Ayer por la tarde regresamos de un largo periplo peninsular. Mil setecientos kilómetros recorridos (“conducidos” todos por Mercè, claro) en seis días. El pasado 28 de junio por la tarde llegábamos a Santander y nos alojábamos en el Palacio de la Magdalena: ¡qué preciosidad de lugar! Asomados a la ventana de la habitación veíamos delante el Cantábrico inmenso y la isla de Mouro y barcos grandes que llegaban a las inmediaciones del puerto santanderino y otros pequeños, con vela o sin ella, con un solo tripulante, que se perdían en el horizonte... El Palacio de la Magdalena es la sede de la UIMP (Universidad Internacional Menéndez Pelayo) en Santander y un lugar emblemático. Hacía cinco años justos que pisé ese lugar por primera vez, para participar entonces en un curso sobre “La literatura infantil y juvenil, un recurso para el fomento de la lectura”. Esta vez todo era más hermoso todavía porque no iba solo, me acompañaba Mercè y eso suponía disfrutar del entorno y de los momentos en la mejor compañía. El objetivo del viaje era participar en el curso “La biblioteca escolar como espacio de aprendizaje”, dirigido por Dolores González. Mi actuación cerraba el citado curso y tuvo lugar el día 29 de junio a las doce de la mañana. Las dos ponencias de ese día se habían reservado a maestros de Primaria que iban a explicar el funcionamiento y el trabajo desarrollado en las bibliotecas de los centros de trabajo. Primero fue Antonio Tejero (el bueno) el que habló de la biblioteca escolar del Colegio Público “Miralvalle” de Plasencia, en Cáceres y luego fui yo quien conté las aventuras de la del Colegio Público “Miguel Servet” de Fraga (Huesca). Dábamos una visión práctica y real a lo que los alumnos y alumnas habían ido trabajando en los días anteriores con otras profesoras y con otros profesores. Guardamos un recuerdo imborrable (y preciosas fotografías) de nuestra estancia en Santander, en un entorno muy familiar para mí por pasear, cada dos años, todo el perímetro de la Península de la Magdalena con los chicos y chicas de sexto con motivo del viaje de fin de Primaria que hacemos por esas tierras (este mismo curso, el día 22 de mayo anduvimos por esos parajes). Tuvimos la oportunidad de compartir unas horas y una cena con nuestros amigos José Luis Polanco y Chus y recibir en nuestras manos, como una auténtica primicia, dos ejemplares del número especial (79-80) de la revista PEONZA (Revista de Literatura Infantil y Juvenil), recién recogida en la imprenta. Ese número es un monográfico titulado “Literatura y compromiso”, en el que tengo el gusto de participar con un artículo titulado: “Literatura y compromiso. Algunas estrategias desde la escuela”, páginas 40-46.
El día 30 salimos hacia Bilbao para visitar el Museo Guggenheim. Tras el error inicial de no encontrar la salida adecuada, resultamos muy favorecidos por el azar porque entramos por otro sitio y fuimos a aparcar delante mismo del monumento, ¡qué divertido y qué suerte! Recorrimos pausadamente el interior (cosa que yo nunca había hecho porque lo había visitado tres veces, pero siempre con una treintena de chicos y chicas de sexto de primaria). Caminamos a través de las estructuras metálicas que forman “La materia del tiempo” de Richard Serra; admiramos la grandiosidad de los cuadros de Anselm Kiefer y también la minuciosidad de los grabados de Alberto Durero, como principales elementos expositivos. El museo es espectacular desde el exterior y también lo son los espacios y las estructuras interiores. Mercè que lo veía por primera vez quedó impresionada y encantada y yo también experimento esas sensaciones cada vez que lo veo.
