Día de las Letras Gallegas, preparábamos a lo largo de varias semanas, trabajos, murales…, sobre el autor, usando el material de la biblioteca. Eran los únicos momentos en los que nos llevaban a la biblioteca.

.. Recuerdo que en la primaria teníamos una biblioteca llamada “El rincón de lectura”. No sé por qué, pero ahora que lo pienso, creo que nunca tomé ninguno de los libros expuestos allí. Quizás solamente los contemplaba y no les veía ninguna importancia.

.. Solamente una o dos veces entré a la biblioteca de mi preparatoria, pero no necesariamente para leer, sino para hacer alguna tarea solamente; ni siquiera para consultar alguna información.

.. En el primer colegio donde estuve, no recuerdo la existencia de una biblioteca. Creo que la formaron y abrieron cuando estaba en 5º o 6º, pero no nos llevaban ni sabíamos cómo se utilizaba. Recuerdo haber ido alguna vez, pero es muy vaga la experiencia.

.. En el segundo colegio en el que estuve, me acuerdo muy bien de una vez que nos llevaron a la biblioteca y a la entrada había una mesa llena de libros, de distintos autores. Nos pusieron a escoger un autor para trabajar en el año. De esta manera, descubrí a Saramago.

.. Una profesora de filosofía me enseñó el álbum ilustrado “Yo vivía en el fin del mundo”. Yo desconocía los álbumes ilustrados y resultó ser una fascinación y un aprendizaje para toda la vida.

.. Me regalaron un marcador que decía: “Con mis deseos de que marques páginas de libros muy interesantes”. Fue mi maestra de Primaria.

.. Las grandes amistades que empecé a formar en infantil y que se fueron fortaleciendo con los años en Primaria, Secundaria, Bachiller… Hoy en día, siguen formando parte importante de mi vida, siendo verdaderas amigas.

.. Mi profesora de infantil, Isa, marcó en mí un buen recuerdo de esa etapa haciéndola especial. A pesar de los años, cuando coincidimos, seguimos saludándonos con mucho cariño. Para mí fue un ejemplo a seguir y una motivación para convertirme en maestra de educación infantil.

.. Para mí la biblioteca tenía la bruja más despiadada de todas las historias: la bibliotecaria.

.. Libros en la escuela es igual a memorizar detalles que jamás recordé.

.. Emocionada por mi primer día de escuela, por estrenar mis útiles y por seguir el ejemplo de mis hermanas y de mi hermano mayor, me dirigí al medio día a mi nuevo segundo hogar, la Escuela Pública Bello Horizonte en Bogotá. Allí, mientras la directora nos daba la bienvenida en el patio de recreo, todos los estudiantes en su respectiva fila, ordenados por cursos, me di cuenta de un accidente: de la emoción, oprimí tanto mi maleta que todos mis cuadernos habían sentido la caricia del banano que había llevado para comer durante el recreo.

.. Trabajar en promoción de lectura (con niños, niñas, primera infancia y capacitación de mediadores) es la experiencia más gratificante de mi vida.

.. No recuerdo haber ido a la biblioteca durante mi época escolar y de formación básica. No había biblioteca.

.. Mucho tiempo perdí por no visitar a los libros. Ahora que los conocí siempre quiero traer uno conmigo.

.. De tanto ir a la biblioteca a esperar a nuestras hermanas para irnos a casa, la bibliotecaria nos permitió entrar a tocar los libros, mirarlos y escoger el que más nos gustaba.

.. Los libros son costosos en Colombia. Como mi hermana y yo estudiábamos el mismo grado, debíamos compartir los libros; una lo leía primero que la otra y había que hacerlo rápido. Siempre nos fue muy bien en español y literatura.

.. En la escuela secundaria teníamos libros antiguos, muy antiguos, porque el colegio era antiquísimo. Tenían un olor exquisito a libro viejo. La biblioteca era antigua también y estaba sobre el antiguo teatro del colegio. Había que recorrer varios pasillos hasta que llegábamos a una sala desde la que se accedía a la biblioteca. ¡Era como recorrer un laberinto!

.. En mi escuela, cuando era pequeña, mandaban a la biblioteca a los niños que querían castigar y era lamentable. Había pocos libros, pero la tía era muy amorosa y a algunos nos daban ganar de ir. Su esposo era mi profesor de historia y daba una clase muy entretenida, y quizá por eso desde chica que amo la historia y conocer los procesos que ocupan largo tiempo para configurarse.

