Blogia
gurrion

Estampas danesas (II)

Una de las cosas que sorprende de este país es la gran cantidad de córvidos que uno puede ver, tanto en espacios ciudadanos como rurales: cuervos negros, grajos… que picotean en los parques, en las orillas de las carreteras y autovías, se posan en los edificios, etc. También los carriles bici que discurren paralelos a las carreteras y que ofrecen la posibilidad de recorrer todo el país en bicicleta. Hay muchísimas personas que se desplazan en bici y muchísimas bicicletas aparcadas por todos los sitios. Es una estampa frecuente, una o dos bicis apoyadas en la fachada de una casa, de esas con ventanas sin cortinas, madera oscura cuadriculando la fachada y el resto pintada de color. Y otro denominador común es la abundancia de árboles entre las casas de las ciudades; la proliferación de parques. Del mismo modo, nos resultó sorprendente la cantidad de campos de cereales, de hierba y de maíz que pudimos ver desde las carreteras por las que circulábamos…Sorprendente para nosotros, que en este tiempo de verano, haya algo de luz natural a las 11 de la noche y se haga de día a eso de las 3:30 de la madrugada, más o menos…

 Skagen. Se trata de la ciudad que está más al norte de Jutlandia. Desde allí hasta el final de la península (Grenen) todavía queda un trecho. Grenen es un punto especial porque allí se juntan las aguas del Mar del Norte (realmente impetuosas y erizadas) y las del Báltico, más tranquilas que las primeras. Y, además, hay una línea de color que muestra esa unión-separación de los dos mares, de las aguas de ambos mares. El viento sopla en esa latitud y en ese territorio descarnado con una fuerza extraordinaria; además arrastra arena de la extensísima playa. Se hace difícil caminar, envueltos en nubes de arena (que penetra en los bolsillos, en las mochilas, en el calzado, en la ropa, en el pelo…) Hay quien acorta el tiempo y aminora el esfuerzo de llegada a la línea divisoria marítima y disminuye el efecto del viento al realizar la aproximación, utilizando un servicio de tractores que llevan enganchados, en lugar de un remolque, una especie de vagón de tren o de autobús cerrado para evitar molestias con la marca “SANDORMEN” pintada en el lateral. Es alucinante la “procesión” de gente que camina con dificultades hasta el punto nombrado. La imagen de esa retahíla de gente, azotada por el viento es impactante. Daniel recuerda que estuvo en invierno con unos amigos, que no había nadie y que vieron una colonia de focas… Hasta ese punto septentrional de Dinamarca hemos llevado un ejemplar de El Gurrión y nos hacemos unas fotos con la revista. En el horizonte que se abre ante nosotros, se ven abundantes barcos que atraviesan esa zona marítima del Skagerrak, luego el Kattegat y los dos Belt (según estudiamos en geografía), los estrechos que han comunicado siempre el Mar del Norte con el mar Báltico y los puertos de importantes ciudades escandinavas.

 Comemos tortilla de patata y pechugas rebozadas (preparadas en el apartamento de Horsens la noche anterior), en un parquecito de la ciudad de Skagen; ciudad con casas individuales, todas con un patrón danés inconfundible: fachada de colores, con predominio del amarillo, ventanas grandes, madera cuadriculando la fachada y tejado de tejas rojas. Recorremos algunas calles de la ciudad (parece de segundas residencias), con un puerto también muy potente que no llegamos a ver porque queremos parar, al regreso en la ciudad de Alborg. Desde Horsens hasta Skagen hemos recorrido 350 kilómetros. Estos recorridos, casi longitudinales, ofrecen al viajero una radiografía bastante precisa del país; al menos de la riqueza agrícola y forestal y de algunas instalaciones industriales, centrales energéticas, instalaciones de aerogeneradores (nunca en grandes concentraciones), etc.

 Alborg. Es la segunda ciudad de Dinamarca, en número de habitantes. Le dedicamos muy poco tiempo, por razones de logística; aún así dimos un amplio paseo, en el regreso de Skagen a Horsens y también nos tomamos unos “capuchinos” a seis euros la unidad… Si vas a comprar a un supermercado, puedes encontrar alimentos a un precio similar al que pagamos en España, pero si quieres tomarte una cerveza, un café, comer, etc. en un establecimiento público, la cosa se dispara y, aunque se pague en “coronas”, a nosotros en ningún sitio nos hicieron precio especial, a pesar de ser la familia “Coronas”. Nos introdujimos en un recinto cerrado; una plaza grandiosa, totalmente rodeada de edificios “típicamente daneses”: en este caso, fachadas blancas, con muchas ventanas y cuadriculadas y triangulizadas por maderas que le daban un aspecto muy atractivo. Era la AALBORGHUS SLOT (1539), con cámaras subterráneas que pudieron servir también como refugios antiaéreos en momentos de conflicto. En origen, parece que era un establecimiento militar; ahora no había ningún signo de que actualmente se dedicara a actividades militares.