El siguiente destino era la ciudad de Vitoria, tan alabada (no sólo porque sea de la provincia de Álava) y aún desconocida para nosotros. Llegamos el 30 por la tarde y permanecimos allí hasta el día 2 de julio por la mañana. Descubrimos realmente una ciudad especial: muchísimas zonas verdes: parques grandes, parques medianos, arboledas, paseos arbolados, zonas de césped... Un patrimonio arquitectónico restaurado y reutilizado como centros culturales, zonas de exposición temporal, museos permanentes.... Muchas calles peatonales que propician el encuentro ciudadano, el que la gente salga de sus casas (vimos una ciudad muy viva, llenas sus plazas y calles de personas paseando, charlando, niñas y niños jugando...); construcciones de alturas razonables, que se atienen a parámetros amables, concordantes con las del entorno... Visitamos museos, exposiciones, calles y plazas y recorrimos espacios verdes con admiración y sorpresa y nos fuimos con una sensación muy agradable de haber visto una ciudad (la capital administrativa del País Vasco)que se ha construido y se construye con otros parámetros distintos de los habituales. Una ciudad para tomar ejemplo...
Desde Vitoria viajamos a Cuenca: quinientos kilómetros de distancia y varias horas de viaje separan estas dos capitales de provincia. En esa ciudad de Castilla-La Mancha se celebraba la vigésima edición de los Cursos de Verano de la UCLM (Universidad de Castilla La Mancha). Uno de esos cursos, dirigido por Pedro Cerrillo llevaba el título de “Animación y mediación lectoras: recursos y estrategias”. Pedro me había invitado a realizar un taller (repetido dos veces), el día 3 de julio por la tarde y el 4 de julio por la mañana. El taller llevaba por título: “Acciones para intervenir en bibliotecas escolares e infantiles”. Allí la estancia fue muy grata también. Coincidimos con Carmen Utanda, con Juan Mata, con Antonio García Teijeiro, con Santiago Yubero y con Gemma Lluch, otros ponentes del mismo curso, con quienes pasamos inolvidables veladas y con quienes nos hicimos inolvidable fotos. La respuesta al taller que ofrecí fue muy entusiasta y admirativa (y no está nada mal que yo lo diga). Llevé, como suelo hacer, una maleta y dos grandes carpetas repletas: materiales de apoyo al trabajo en la biblioteca, libritos diversos, cuadernillos de trabajo, boletines, marcapáginas especiales, guías de lectura, álbumes de cromos, libros colectivos, libros gigantes... Todo lo que he ido guardando a lo largo de los años y que tanto aprecian los asistentes a estos eventos... Nos alojamos en el casco antiguo de la ciudad, muy rehabilitado ya y que ofrece vistas espectaculares, de las hoces del Júcar y del Huécar y de tantas casas construidas sobre el abismo (y no sólo las famosas casas colgantes). Los paseos nocturnos (en noches frías de julio) y diurnos fueron muy agradables y muy variada y rica su gastronomía de la que degustamos muchas muestras. Nos encontramos en todo momento entre amigos y regresamos con un buenísimo sabor de boca.Ayer, por la tarde, como decía al principio, día 4 de julio, regresábamos de nuevo a Fraga, después de seis días de viaje emocionante, con las bibliotecas escolares como motor de todo ello.
P.D. Ya me he aficionado a esto de la post-data. El pasado año para estas fechas, acabábamos de iniciar en Labuerda, la redacción del documento que presentaríamos el día 9 de julio (por procedimiento administrativo) para participar en el Concurso Nacional de Buenas Prácticas en Bibliotecas Escolares, gracias al empeño que puso Mercè en ello. Un año después, saboreamos con mucho deleite y nos alegramos con todos los que se quieran alegrar del reconocimiento obtenido. Así es la vida... A veces, el trabajo y la constancia tienen premio nacional. ¡Buen verano!
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Autor: Ana
Fecha: 05/07/2007 22:04.
Autor: Fina
Fecha: 06/07/2007 10:00.
Autor: kamile
Fecha: 06/07/2007 21:22.
Autor: Elena
Fecha: 07/07/2007 12:34.
Autor: Rosa Piquin
Fecha: 09/07/2007 11:56.
Autor: Mariano y Mercè
Fecha: 09/07/2007 14:16.
Autor: maria
Fecha: 06/08/2009 23:04.
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