.. Un día no quería ir a la escuela para no dejar solo  a un libro de colorear que me había regalado mi madre.

.. Todas las tardes, mi maestra nos leía un cuento en el patio de la escuela. Un día enfermé y seguí la lectura desde la ventana.

.. Yo solo leía / la naturaleza. / De libros llevaba / vacía la maleta.

La escuela campera / proveía lecciones / que ilustran las mentes / no los corazones.

Porque, ¡qué tristeza! / sentir el alma vacía / ni un libro de cuentos / siquiera tenían.

.. Los libros, la biblioteca / ¿dónde guardan?, pregunté / me respondieron: no existen / nadie me explicó por qué.

.. Nunca en el colegio fomentaron la lectura de libros y tampoco existía una biblioteca escolar donde asistir…

.. Recuerdo las lecturas de mi infancia en la escuela, porque había mucho fomento de los libros, con intercambios entre alumnos, a partir de recomendaciones facilitadas por las profesoras. Gracias a esa iniciativa tenía acceso a la lectura escolar de tres títulos por trimestre, con libros divertidos, no muy largos y motivantes.

.. El recuerdo de uso de una biblioteca escolar es inexistente. Sí, de aula, pero con restricciones de tiempo. La biblioteca escolar no estaba dinamizada y ocupaba una zona de paso. Era expositiva, poco práctica.

.. Un buen recuerdo asociado con escritura y libros fue cuando mi profesor de lengua me exaltó por producir párrafos bien logrados. Tendría yo 15 años. Era, además, mi profe de francés y aún en este idioma también los lograba hacer bien. Ambas experiencias me suscitaron retos. Hoy soy profesor de lectura y escritura.

.. Tendría yo seis años cuando mi profesora de lengua castellana llama a mi madre y le dice que yo no sé leer. Mi madre muy enojada me castiga y yo alejo de mis afectos a esta profesora. Años más tarde, mi madre me dice que lo raro era que yo sabía escribir (colocar grafos). Siendo profe yo ahora, reflexiono y digo sí sabía leer, solo que desde otra teoría; y el castigo me alejó de la profe y me acercó a mi madre; esta se volvió mi relatora.

.. En la escuela fui a la biblioteca para esperar a mis padres a que me recogieran al final de las clases. Yo estaba en 5º de Primaria. Allí observaba un diccionario que me gustaba mucho, lleno de imágenes y buscaba en el abcedario todos los dioses griegos y romanos, las musas y los seres fantásticos como los unicornios y los enanos. Trataba de crear una colección con esos seres en un cuaderno viejo.

.. Casi a los 17 años, justo antes de que terminara el año escolar, fui a la biblioteca y entre los libros sugeridos, aparecía un libro que era una antología de cuentos sudamericanos. Allí pude leer mi primer cuento de Julio Cortázar: “Carta a una señorita de París”. Fue emoción total.

.. En la época de Primaria, recuerdo con entusiasmo unas sesiones de lectura en las que parte del equipo del CEPLI vino a realizar las aplicaciones de las guías de lectura de Matilda y del Hombrecillo de papel, Rompían la monotonía y hacía que disfrutáramos del libro y de las actividades.

,, En el colegio solo se nos permitía ir a la biblioteca en el tiempo de recreo. Aprovechábamos los días más fríos, visitándola como refugio. Resultaba muy apasionante reunirse allí con gente de todas las edades y con personal que no era profesorado.

.. El primer libro que compré con mi dinero fue “La gama ciega”, una de las historias de Horacio Quiroga que me contaba mi padre por las noches. Fue en una pequeña feria de libros infantiles que organizó la directora.

.. Las tareas las realizaba en la biblioteca, cuando chica. Íbamos con mi amiga Alicia y siempre al salir nos quedábamos en la esquina porque en la misma cuadra estaba el cine erótico y el sex shop. Pensábamos que podríamos encontrarnos con alguien y luego podríamos extorsionarlo.