Alborg se encuentra en el interior de Jutlandia, pero hay un fiordo que atraviesa la península desde las orillas del Báltico hasta las del mar del Norte. En realidad, lo que queda hacia arriba sería técnicamente una isla… Paseamos por la orilla del mar hacia el que se abre la ciudad con muchas instalaciones portuarias… Daniel nos había contado varias veces el famoso carnaval de Alborg, al que ha acudido un par de años, y que se celebra en el mes de mayo. Es uno de los más famosos de Europa y realmente multitudinario. Dura una semana y el final de la fiesta es un desfile que empieza ya por la mañana y en el que participan miles de personas, disfrazadas y alegres.

Con la parada en Alborg, retomamos la ruta de vuelta y parece que se nos hace más corto el viaje de vuelta hasta llegar de nuevo a Horsens. Aún tenemos tiempo de ir a comprar algunas cosillas para cenar…

Esbjerg. Es el puerto más importante de Dinamarca, en el Mar del Norte. Nuestro guía particular –Daniel- conduce el coche directamente hasta una zona de playa donde nos encontramos frente a frente con cuatro colosos blancos, sentados mirando al mar. Los reconocimos con rapidez por las fotos que él nos había mostrado de alguna visita anterior con amigos “erasmus”. La primera imagen que nos viene a la cabeza, al verlos, es la de los moais de la isla de Pascua. Ni son iguales, ni hay tantos, ni le dan la espalda al mar, pero ese porte colosal y esa expresión-inexpresión de sus rostros y su cuerpo, nos lo recuerda… Se trata del conjunto escultórico, denominado “Mennesket ved Havet”, creado en 1995 por el artista danés Christian Wiig Hansen: “hombres mirando al mar”; estatuas de 9 metros de altura que no nos cansamos de mirar y de fotografiar, desde distintos ángulos y con variadas perspectivas. La verdad es que son espectaculares y cuanto más las miras, más te llaman la atención. Delante de las esculturas hay una inmensa y estrecha playa, que ese día está casi vacía. En cuanto se acaba la arena, empieza la hierba (césped natural) y por la hierba caminamos un buen rato, paralelos a las líneas que marcan el agua y la arena. Recorremos una parte de la ciudad, con plazas amplísimas, iglesias enormes y llegamos a un cementerio-parque, lleno de setos cuidados, de árboles grandioso, de rosas de colores y una original fuente, fácil de entender viéndola fotografiada y difícil de explicar con palabras. Sorprende, en este recinto encontrar, entre las lápidas que recuerdan a  los muertos, espacios para que disfruten los que aún seguimos vivos: una muchacha tumbada en la hierba, tomando el sol en bikini; tres señoras mayores instaladas con sus sillas, una mesa y una sombrilla comiendo como si tal cosa; otros, como nosotros, paseando… Como la mayoría de las ciudades danesas; está es silenciosa, limpia, extensa, abierta… Sin tiempo de verla entera (ni mucho menos) nos subimos al coche y circulamos en dirección a Ribe. Paramos por el camino a hacer unas fotos de los campos extensos y de las instalaciones de energía eólica. En ningún sitio hemos encontrado concentraciones de “molinos”, lo que reduce claramente la contaminación visual. La carretera transcurre por extensas llanuras, en ocasiones, jalonada por tupidos setos arbolados o pequeños bosquecillos. En uno de ellos, convenientemente señalizado, paramos a comer. Encontramos, en sombra, una mesa con bancos; comemos, con la chaquetilla puesta, de los tupper que hemos preparado antes de salir de Horsens y estamos un rato de sobremesa, tras tomarnos el café. Una mañana espléndida por lo que hemos visto y por el excelente tiempo que nos acompaña. La tarde, la ocuparemos en visitar la localidad de Ribe.

