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EL 11-S DE CHILE

Lo he dicho en otras ocasiones. El 11 de septiembre de 1973 me golpeó muy fuerte interiormente. Hoy hace 32 años que fue derrocado el régimen democrático de Salvador Allende por un militar que le había jurado obediencia. (Estos defensores de los “valores de siempre” suelen ser totalmente irrespetuosos con todo lo que supuestamente defienden, cuando no están ellos en el poder); un levantamiento en armas que instauró, con la aquiescencia y la colaboración de los EE.UU. (vean la película “Missing”), un régimen de terror que causó miles de desaparecidos: detenidos, torturados, degradados, vejados y, al fin, asesinados, en lóbregas cárceles, en estadios de fútbol, en cualquier tapia alejada de miradas indiscretas.
Todos los años, en esta fecha, me entra una pena infinita cuando pienso en Allende o en Víctor Jara (representantes de todos los que murieron) y siento una rabia también muy fuerte al saber que el dictador asesino sigue vivo y sigue toreando a quienes han tratado de juzgarlo (la historia lo hará y lo condenará). Todos los años recuerdo esta fecha y con una lectura, la audición de música o escribiendo, trato de hacer algo simbólico para no olvidar.

Quiero copiar aquí, para mitigar esos sentimientos negativos que me embargan, lo que escribí diez años después, en 1983, y que quedó impreso en la contraportada del número 32 de la revista Aula Libre:

CHILE

“Queda ya lejano en el tiempo, pero próximo y vivo en el recuerdo, aquel once de septiembre.
Sonaron los disparos,
cayeron las bombas
y se hizo el silencio… El silencio y la muerte…

Después,
atrozmente,
abrieron tu vientre
y lo poblaron con cuerpos,
aún calientes,
compartiendo la fosa común.

Se hizo rojo el atardecer.
Los pájaros olvidaron su vuelo.
Los hombres apretaban los dientes.
Las manos se unían en la oscuridad.

Hoy,
presiento a tus hijos
valientemente esperanzados,
a pesar de los fusiles cotidianos
y de las botas
golpeando el asfalto de tus calles.

Hoy, Chile, renaces,
porque sois:
miles de ojos para ver,
miles de mentes para imaginar,
miles de brazos para levantar,
miles de manos para unir
y miles de hombres y mujeres para caminar:
todos con el mismo paso,
por el mismo camino
con el mismo grito:
¡¡La libertad!!

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