.. La primera vez que un profesor “escapó” de la rigidez de las lecturas curriculares, desafortunadamente, eligió un libro / autor poco adecuado para la madurez de sus alumnos. Aún no he conseguido leer a Paul Auster a gusto…

.. Recuerdo la biblioteca de mi colegio cerrada como aula de castigo, o de estudio cuando estabas exento de una asignatura, sin opción de préstamo y sin bibliotecario. Mi sensación fue…, tanto conocimiento inalcanzable, desperdiciado, encerrado en vitrinas.

.. Recuerdo la biblioteca del instituto, como primer lugar al que acceder a libros importantes y que respondían a mi curiosidad como lectora adolescente. Y recuerdo los libros de “El Barco de Vapor”, de la serie naranja, en la biblioteca del cole.

.. Recuerdo, durante la escuela primaria en Argentina, en una escuela rural con única maestra, con todos los grupos (grados) a su cargo.

Se organizaba y exploraba la biblioteca escolar entre todos. Elegíamos, por medio del voto, hombre de la biblioteca. Se organizaban entre todos los préstamos y registros. Fue en el gobierno militar.

.. Me separaba de mis amigas de juegos para golpear la puerta de la pequeña biblioteca, que olía a papel y que constituía un placer visitar, para luego superar la barrera de la bibliotecaria y conseguir el libro que me llevaría a casa para leer, tranquila, sin apuro, en soledad. Salía de la biblioteca con mi tesoro en la mano y me olvidaba de él hasta que llegaba a mi casa. ¡Cuántas veces repetí este ritual!

.. La biblioteca del colegio no era un lugar que frecuentara durante la época escolar, porque no era amplio, tenía pocos libros y muy viejos. Ir a la biblioteca era una actividad relacionada con la proyección de algún documental. Para otros significaba un castigo porque se habían portado mal durante una clase y eran enviados hasta allí por un profesor.

.. Era mejor sacar los libros (prestarlos) y leerlos durante el recreo, que leerlos dentro de la biblioteca, porque era muy pequeña.

.. Mi madre me llevaba a la biblioteca Palafoxiana en Puebla (México). Leía poesía para mí y me mantenía en contacto con los libros. Pero esto no sucedía en la escuela. Nunca acudí a la biblioteca escolar y mi relación con el recinto educativo era frío y muy tedioso.

.. Tenía nueve años y todos los niños se reían de un cuento que veían. A mí solo me interesaba leer sobre animales en revista de National Geographic.

.. Me llenaba de emoción, a los quince años, entrar en la biblioteca y encontrar cientos de ejemplares de mi libro favorito, “The Catcher in the Rye”. Me lo leí tal vez diez veces.

.. Desde pequeña, la lectura se volvió “el lugar del no problema”. Cuando era niña, me daban muchos ataques de asma y solo cuando leía lograba abstraerme de los médicos, la clínica y las enfermeras. De ahí en adelante, leer es “el lugar de la paz”, donde hay historias pero no problemas.

.. Los libros que más me han influenciado en mi etapa escolar no han sido ninguno recomendado o sacado del centro escolar; sino de la “biblioteca” de mi abuelo y cuentos de hadas tradicionales de mi madre (contados o reproducidos por ella).

.. Recuerdo que la biblioteca escolar que más me gustaba era la propia de clase, donde cada alumno traía un libro de casa (el que más le gustara) y se intercambiaban y hacían préstamos, que comentábamos posteriormente en clase.

.. En la escuela tuve un profesor llamado Osvaldo Santander; risueño, él me enseñó a leer. Con libros de terror, él me cautivó.

.. En casa, mi abuela conmigo compartió un bello libro rojo, que en un concurso ganó y que siempre atesoró…

.. Recuerdo en mi infancia que en mi escuela faltaba uno de los espacios más transitados por mí, fuera de ella: la biblioteca. A pesar de ello, mi maestra siempre tenía sobre su mesa un libro de cuentos que cambiaba cada semana y al que nosotros nos acercábamos para descubrir qué nueva historia encerraban sus páginas.

.. Cuando crecí, mi colegio sí tenía biblioteca escolar, pero mi sorpresa vino cuando descubrí que, a pesar de tener ese espacio, los libros no formaron casi nunca parte de nuestra actividad académica.

