Hoy es 23 de abril y he recibido por correo electrónico varios mensajes con archivo, de algunas amigas, de algunos amigos. Todo ellos contienen un recuerdo relacionado con el libro: un poema, un breve texto, una fotografía sugerente o una sencilla presentación y el deseo unánime de que pase un feliz Día del Libro.
Pero, ¿cómo celebrarlo? En mi caso, me he levantado en Labuerda (tras asistir ayer tarde a una ceremonia de entierro de un familiar) y con la ayuda de Daniel, hemos reparado un pequeño problema en el tejado de la casa. A continuación, antes de iniciar el camino de regreso a Fraga, he cortado una buena bolsa de espinacas de un pequeño bancal que cuida mi cuñado Jesús. Iniciado el viaje, hemos comprobado el aumento esperanzador del nivel de agua en los pantanos de Mediano y El Grado, para detenernos en el bar El Estanco de Lo Grau. Allí, hemos almorzado con fundamento acompañados por una nutrida peña de moteros. Reiniciado el viaje, hemos constatado el cambio en el colorido de bancales de cereal o de frutales, tras las recientes lluvias: la ribera del Cinca está preciosa estos días de finales de abril. Una vez en Fraga, hemos pasado por casa a dejar algunas cosas y hemos ido al campo de fútbol, donde jugaba Daniel con el equipo de juveniles, contra Graus. El resultado ha convertido el partido en un paseo intranscendente (victoria por 8 a 2). Cuando hemos regresado a casa eran ya cerca de las cinco de la tarde. Descansar un rato del ajetreo del día parecía obligado, así como responder, después a algunas obligaciones. Preparo algunos envíos de boletines y revistas; reviso el curso “on line” del que soy tutor y selecciono cinco textos para completar este “post” y poderlo publicar en el blog… Una vez hecho lo anterior, caigo en la cuenta de que es el Día del Libro y que deberé leer un rato para que mi conciencia se sienta tranquila y no me reproche que, como maestro y persona comprometida con la cultura debo dar ejemplo. De tal modo que he tomado en mis manos el libro de Gioconda Belli: “El pergamino de la seducción” y voy a darle un apretón para “soltar dos palomas de una vez”: cumplir reglamentariamente con la celebración, honrando simultáneamente a Cervantes y a Sakespeare y avanzar un libro que deberé terminar antes del martes de la semana que viene: día de la próxima reunión del grupo de lectura NOSOTRASLEEMOS. A continuación, copio cinco citas para invitar a leer, otro de mis compromisos con el “mundo”:
- “A pesar de que en la civilización actual se percibe en muchos aspectos una necesidad cada vez más clara de difusión del libro y de reflexión sobre la buena lectura, el tiempo libre dedicado a ésta es limitado, absorbido en gran parte por otras formas culturales y recreativas. Una vida cada vez más caótica y convulsa, la rápida y perturbadora presencia de otras formas de ocio más cómodas y accesibles y, en general, el predominio de la imagen sobre la palabra han contribuido a crear una situación en la que la lectura “noble”, no simplemente de consumo y entretenimiento o utilitaria e instrumental, está marginada y olvidada, al menos en determinados niveles de estratificación social y en ciertas franjas de edad. Con todo ello, no es lógico enfrentar en términos de oposición y menos de valor pedagógico, libro y medios de comunicación, o palabra escrita e imagen, lenguajes de naturaleza intrínsecamente diferente. El libro es fuente y expresión de humanidad, de racionalidad y crítica, garantía de la libertad de pensamiento y de un ordenado progreso social y civil, baluarte de los principios básicos de la convivencia democrática y, como tal, rechazado y aborrecido –salvo cuando se servían de él- por los regímenes autoritarios”.
(Fragmentos sacados del libro “Literatura infantil y Juvenil” de Ángelo Nobile. Madrid: Ed. Morata, 1999)
- “Una de las mejores formas de leer poesía es hacerlo en voz alta. Es preciso leer toda gran poesía en voz alta, sea a solas o en compañía. Hago de nuevo hincapié en los goces de la memorización, inmensa ayuda para la lectura de la poesía. Confiado al recuerdo, el poema nos posee y así podemos leerlo con más atención, que es lo que exige la gran poesía para dar sus recompensas. Conozco a muchas personas que andan por la vida recitándose poemas con la convicción de que poseer un poema y ser poseías por él las ayuda a vivir. La marca más frecuente de nuestra condición es la soledad. ¿Cómo poblaremos esa soledad, entonces? La poesía puede ayudarnos a hablar más plena y claramente con nosotros mismos y a oír, como de pasada, esa conversación. Leemos para encontrarnos, y en ese proceso a veces descubrimos que somos más profundos y más extraños de lo que creíamos.
- “Nunca sentí yo esa contraposición de lo vital y lo libresco que parecen encontrar otros. Una lectura ha sido en todo instante para mí experiencia de calidad análoga a la de un paseo por el campo, la visita de un museo, el viaje a ciudad desconocida, una comida en compañía o en soledad, quizá alguna enfermedad y su consiguiente convalecencia, un concierto, una conversación amistosa…, cosas todas que pueden ser tan memorables o tan triviales como la lectura de tal o cual libro. Y de igual modo que la repetición de una de esas experiencias no llega a ser nunca mera y verdadera repetición, pues jamás resultará idéntica a la precedente, tampoco el mismo libro vuelto a leer en circunstancias diversas o a distintos niveles de edad o en otro estado de ánimo, podrá ser ya el mismo libro, sino un libro tal vez totalmente distinto. Quizá a todo el mundo le ocurre lo mismo en una medida u otra; yo digo lo que a mí me pasa: para mí, toda relectura viene llena de sorpresas”.
(“De mis pasos por la tierra” – Francisco Ayala. Barcelona: Punto de Lectura, 2006)
- “Para quienes carecen de poder, lo importante es tener un sueño (...). Es cierto que si no posees el poder, un simple sueño no transforma el mundo ni hace desaparecer los muros, pero te ayuda a conservar la dignidad”.
(“Sueños en el umbral” de Fatema Mernissi)
- “Somos sólo palabras, palabras que retumban en el éter, dijo Félix. Palabras musitadas, gritadas, escupidas, palabras repetidas millones de veces o palabras apenas formuladas por bocas titubeantes. Yo no creo en el Más Allá, pero creo en las palabras. Todas las palabras que las personas hemos dicho desde el principio de los tiempos se han quedado dando vueltas por ahí, suspendidas en el magma del Universo. Esa es la eternidad: un estruendo inaudible de palabras”.
(“La hija del caníbal” de Rosa Montero)
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Autor: celia
Fecha: 24/04/2008 23:56.
Autor: Aletheya
Fecha: 27/04/2008 12:28.
Autor: Mariano
Fecha: 27/04/2008 16:34.
Autor: Mari Carmen
Fecha: 29/04/2008 10:34.
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