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OTOÑO AMARILLO Y LLUVIOSO

Hace dos semanas, pensar en los ríos y en los embalses, era pensar en la sequía. Las imágenes que nos devolvía la red arterial del agua era la de cauces casi secos y pantanos terrosos, de suelo cuarteado por la falta de ese líquido necesario. ¡Por fin parece que ha llegado el otoño y con él, las lluvias! He visto fotografías y algún pequeño vídeo de los ríos sobrarbeses: Ara, Cinca, Bellós… Imagino que el Irués, el Barrosa y, más abajo, el Susía, también debían llevar buenas “tumbadas”. El ímpetu con el que las aguas se deslizaban por el cauce parecía sobrecogedor. Siempre que no se desborde, poniendo en peligro la vida y las haciendas, la fuerza imparable del agua de los ríos pirenaicos es un espectáculo grandioso.

Los pantanos, por su parte, van recuperando –poco a poco- esa cuota de agua que los convierte en espectaculares lagos artificiales, superando la imagen deprimente de “cementerio marino” que tenían en los últimos tiempos.

En el post anterior empecé hablando del Cinca y del Ara, y hoy hago lo mismo, pero con nuevas perspectivas. Hoy, hablar de los citados ríos es para celebrar que han recobrado su auténtico sentido y que hacen honor a su nombre. Hoy, llevan agua a raudales y alimentan los embalses y la esperanza, acabando, momentáneamente con el fantasma de la sequía.

 El pasado fin de semana anduvimos por las comarcas del Pallars Jussà leridano y por el Sobrarbe oscense. Si hay un tiempo en el que se está bien, bien, por esos parajes, ese es el otoño. En esta estación, el marco de referencia cambia sensiblemente: no hace todavía un frío extremo; ha desaparecido ese calor angustioso del verano; si sales a caminar, estás viendo casi permanentemente, paisajes con coloraciones luminosas; apetece encender el fogaril y rodearlo para apropiarse del calor del fuego; apetece refugiarse en la intimidad de la lectura o de la escritura…

 1. En Figols de Tremp aún pudimos coger almendras, ordeñando a mano las ramas bajas de los árboles, y cascar algunos kilos de la cosecha del año pasado. Esas son tareas que, si no te va en ello la supervivencia, se hacen en horario de conveniencia y resultan relajantes. Siempre recuerdo que, estudiando en el Instituto de L´Aínsa, en esta época, nos acercábamos a una finca de Labuerda, en la que el dueño tenía cientos de almendros grandes y después de que los hubiera “cogido”, nos daba permiso para ir a “respigar” (recoger aquellas almendras que habían quedado por el suelo y que él no pensaba coger). Como eran tiempos de economía escasa, pero racional, íbamos con mi hermana uno o varios sábados por la tarde y llenábamos una canasta grande cada día, con cuya venta podíamos comprar unas zapatillas, por ejemplo. Hoy, con una canasta de almendras, es posible que nos dieran, no unas zapatillas para cada uno, sino los cordones de una de ellas…

 Uno de los espectáculos naturales más interesantes al que uno puede asistir en este pequeño pueblo que he nombrado –Figols de Tremp, el pueblo de Mercè- es al planeo majestuoso de una nutrida bandada de buitres leonados que, cada día, se acercan al vertedero comarcal y lo sobrevuelan y se posan en él, buscando alimento. En ocasiones se detienen en una pequeña formación de robles que se hallan dentro del perímetro alambrado de la instalación y uno puede acercarse un poco a fotografiarlos, a verlos despegar desde cerca y a sentir su inquietante presencia. Son aves que alcanzan casi los tres metros de punta a punta, con las alas extendidas. Observarlos desde la terraza de casa con los prismáticos es también un gozo. Son aves con un poderoso vuelo, capaces de permanecer “una eternidad” planeando sin mover las alas, jugando con las corrientes invisibles de aire.

 En Figols no hay una vegetación exuberante, pero podemos encontrar un amplio catálogo de árboles que, en este tiempo, semejan llamaradas: moreras, nogales, arces, almeces...; robles que andan cambiando de color, almendros, higueras, parras y cepas y muchas encinas que ponen a los tonos amarillos, rojos, anaranjados… un fondo oscuro reivindicativo, como diciendo: “¡Que los de hoja perenne seguimos aquí!” La estancia en un lugar tan apacible, cuando llega la temprana noche otoñal, se complementa con la posibilidad de hojear documentación “histórica” que tengo allí archivada, entre la que me voy encontrando con frecuencia materiales que ya no recordaba que guardara (en muchos caos, ni recordaba que los hubiera hecho). Muchos de ellos, la gran mayoría, tiene que ver con el trabajo en la escuela, tanto de Mercé como mío y esa “enfermedad” de guardarlo casi todo... Como también guardo libros, revistas, recortes y suplementos de prensa, las posibilidades de leer, hojear, anotar y escribir aumentan considerablemente y el tiempo siempre parece poco para satisfacer la curiosidad que se acrecienta a medida que se abren nuevas cajas o carpetas y aparecen a la vista nuevos documentos…

 2. Como el fin de semana era largo (puente de Todos los Santos), desde Figols nos acercamos a Labuerda, con similares intenciones. Allí está mi campamento base y siempre falta tiempo para revolver, remover, releer, remirar… diversos tipos de documentos que uno atesora, no con la suficiente organización que desearía (sobre todo, por falta de tiempo, o eso es lo que me digo), pero que proporcionan momentos de plácida lectura o de agradable sorpresa. En Labuerda nos esperaban algunos chaparrones que anunciaban lo que el resto de la semana ha acabado siendo: un temporal de otoño con considerable intensidad.