 Ribe. Dice nuestro guía que es el pueblo más antiguo de Escandinavia. Bajando desde Esbjerg, en dirección a Alemania, en la misma costa del Mar del Norte, llegamos a Ribe. La ciudad, o al menos la parte que nosotros recorremos, es como un museo al aire libre. Todas las casas tienen un encanto extraordinario. Como llegamos un poco tarde, están recogiendo el mercadillo que habrá estado abierto toda la mañana. Aún vemos alguna cosa interesante, pero todos los vendedores están embalando o guardando los objetos que pusieron a la venta… Las calles, como en otras ciudades danesas están adoquinadas y limpias; las casitas de colores tienen aparcadas, frecuentemente, una o dos bicicletas apoyadas en la fachada y, con mucha frecuencia, rosales, llenos de rosas enormes y hermosas. Todos los rincones que encontramos son dignos de detener un rato la mirada y hacer alguna fotografía. La iglesia es muy voluminosa, rodeada de estatuas de notables, imaginamos y situada en un espacio abierto, sin ningún inmueble adosado que dificulte rodearla y contemplarla. Por delante de la misma pasa la calle “Skolegade” (entendemos que será “calle de la escuela”). En una de las fachadas de esta calle, encontramos una placa grande que habla de Jacob A. Riis, según entendemos, un hijo de Ribe que emigró a EEUU, donde murió (1849-1914). Fue periodista y fotógrafo y terminó siendo un filántropo. Recorremos una calle y otra calle admirando las casas que las jalonan; entramos en un parque frondoso, con una gran superficie acuática poblada por diversas aves y allí nos topamos con un busto dedicado al mismo Jacob A. Riis. Y lo más inesperado lo encontramos en un pasadizo: en el techo se ha pegado o montado un campo de fútbol y en diferentes partes del mismo están pegados gran cantidad de “clips de playmobil”; todos boca abajo. No entendemos nada, ni quién o quienes tuvieron la idea, ni con qué fin se hizo; simplemente resulta sorprendente y divertido encontrarse con ello. Las dos paredes blancas del pasadizo están llenas de grafittis, de frases en diferentes idiomas, y dibujos con lápiz, rotuladores, bolígrafos, etc.: “Love is a verb. Love is a doing word!” (Amar es un verbo. Amar es algo que hacer…). Ahora una en alguna lengua escandinava: “Hvis hun ikk ka fa´en i ae smykkeskrin ka´ hun fa´en i ae morring!”, por si algún lector o lectora puede traducirla, como recuerdo. Finalizamos con otra en inglés, esperanzadora y dulce, aunque dice Daniel que incompleta: “Life is like a box of chocolate”. Cuando abandonamos Ribe, en dirección a Horsens, volvemos a circular por buenas carreteras, jalonadas de grandes campos de cereal, hierba o maíz, separados por setos naturales de árboles y arbustos. Todo verde, todo llano…

(Continuará)

2 comentarios

Mariano -

Hola, SilviaLuz:

Tengo el recuerdo de una familia de Zaragoza que veraneaba en Labuerda en los años setenta. Eran tiempos en los que todavía no habían aparecido los turistas, puesto que a quienes venían a pasar un mes o quince días a nuestro pueblo y a otros, claro está, se les llamaba veraneantes. ¡Bueno, a lo que iba! Cada año, solían mostrarnos una especie de libro encuadernado sobre alguno de los viajes que habían hecho el año anterior. Allí veíamos, fotografías, textos (descriptivos, serios, anecdóticos, tipo pies de foto…), postales, facturas o recibos y materiales impresos que les recordaban a ellos y nos ilustraban a nosotros sobre aquel territorio al que habían viajado. Me quedó en la memoria… Total que años más tarde, cuando hicimos con Mercè el primer viaje de unos diez días por tierras asturianas, recopilé postales, folletos, sobres de café, facturas… y me dediqué en el mes de septiembre (con clases solo por la mañana) a realizar unas memorias del viaje. Compré varios pliegos de papel de barba y fui escribiendo a mano e intercalando fotos, postales, etc. Cuando estuvo todo contado, llevé las hojas a encuadernar y ese fue el primer libro de viajes. Hice dos más, siguiendo esa técnica y luego, algunos otros han quedado plasmados en cuadernos, donde también fui pegando materiales impresos y, de otros, solo han quedado las fotos y algunas postales... Esta es otra forma de contarlo, que no estaba prevista, pero que me ha apetecido en un momento determinado.
Un fuerte abrazo

Silvialuz -

Hola Mariano, querido webamigo, qué bueno es leer tus apuntes, me transporta a esos lugares, en este caso que no conozco. Yo comencé a llevar una especie de diario de viaje, en el último que hice, pero a las apuradas iba escribiendo lo más "gordo" para luego ampliarlo y completarlo, pues ahí quedó nomás, en provisorio-definitivo. Cada tanto reveo las fotos y voy recordando cosas, cómo me gustaría tener tu habilidad con las palabras!. Hasta la próxima! desde esta ventosa Patagonia, hoy más que ayer pero menos que mañana, según dicen.