7 comentarios

Mariano -

¡Qué agradable sorpresa, Mónica!, ja, ja. Y de paso desmientes mi afirmación de que “luego nadie me escribe”. Bueno, la verdad es que lo hacen muy pocas personas; incluso dejan de hacerlo aquellas que dicen vehementemente que sí que lo harán, je, je. Tampoco tiene más importancia, porque luego cada cual se sumerge en lo cotidiano, en las urgencias del día a día y, como ya no tenemos práctica en practicar la correspondencia, pues lo vamos dejando... Me alegro mucho que me hayas escrito esta carta para ponerme al día de por dónde va tu TFM. Seguro que harás un buen trabajo. Gracias por añadir ese BLITZ a la bibliografía que has utilizado. Si necesitas algo, me lo dices. Un abrazo y que te vaya todo muy bien.

MONICA CALVO MARTINEZ -

Buenas tardes Mariano
Mi nombre es Mónica y soy alumna del Máster del CEPLI. Tuve la oportunidad de conocerte durante el módulo presencial del mes de Julio en Cuenca. Seguramente no te acordaras de mí, pero como dato te diré que soy la chica vasca amiga de Neva.

Una vez hecha la presentación, quiero felicitarte por el trabajo, las iniciativas interesantes y por la ilusión que demostraste durante la charla que nos ofreciste. Resultaron esperanzadoras y muy motivadoras.

Soy madre de dos niños pequeños (2 y 6 años) y maestra de Educación Infantil en la red pública desde hace veinte años. Por lo que la escuela, la tengo cerca por partida doble. Creo en una escuela fuerte, llena de gente con ganas de trabajar y hacer cosas interesantes, por lo que personas como tú, reafirma mi creencia de que es posible. Gracias.

Este correo electrónico, no es únicamente para felicitarte.

Me gustaría contarte que, como ya sabrás, las estudiantes durante este segundo año, llevamos a cabo un Trabajo Fin de Máster (TFM). El tema que he elegido es: “La biblioteca de aula en E. Infantil.”
He centrado el trabajo en las escuelas públicas del Bilbao metropolitano. Estoy analizando los espacios, materiales y actividades que realizamos, así como la coordinación e iniciativas que existen con la biblioteca de centro, en caso de haberla.

Y dirás, esta chica por qué me cuenta todo esto?
Durante el presencial, me aseguraste que por muy contenta que se iba la gente del curso, nadie te escribía después. Aunque está claro que no era del todo cierto. Desde aquel momento pensé:
"A este chico le tengo que escribir, contarle cual es mi TFM y felicitarle".

Revisando la bibliografía encontré uno de tus libros: “La biblioteca escolar. Un espacio para leer, escribir y aprender”, de la serie Blitz. Lo añadiré a la bibliografía, que mejor razón para escribirte.
Aprovecho para abrazar a Ángels y Claudia.
Bueno Mariano, lo dicho, un placer
Mónica

Mariano -

Buenos días, Claudia. Me alegro de esa emoción que compartes. A veces estas frías herramientas, también sirven para eso, para remover pequeñas emociones. Gracias por tu comentario. Un abrazo.

Claudia Arcila -

Un gusto saludarlo, profesor Coronas. Acabo de entrar y me emocionó mucho ver ya publicado el recuerdo de mi primer día de escuela. Mil gracias por sus valiosas enseñanzas. Hasta pronto.

Mariano -

Ángels y Carmen:
Recién llegado de Almería de hacer un par de talleres sobre poesía en el aula, donde me he reencontrado con algunos de los profesores del máster de Cuenca, recibo vuestros comentarios. Gracias, de verdad, por vuestro reconocimiento. Para mí, acudir cada dos años a Cuenca es la oportunidad de poder inocular algo de energía y abrir algún nuevo horizonte en asuntos escolares y bibliotecarios, entre quienes acudís a realizar ese máster. Gracias por vuestras palabras, buen verano y suerte en la vida.

Carmen Veses -

El Máster ha sido para mi unas vacaciones de la vida, un encuentro con personas maravillosas a las que llevo en mi corazón para siempre. Felicidades Mariano soy Bibliotecaria pero mi primera vocación fue la enseñanza.

Àngels Sancho -

He sido alumna del Máster y me han encantado todos los recursos, consejos, profesionalidad y generosidad del señor maestro Mariano Coronas. Un gusto por compartir y felicitaciones por los recuerdos escuela-libros-biblioteca de mis compañeros y compañeras. Eternamente agradecida a este gran profesional de la enseñanza.
Saludos
àngels