Un paseo por la huerta y la orilla del río, permitió tomar algunas fotos muy, muy otoñales. Algunas formaciones de chopos (éstos sí, como antorchas encendidas) estaban realmente esplendorosos; y no sólo por ese amarillo flamígero de su estampa, sino por la alfombra del mismo color que se forma en el suelo, como consecuencia de la incesante caída de las hojas. El contraste entre el verde de los prados y huertos con el tono de las hojas de los árboles que los jalonan resultaba muy atractivo. Luego estaban las voluminosas moreras y los enormes nogales, en cuyas copas convivían sin problemas hojas verdes con otras amarillas y tonos intermedios, ofreciendo una imagen realmente hermosa. Algunos caminos, jalonados por diferentes ejemplares de un “arbol de infancia” -el almez-, llamado laitonero o litonero presentaban también bellas y reconfortantes imágenes otoñales. Le llamo “árbol de infancia”, por el aprecio que teníamos hacía sus frutos: los “laitones”,  “litones” o “litóns”. Aunque son poco carnosos y haría falta comerse el “laitonero” entero para saciar el hambre, son gustosos y tiene dentro un hueso esférico (el “ruejo”) que los convertía en valiosos proyectiles, cuando eran disparados con un canuto de caña, contra la nuca, la cara o las piernas de algún compañero descuidado.

 Recordaba, estando en Labuerda, que desde la biblioteca escolar del colegio íbamos a trabajar este trimestre en torno al Año Internacional de los Bosques y aproveché para montar una presentación, destinada a mis alumnos y alumnas, que podéis ver, pinchando en el título de la misma: El bosque.

 Y, hoy sábado, aquí en Fraga, después de las lluvias de estos dos días pasados, el cielo sigue nublado y en cualquier momento podría volver a llover…

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 P.D. Pero no es el único sitio donde llueve. La actualidad informativa sigue produciendo una lluvia incesante de noticias nada agradables. En el juicio contra varios etarras, la jueza que presidía el tribunal, después de ver con qué desprecio y “alegría” escuchaban los acusados, a la viuda del asesinado, relatar dolorosamente el momento de la muerte de su marido, se le escapó aquello de “Y encima se ríen estos cabrones”… Y, por lo visto, eso no se le puede decir, ni en voz baja, a un asesino. Pues yo también lo pienso cada vez que los veo (en ése y en otros juicios) con esa actitud prepotente, despreciativa e indecente.

Hoy he visto una foto en la primera página de los periódicos de Adoración Zubeldia, la viuda que ha tenido que repetir la declaración por la dimisión de la jueza y esa mujer nos deja un gesto de valentía, deteniéndose –una vez terminada su declaración- a mirar cara a cara a los asesinos de su marido. Algunos gestos nos devuelven el valor de la dignidad, eso que no cotiza en bolsa, pero que nos diferencia de los salvajes y de los cobardes.

2 comentarios

Mariano -

Buenas tardes españolas, Silvia Luz:

Siendo como eres una “escribidora fiel” en este blog, es cierto que te encontraba a faltar… Imagino que tu viaje fue inolvidable. Ya pude ver algunos álbumes de fotografías que habías hecho en las distintas ciudades que visitasteis; magníficos documentos para activar recuerdos y compartir conversaciones.
Por aquí, como puedes imaginar, con tareas más cotidianas y aprovechando los fines de semana o algunos puentes para acercarnos a otros lugares y disfrutar de las –ahora- geografías otoñales… Esos tonos decadentes, algo lánguidos me encantan. A mí siempre me ha gustado mucho el otoño y cada año lo celebro con devoción.
Ya sabes que aquí podemos encontrarnos siempre que quieras. Un abrazo.

Silvialuz -

Hola Mariano!
Hace tiempo que no leía tus post, una por el viaje de un mes que pudimos realizar por esas tierras, y otra porque al llegar ves que se te juntaron montañas de cosas por hacer. Es que cambia la temporada, pasamos del invierno al verano casi sin transición y así como vos ves el paisaje otoñal tan colorido, nosotros llegamos con las flores a full, aunque ya por el calor van quedando menos.
Otro tema que nos lleva tiempo es el de los nietos, ya pudimos verlos y disfrutarlos a los dos, que, a decir verdad y acá entre nos, los mejores momentos son los de llegada y los de partida, jeje.
Espero, Mariano, seguirte más de cerca y disfrutar de los paisajes con la imaginación, ya que no pude verlos directamente. Un abrazo calurossssoooooo! (hoy 33ºC)